La clase magistral
Lucrecia confiesa su amor hacia Conrado, el profesor del taller literario, mediante una historia que los reúne a ambos como protagonistas. Esta historia que aquí se narra formaba parta del trabajo final del taller. Conrado desaprueba el trabajo y obliga a Lucrecia a leerlo delante de toda la clase.
“(...) Unos minutos antes de comenzar, la joven estudiante esperó al profesor oculta debajo de su escritorio. Había llegado el momento. Nadie podría verla allí durante la clase. Como era su costumbre, el docente de literatura saludó a los presentes, encendió su pipa, se sentó frente al escritorio y comenzó con su exposición, siempre pausada y fascinante. El timbre grave y envolvente de su voz no flaqueó un solo tono cuando la mano escondida de su alumna, no del todo ausente de aquella clase, se posó sobre su entrepierna. Tampoco titubeo cuando los finos y delgados dedos bajaron su cremallera y extrajeron su miembro. Apenas fue una pausa imperceptible para el auditorio el momento en que la jovencita envolvió toda la masculinidad del profesor entre sus cálidos labios. Completamente. Hasta que su nariz y mentón chocaron contra la bragueta abierta. En silencio mamó como una dulce ternera de la teta de su madre, hasta hacerlo crecer al doble del tamaño.El profesor dio una clase magistral durante una hora completa, mientras alguien que él no podía identificar también obraba magistralmente debajo del escritorio. Una hora completa mamó de aquella tranca la joven estudiante. Sin pausa, sin prisa y sin cansancio. Por dos veces empapó sus prendas íntimas del placer que le provocaba tener aquel sabor y aquel calor entre sus fauces. Por dos veces ahogó sus gemidos, pero en ningún momento se la quitó de la boca. Cuando el timbre sonó anunciando el final de la hora, el profesor se despidió de la clase y, simulando una leve carraspera, descargó toda su simiente bien al fondo de la garganta de su alumna; quien, por puro gusto, no dejó derramar ni una sola gota por entre sus comisuras. Mientras los estudiantes se marchaban, él volvía a encender su pipa y la alumna satisfecha, volvía a subirle la cremallera.Conrado abandonó el salón sin siquiera mirar debajo de su mesa. Lucrecia sintió en su boca el sabor cremoso del semen, mezclado con la languidez de la indiferencia y la sal de sus propias lágrimas.”
AUTORA: Lucrecia Larsson
(Este fragmento corresponde a la obra que se publicará póximamente bajo el nombre: Las Lecciones de la Señorita Larsson)