La Clase de Tenis (1.2 Obedezco Órdenes)

Otro encuentro sexual con mi profesor de tenis y mi compañero, donde me someto más a su voluntad.

1.2 Obedezco Órdenes

Cualquier duda, sugerencia o comentario pueden escribirme a leopoldo_relatos86@yahoo.com.mx y yo con gusto les responderé, además disfruto mucho recibir mails de mis lectores. Ojalá disfruten el segundo capítulo de esta serie de fantasías.

Recordaba muy bien aquel primer encuentro que tuve con Juan y con Felipe, donde ellos me sometían y me violaban en el los casilleros de nuestro club, justo después de perder un partido. Era una forma de hacer ejercicio, decían para tranquilizarme, pero no era necesario porque llevaba tanto tiempo deseando esto que sólo necesitaban mostrarme su cuerpo y darme una orden para que mi excitación tomara el control sobre mi voluntad. Pasó una semana y yo deseaba que volviéramos a iniciar nuestro encuentro sexual, veía correr sus cuerpos sudados a lo largo de la cancha de tenis y deseaba verlos sin ropa. Sus manos agarraban firmemente la raqueta como si fuera la verga del otro, pues ya me habían confesado que eran amantes.

Cuando acabó la última clase de la semana, los tres nos recostamos en el pasto, en una orilla del club donde nadie podía vernos (pues a esa hora estaba prácticamente vacío). Felipe y yo queríamos descansar antes de bañarnos y Juan estaba estudiando para un examen de educación física que iba a presentar al día siguiente. Yo seguía ansioso de que algo pasara y empecé a acariciar el brazo de mi compañero.

"¿Sabes porque los someto ante mi voluntad?" oí que decía nuestro profesor sin levantar la vista de su cuaderno, "porque he descubierto que una vez que el alumno te entrega todo y está dispuesto a perder su libertad, entonces te obedecerá siempre en la cancha. No tiene autoridad para criticarte y se convierten en los alumnos perfectos."

"Pero yo no…", intenté protestar.

"En cuanto te dejas llevar por el deseo, tal y como lo hiciste la semana pasada, entonces ya no manda tu mente. Manda la mía. ¿También quieres saber como lo hago? Yo estudié química en la universidad y descubrí un compuesto que se mezcla con el cerebro haciendo que hagas todo lo que se te ordena. No importa de quién viene la orden."

"¿Pero como sabías que él iba a venir con nosotros?", preguntó Felipe.

"No lo sabía, he estado mezclando la fórmula con su agua. A los dos sin que lo supieran y ahora les ordeno que lo callen. Sólo nosotros debemos saberlo. ¿No se habían dado cuenta que eran más obedientes con sus padres? Ahora lo serán conmigo y sólo conmigo."

Ahora estábamos seguros de que sí éramos sus esclavos, aunque tal vez Felipe siguiera insistiendo que sólo eran amantes.

"Poco a poco perderán su libertad y me la entregarán. Algún día agradecerán lo que yo hago por ustedes, pero por ahora. Desnúdate y camina en cuatro patas como si fueras un perro. No, eres una perra, mi perra y mascota. Lo único que puedes hacer es ladrar y seguir mis órdenes." Esa última orden, dirigida hacia mí, era lo que estaba esperando desde hace tiempo. El inicio de otro relato sexual. Mientras lo obedecía reflexionaba sobre lo que nos acababa de decir, no era como si una fuerza extraña me obligaba a obedecerlo. Yo sabía lo que estaba haciendo y decidía a hacerlo, pero sin ese compuesto químico no lo hubiera hecho. Es difícil de explicar.

"Ahora ve a tu nuevo dueño. Felipe es un ser humano y tu una perra complaciente. Quítale los tenis y los calcetines para que puedas lamer esos pies sudados. Sométete ante él."

Y así lo hice. Mi lengua iba saboreando cada uno de los dedos y el empeine. Ocasionalmente ladraba para aceptar mi nueva condición y Felipe me pedía que no parara que lo estaba haciendo muy bien. Juan se enojó.

"Tú no das órdenes, las doy yo. Tienen que aprender los dos a obedecer bien. Han llegado a un momento de su vida en que deben perder toda su identidad para ofrecérmela a mí. Así como me ofrecieron su virginidad. Par de putas. Ya no pueden echarse para atrás, entregaron su libertad con esa misma virginidad. ¿Está claro?"

"Sí amo, respondimos los dos al unísono sin querer hacerlo.

Las órdenes cambiaron cuando Juan se levantó y se empezó a desnudar. Se quitó esa ajustada camiseta que tapada su cuerpo moreno. Dejó caer sus pantalones, sus bóxers, calcetines y tenis. Sólo tuvo que tronar los dedos una vez para que entendiéramos lo que quería. Con una seña hacia abajo nos pusimos los dos de rodillas para empezar a lamer sus pies, deteniéndonos a veces para que Felipe y yo nos pudiéramos besar.

"Aún no he decido a quién me voy a coger hoy, y que será del otro. Sólo les aseguro que será una buena lección."

Ante las palabras de mi profesor yo seguí lamiendo sus pies, pero mi compañero se levantó para besar a nuestro macho dominador.

"Parece que Felipe ha puesto más resistencia al compuesto químico, lo que sólo puede significar una cosa. Estás entrando a la segunda fase del proceso de dominación. Amor y devoción completa a tu amo."

"Te amo, violemos a esta perra", le respondió Felipe y le dio un beso.

"Tú lo has dicho. Perra, en cuatro patas."

Yo ladré de excitación y obedecí. Insisto en que este extraño compuesto actuaba de una forma muy rara, no me obligaba o forzaba a obedecerlo contra mi voluntad sino que alteraba esta misma voluntad para que yo quisiera obedecerlo. Como si tuviera que elegir entre dos opciones y siempre elegía gustoso la que se me proponía. Me volvía obediente, según mi amo. Felipe, mi hermoso compañero de rizos castaños y cuerpo ligeramente musculoso, colocó su cuerpo desnudo frente a mí y me metió su pene erecto en mi boca. Me estaba ahogando.

"Así, chúpamela toda, esclavo, que a partir de hoy será lo que mejor hagas en tu vida. ¿Te gusta? Pues ten toda mi verga en tu boca."

Juan, por su parte, se puso atrás de mí y empezó a nalguearme con una mano mientras me preparaba para la penetración con la otra.

"Te dije que te iba a enseñar a ser obediente, pinche puta. Tiene que ser un buen esclavo toda tu vida. Ahora sí, vas a sentir a un hombre de verdad en tu cuerpo."

Pronto sentí como su gran tubo de carne entraba y sacudía todas mis entrañas con su poder. Una vez más estaba siendo violado por la boca y por el culo, y aquella sensación me gustaba mucho. Pude oír a lo dos gemir por varios minutos hasta que llegaron al orgasmo y me llenaron con trallazos de su leche.

"Sí, acepta todo esto puta. Porque a partir de hoy recibir el semen de aquellos que te violen será la razón de tu vida", dijo Juan.

"Tragatela toda, perra. Es tu obligación."; me aclaró Felipe.

"Ahora me van a tener que bañar, esclavos."

Nos vestimos y fuimos hasta los casilleros, igual que la vez pasada. Ahí tuvimos que desnudar a Juan, después yo desnudé a Felipe. Finalmente eme desvestí yo sólo mientras ellos se burlaban de lo puta que me veía. Después me fueron empujando por el pasillo hasta que llegamos a las regaderas. Los tres nos metimos en una.

"Ahora van a tener que bañarme."

Cada uno tomó un jabón y empezó a frotarla contra su piel. Yo me encargué de su espalda, y más tarde de su culo, donde tuve que usar mi lengua para darle más placer. Felipe le enjabonó los pectorales, el torso marcado, los huevos y los pies. Por fin el agua dejó de caer sobre él.

"Parece, putas, que se les olvidó traer una toalla para secarme. No importa, ustedes usarán su lengua para secar cada gota de agua de mi cuerpo."

Y sin dudarlo los obedecimos hasta que nos ordenó parar. Él se fue a vestir y nos dejó ahí solos.

"Te tengo una sorpresa", me dijo Felipe tomando mi mano.

¿A dónde me llavaría?