La colombiana (3)

Fin del anterior.

La colombiana 3

Habíamos quedado sumamente calientes. El resto de la clase solo podía pensar en ese culito que había estado recibiéndome y que ahora estaba ahí pegando al pupitre, bajo ese cuerpo de infarto que me miraba con cara de lujuria.

Los últimos veinte minutos de clase eran de investigación en la biblioteca del colegio y hacia allá nos dirigimos todas mis alumnas y yo.

Mis veintidós alumnas revisaban libros entre los estantes, y yo me paseaba vigilándolas, y tratando de que no notaran que a la que más buscaba era a Adriana, quien cada vez que me veía cerca se volteaba para que yo le pudiera ver ese magnífico trasero que esperaba el final de lo iniciado en el recreo.

De vez en cuando pasaba detrás de ella y le rozaba sus nalgas con mis manos, o con mi paquete. En una de esas ocasiones estaba ella hablando con otra amiga al otro lado del estante. El estante las tapaba enteras y solo se escuchaban su voz a través de los libros, tomándome un riesgo grande, al pasar detrás de ella me agache, levante su enagua y enterré mi cara entre sus nalgas desnudas.

Adriana apenas pudo contener el gemido que le produjo mi lengua invasora, sólo fueron tres segundos y me levanté para seguir vigilando a mis alumnas, deleitándome con el sabor que mantenía en mi boca.

Poco a poco las alumnas se fueron retirando y me quede a solas con mi alumna favorita. Me le acerqué por detrás y comencé a tocarla toda, metiendo mis dedos en su vagina, parado detrás de ella, mientras le decía lo rica que se veía con esa enagua a cuadros y como me calentaba poder tocarla y mamarla toda.

La tome con fuerza de sus hombros y la ¿obligué? A arrodillarse delante de mí, saque todo mi pene y se lo metí a la boca. Sus labios la fueron engullendo lentamente, disfrutando cada milímetro, y cuando llegó hasta donde siempre llegaba, que era bien adentro yo seguí empujando, forzándola a tragarse entero mi pene, escuchando ese sonido gutural de hembra en celo que es atragantada por el palo del placer.

Comenzamos a tomar ritmo y mi pene entraba y salía completo de su boca y garganta, humedeciéndolo todo, y por la gran cantidad de saliva que ella soltaba, me empapaba también los huevos. Después de un rato se la saqué de la boca y comencé a frotar mis testículos contra su boca, con furia y lujuria. Quería que sintiera como le llenaba toda la cara con mi sexo, usando su cara como una esponja, restregando ese bello rostro en mí.

Cuando la levanté tenía su cara empapada de su saliva, mis jugos y el sudor que emanaba de mi cuerpo, mientras que sus labios se veían hinchados y húmedos por el esfuerzo de la mamada.

Acerqué una pequeña escalera que se utiliza para llegar a los estantes más altos de la biblioteca y la subí a ella dándome la espalda, para poder enterrar, sin tener que agacharme, toda mi cara entre sus nalgas. Chupé su vagina y su culito a la vez, mi lengua reptaba por todas sus cavidades mientras ella movía sus caderas con lujuria, entregándose con placer a las caricias de su profesor.

Dos de mis dedos se introdujeron en su vagina mientras mi lengua seguía acariciando su culito, tratando incluso de penetrarla con mi apéndice bucal. Su vagina destilaba gran cantidad de jugos que bajaban por sus muslos y pantorrillas hasta llegar a mojar sus blancas medias.

Poco a poco le pedí que bajara de la escalera, mientras que yo con mi pene erecto y sosteniéndolo con una mano la esperaba abajo. Conforme fue bajando fui apuntando hacia su húmeda vagina, de manera que cuando llegó al suelo estaba completamente penetrada desde atrás y yo con mis manos acariciaba sus pechos y pellizcaba sus pezones.

La seguí penetrando así por unos minutos, y luego le pedí que con sus manos abriera sus nalgas y me enseñara su culito. Cuando lo hizo saqué mi húmedo pene y comencé a frotarlo entre sus nalgas, sobre su chiquito, lo pasaba desde mi glande hasta los huevos, sin intentar meterlo, solo humedeciendo ese estrecho canal.

Seguí con el juego de penetrarla por la vagina y luego restregarla por su culo durante un rato, hasta que con voz de súplica me dijo: - Entra ya – ( te acuerdas que eso me escribiste guapa ).

Coloqué mi glande en la entrada de su culo y ella sola empezó a empujar, ganando terreno poco a poco. Sus gemidos eran una extraña mezcla de dolor y de placer, hasta que al fin lo tuvo todo adentro y yo comencé a mover mis caderas en círculo, dentro de ella para ir abriendo mejor ese rico canal y poder cogerla a placer.

Nuestro ritmo fue aumentando, ella seguía manteniendo sus nalgas abiertas, lo que me daba una exquisita vista de la penetración anal entre alumna y profesor. De vez en cuando ella soltaba una de sus manos y llevaba sus dedos al punto de unión entre su esfínter y mi pene, como para sentir si de verdad le entraba todo, pero pronto volvía a su posición original, que la hacía ver entregada a mí.

Mis huevos chocaban con s vagina y mi abdomen con sus nalgas a cada embestida, poco a poco la sentí alcanzar el orgasmo, que sólo se adelantó al mío el tiempo suficiente como para preguntarle donde quería mi semen.

Sin dudarlo me dijo entre jadeos que en su boca, por lo que con prisa la saque de su rico culito y ella se arrodillo frente a mi, abriendo su boca apenas a tiempo para recibir toda la descarga de mis inflamados testículos.

Ver esa deliciosa boca saborear mi semen, mientras esos ojos de chiquilla caliente me miraban, es un placer que no podría describir con palabras. Mientras nos recuperábamos del esfuerzo realizado la levante y abracé contra mí, nuestros corazones se juntaron en un latido cada vez más leve, más rítmico, pero acompasado, porque si algo estaba claro es que en el sexo nos entendíamos a placer.