La colombiana (2)

Sigo con vos.

La colombiana 2

Después de la primera vez que mi alumna Adriana y yo nos entregamos a lo prohibido, todo fue placer. Cada tarde que teníamos clases particulares terminaba en una deliciosa cogida, y durante el resto de clases nos prodigábamos por excitarnos mutuamente tratando de no levantar sospechas entre las demás alumnas.

En cierta ocasión le pedí a mi colombianita que llegara a clases sin bragas, y que de vez en cuando, desde su asiento de atrás, me enseñara un poco de esos tesoros, no tan escondidos, que tenía para mí.

Esas dos lecciones fueron toda una tortura, pues no en pocas ocasiones ella abría un poco sus piernas dejándome ver esa gruta cuya humedad mi boca podía saborear a distancia.

Cuando llegó el recreo todas mis alumnas salieron menos ella, esto no era raro pues Adriana era una estudiante muy aplicada. Me acerqué a ella y me puse detrás de su pupitre. Su peinado, una sola cola bien tensada, me dejaba al descubierto su cuello, y como sus pechos eran tan grandes y firmes, me puse a observar su escote, como un adolescente voyeur.

Ella seguía trabajando en su cuaderno pues no sabía si actuaba como profesor u amante, hasta que me le acerqué a su oído y le pedí que tomara uno de sus bolígrafos y se masturbara con él. Ella hecho su cabeza hacia atrás para mirarme cuando con una mano la detuve y un firme ¡Señorita! Salido de mi boca le dejó claro el nuevo juego.

Cuando ella abrió sus piernas y llevo su bolígrafo hacia su vagina mi pene se puso a reventar. Yo seguía inclinado sobre ella, como velando su trabajo, aunque esta vez fuera de otra índole y calidad.

Saqué mi pene por la bragueta de mi pantalón y comencé a tocar con mi glande su cuello, cosa que hizo que la piel de este se erizara al instante. Una de mis manos desabrochó un botón de su ajustaba blusa y permitió descubrir también uno de sus hombros.

Mi glande, rojo e hinchado, recorría ahora su nuca y uno de sus hombros, dejando una babita a su paso, pues ya empezaban a rebozar gotas del semen con el que pensaba alimentar a mi querida alumna. Mientras ella seguí en su masturbación con el lapicero, con uno de mis dedos recogí todos estos líquidos que había dejado en su cuerpo y se los lleve a la boca, néctar que ella aceptó gustosa y tragó con gula, sin dejar de manipular su delicioso conejito.

Tome mi pene y comencé a pasarlo por una de sus mejillas, todo el tronco de mi pene se apoyaba en su mejilla mientras mis huevos se apoyaban en su hombro, ella hizo el intento de volver la cara y chupármelo pero no se lo permití, y seguí restregándolo en su cara.

Luego le ordené que sacara su lapicero de su vagina y me lo diera para chuparlo, todo empapado lo lamí y fui probando esos jugos que tanto me gustaban, deje el bolígrafo lleno de saliva y le ordene que se lo pusiera entre sus nalgas, solo rozando su culito.

Ella obedeció y a la vez comenzó a masturbarse lentamente. Yo me coloqué a su lado e introduje mi glande en su boca y con mi mano lo movía de un lado a otro, lo metía bien adentro, lo sacaba, le daba golpecitos en su cara con el, mientras ella se desesperaba por lamerlo. Sacando su lengua y persiguiendo mi glande para lamerlo era una escena deliciosa.

Mientras ella seguía masturbándose me puse detrás de ella y comencé a meter mi mano bajo su cuerpo, la levanté un poco y le introduje un dedo en su culito, desplazando el bolígrafo que aún estaba en su entrada. Ella se sentó con todo su peso sobre mi mano, y mientras mi dedo hurgaba su chiquito se seguía masturbando.

Cuando la sentí cercana al orgasmo la levante de golpe, la puse de espaldas a mí y le introduje todo mi pene en su empapada vagina. Su orgasmo fue intenso y yo sentía las contracciones de su vulva sobre mi falo, poco a poco, mientras ella sentía las últimas contracciones de su orgasmo comencé un mete saca lento y profundo, la tomé con una mano de su cadera y con la otra de su cola de caballo, me sentía montándola y ella me volvía a ver con cara de excitación. A veces con furias la obligaba a volver su cara para besarla, morderle los labios y decirle lo rica que era, y lo delicioso que era cogerla así en el aula.

Luego de unos minutos saqué mi pene empapado de su vagina y comencé a frotarlo por su culito, su respiración se puso ansiosa, y aumentó aún más cuando mi glande comenzó a entrar en tan cerrado orificio.

Poco a poco fui ganando terreno, ella empujaba su cuerpo hacia mí, buscando sentirla toda, pero yo la detenía para que penetración fuera lenta. De repente me tomó por sorpresa y se echó para atrás clavándose todo mi palo en su colita. Su boca se abrió para dejar salir un gemido de placer, de hembra poseída… yo de golpe se la saqué, le baje la enagua y la obligué a sentarse en su pupitre mientras me alejaba presuroso hacia mi escritorio. Cuando ella iba a abrir la boca para quejarse por dejarla así comenzaron a entrar el resto de sus compañeras que regresaban de recreo