La cocina de Alan
Alan observó cómo su amigo me poseía en su cocina.
Los besos que le daba a Marco en esa obscura cocina eran para incitarlo a hacer más.
Sometido contra la pared, desabroche con ansiedad su cinturón y enseguida el botón del pantalón para tomar en mis manos la deliciosa tranca que palpitaba estrepitosa y que se bañaba ya de ese líquido que prepararía cualquier ambiente para ser engullido.
Dejando las piernas extendidas me agache para llevarlo a mi boca.
La saliva revuelta en su fluido resbalaba fuera de la comisura de mis labios.
Alan, el anfitrión de la fiesta nos veía desde la puerta, avisé su sombra mientras mi lengua recorría a su amigo desde sus testiculos hasta la punta.
Marco levantaba la falda de mi vestido para ver mis nalgas; sabía que eso le hacía colapsar en la ansiedad del deseo.
Regrese a besar su boca mientras dejaba que bajara mi ropa interior hasta las rodillas.
Bastó con mover mis piernas ligeramente para que cayeran al suelo.
Me di la vuelta y cambié mis manos en su pene por el espacio entre mis nalgas.
Mis movimientos lo acariciaban.
La combinación de saliva y el flujo de Marco se mezclaban ahora con los fluidos de mi húmeda vagina.
Toda esa combinación de fluidos resbalaba por mis muslos tensos.
Las manos de Marco rodearon mi cintura y recargue mi mano izquierda al antecomedor que quedaba frente a mi.
Con la mano derecha dirigí la punta de su delicioso pene a la agitada entrada de mi vagina; me deje caer sobre el. De un solo movimiento lento estuve penetrada hasta el fondo.
Alan sobaba su pene por encima de su pantalón.
La obscuridad me hacia verle la figura únicamente, sus movimientos eran intensos.
Marco me penetraba con fuerza.
Alcé mi pierna, la que daba hacía Alan.
Marco lo entendió y la tomó con su mano; ya había visto a su amigo viéndonos, y acomodó toda nuestra escena para compartirla con él, a manera de presunción, de manifestarse como mi poseedor.
Y ahora Alan veía esa penetración profunda, veía mi vagina expuesta ser poseída por su compañero de siempre.
Mi mirada no se separaba de su mano. Mi gemido le indicaba sin decirlo: que siguiera.
Marco fue cada vez más rápido
Sus testículos pesados golpeaban los labios hinchados de mi vagina.
Se olvidó de la fiesta que tenía lugar fuera de la cocina y gimió como un semental.
Y así, como semental, sacó su pene brillante de nuestro lubricante para masturbarse.
Sin despegar la mirada de Alan, volví a arrinconar a Marco contra la pared para colocarme frente a él.
Quite su torpe mano para sustituirla por las mías mientras lamía sus testículos vibrantes…
La eyaculación fue excelsa, los primeros chorros calientes de semen cayeron en mi frente y me apresuré a recibir los restantes en la profundidad de mi boca... jamás dejé de ver a Alan a los ojos.
Cuando marco recuperó la respiración subí a besarlo.
Nuestras lenguas rebosaban de su semen.
Alan se acercó y recogió mis calzones para olerlos.
Y pegado a mi, por fin pudo sacar su pene y masturbarse junto a nosotros.
No hice nada más que besarlo volteada hacia Marco aún.
Su corrida se alojó en mis nalgas.
Era lo que él quería.
Le arrebaté mis calzones, limpie con ellos mi vagina y su semen de mis nalgas.
Los meti en la bolsa de su pantalón.
Voltee con Marco para indicarle que era momento de irnos de la fiesta.
Me encamine a la salida dejando a los dos hombres exhaustos.