La cita

MisterP conoce a una posible nueva sumisa. Es una conversación. No contiene escenas explícitas.

-   Buenas tardes.

-   Hola.

-   Eres puntual.

-   Gracias.

-   Me gusta la gente que lo es.

-   Entonces, ¿eres el…? Ya sabes. El amante de Susana.

-   …

-   ¿Por qué sonríes?

-   Se me hace raro oír su nombre.

-   ¿Por?

-   Además, no soy su amante. Su Amo. Ella es mi sumisa.

-   Cuando me lo ha dicho pensaba que estaba de coña.

-   ¿Se te hace raro oírlo?

-   Bueno… sí. Pensaba que eras…

-   ¿Sí?

-   Un… prostituto.

-   No lo soy.

-   Es que me dijo que ella se encargaba de todo. Pensé que se refería a que… me invitaba. Ya sabes.

-   Una confusión. Nada más.

-   ¿Y qué hacemos? ¿Vamos a tu casa o a la mía?

-   Primero quiero conocerte.

-   Pensaba que iríamos al grano.

-   No necesito más de media hora, tranquila.

-   ¿Qué es eso?

-   Un candado y una llave. Quítate los botones del abrigo.

-   ¿Para qué?

-   Quiero comprobar que has hecho lo que… Susana te pidió de mi parte.

-   ¿Lo del vaquero y el cinturón?

-   Sí. Me encanta que vuelvan a estar de moda los que están llenos de tachuelas huecas. Hacen una buena combinación con los pantalones de tiro alto.

-   ¿Te gustan?

-   Claro.

-   ¿Me quedan bien?

-   Mejor que bien.

-   ¿Qué haces?

-   Aprovecho los agujeros para poner el candado en el extremo del cinturón.

-   ¿Por?

-   Mero simbolismo. Todas mis sumisas llevan uno en alguna parte. Tranquila, nadie se dará cuenta.

-   ¿Es que piensas que soy tu sumisa?

-   Antes de decidir eso entremos primero.

-   ¿A un bar?

-   Sí. Es pronto todavía.

-   No he traído mucho dinero.

-   No es problema.


-   Menos mal que había una mesa libre.

-   Contaba con ello, el dueño es amigo mío.

-   Ah, ¿sí?

-   Hay que tener amigos hasta en el infierno.

-   Ya lo había oído.

-   …

-   ¿Es la llave del candado?

-   Sí. Voy a dejarla encima de la mesa.

-   ¿No te la quedas? Como has dicho antes. En plan símbolo. Yo el candado y tú la llave.

-   Todavía no eres mi sumisa. Si la llave sigue ahí antes de que nos vayamos, te llevaré a mi casa. Pero si la tocas… Si no cumples mis expectativas no volveremos a vernos.

-   ¿Qué te hace pensar que quiero ser tu sumisa?

-   Bueno, has entrado al bar conmigo después de comprobar que Susana lo es, y de ponerte el candado. Por lo menos creo que tienes curiosidad.

-   Es que aún no me creo lo que dices.

-   ¿Qué te ha contado ella?

-   Que folla contigo a menudo. A escondidas de su marido. Y que no ha encontrado a nadie que se lo haga como tú.

-   Me alegra saberlo. Pero no creo que sea verdad.

-   ¿No follas bien?

-   Estoy seguro de que su marido lo sabe.

-   ¿Por qué lo dices?

-   Porque fue él el que contactó conmigo primero.

-   ¡No jodas!

-   Sí. Quería salvar su matrimonio y pensó que si tenía un amante por el que no pudiese abandonarle, seguirían juntos.

-   No lo entiendo.

-   Todos ganamos. Él sigue casado. Ella tiene una excitante vía de escape. Y yo, una sumisa más.

-   Me parece muy fuerte todo esto.

-   ¿Por?

-   Que la gente haga cosas así.

-   Si te contase de lo que es capaz la gente…

-   ¿Y por qué me lo cuentas?

-   Normalmente no hablo de otras sumisas. Pero creo que estás en una situación similar, ¿no es así?

-   Bueno… Algo así.

-   Habla.

-   Eres un poco mandón.

-   Soy un Amo. Dominante.

-   ¿Y si te digo que soy feminista?

-   No tiene nada que ver.

-   Dominación sobre las mujeres. Yo creo que sí.

-   Es un error muy común. Verás, hay sumisos machos y sumisas hembras. Igual que hay Amos y Dominatrices. No es cuestión de género. De hecho, soy bisexual y también he tenido sumisos.

-   Qué fuerte.

-   Si todavía no lo has probado es normal que te parezca extraño.

-   Me refiero a que un hombre… así como tú, diga que folla con otros hombres.

-   Sumisos.

-   Ya. Pero…

-   ¿Por qué te extraña?

-   No pareces gay.

-   No lo soy. No me atraen los hombres que no son sumisos. Igual que no me atraen las mujeres que tampoco lo son.

-   ¿Hace mucho tiempo que lo haces?

-   ¿Dominar?

-   Sí.

-   Siempre he sido Amo.

-   ¿Cómo lo supiste?

-   Primero cuéntame lo de tu novio. Debo saberlo.

-   Vale. Pues es que… llevamos diez años juntos. Desde la universidad.

-   ¿Cuántos años tienes?

-   Treinta.

-   Continúa.

-   Y tengo la sensación de que he desperdiciado los mejores años de mi vida. No es que haya dejado de quererlo, pero ya no es lo mismo. Además, creo que me ha puesto los cuernos.

-   ¿Estás segura?

-   No del todo. Es que me propuso tener una relación abierta hace poco. Creo que ya tiene a alguien. Y yo quería… saber si puedo tener a otro.

-   Entiendo.

-   No sé si lo de conocerte es por venganza o qué. Incluso me planteé dejarle. Y cuando se lo conté a Susana me habló de ti.

-   Es normal. El ser humano no es monógamo. Va contra natura.

-   Bien. Ya te lo he contado. Te toca.

-   Soy un Amo justo, y cuando prometo algo lo cumplo. Nunca miento y espero lo mismo de mis sumisas. Pero no estoy acostumbrado a que empleen un tono de voz exigente conmigo.

-   Tú mismo has dicho que no soy tu sumisa todavía.

-   Lo sé. Por eso te lo perdono.

-   Gracias… Amo.

-   Borra esa sonrisa de tu cara.

-   Tu primero.

-   Está bien. Te lo cuento. Desde niño supe que era una persona dominante en cuanto al sexo se refiere.

-   ¿De niño?

-   Sí. Una vez con ocho años vi un videoclip de una cantante famosa. Al final de la canción se colocaba unas esposas en el escenario. No recuerdo ni quién era ni la letra de la canción. Pero me gustó ver eso.

-   ¿Lo de las esposas?

-   Sí. La chica era guapísima. Pero no sentí ganas de volver a ver el videoclip, una y otra vez, hasta que llegó el momento en que se las ponía.

-   ¿Con ocho años supiste lo que era?

-   No. No tenía ni idea de lo que era el sexo. Pero unas veces soñaba despierto que las llevaba para mí. Otras que era yo el que se las ponía. Y que nos abrazábamos.

-   ¿Y sólo con eso lo supiste?

-   Más tarde lo entendí. Cuando veía películas de princesas y caballeros.

-   ¿Por?

-   Mientras el resto de chicos se identificaban con el protagonista yo lo hacía con el malo. Incluso llegué a pensar que me podía pasar algo. En lo único que podía verme reflejado era en cómo el antagonista capturaba a la doncella. La encerraba en la torre de su castillo y la hacía suya. A veces fantaseaba que yo le obligaba y otras que era ella quien me lo suplicaba.

-   Vaya.

-   Hasta que comprendí que no había nada de malo. Es simplemente que era dominante. Nada más.

-   ¿Y nunca has tenido pareja?

-   Alguna. Pero han sido mis sumisas también.

-   ¿Te importa que pida otra cerveza?

-   Claro. Adelante.

-   Mientras cuéntame cómo llamas a Susana.

-   ¿Susana?

-   Sí. Has dicho que no la llamas por su nombre.

-   Cierto.

-   Dime cómo la llamas.

-   No.

-   ¿Por? ¿Es por la confidencialidad Amo-sumisa?

-   No. Cuando me habló de ti quedamos en que podría contarte cualquier cosa de ella. No le importa. De hecho, le pone cachonda que una compañera de trabajo lo sepa.

-   Joder con Susi.

-   Es por tu tono de exigencia.

-   ¿Otra vez con eso?

-   Si de verdad tienes tanta curiosidad no te importará plantearlo de otra manera.

-   ¿Y cómo lo hago?

-   Pidiéndolo por favor. Es simple educación. No es que te vaya a pedir que supliques… De momento.

-   Muy gracioso.

-   No pretendía serlo.

-   Está bien. ¿Puedes decirme cómo llamas a Susana cuando estás con ella,… por favor?

-   Claro. La llamo Puta.

-   Joder… Casi me atraganto.

-   ¿Es que te escandaliza?

-   No. Bueno, un poco. Pero es que te podría oír alguien.

-   No tengo problema con eso. No me importa lo que los demás piensen. Por eso soy libre de hacer lo que quiera.

-   A mí sí me importa.

-   Y por eso estás atrapada en una relación que no te gusta.

-   Oye. No tienes derecho…

-   Lo has dicho tú, no yo.

-   Aun así, es mi vida no la tuya.

-   No te enfades. No pretendía que pareciese un ataque. Sólo quiero que veas mi punto de vista.

-   ¿Cuál es?

-   Es que la sociedad nos dicta cómo debemos ser. Nos dice cómo tenemos que ser de niños. Cómo debemos estudiar para ser alguien en la vida. Que necesitamos encontrar una pareja. Tener un trabajo que nos permita casarnos y formar una familia. Tener hijos. Vivir según las reglas que nos han impuesto desde pequeños.

-   Eso no me parece malo.

-   No lo es. Si es lo que quieres. Lo que te gusta.

-   ¿Y si es lo que a mí me gusta?

-   Eres totalmente libre de que tu vida sea así, pero…

-   ¿Pero qué?

-   ¿Eres libre de pensar que realmente es lo que quieres?

-   Ya veo por dónde vas.

-   Creo que eres una chicha muy inteligente. Es sólo que igual nunca te habías planteado ciertas cosas.

-   Me gusta mi vida.

-   Claro. Y me parece que es cierto.

-   ¿Entonces?

-   No digo que sea tu caso, pero mucha gente no ve más allá de lo que le han enseñado a mirar. La educación… La sugestión es muy poderosa. Te lo digo porque la utilizo muy a menudo.

-   Todo esto ya lo había escuchado antes.

-   Sí. Todo el mundo lo ha oído antes. Pero, ¿cuántas personas se plantean si es lo que quieren realmente? La zona de confort es muy poderosa.

-   Sé lo que intentas hacer.

-   No lo niego. Te he dicho que eres muy inteligente. Yo no pretendo engañar a nadie. Y menos a ti.

-   ¿Por qué me lo cuentas entonces?

-   Hazte otra pregunta.

-   ¿Cuál?

-   La razón por la que llamo Puta a tu compañera.

-   No sé. Porque te pone… quizá.

-   Sí. Pero no es la razón principal.

-   ¿Cuál es?

-   Es porque le pone a ella.

-   ¿Pretendes decirme que se calienta cuando la insultas? ¿Qué es lo que quiere?

-   Piénsalo por un instante.

-   …

-   Ella no sabe que su marido está enterado. ¿Crees que ella desea saber eso?

-   Yo querría saberlo.

-   Cada vez que la hago mía piensa en los cuernos de su marido. Lo cachonda que le pone que sea un secreto. Ser dominada por otro hombre a escondidas. Su puta. Tener una relación que sea tan diferente a su matrimonio ¿Crees que para ella sería lo mismo si se enterara de que todo ha sido idea de él?

-   Supongo que no.

-   La mente es muy poderosa.

-   No se…

-   ¿Te gustaría pensar que todo es idea de tu novio?

-   No.

-   ¿Ves? Es lo mismo.

-   Pero me hablas de liberar la mente. Esto es lo contrario. Es esconder la verdad.

-   No. Nuestra verdad es la que deseamos creer. Es precisamente lo que nos hace libres. Ser quien queramos ser sin que la sociedad intervenga. Ella desea ser mi puta a escondidas. Y yo le ofrezco esa verdad.

-   Es un poco enrevesado.

-   Puede ser.

-   …

-   No te veo convencida. Dime tu mayor fantasía.

-   ¿Sexual?

-   Sí.

-   No sé… No tengo.

-   Bueno, de momento has venido a ponerle los cuernos a tu novio.

-   A vengarme de él.

-   ¿No te excita pensar que entra en el bar ahora mismo y nos pilla hablando?

-   Uf. Un poco.

-   Él pensará que le estás poniendo los cuernos. Tú pensarás que te estás vengando. Para ti esa es la realidad. La que deseas. Pero la verdad es que tú y yo no hemos hecho nada, todavía.

-   Entiendo.

-   Creo que esta charla no es lo que esperabas que ocurriese esta tarde.

-   No, pero me gusta hablar contigo.

-   Gracias.

-   Dime cuál es tu fantasía.

-   No.

-   ¿Por qué?

-   …

-   Ah. Perdón. ¿Me contarías tu fantasía, por favor?

-   Tengo muchas.

-   Dime una.

-   Ahora mismo tengo la fantasía de que llames a tu novio por teléfono y le cuentes que estás conmigo ahora mismo y que te vas a convertir en mi sumisa.

-   Joder. No voy a hacer eso.

-   ¿Y por qué te mueves nerviosa en la silla?

-   Quiero vengarme, pero eso es demasiado.

-   ¿Por?

-   Porque no estoy segura de que tenga a otra. No del todo.

-   ¿Y qué haces aquí?

-   Ya te he dicho…

-   Creo que tu fantasía es ponerle los cuernos tú a él. Sólo que necesitas una excusa.

-   Buf. No lo había pensado así.

-   Ojalá me dejes liberarte.

-   No sé si es la cerveza, pero me ha puesto un poco que me digas eso.

-   ¿Lo de liberarte?

-   No, lo de que soy yo la que quiere follar con otro.

-   ¿Lo ves?

-   Eres un poco cabrón.

-   No sé si me definiría así, pero ¿a ti te gusta?

-   No. Bueno, no lo sé. Ahora mismo estoy hecha un lío.

-   ¿Otra cerveza?

-   No sé… Estoy hablando demasiado. Eso o que quieres emborracharme.

-   Nada más lejos de mi intención.

-   No me fío.

-   Te he dicho antes que nunca miento.

-   No le has contado a tu pu… a Susana la verdad.

-   Se la oculto que no es lo mismo.

-   Para mí sí lo es.

-   Entonces llama a tu novio y cuéntale todo.

-   No.

-   ¿Otra cerveza?

-   Vale.

-   De acuerdo.

-   Con una condición.

-   ¿Cuál?

-   Que me cuentes algo sobre tus sumisas.

-   Está bien. ¿Qué quieres saber?

-   ¿Qué les haces?

-   Es muy genérico.

-   No sé cómo es eso de ser sumisa. Cuéntame algo para que sepa de qué va.

-   Bueno. Suelo hacer sesiones con ellas. Es como si reservaran una tarde para ellas fuera de su vida cotidiana.

-   Ya.

-   ¿Qué pasa?

-   Es lo que yo he hecho, ¿no?

-   Algo así.

-   ¿Y luego?

-   Pues repasamos que todo lo que les había ordenado la última vez lo han cumplido.

-   ¿Qué cosas?

-   Pues comprar la ropa que les he pedido que vistan para mí.

-   Joder.

-   ¿Ves por dónde voy?

-   ¿Y si alguna no hace lo que le pides?

-   Le castigo.

-   No me digas que les das unos azotes.

-   Entre otras cosas, sí.

-   ¿Me hubieses azotado si no me compro estos pantalones para ti?

-   La verdad es que tengo más ganas de hacerlo ahora que he visto lo bien que te quedan.

-   Calla. No digas eso.

-   ¿No quieres oírlo?

-   No es eso.

-   Ya.

-   ¿Y si te digo que no quiero que me azoten?

-   No me lo creo.

-   Quiero decir si me niego a hacer algo. O a que me hagas algo.

-   Lo tendría que aceptar. Pero querría una compensación, o ahí acabaría la relación.

-   Pensaba que tus sumisas te tienen que obedecer en todo.

-   No es verdad. Es lo que todo el mundo piensa. Los sumisos son quien tienen realmente el poder. Son los que ponen los límites. Los Amos tienen la obligación de moverse dentro de esos límites. También deben intentar ampliarlos.

-   Entonces te gustan las chicas buenas y obedientes.

-   No es que me gusten más las niñas buenas o las niñas malas.

-   ¿Qué te gusta?

-   La transición. Conseguir que las buenas hagan cosas malas y hacer que las malas acaben siendo sumisas.

-   ¿Y yo que soy?

-   Una insolente.

-   Joder.

-   ¿Estás incómoda?

-   No.

-   Entonces, ¿por qué te mueves en la silla?

-   Es que me empiezo a hacer pis.

-   ¿Eso es todo?

-   Y que me he imaginado por un momento que me azotabas.

-   ¿Y te ha gustado?

-   …

-   Contesta.

-   Sí.

-   ¿Qué más te has imaginado?

-   …

-   No me gusta repetir las cosas.

-   ¿Me dices cómo tienes la polla, por favor?

-   ¿Por qué quieres saberlo?

-   Porque es lo que me he imaginado. Que tienes la polla dura. Y que es enorme.

-   Es grande. Digamos que estoy bastante por encima de la media.

-   Uf. Mi chico no está muy bien dotado. A ver, es normal, ¿vale? Pero siempre me he imaginado lo que es ser follada por un buen pollón.

-   ¿Lo ves?

-   ¿El qué?

-   Que tienes más fantasías de las que admites.

-   Es la cerveza.

-   Es lo que tú quieras.

-   ¿Y si te digo que quiero que me lleves ahora mismo a tu casa y que me folles?

-   No.

-   ¿Por favor?

-   No.

-   Pensaba que…

-   Creo que no has decidido todavía que quieras ser mi sumisa.

-   Pues enséñame a serlo.

-   Entonces sólo hay una cosa que tienes que hacer.

-   ¿Cuál?

-   Di en alto que quieres ser mi puta.

-   No voy a hacer eso.

-   ¿Por?

-   Porque me pueden oír. Esto está lleno de gente.

-   ¿No quieres liberarte? ¿No quieres mi polla? ¿No deseas ponerle los cuernos a tu novio?

-   Joder. Sí… pero…

-   Hazlo.

-   No.

-   Te quedan diez minutos.

-   No voy a hacerlo.

-   Entonces déjame convencerte.

-   ¿Cómo?

-   Una vez que lo grites te llevaré a mi casa. Te pondré sobre mi regazo y te azotaré antes de usar tu cuerpo para mi placer… y posiblemente para el tuyo también.

-   Pero en ese caso no me habría portado mal para que me castigues.

-   Da igual. Es por hacerme esperar. Además, un Amo no tiene por qué dar explicaciones. Puede castigar a su sumisa sólo por el placer de hacerlo. Aunque no es a lo que acostumbro.

-   Pero yo no te hago esperar. Eres tú el que…

-   Es el tiempo que necesitas para que aceptes de una vez por todas que eres mi sumisa.

-   ¿Ya lo soy?

-   ¿Tú que crees?

-   ¿Después me follarás?

-   Si eres la puta que quiero.

-   No voy a gritarlo.

-   Es una pena.

-   ¿Me lo perdonas?

-   ¿Me compensarás?

-   Sí.

-   Entonces vámonos.

-   Espera. Voy al servicio primero.

-   Te espero.


-   ¿Ya has vuelto?

-   Que cabrón.

-   ¿Por?

-   No puedo quitarme los pantalones. Me has puesto el candado en dos agujeros y no puedo desabrocharme el cinturón.

-   Vaya. ¿Y qué vas a hacer?

-   Déjame la llave.

-   Está ahí.

-   Ya, pero has dicho que si la cojo…

-   Es tu decisión.

-   ¿No pretenderás que me lo haga encima?

-   Ahora mismo no hay nada que me pueda poner más cachondo.

-   ¿En serio?

-   Libérate.

-   ¿Es que me dejas…?

-   Libérate sin liberarte.

-   Por favor…

-   Si coges la llave y te libras de tu prisión para ir al servicio, cuando vuelvas me habré ido del bar. En cambio, puedes dejar que me guarde la llave en el bolsillo, salir conmigo a la calle y dejar que empapes tus pantalones nuevos en la oscuridad de un portal mientras te miro. Esa es mi compensación. Y tu liberación.

-   …

-   ¿Y bien?

-   No puedo. Es demasiado. Cojo la llave.


-   Estás aquí.

-   Sí. Prefería esperarte en la calle.

-   Como has dicho que te ibas a ir… Que no volveríamos a vernos...

-   Del bar. No iba a dejarte aquí con mi llave.

-   Si quieres que te la dé es porque no soy lo bastante sumisa, ¿no?

-   Bueno. Aún sigo aquí.

-   ¿Vas a follarme aunque no haya hecho nada de lo que me has pedido?

-   No es nada que no se pueda corregir en un par de sesiones. Además, te he dicho que necesitaba media hora para saber si podías ser mi sumisa.

-   ¿Entonces lo soy?

-   Respóndeme a esto: cuando te has vuelto a vestir, ¿has colocado de nuevo el candado en su sitio?

-   …

-   Pareces sorprendida.

-   Sí. Lo he vuelto a poner en su sitio… Amo.

-   Vámonos a casa… mi putita.