La clase de ingles

El sueño de toda mi generación fue realizado por uno de mis mejores amigos.

Esta es una historia completamente real. Por supuesto no diré nombres ni lugares que puedan incomodar a nadie. Aún así, los personajes y las situaciones ocurrieron realmente. No es algo que me haya pasado a mí, sino algo que me contó un amigo un viernes por la noche mientras tomábamos cañas en un bar.

Fue hace un año más o menos. Era bastante tarde. Estábamos sentados frente a una de esas mesas redondas, con la superficie de cristal llena de tercios de cerveza. De vez en cuando, el camarero pasaba y se llevaba todas aquellas botellas vacías pero nosotros no tardábamos en volver a llenar la mesa. No había mucha gente en aquel sitio. Nos gustaba ir allí porque podíamos hablar tranquilamente y ponían la música que nos gustaba. El camarero era un antiguo compañero nuestro del instituto que ponía Blues y canciones de los Rolling Stones y los Beatles.

Mi amigo se llamaba J. (voy a llamarlo así). Mientras bebíamos, empezamos a hablar sobre las mujeres con las que habíamos estado. No sé por qué. Supongo que los hombres siempre acabamos hablando sobre eso. Es bastante pueril. Yo le conté algunas experiencias, no muchas. No puedo presumir de haber estado con muchas chicas, así que tengo una experiencia bastante discreta. Entonces J. me suelta: - ¿Te acuerdas de Brigitte?-. Yo me quedé mudo. Claro que me acordaba. Debí poner una expresión graciosa porque a él se le iluminó la cara con una sonrisa.

Vivo en un pueblo relativamente pequeño y a mediados de los 90 sólo había un instituto de Bachillerato, Educación Secundaria creo que se llama ahora. El caso es que tras terminar el colegio, todos pasábamos por las mismas aulas y los mismos profesores. Antes de entrar en el primer curso, te contaban lo duro que era el profesor de Ciencias o lo loco que estaba el de Física y Química. Había muchos licenciados jóvenes que eran destinados allí en sus primeros años de enseñanza. Algunos se sentían atraídos por el mar y se quedaban definitivamente. Brigitte daba clase de inglés. En realidad se llamaba Marta pero todos la llamaban Brigitte porque decían que se parecía a Brigitte Bardot, la actriz francesa de los 70. Supongo que el apodo se lo pondrían los chicos mayores. Yo no había visto ninguna foto suya, no sabía si se parecía. Intentaré describirla tal y como yo la recuerdo: Piel bastante blanca, no muy alta, rubia, ojos azules y labios carnosos. Lo que más llamaba la atención eran sus ojos o mejor dicho, la forma de mirar. Era una de esas personas que cuando te miran, te hacen pensar que tienes una oportunidad. Te daban ganas de intentarlo, de soñar con estar con ella. Esos ojos reflejaban cariño, comprensión, amabilidad y todo aquello unido a un cuerpo atractivo, te hacían creer en un futuro mejor. Ya sé que suena exagerado pero eso era lo que yo sentía.

Brigitte no tenía demasiado pecho. Los primeros días que estuve en su clase, me pareció un poco seria pero creo que era por su timidez. Aún así, no era difícil hacerla reír. Según decían, no era muy buena profesora, no era nativa decían las chicas. Después entendí que se referían a que no era inglesa y no podría enseñarnos un inglés sin acento pero a nosotros nos daba igual. Todos queríamos estar en su clase, no nos importaba demasiado aprender más o menos inglés. Simplemente queríamos verla, olerla todas las mañanas al entrar al aula. Siempre llevaba un perfume muy suave y olía a bebé.

Todos nos masturbábamos furiosamente pensando en ella. Estoy seguro. Durante los descansos hacíamos corros mientras fumábamos cigarrillos sueltos que comprábamos en una tienda muy cerca del instituto. Algunos contaban como les gustaría follar con ella. Todos lo deseábamos. Las chicas de nuestra edad nos parecían estúpidas, con sus carpetas con fotos de Alejandro Sanz sacadas del Súper Pop. Yo no podía hablar con ellas. No tenía nada que ver con las chicas de mi clase. En cambio Marta era una mujer.

J. no quería decirme nada más. Me había dejado con la intriga, dándome a entender que se había liado con ella pero yo necesitaba saber los detalles. Sentía mucho morbo en aquel momento, quería más. Ya no sabía qué decirle: -Anda, somos amigos-. Le insistía torpemente después de haberme bebido algunas cañas de más. El se hacía el interesante y yo le seguía el juego. Después de hacerme prometer que no se lo diría a nadie y que después de aquella noche no volvería a preguntarle sobre aquella historia, J. empezó.

Fue en la cena de fin de curso de C.O.U. Fuimos a un restaurante a cenar. Estábamos todos. También fueron algunos profesores, don Ángel, Fernando, Juan Carlos y Brigitte. Estábamos en la misma mesa y los profesores estaban mucho más relajados de lo que solían estar en clase. Supongo que era porque en cierta forma ya éramos mayores. Habíamos dejado de ser sus alumnos y estábamos a punto de vivir experiencias nuevas. Algunos serían médicos, arquitectos o profesores. Otros en cambio no terminarían la universidad. Estábamos en un momento crucial de nuestras vidas. Aquello era una especie de despedida, el fin de un ciclo y creo que nuestros profesores sentían un cierto cariño hacía nosotros en aquel momento.

Después de cenar pedimos unas copas. Nos reímos mucho y al cabo de un rato nos organizamos en coches para ir al centro, a bailar en algún pub. La gente empezó a dispersarse pero la mayoría coincidimos en la "On" (un garito que nos encantaba por aquel entonces). Allí seguimos bebiendo. Brigitte hablaba con las chicas, les daba consejos sobre la universidad. Al cabo de un rato me acerqué a ella. La música estaba fuerte así que casi le susurraba al oído:

Hace mucho tiempo que quiero decirte una cosa.

¿Qué es?- me contestó.

Me da mucha vergüenza.

Venga, no seas tonto, dime lo que sea.

Entonces me sentí indeciso. Había bebido de más aquella noche. Era normal. Todos estábamos así y entonces le solté: - Déjalo, era una tontería.- En aquel momento se acercó otra de las chicas y se puso a hablar con ella. Yo me alegré. Pensaba que aquello no llevaría a ninguna parte. Brigitte llevaba un par de años con Juan Carlos, el profesor de literatura. A mí me caía fatal aquel tío, entre otras cosas porque salía con ella, pero además es que me parecía estúpido.

Fui a la barra y me pedí una copa. Al cabo de un rato volvimos a coincidir. Se me acercó y me dijo al oído: -Ven, vamos a dar una vuelta tú y yo-. Entonces me cogió de la mano y me sacó del garito. Algunos se dieron la vuelta al ver que nos íbamos juntos. Estuvimos paseando un rato y me dijo:

Bueno, ¿qué era aquello que querías contarme?- Yo le insistía en que era una tontería. No quería meterme en problemas pero al final contesté.

Quería decirte que estás muy guapa esta noche. Me has gustado desde siempre y ahora que no soy tu alumno, quería que lo supieras.

Ella sonrió. Continuamos caminando hasta que llegamos a un callejón. Entramos a un portal donde no había mucha luz. Allí me besó. Yo estaba alucinado. Me encantaban sus labios carnosos. Su rostro reflejaba luz a pesar de la oscuridad de aquel sitio. Entonces empezó a meterme la lengua en la boca lentamente mientras observaba la expresión de mi cara. Empezamos a abrazarnos, nuestras lenguas se enroscaban en una especie de lucha húmeda. Besaba muy bien, se notaba que tenía mucha más experiencia que yo. Me lamía los labios y me daba besos cortos y largos. Yo era bastante torpe entonces y no sabía muy bien donde poner las manos. La rodeaba por la espalda y le tocaba el culo descaradamente. Al cabo de un rato me cogió una mano y se la metió entre las piernas, estaba húmeda. Me llevé uno de los dedos a la boca y empecé a masturbarla. Yo hundía mi cabeza en su pelo mientras recorría su coño por fuera. Saqué la mano y le metí los dedos en la boca. Empezó a chuparlos sin pudor. Entonces volví entre sus piernas y le metí los dedos en la vagina. Me sentía muy empalmado. Mientras caminábamos, había tenido que hacer esfuerzos para que ella no lo notara, pero ahora, al sentir el contacto de su ropa, de su piel, yo tenía una erección tremenda. Me sacó la mano de allí y la puso en su cintura. Yo habría follado allí mismo pero supongo que no era el momento. Ella empezó a meterme mano por debajo de la ropa. Me pegué a ella para que notara el bulto de mi entrepierna, para calentarla. Me frotaba contra su pantalón vaquero como si estuviéramos follando. Bajé a su cuello y ella soltó un pequeño suspiro. Su piel era suave y los dos empezamos a sudar un poco. Notaba su perfume. Con mi lengua iba recorriendo su garganta, su barbilla, lamiéndola despacio… Le daba mordiscos suaves aunque en ese momento habría querido darle dentelladas.

Estuvimos un rato en aquel portal, besándonos, abrazándonos, morreándonos, masturbándonos. Entonces llegó Andrés – ¿te acuerdas de él?- me preguntó J. mientras daba un trago a la cerveza. Yo ya me había olvidado que estábamos en un bar, escuchaba el relato sin perderme una palabra. Había sentido muchísimo morbo por aquella profesora y después de lo que estaba oyendo, revivía sensaciones de mi adolescencia. En aquel momento, J. era mi ídolo, sé que suena muy infantil pero era así, sentía mucha envidia. Aquello era algo que estaba fuera de mi alcance. Entonces siguió contándome.

Estábamos besándonos cuando llegó Andrés. Habíamos estado enrollándonos en el portal de su casa. Ya es casualidad. Brigitte se separó muy deprisa de mí. Realmente no sé si Andrés vio qué estábamos haciendo pero ella se acercó a él y le dijo: - De esto, ni una palabra a nadie-. Ella había sido nuestra profesora hasta hacía bien poco y aún ejercía cierta autoridad. Me gustó aquello. Me sentía protegido por aquella mujer. Yo, un chico que aún no había cumplido los dieciocho y sentía las ganas de sexo de aquella profesora que rondaría los treinta. Me encantaba. Mientras volvíamos, me cogió de la mano.

Volvimos al pub. Todos seguían allí. Empezaba a ser tarde y decidimos ir a una discoteca. Volvimos a organizarnos en coches. Brigitte dijo:- J. se viene en mi coche.- Su novio la miró con una mezcla de extrañeza y disgusto. Quizá nos hubiera visto salir juntos hacía un rato. No lo sé. Ya en la discoteca, Juan Carlos no me quitaba ojo de encima. Vigilaba en la distancia nuestros movimientos. Brigitte no era muy discreta. Quizá ella también había bebido más de la cuenta. Me decía cosas al oído, se pegaba mucho a mí, me sacaba a bailar y se reía con mis tonterías. Estaba coqueteando conmigo.

Cerca de las cuatro de la mañana nos fuimos. Yo estaba cansado. La noche estaba siendo ajetreada. Brigitte dijo: - Nos organizamos tal y como hemos venido- entonces se acercó a mí y me susurró: - tú te vienes conmigo-. Yo me dejé llevar. Su novio estaba cada vez más cabreado pero ella no parecía hacerle mucho caso. Quizá no estuvieran bien en aquel momento, no sé. Quizá incluso no estuvieran juntos porque aquello no era normal. Yo iba en el asiento de atrás, en el coche de Brigitte, con otra chica que apoyaba su cabeza contra el cristal de la ventanilla. Brigitte y Juan Carlos iban delante sin decir una palabra. Dejamos a aquella chica en la puerta de su casa. Después fuimos a casa de Juan Carlos. Paró frente al portal y le dijo:- Bueno, te veo mañana- y le dio un beso un poco frío. Juan Carlos se bajó del coche sin creerse muy bien lo que estaba pasando. Se asomó por la ventanilla del coche y le dijo: - Piensa bien en lo que vas a hacer-. Yo me sentí bastante incómodo, Brigitte asintió y se fue.

Ella me miraba por el retrovisor. Yo me sentía como su víctima, su polvo de aquella noche. Aquello era como una especie de emboscada pero no me preocupaba en absoluto. Ella conducía y yo cerraba los ojos dejándome llevar. Fuimos a un sitio que algunos llaman el fin del mundo. Es un sitio alto, una especie de descampado desde donde se ve toda la ciudad. Echó el freno de mano, se sentó conmigo atrás y empezó a acariciarme.

Me has gustado desde siempre- me dijo- desde que te vi entrar por primera vez en clase. Entonces eras un niño. Creo que ya entonces quería estar así contigo.

Me sorprendí al escuchar aquello. Parecía una confesión. La abracé fuerte y la besé. Sentí la humedad de su boca. Pasé la lengua por sus labios y volví a besarla. Los dos cerrábamos los ojos y nos metíamos la lengua mutuamente, intentando entrar el uno en el otro. Yo la abrazaba, la despeinaba, la acariciaba, la mordía, lo quería todo a la vez.

Echamos los asientos hacia delante para tener un poco más de espacio. Mientras, ella se dejaba hacer, creo que se sentía un poco sorprendida por mis ganas cuando hasta ese momento había sido ella quien había tomado la iniciativa. Me acariciaba por encima de la ropa. Me cogió el paquete y empezó a masturbarme un poco, llevando su mano arriba y abajo a lo largo de mi pene mientras me miraba a los ojos. Yo suspiraba mientras nos besábamos con vicio. Sus tetas me gustaban muchísimo, le levanté el jersey y le saqué el pecho del sujetador. Ella seguía masturbándome. Entonces me bajó la bragueta y metió su mano dentro. Mi polla salió disparada hacia fuera, como un resorte. Brigitte se sorprendió y se echó a reír, entonces la cogió con una de sus manos, se inclinó y empezó a chupármela.

Mi polla entraba y salía de su boca. Tan sólo podía ver su pelo y esas líneas irregulares con que se peinaba. Sentía como a veces se detenía un poco en mi glande, chupándolo. Me ensalivaba el pene por fuera y después volvía a metérsela. Se la estaba tragando entera. Me hizo una mamada increíble. Yo metía mis manos dentro su ropa. Ella llevaba un anillo en una de las manos. Me hacía gracia, pensé que podría ser un anillo de compromiso o algo así y me estaba haciendo una paja con esa misma mano. No se molestó en quitárselo. A veces me cogía los testículos y se los metía en la boca, queriendo lubricarlos también, mimando el semen que después derramaría sobre ella. La recuerdo así, masturbándome con la boca y con las manos mientras yo intentaba abrirme paso en tan poco espacio hacia sus tetas. Veía su cabeza yendo adelante y atrás. Yo a la vez la empujaba con las manos. Ya no se atrevía a comérsela entera. Le acariciaba los hombros y la nuca. No quería correrme en su boca, quería follar pero ella aceleró el ritmo, se concentró en chupar el glande mientras se movía muy rápido con la mano. Sentí como mi leche se mezclaba con su saliva. Ella no paraba de chupar. Se tragó mi semen, lo devoró literalmente.

Yo estaba muy cansado. Ella se acurrucó a mi lado y me preguntó si me había gustado. Claro que sí- le dije. Seguí besándola, sin fuerzas. Brigitte se quito toda la ropa y se sentó encima de mí. Sabía que no podría penetrarla después de aquella mamada, así que nos dedicamos a las caricias mutuas. Sus pezones, marrones y no muy grandes estaban en mi cara, en mi boca casi todo el tiempo.

Hacía mucho calor en aquel coche. Nos vestimos y salimos para fumar apoyados en el capó. Yo intentaba hacerla reír. Habían pasado muchas cosas aquella noche y me sentía un poco surrealista y eufórico a la vez. Le gastaba bromas e imitaba esas películas de cine mudo en las que el actor se echa sobre la chica, la inclina y la besa muy fuerte. Me dio por pensar en Greta Garbo y le dije: - Ya no serás Brigitte nunca más, desde hoy eres Greta-. La luna era como una sonrisa curvada en el cielo, muy pequeña. Nos quedamos callados mirando las luces de la ciudad al fondo.

Estaba preciosa. Le besaba el cuello mientras ella estaba muy concentrada mirando como brillaba la civilización. Mis manos volaban sobre su cuerpo. Hacía algo de brisa y se estaba bien allí fuera. Mi mano fue a parar dentro de sus bragas y de repente ella salió de la hipnosis. Me dediqué a recorrer su coño. Tenía una pelusilla bastante fina, era agradable sentir el contacto de su pelo. Le abrí los labios de la vagina muy despacio y la fui recorriendo. Me puse de rodillas frente a ella y le bajé el pantalón y las bragas. Metí mi cabeza entre sus piernas como si en ello me fuera la vida. La iba lamiendo con cuidado, besando su clítoris. La lamía, respiraba sobre ella y entonces le metí un dedo en la vagina. Estaba bastante húmeda. Ella me iba guiando, me pedía que tuviera cuidado, que no le hiciera daño. Mi dedo entraba y salía, le metí otro mientras con mi lengua seguía recorriendo el contorno de su clítoris. Yo sentía sus manos en mi cabeza, me acariciaba el pelo e iba abriendo un poco más las piernas para facilitarme el trabajo. Me puse literalmente debajo de ella y empecé a follarla con la boca, metiendo mi lengua en su vagina, entraba y salía mientras trataba de respirar. Quería follarla hasta con el aliento.

Entonces me dijo: - Ven aquí, fóllame-. Se metió en el coche y se tumbó boca arriba en el asiento de atrás. Yo la seguí quitándome los pantalones y el bóxer. Me eché sobre ella y se la clavé mientras la besaba. Nos acoplábamos muy bien el uno con el otro. Pocas veces he vuelto a sentir que mi cuerpo encajaba de aquella manera con el de otra persona. Follar en un coche es bastante incómodo pero creo que es algo que hay que hacer alguna vez en la vida. Los dos estábamos pegados. Ella no sabía donde poner las piernas. Las levantaba y ponía las plantas de los pies en el techo. Mientras, yo seguía bombeando, empujando, mirando como su cuerpo se movía con las embestidas debajo de mí. Era fantástico. Estaba muy lubricada y eso hacía muy fácil la penetración. Ella se movía conmigo, me mordía los labios y el cuello. Me pedía que tuviera cuidado, que no le dejara marcas. A mi me parecía muy sexy que al día siguiente fuera por la calle con la señal de haber estado conmigo. Sentí algo parecido a la vanidad y por supuesto empecé a morderla fuerte.

Cambiamos de postura, ella se puso encima. Con la mano me cogía los testículos, como queriendo metérselos también. Yo me dejaba hacer, aquello era más de lo que podía imaginar. Me limitaba a tocarla, a cogerla de las caderas y empujarla fuerte hacia abajo. Ella tenía bastante cuidado, tenía la cabeza torcida para no chocar contra el techo. Se mordía los labios mientras tenía mi polla en su vagina. Hacía círculos con la pelvis. Se echó hacia atrás y siguió moviéndose a menor ritmo. Entonces se levantó y se sentó a mi lado. Estaba agotada. Su pelo estaba mojado del sudor. Su respiración era muy agitada. Su pecho se movía violentamente cogiendo aire. La besé tiernamente en la mejilla y empecé a masturbarla con los dedos. Ella me susurraba al oído que necesitaba un respiro. – Claro que sí- le decía yo, aunque estaba mintiendo. Su respiración se fue normalizando.

Uno de mis dedos fue a la entrada de su culo. Ella se sorprendió un poco y me dijo: - tranquilo cariño, no vayas tan deprisa.- En aquel momento no existían reglas ni tabúes y yo lo quería todo. Seguí masturbándola. Estaba tan empapada que mis dedos hacían un ruidito gracioso dentro de ella. Seguí insistiendo con su culo y conseguí abrirme paso. Cuando se corrió, noté las contracciones de su vagina, arqueó la espalda y noté un cierto temblor por todo su cuerpo. Atrajo mi cabeza hacia ella, queriendo abrazarme mientras suspiraba con fuerza.

  • Para, por Dios, para- me dijo. La dejé descansar un poco. Nos quedamos callados un rato, con los ojos cerrados por el cansancio y respirando el aire un poco viciado del coche. Estábamos sudando mucho y los dos teníamos la boca seca. Empezaba a amanecer y yo me sentía un poco mareado. Al cabo de un rato buscamos la ropa y nos vestimos.

Decidimos ir a desayunar algo. Pedimos una botella de agua grande y churros con chocolate. Nos sentamos en una terraza, el sol empezaba a brillar. Las gafas de sol nos protegían de la mirada de la gente. Hablamos poco. Estábamos hambrientos. Llegué a casa sobre las diez. Dejé los churros en la cocina, le di un beso a mi madre y me metí en la cama. Dormí de un tirón con la habitación llena de luz. No soporto los sitios oscuros. Me desperté sobre las siete de la tarde, muerto de hambre. Mi cuerpo olía a sexo así que fui a darme una ducha. Bajé a la cocina y me senté con la cara hinchada por el sueño. Estuve un buen rato evitando las preguntas comprometidas. Me limitaba a decir: Bien- mientras mi madre intentaba averiguar que había estado haciendo hasta las diez de la mañana. Entonces sonó el teléfono de casa. Era Brigitte. Supongo que tenía mi número por esas fichas que te hacen rellenar a principio de curso donde pones tus datos y tu teléfono. Quedamos a las once, en su casa.

Llegué puntual. Ya había estado allí por algunos trabajos de clase. Llevaba una botella de vino, Ribera de Duero que había cogido de casa de mis padres. No me gusta mucho el vino pero quería llevarle algo. Pensé que a ella podía gustarle. Me recibió con un vestido muy fino, de verano, de esos de una sola pieza. Sus piernas eran bonitas y no había ni rastro de cansancio en su cara aunque parecía un poco preocupada. Llevaba el pelo recogido en una coleta. Abrimos el vino y hablamos un rato. Me contó que Juan Carlos estaba enfadadísimo y ella se sentía arrepentida, por eso me había citado.

Creo que lo de ayer fue una equivocación- me dijo mientras se servía más vino.

No te preocupes- le contesté-. Fue algo que surgió naturalmente.

He tratado de explicárselo a Juan Carlos. Habíamos bebido mucho y la situación se nos escapó de las manos.- Se la notaba un poco nerviosa y se quedó en silencio.

No pasa nada- le dije yo mientras me acercaba un poco a ella. Empezaba a estar empalmado. No me sentía arrepentido por nada pero le daba la razón para crear una cierta complicidad.

Espero que alguna vez puedas perdonarme. Me siento fatal-. Entonces la abracé.

Estuvimos un rato así y cambiamos de conversación. Empezamos a hablar sobre carreras universitarias y esas cosas que a mí no me interesaban demasiado en aquel momento. Al cabo de un rato, cuando ya nos habíamos bebido más de media botella, Brigitte se relajó un poco.

Me encantó lo que pasó anoche- le dije. - No me pidas disculpas. Yo lo deseaba más que tú, creo… Me encantas.

Así, sentados en un sofá, ella me besó tiernamente y me respondió: - Tú también a mí-. Nos acariciamos un buen rato, sin hablar. Ya nos conocíamos bien de la noche anterior. No tardamos en desvestirnos. Le cogía las tetas mientras ella me comía el cuello. Eran firmes y muy sexys. Parecía indefensa en mis brazos, como una niña ilusionada. Sus ojos azules brillaban. Su vientre era casi plano. En una de las estanterías había una foto suya con otra chica. Brigitte parecía más gordita.

Del sofá nos fuimos a su cama. Follamos como dos enamorados. La penetré mientras la oía suspirar en mi oído. Teníamos toda la cama para nosotros. Era algo nuevo. Abría los brazos, mientras yo apoyaba los codos en la cama y la aplastaba un poco. Ella tenía las piernas muy abiertas, para sentir la penetración todo lo posible. No tardó en correrse. Yo sonreía mientras ella se estaba retorciendo en la cama como una lagartija debajo de mí. No paré de empujar. Ella pasó las manos alrededor de mi nuca y se concentraba en seguir el ritmo conmigo, recuperándose del orgasmo.

Cambiamos de postura. Se puso a cuatro patas al borde de la cama mientras yo, con los dos pies la follaba desde atrás. Veía como se marcaban sus omoplatos. La cintura se estrechaba y el contorno se volvía redondo en las caderas. La agarraba con fuerza mientras mi pene entraba en su vagina. Le metí uno de los dedos en el culo, despacio. – Tienes obsesión con mi culo, eh- me dijo. Seguí metiéndoselo, intentando agrandar su orificio y al cabo de un rato me corrí. Saqué la polla de su vagina. No sé si entró algún chorro dentro de ella, yo creo que sí. Mi semen cayó sobre su espalda. Era muy blanca.

Me eché en la cama y ella se tumbó de lado junto a mí. Intenté relajarme mientras ella recorría su coño en busca de rastros de semen. Cogía las gotitas con uno de sus dedos y se lo llevaba a la boca mientras me miraba con cara de pervertida. Hablamos un rato. Ella me acariciaba el pecho. Volvió a preguntarme por mi obsesión con su culo. Intenté hacerme el inocente pero al final me dijo: - Me encanta hacerlo por ahí-. Se dio la vuelta, me dio la espalda y empezó a meterse un dedo. Yo estaba alucinado. Ya no parecía una niña sino una mujer con mucho deseo. Empecé a hacerlo yo. Le metí dos dedos mientras ella se acariciaba entre las piernas.

La puse a cuatro patas otra vez. Se hizo una bolita sobre la cama, sus muslos estaban tocando su pecho y levantaba un poco el culo. Intenté meterla pero el orificio era demasiado pequeño y estaba bastante cerrado. Conseguí meter la punta tras varios intentos y todos los músculos de su espalda se tensaron. Me quedé muy quieto, no quería hacerle daño aunque supongo que era inevitable. La estaba follando por el culo. Fue ella la que empezó a moverse, al principio de manera casi mínima. Se movía adelante y atrás y mi polla entraba cada vez más. Cuando conseguí penetrarla completamente me apoyé con las manos en sus hombros y empecé a moverme más deprisa. Su culo me apretaba la polla, era una sensación agradable. Sentía que estaba ardiendo ahí dentro. Brigitte movía a un lado la cabeza para mirarme. Estaba colorada. Me incliné sobre ella, poniendo mi cara sobre su pelo y empecé a moverme más fuerte. Ella se quejaba, no sé si de dolor o de placer. Entonces se puso a cuatro patas, levantándose un poco. Yo la cogí por el vientre mientras otra de mis manos estaba apoyada en la cama. Empezaba a moverme con fuerza, pensando sólo en mí, siento decirlo.

No conseguía correrme. Hacía bien poco que me había vaciado sobre ella. Brigitte me llevó al baño, me lavó bien el pene y empezó a chupármela mientras se masturbaba con una de las manos. Me corrí en su boca, como la primera vez, anoche. Se la metí entera hasta que noté que mis testículos tocaban con sus labios. Vi un par de lágrimas que salían de sus ojos, supongo que sería por el esfuerzo de abrir tanto la mandíbula para tragarse mi polla. Mi semen inundaba su garganta. Me temblaban las piernas y tuve que apoyarme en una de las paredes. Cuando terminé empecé a follarla por la boca, moviéndome como si fuera su vagina.

Cuando terminamos se abrazó a mi cintura y me besó los muslos. Nos dimos una ducha. Nos enjabonábamos mutuamente, contentos de estar allí.

No he vuelto a estar así con Brigitte. No volvió a llamarme y yo tampoco lo hice. La he visto un par de veces, creo que se casó con Juan Carlos. Tienen una niña. Se parece un poco a ella. Tiene sus ojos. A veces la veo pasear con el carrito mientras la cría corretea a su alrededor. Sigue estando preciosa, con más pecho y las caderas más anchas. Es una mamá y me encanta.