La colegiala virtual

Mi pequeña lolita comenzó a desabotonarse el jersey, lentamente, después lo dejó caer. Su cuerpo era fantástico, generoso y hermoso.

La colegiala virtual

Nadie es capaz de resistirse a un reto, ya sea por orgullo, quizás por curiosidad o por un motivo tan simple y primitivo como que nos duele decir "no"… la mayoría cerramos con fuerza los ojos y nos dejamos llevar por la corriente. Cuando nos hemos lamentado diez veces seguidas necesitamos arriesgarnos. No porque eso nos asegure que venceremos sino para no lamentarnos por algo que ha dejado de suceder. En el regusto del riesgo esta el sabor que más se aproxima al sabor de la vida en si misma. Eso ha sucedido esta mañana, debería haber sucedido anoche, anteayer, quizás el destino es más sabio que nosotros mismos. Seguro que si. Ella había aparecido de la nada, no voy a aburrir dando ahora innumerables detalles sobre era ella, no aportaría nada a esta historia pero sobretodo lo importante no era quien era sino en lo que iba a convertirse. En quien iba a convertirse. Vivimos constantemente rodeados de seres cotidianos, personas que nos parecen aburridas, si acaso algunos mejores que otros, pero poco más. Cuando encontramos a un personaje o a una persona que comienza a ser un personaje, entonces se nos humedece la boca y la sangre palpita en nuestras sienes. Emoción. El sabor de la vida.

Cuando ella me dijo que iba a encender la cámara me dio un vuelco el corazón. Llevaba chateando unas horas, apenas tres días, esa era nuestra historia, había llegado hasta mí como la mayoría de la gente que llega a mí a través del mundo virtual, por mis relatos. Parecía una muchacha interesante, inteligente, despierta… y hermosa a juzgar por sus fotos. Si, lo siento, me gustan las mujeres jóvenes y hermosas que halagan mi ego. Soy humano ¿no? Lo soy, demasiado. Quien diga lo contrario, miente. Como iba diciendo, cuando me dijo que iba a encender la cámara, me recosté en la silla y me dedique a observar que iba a suceder, expectante y temeroso, como un niño enfrentándose a su primera visita al medico. La pantalla en gris parpadeó durante unos segundos y finalmente apareció en mi ordenador una imagen no demasiado nítida de ella, su rostro, sonriendo, unos ojos grandes y una sonrisa amplia, llena de dientes, amable, sincera. Su pelo moreno y lacio, con dos coletas, sin dejar de reír nerviosamente.

Le dije que hiciese algo, lo que fuese, que se pusiese de pie, que bailase, quería verla en movimiento. Ella volvió a sonreír tímidamente. "Por un momento pensé en hacerte un striptease, pero me da corte" escribió. Mis ojos se abrieron aun más y mi pene comenzó a crecer involuntariamente bajo el pantalón. "Ponte de pie, quiero verte", escribí". Ella obedeció. De repente la veía moverse, de un lado a otro, girando sobre si misma, apareciendo y desapareciendo del encuadre. La veía reírse, incluso podía imaginarla temblando de la emoción. Ambos nos sentíamos vivos. Necesitaba tocarla, alargar la mano y pasar mis dedos entre su cabello lacio que posiblemente olería a champú de avena. Ella iba vestida de colegiala, con una falda plisada de color gris, camisa blanca y un jersey negro por encima. "Hazlo", escribí. "Voy a poner algo de música" contestó ella. Y de repente, sin esperarlo, comenzó a moverse, como si estuviese bailando, una música que yo no era capaz de escuchar pero que sonaba a música celestial en mis oídos. Mi pequeña lolita comenzó a desabotonarse el jersey, lentamente, después lo dejó caer. Su cuerpo era fantástico, generoso y hermoso. A pesar de la mala calidad de la cámara podía adivinar sus pezones luchando por traspasar su camisa de colegiala. Después se bajó la falda aunque el encuadre no me permitió adivinar mas que unas braguitas de rayas blancas y rosas con la cara de un gatito dibujado en una de sus caderas. A esas alturas yo ya había sacado mi pene de su acostumbrada prisión y me masturbaba con fuerza, rezando porque sus prendas continuasen cayendo, una tras otra. Desabotonándose la camisa, lentamente, dejándome adivinar sus pechos, finalmente desnuda, girando sobre si misma. El tatuaje de un delfín en su espalda, nadando por sus apetecibles carnes, saltando y zambulléndose una y otra vez, como yo hubiese deseado. Cerré los ojos y continué masturbándome, esperando que al abrirlos ya no hubiese una pantalla de ordenador, finalmente Lolita estaría frente a mi, bailando para mi, ofreciéndose a mi. Pero eso no sucedió, ella seguía desnuda, moviendo sus pechos de un lado a otro, grandes, hermosos como su estomago coronado por un piercing. Toda ella era voluptuosa y hermosa.

Un regalo inesperado. Una mujer para perder la razon. Mi mano abandonó mi pene y se acercó a la pantalla, coloqué los dedos encima de su imagen y entonces ella pareció estremecerse, como si realmente la hubiese tocado. Volví a hacerlo y ella volvió a dar un salto. Entonces empuje mis dedos que desaparecieron en la pantalla, primero los dedos, después el brazo, finalmente me lance de cabeza y cuando abrí los ojos estaba en su habitación, a novecientos kilómetros de mi casa. Algo tan imposible que ni quería pensar en ello. Lolita permanecía de pie, vestida tan solo con unas diminutas braguitas rosas, espléndidamente desnuda. Tapándose avergonzada los pechos con las manos, como si no se los hubiese visto aun. Me acerqué a ella y la abracé, luego la besé. Olía a mujer. Sabía a mujer. Temblaba. Era real. La cogi de la cintura y la apoyé contra una pared. Mis manos comenzaron a subir y bajar, después en orden inverso, de nuevo hacia abajo, no quería perderme ni un milímetro de ella, rozando la liviana tela que cubría su sexo, finalmente podía tocarla, la rozaba, en la más completa y absorbente de irrealidades, en la más maravillosa virtualidad jamás imaginable. Era real, era imposible. Nuestras respiraciones, entrecortadas, nuestros alientos, chocando precipitadamente entre si, creando una densa atmósfera a nuestro alrededor. Sudor frío, sudor caliente. Gotas de sudor resbalando por mi espalda y por su escote. Cerré los ojos y quise imaginar que nuestros sudores se confundían. Una vez más. Podía oler nuestros perfumes animales, millones de hormonas y feromonas disparadas en todos los sentidos. Olíamos a sexo. Olíamos a pasión. Flujos y pomelo, after shave y bergamota, quizás reminiscencias de olor a chicle de fresa, todo junto. Olíamos a deseo. Pero sobre todas las cosas, olíamos a emociones contenidas, a sexo imposible, habíamos estallado el uno sobre el otro, como una bomba atómica de efectos devastadores. Un gran badaboum y todo lleno de humo y cascotes. Mi mano atrapó uno de sus senos, blando y cálido. Lolita suspiró en la oscuridad y su suspiro me llenó de nuevo de un vaho caliente y agradable. Era real, no era virtual, ni un sueño. Comencé a mover su seno bajo mis dedos mientras con mi otra mano localizaba su cintura y la atraía hasta mi. Ahora podía olerla aun mejor, sentirla aun mejor. Adelanté la cara para darle un beso pero mis labios acabaron en su mejilla, no importaba, comencé a besarle por toda la cara y cuando finalmente hallé el tesoro de sus labios me dedique a morderlos, chuparlos, introducir mi lengua en su boca. Mi mano, sobre su seno, podía notar como su pezón se ponía erecto, lo agarré con dos dedos y lo apreté suavemente. Ella se estremeció y dejó escapar un suspiro que en mi mente era de placer. Mi otra mano comenzó a palpar la tibieza de su estómago, el frío de su piercing, subiendo por su costado contando las costillas una a una. Cogí con ambas manos sus pechos, grandes y con un gran pezón marrón, sobándolos, magreándolos con la premura de un adolescente, tibios, blandos. Lolita suspiraba, mi pene aun fuera del pantalón, completamente erecto se apretaba contra sus braguitas, contra el dibujo del gatito. Que malvada y fascinante perversión.... bajé una de mis manos y la metí en su sexo, depilado y caliente, húmedo, completamente mojado. Saqué la mano y la olí, olía a sexo, a deseo y excitación. Devolví la mano a su cueva y comencé a masturbarla, sin dejar de besarla. Me daba igual todo. Aquello no podía estar sucediendo, a pesar de estar sucediendo. No habían impedimentos. No importaba lo que hiciese, algo me decía que tarde o temprano me despertaría frente al ordenador. Ella cogio mi pene completamente erecto y comenzó a moverlo frenéticamente, incluso con torpeza, masturbándonos el uno al otro, de pie, la ropa de colegiala en el suelo, en la habitación de una muchacha joven, ositos y posters. Una niña que me masturbaba como la mejor de las amantes. Necesitaba entrar en ella.

-Voy a follarte –la dije.

Ella sonrió.

-Es la primera vez que escucho tu voz –me dijo- es igual que como la había imaginado.

-Voy a follarte –repetí.

-No –dijo ella sonriendo picadamente- primero hazme el amor y ya me follaras después

Ambos sonreímos sin dejar de masturbarnos.

Entonces, de repente, sucedió. Un destello y de nuevo volvía a estar sentado frente a mi ordenador. En mi casa, la pantalla apagada, la habitación en penumbra. Mi pene erecto. ¿Qué estaba sucediendo? Me levanté y me dirigí hacia el interruptor. No funcionaba. Tampoco había luz en el comedor. Metí mi pene dentro del pantalón y salí al rellano de la escalera. Tampoco había luz. La puerta del vecino se abrió y por ella apareció el rostro de una muchacha morena, de ojos grandes. La nueva vecina. Su cara me era conocida, me habían hablado de ella pero nunca la había visto antes. A pesar de ello, su cara me era conocida. Claro.

-Se ha ido la luz ¿no? –preguntó.

-Eso parece.

Ella sonrió, una sonrisa también me era conocida.

-Pues que putada –continuó ella- estaba trabajando en el ordenador.

-Yo también.

La muchacha volvió a sonreír.

-Una pregunta –comencé yo- ¿tu no tendrás un tatuaje de un delfín en la espalda?

-Anda ¿y tu como lo sabes?

Los cielos se abrieron y una gran mano, la mano de Dios, me tocó en la cabeza y me iluminó. Quizás Dios, el Dios del que siempre nos habían hablado, también era virtual.

-Seguro que te llamas Lolita –dije yo devolviéndole la sonrisa.

-Cuando era pequeña, ahora me llaman Lola.

La observé y no pude evitar sacar mi pene, de nuevo erecto, de su escondite ante la atónita mirada de la muchacha

La virtualidad nunca es mejor que la realidad pero en aquellos momentos eso era lo de menos dado que ya había perdido toda la capacidad para distinguir ambas. Lola, mi Lolita, sonrió picadamente y se hizo a un lado franqueándome el paso a su piso.

Para quien quiera saberlo, también llevaba unas braguitas rosas y blancas con el dibujo de un gatito a un costado...

"Hay algo más importante que la lógica: la imaginación." (Alfred Hitchcock)