La confesión de Eva

¿Acaso creen todos los hombres que son suficientes para sus parejas? Juan así lo pensaba, pero cuan equivocado estaba, la que creía era su devota amante, solo intentaba lograr que el llegar a unos mínimos, lo justo para complacerla un poco, pero ni eso logró

Querido Juan:

El pasado viernes estuve con tu prima Raquel, con quien si he mantenido el contacto todo este tiempo; la fui a recoger al trabajo y en silencio fuimos a su casa, al llegar comenzó a hablarme, aunque solo le veía mover los labios, esos labios que se han hecho para besar, acerque los míos y explotó el volcán que ambas guardábamos en nuestro interior, ha sido y es la mujer más sensual que conozco.

Hicimos el amor como posesas y cuando nos dimos un respiro, me contó que estas muy mal desde mi marcha.

No has de culparte de nada, las cosas son como son y es muy difícil cambiarlas. Eres un hombre excepcional, cariñoso, atento, educado, pero sobre todo lógico, filosófico y muy cerebral, por el contrario, yo soy superficial, irracional y muy sensual, mi vida gira en torno al sexo y eso lo sabes desde que nos conocimos.

Traté, que fueras el compendio de lo que más me gusta del sexo, pero cada cual es como es. Intenté que me lo hicieras del mismo modo que lo hacían otros, pero eso es imposible.

Nadie besa como Raquel, ella es capaz de transportarte al paraíso y lo sabe la muy zorra; es por ello que nos entendemos tan bien, cuando sus labios se posan en mi parece que me derrito, y eso sucede en todo mi cuerpo, cuando me hace sexo oral me quedo deshecha y además, como alcanza su placer al ver el mío, no necesito esforzarme en hacerle nada en concreto, tan solo gozar y que ella lo viva junto a mí.

Puede que te sorprenda, pero eso es algo que tú nunca lograste, no porque no lo intentaras, pero tu estilo incluía rudeza, falta de tacto y además poca paciencia, el sexo es como la cocina, cada plato necesita su tiempo de preparación y su fuego, naturalmente no para todos el mismo.

Con el sexo anal lo tenías peor, mis experiencias previas eran impresionantes y difíciles de superar, pero estaba dispuesta a bajar el listón que tan alto había colocado mi hermano… Sí, mi hermano, con el que compartí casa desde que terminamos la carrera y nos trasladamos a esta ciudad. Pero pienso que sería bueno que supieras como sucedió.

Un sábado, regresé a casa antes de lo habitual, y me sorprendió oírlo llegar poco después que yo, me puse un kimono y salí de mi cuarto para preguntarle qué había sucedido. Había roto con la chica con la que salía hacia unos meses y no tenía ganas de tonterías con los amigos; se interesó por mi regreso y le conté lo que me pasó en la disco con un follamigo.

Me da morbo follar en lugares públicos; con ese chico lo solíamos hacer, apoyada yo en la parte trasera de un sofá que queda muy cerca de la pared, y él en pie detrás de mí aparta el tanga y echamos un polvo, algunos de nuestros amigos saben que lo hacemos, y ahora alguna de las chicas también se prestan al juego, pero hoy el tipo se ha pasado tres pueblos, notaba su polla paseándose por mi culo, pero nunca antes había tenido sexo anal y pensé que solo estaba jugando.

De súbito he notado una punzada de dolor y me he incorporado. Él ha soltado un aullido, al parecer le he doblado la pija que ya tenía medio metida, pero he sentido dolor, decepción, y enfado.

Me he arreglado la ropa y los he dejado allí, el dolor sé que se pasara, siento un resquemor y pienso que no me ha hecho ninguna fisura, el enfado será más difícil que se me pase, el chico tendría que haberme preguntado si me apetecía cambiar de agujero y no lo hizo, el perderá más que yo, no pienso verlo más.

La decepción es quizás lo que más me ha dolido, pienso que el sexo anal no es para mí, creía que sería algo tan bueno como me contaban mis amigas, pero ya veo que no…

Juan, me ordenó traer aceite corporal y que me sacara el kimono, eso no me molestó en absoluto, en muchas ocasiones habíamos estado juntos en playas nudistas, y nos mostrábamos desnudos en ellas y por casa; me apoyó sobre la mesa y con mucho tiento comenzó a esparcir aceite por el culo y alrededores, me dijo que no se apreciaba ninguna fisura, pero que tenía que hacer como cuando de pequeña me caía de la bicicleta, levantarme y montar otra vez antes de tomarle miedo…

Empecé a sentirme cómoda, primero con un dedo y después con dos, me fue ensanchando la entrada y masajeando hasta donde llegaba. Después noté su verga rozarme con mimo, estaba muy excitada, al tiempo que temerosa de que también él me lastimara, pero fue penetrándome lentamente, al notar su pelvis apretada contra mis nalgas me tranquilicé un poco, pero aún pensaba que me podía doler con el metisaca.

Pasó sus manos de las caderas a mi vientre y me alzó sin salir de mí, giró sobre sí mismo hasta apoyarse en la mesa, acercó con el pie una banqueta baja donde los apoyó, quedando los míos colgando, no imaginaba lo que pretendía pero confié en él; subió una de las manos hasta mis pechos para acariciarme los pezones, y bajó la otra para encargarse del clítoris, no se movió en ningún momento y creí que solo me brindaba confianza, pero cuando aparecieron los primeros espasmos, noté como también él reaccionaba retorciéndose en su asiento.

Tardó bastante en eyacular, y fueron varias y potentes las descargas con las que me llenó, dejándome disfrutar del orgasmo recostada en él, apoyada fuertemente contra su pecho me besaba el cuello, me sentía en el paraíso, no creí que algo como el sexo anal pudiera ser tan satisfactorio, desde ese día han sido muchas las ocasiones en que hemos gozado juntos, no solo de esa parte del sexo, pero si ha sido nuestra actividad favorita.

Te comenté en varias ocasiones que fueras paciente y que lo tomaras con calma, pero tus urgencias solo sirvieron para decepcionarme, ahora sé que no podías hacerlo de otro modo.

En cuanto a tu potencia sexual, esa de la que tanto presumías ante nuestros amigos, he de aclararte, sobre todo para evitarte futuros fiascos; encontré mucho antes de conocerte a alguien insuperable, lo recuerdo como si fuera ahora mismo.

En la fiesta de navidad que celebra cada año el bufet donde me contaron de becaria, las otras chicas comentaron que Carlos era un tipo muy agradable, pero que ninguna había logrado intimar con él, no le conocían parejas, ni hablaba de mujeres y eso lo hacía más deseable, cumplimos los años ambos dos días después, una de las chicas hizo un brindis al respecto, y supe que el cumplía los 26 siete más que yo, tonteé un poco con él en parte por las copas que había tomado.

Le propuse ir al baño juntos, sin responder me tomo de la mano y echó a andar, al pasar junto a la percha cogió los abrigos y nos encaminamos al baño, pasó de largo y entramos en el almacén, allí se guardan los ficheros antiguos, algunos muebles y las cosas de limpieza, apartó la lona que cubría un sofá y depositó nuestra ropa en un rincón, después y siempre en silencio me desnudó, no dudó en acariciar cada porción de piel que quedaba a la vista y tan solo pronunció unas pocas palabras.

.- No tengo condones, pero hace más de seis meses que no follo sin ellos ¿Tomas precauciones?

Le aseguré que tomaba la píldora, estaba gratamente sorprendida porque lo planeado era sorprenderlo a él, parecía tan tímido y recatado, pero resultó ser un garañón, me besó al tiempo que se aseguraba que estaba mojada, se sentó en el sofá y me hizo colocar las rodillas al lado de sus piernas, guío su verga hasta tenerla encarrilada y me fui clavando en ella, sus manos en mis caderas me hicieron cabalgar salvajemente.

Mis pechos botaban y los pezones rozaban su velludo pecho, antes me parecían repulsivos los hombres peludos, pero con Carlos la sensación era otra; le daba un toque varonil.

Pronto descubrí su gran potencial, después de proporcionarme el segundo orgasmo le pregunté, si es que yo no era lo que esperaba, me dio la vuelta dejándome abajo y con una sonrisa siguió manchando, no lo podía creer, llegue a tener un tercer orgasmo y él seguía como si nada, tan solo se le veía un brillo en los ojos. Estaba disfrutando pero no llegaba a eyacular. Por mi parte no me podía quejar, tan solo había tenido un par de experiencias que se le asemejaran un poco.

Cuando me recobré de ese tercer orgasmo le pregunté. ¿Qué puedo hacer para que termines también tú?

.- ¿Me la mamarias? Eso es lo que suele funcionar para que suelte lo que guardo.

No respondí, tan solo salí de debajo suyo y me acomodé para poder hacerle una mamada de las que solía hacer en la UNI, allí era famosa entre algunos afortunados.

Logré llevarlo al éxtasis y fue glorioso para los dos, me encanta el sabor del semen y oír mis chupeteos lo excitaron una barbaridad, tanto que se puso en pie y sin haber logrado otra erección comenzó a follarme la boca, algo que nadie me había hecho aún, la morcilla que me ofreció, pronto tomo consistencia y al rato soltó otra buena lechada, no tan abundante como la primera pero suficiente para demostrarme que lo hacía bien, fue mi primera mamada profunda.

Nos vestimos y fuimos al baño para adecentamos un poco, después de ponernos los abrigos regresamos a la sala de juntas donde estaban el resto de compañeros, una de las chicas me hizo una seña, al acercarme me señaló el bolsillo de Carlos, donde asomaba una parte de mi tanga, se lo había quedado como recuerdo. Me acerque a él y le indique que lo guardara bien…

En los siguientes siete años, hemos seguido viéndonos cada vez que alguno de los dos lo ha deseado, nadie ha logrado nunca superarlo en potencia y aguante, tampoco he logrado hacerlo eyacular si no ha sido mamándosela. Y tú, tú mi querido Juan te has esforzado mucho, pero en ocasiones no es suficiente.

No te culpes, tu eres soberbio y es mucho lo que puedes ofrecer, el asunto es que yo necesito más, mucho más y no quise nunca esclavizarte, tampoco me gustaba ponerte cuernos, y es por ello que me fui.

Vivir supliendo las carencias sexuales con un catálogo como el que te he mostrado, no es justo para ninguno de los implicados, sobre todo para ti, los demás son conscientes que solo es sexo, muy bueno pero solo sexo.

Ahora, estoy viviendo con un grupo que reúne las condiciones que preciso. Danielle Fabrice y Pierre antes estaban los tres solos, y Danielle se sentía casi completa, la conocí a ella primero y fue la que me incluyó en el grupo, vivimos los cuatro en una buhardilla en Montparnasse.

No trates de buscarme y tampoco culpes a Raquel, seguiré en contacto con ella y quien me convenga, pero trata de olvidarme o al menos de vivir tu vida lo mejor posible, tampoco te culpes por nada, si te sirve de algo, estuviste muy cerca de la perfección, al menos de la que yo necesitaba…

Un beso.

Eva.