La chispa de fuego rodeada de tormenta (2)

Sofía se dio cuenta de esto, mirándola con deseo, bajando con el boli por su piel, dejando un rastro de tinta hasta el comienzo de sus senos, sacando un suspiro de su profesora, indefensa y sumisa.

El día comenzó bastante normal, un desayuno en familia, bastante temprano ya que todos tenían que hacer tareas temprano. El señor Rojas y Miguel se irían a trabajar a la empresa, la señora Rojas haría compras y tareas de la casa, y Marta y Sofía comenzarían a organizar las asignaturas a estudiar.

Era un lunes lluvioso, parecía más un domingo en los que apetece no hacer nada, pero era el momento de que Marta comenzase su labor como profesora, aunque Sofía ese día no estaba muy por la labor. Marta descubrió un divertido mal humor en Sofía cuando madrugaba, lo cual enterneció su actitud rígida, pero no se dejaría llevar por eso. Se fueron a la habitación de Marta, preparada para las clases, a diferencia de la de Sofía, que era algo más caótica.

-Veamos, por lo que veo las asignaturas relacionadas con las letras se te dan bastante bien, por lo que estas las dejaremos sólo para las dudas que tengas. En lo que noto que caes un poco es en Matemáticas y Ciencias, hoy comenzaremos con una prueba de nivel de Matemáticas (...) -Marta hablaba y organizaba papeles mientras Sofía estaba tumbada en la cama observando los movimientos de su profesora atentamente mientras mordía un bolígrafo apoyando su cabeza en su brazo izquierdo.

-Mi problema con las matemáticas es que son una ciencia demasiado rígida, no dan lugar a oposición, son fórmulas y fórmulas. No es que se me den mal, es que no me motivan a fijarme en ellas. -decía incorporándose hacia Marta sin sacar el bolígrafo de su boca.

Marta evitaba demasiado contacto visual por lo reciente de los acontecimientos, pero Sofía no se lo estaba poniendo fácil. Llevaba una camisa de pijama semi-abierta, por lo que se podía ver fácilmente el principio de sus, no tan desarrollados, pero sí llamativos pechos. Movía el bolígrafo desde una comisura del labio hasta la otra, haciendo resonar el choque del plástico contra sus dientes en la cabeza de Marta, quien luchaba por mantenerse firme ante tal situación.

-Bueno, empezaremos por la parte de estadística, que aunque tiene bastantes fórmulas es algo más entretenida.

Marta cogió una pizarra de tamaño medio para explicarle de la forma más fácil posible las bases de la estadística. Sofía miraba con mirada desganada y los brazos cruzados desde la cama lo que sus manos y su boca le iban mostrando. Sorprendentemente llegó a interesarse, Marta era muy buena con las explicaciones, conseguía que lo complicado o aburrido pareciese fácil y entretenido.

Al llegar a la parte de las fórmulas Sofía hizo muecas de desprecio hacia lo que iba escribiendo la profesora, lo cual a Marta le pareció gracioso y no pudo evitar soltar una risita, se había relajado bastante y al observar su cara de perdida se despistó incluso ella de lo que estaba diciendo.

-¿Ves? Ni si quiera tú puedes conseguir hacer entretenido esto. -dijo con voz graciosa y echando su cabeza hacia atrás posándola en el cabecero de la cama, resoplando y sacando una sonrisa de la pobre Marta, que no sabía cómo hacérselo menos duro a la amante de las letras.

Sofía la miró fijamente. El gesto de Marta ante tal mirada tornó serio, esperando una reacción probablemente inesperada. Se incorporó de su posición, acercándose al filo de la cama de rodillas, quedando a una distancia poco preventiva de su profesora, quien estaba sentada, inmóvil, agarrando la pizarra entre sus manos como si de una barrera infranqueable se tratara, esperando. Sofía, al ver su reacción de animalillo asustado sonrió pícaramente, posando una de sus manos en la pizarra y apartándola de ella para después dejarla en la cama. Marta no era capaz de reaccionar, su corazón empezó a latir cada vez más fuerte, cayendo en las redes de esa profunda mirada.

-Creo que sé cómo podemos hacerlo más entretenido. -dijo mientras agarraba uno de los brazos de la silla con ruedas en la que estaba sentada, acercándola a ella, para después sacar el bolígrafo de su boca, mientras cogía una de las manos de Marta, sin dejar de mirarla.

Escribió la primera fórmula de la que se acordó en el interior del antebrazo de la profesora. Marta estaba paralizada, pero consiguió volver en sí cuando dejó de mirarla para centrarse en lo que estaba escribiendo, cuando terminó de escribirla apartó el brazo y consiguió oponerse.

-No puedes, no es un método de estudio correcto, además es sucio, tus padres me lo verán y podrían cuestionar mis métodos.

-Puedes quitártelo con alcohol en dos segundos. Si no funciona entonces me rendiré y trataré de aprender por "tus métodos". -Sofía le ofreció el bolígrafo para que fuese ella quien lo escribiera. Ésta se negó al principio, pero quería ayudarla, y con la primera fórmula parecía haber surtido efecto, además no pudo oponerse a esa chica que la miraba emocionada, atrayendo sus más ocultos deseos por saber hasta dónde quería llegar.

Casi hipnotizada escribió temblorosa otra fórmula en la palma de su mano, explicando su significado con la voz entrecortada, bajo la atenta mirada juguetona de Sofía.

Pasados 5 minutos tenía el brazo casi repleto de fórmulas y Sofía comenzó a aburrirse, por lo que cogió el bolígrafo, se levantó de la cama y escribió una fórmula en la zona inferior de la clavícula de Marta, apartando con una caricia el tirante de su camiseta. La profesora evitó el contacto visual cerrando los ojos, pero sintió una sensación cercana al placer cuando apretaba suavemente con el condenado bolígrafo en su piel. Sofía se dio cuenta de esto, mirándola con deseo, bajando con el boli por su piel, dejando un rastro de tinta hasta el comienzo de sus senos, sacando un suspiro de su profesora, indefensa y sumisa.

-¡Chicas! Ya estoy en casa. Sofía baja a ayudarme con las bolsas, por favor. -como una campanada de salvación llegó la señora Rojas, sacando a Marta de su trance. Sofía suspiró decepcionada.

-Gracias por la clase, profesora. Me ha ayudado mucho, aunque espero que no se quede así. -miró a Marta, acercándose a su clavícula pintada y mordiéndola suavemente, haciendo que Marta ahogase un gemido sin demasiada suerte.

Una vez Sofía atravesó la puerta se levantó con prisa para echarse agua fría en la cara e intentar quitarse las marcas de su brazo y su clavícula.

"¿Se puede saber qué te pasa? ¿Es que no sabes decirle que no a una cría de 17 años? ¡Joder!" Marta se maldecía por no haberse negado, por haber caído hipnotizada ante la mirada de esa chica que estaba rompiendo sus esquemas, su profesionalidad. No podía permitirse otro desliz así, si no hubiera llegado la madre en ese momento... No quería si quiera planteárselo.

"No volverá a pasar".

Sofía se sentía victoriosa, ayudaba a su madre con las bolsas de la compra con una sonrisa de oreja a oreja.

-Teníais razón, mamá. Tener a una profesora me está ayudando a avanzar en las asignaturas que se me daban peor.

-Me alegro. Espero que se te vaya esa absurda idea de irte a vivir sola, cumplirás los 18 el próximo mes, pero no sería apropiado que vivieras sola, es pronto.

El día transcurrió tranquilo el resto del día, Marta reflexionó hasta verse capaz de imponerse ante aquella debilidad y consiguió que la tarde pasara sin que nada grave pasara, además de concluir con la parte teórica de la estadística. Le mandó varios ejercicios para hacerlos mientras ella tomaba un descanso, el cual necesitaba por el esfuerzo que estuvo haciendo.

El tiempo se había despejado y comenzaba a atardecer. El resto de la familia estaba en el amplio jardín pasando el rato hasta la hora de cenar. Decidió sentarse con ellos y ponerles al día sobre los avances de Sofía; no hicieron mucho caso, por lo que se dedicó a mirar el atardecer mientras los demás conversaban sobre su ajetreado día.

La señora y el señor Rojas se fueron del jardín para ver un programa de televisión, quedando solos Miguel y Marta.

Miguel tenía una actitud arrogante y trataba de seducir a Marta, pero esta conseguía salir de las conversaciones incómodas que éste propiciaba sin problema, tentando a Miguel a aumentar el empeño.

-¿Cómo es que una mujer como tú está soltera?

-Estoy dedicada por completo a mi trabajo, no tengo tiempo para ese tipo de ocio.

-¿Ni si quiera estás dispuesta a locuras de una noche? Puede ayudarte a desestresarte, por lo que veo estás bastante tensa. Tengo un curso en masajes, ¿quieres que te haga uno? -Miguel se levantó y se puso detrás de Marta, masajeando sus hombros sin dejar tiempo a que replicase. Marta estaba bastante sensible debido a lo ocurrido aquella mañana, pero se levantó y se lo denegó educadamente excusándose para ir a ver cómo le iba a Sofía con los ejercicios que le había mandado.

-Bueno, en otro momento te lo haré con más tranquilidad. Hay tiempo para todo. - dijo con tono decepcionado, pero su cara expresaba la aceptación de un reto complicado, el cual pensaba ganar de una forma u otra.

Marta llegó al cuarto y encontró a Sofía concentrada en los ejercicios. Se había puesto unos cascos con música, pensó que no era apropiado para una buena concentración, aunque lo dejó estar. Observó sentada en el otro extremo de la mesa cómo Sofía movía su cuerpo levemente al ritmo de la música. Sofía no la había visto entrar, pero notó una mirada clavada en ella, haciéndola girarse y descubriendo a Marta mirando hacia el techo con cara de preocupación.

-Ya los he acabado, ¿quieres revisarlos ahora?

-Mmm, mejor no, ya mismo es la hora de cenar, los revisaré esta noche y mañana los comentamos.

-¿Esta noche? -Sofía dejó ver una luz de picardía en sus ojos y escribió algo entre los papeles, Marta no consiguió verlo, y la señora Rojas estaba llamando para que bajasen a cenar, así que decidió ignorarlo.

Tras la cena Marta se dio un baño relajante, descubriendo que su cuerpo seguía bastante sensible con el contacto del agua caliente. Llevaba bastante tiempo sin tener relaciones y le estaba pasando factura. Cogió los apuntes de Sofía para mirar los ejercicios por encima y descubrió los que había escrito:

"Imagina por un momento que mi madre no hubiese llegado, que hubiera tenido tiempo de desahogar ese gemido que me has dedicado al morder tu clavícula. Imagina mis labios en tu cuello erizando tu piel, mi voz a milímetros de tu oído diciéndote lo que me ha encantado tu clase y lo que me encantaría que me enseñaras después".