La chispa de fuego rodeada de tormenta (1)
+No te preocupes, tengo las manos a buena temperatura y son suaves, no tienes por qué asustarte, ¿ves? -dijo mientras chupaba sus dedos manchados por el aperitivo y posaba después su mano en la mejilla de Marta.
¡Hola a todos los foreras/os! Llevaba 3 días sin demasiada inspiración como para escribiros un buen relato, pero ayer por la noche tuve unos cuantos sueños de los que son traicioneros, porque se acaban justo en los mejores momentos. Así que utilizaré parte de esos sueños y mucho más de mi imaginación para escribiros algo que merezca un poquito la pena :).
Espero que lo disfrutéis.
Os voy a contar la humilde historia de Marta, una chica de 24 años con grandes expectativas en la vida y con mucha ilusión por experimentar aventuras y compartirlas con las personas a las que ayuda. Marta es licenciada en educación social, siempre le ha encantado ayudar a los demás y transmitir su alegría a personas con dificultades para sociabilizarse o para llevar una vida normal. Hasta hacía poco trabajaba con niños pequeños que padecían de enfermedades como autismo o discapacidades sensoriales, sin embargo un día recibió una llamada de una agencia de profesores particulares que ayudaban a adolescentes con dificultades para asistir a una educación escolar normal por circunstancias varias. Pagaban según el caso de la familia a la que tuviera que asistir, era algo totalmente distinto, tendría que centrar toda su atención en una o dos personas, pero su afán por vivir cosas distintas le convenció rápidamente.
La llamada de un cliente no se hizo esperar más de dos días. La chica en cuestión era un caso especial para la agencia, ya que se trataba de una familia adinerada y bastante famosa a nivel internacional. El padre de familia era el dueño de una cadena de empresas que distribuían algunos de los perfumes con más fama del mercado.
Los clientes habituales de esta agencia eran personas con discapacidades o con problemas de dinero, por eso este caso era algo raro, y quisieron dárselo a "la novata" para poner a prueba sus capacidades, no sin llevarse un buen sueldo, claro.
La familia Rojas era bastante típica, un esposo volcado en su trabajo, una mujer dedicada a su marido y a las labores de la casa, un hijo que llevaba la empresa con su padre, y una hija que se distanciaba un poco de la normalidad de esta familia, algo rebelde, interesada en la literatura, la filosofía, el cine, y distante del mundo que vivía su familia. Sofía, de 17 años, quería estudiar y vivir en un sitio fijo, algo que dentro de los planes de su familia no entraba, su vida estaba basada en viajes de empresa y lo único fijo que pisaba eran hoteles y más hoteles.
Tras largas discusiones con su padre y su madre para que la dejasen vivir sola en su ciudad natal, Madrid, para poder asentarse y estudiar como una adolescente normal y no a distancia, los padres decidieron acallar sus súplicas con una ayuda profesional para "facilitarle" el trabajo. Sofía era muy inteligente, conseguía sacar notas por encima de la media estudiando por su cuenta y presentándose a los finales, pero estaba necesitada de una relación más abierta con la gente, poder tener amigos habituales, una rutina más calmada.
La idea de una profesora no le agradó demasiado, ya que no solucionaba lo que ella consideraba un problema, pero la idea de tener a alguien con quien compartir su tiempo y sus gustos relajó un poco su malestar.
Marta estaba en el taxi, expectante por ver la nueva aventura que se avecinaba a su vida, sentía mucha curiosidad por el caso que le habían adjudicado, aunque también sentía algo de temor hacia la idea de que era una familia muy adinerada y con muy alta estima, pero afrontaría cualquier situación con tal de ayudar a Sofía, "la chispa de fuego rodeada de una tormenta"; así describió a Sofía al leer los informes sobre los clientes. Y no se equivocó en absoluto.
Cuando llegó a la gran mansión en la que vivía la familia Rojas a las afueras de Madrid se quedó pasmada, era inmensa y muy lujosa, totalmente acorde con una pareja que esperaba en la puerta con un semblante alegre y con un fajo de billetes saliendo de su abultada cartera para pagar al taxista que traía a su nueva inquilina. Marta intentó negarse y pagar ella, pero el taxista, al ver la gran propina que iba a darle el señor Rojas cogió el dinero de su mano sin pensarlo dos veces, ignorando la petición de Marta.
-¡Bienvenida, señorita Medina! Deje que mi mayordomo lleve sus maletas a su habitación, le enseñaremos la casa para que se familiarice con ella. ¡Esperamos que sea de su gusto!- esto último el señor Rojas lo dijo lleno de orgullo, y no era para menos, aunque Marta lo interpretó como algo bastante sarcástico. Sus días se iban a hacer algo complicados, estaba acostumbrada a poco y los lujos no eran del todo de su agrado.
La casa era preciosa: un recibidor iluminado y amplio, habitaciones de lectura, salones de entretenimiento, de reunión; una cocina con una mesa amplia para grandes reuniones, o al menos eso supuso Marta. En el piso de abajo tenían una sala de juegos que parecía un casino, un cuarto con 3 salas llenas de materiales que parecían los hobbies del padre (la caza), la madre (las compras) y el hijo (las maquetas). Incluso tenían una sala de cine con un proyector para ver películas. Era increíble, Marta no terminaba de creérselo, incluso la subieron en un ascensor hasta el segundo piso donde se encontraban las habitaciones, en ese entonces la educadora terminó en un estado de incredulidad que, a pesar de que intentaba disimularlo, el señor Rojas y su mujer notaron y respondieron con gracia.
Al llegar al segundo piso la llevaron a su habitación, era amplia, llena de libros, con una mesa de estudio llena de materiales para trabajar, baño propio, chimenea, bueno... todo lo que os podáis y queráis imaginar.
-Dejamos que te acomodes en tu habitación hasta dentro de media hora. Cenaremos en familia y te presentaremos a nuestros hijos.
+Sí claro, muchísimas gracias señor y señora Rojas, seré puntual, ¡aunque espero no perderme! Jajajaja.
-No te preocupes, te adaptarás rápido, aunque en 3 días vendrás con nosotros de viaje a Munich para que puedas continuar trabajando con Sofía. Espero que tu agencia te haya informado de estos viajes, serán bastante usuales.
+Sí, lo han hecho, espero que no les resulte problemático pagar por una persona más, si puedo ayudar en algo económicamente...
-¡Para nada mujer! Estamos encantados de que nos ayudes con Sofía, nos vemos en la cena.
Marta estaba agotada mentalmente, su vida había dado un cambio tan rápido que aún le costaba asumir la situación. Sacó lo más básico de sus maletas para poder asearse un poco antes de bajar a la cena familiar. Cuando trató de ducharse no sabía por dónde empezar; se encontró con una ducha con más botones que un mando a distancia y con una bañera con funciones de jacuzzi. No tenía tiempo para un baño, así que decidió intentarlo con la ducha. Cada botón tenía un símbolo distinto, y supuso que cada uno era para la presión y forma de caída del agua. Le dio al que más corriente le pareció y chorros de agua templada salieron de los lados de la ducha, dándole uno de ellos justo en la cara al encontrarse agachada mirando el panel de controles.
Marta estaba agobiada y su estrés hizo probar a darle a todos los botones uno a uno hasta que el agua saliera de forma normal. Cuando consiguió ducharse de manera más o menos normal se dio cuenta de que había perdido bastante tiempo jugando con la ducha y tenía sólo 10 minutos para bajar a la cena.
"¡Esto no es vida!", pensó mientras se vestía rápidamente y buscaba mirándose al espejo alguna forma de dejar su cabello castaño de alguna manera algo menos coloquial. Decidió secárselo un poco, haciendo que los rizos que le salían siempre después de la ducha ayudaran a que su cabello se viera algo menos "alborotado".
-Bueno, algo es algo, no creo que ninguno de esos botones tenga servicio de peluquería... Espero que no. -dijo intentado dar algo de positividad y de gracia a la situación de locos en la que se encontraba.
Marta salió de su habitación, buscó las escaleras para bajar a la entrada, no sin antes observar una habitación que tenía la puerta entreabierta, parecía la de Sofía. Era bastante distinta a todas las que había visto en la casa, tenía más... vida. Vio en un espejo dentro de la habitación la silueta de una chica de muy buen ver, pelo negro como el azufre y largo hasta más de media espalda y de talla delgada. Fue todo lo que pudo distinguir, ya que la chica se encontraba de espaldas al espejo. Marta se ruborizó al darse cuenta de que la chica estaba cambiándose, pero se quedó mirando cómo ésta se quitaba la camisa que llevaba, dejando ver una espalda que invitaba a tocarla, de piel blanca y caderas perfectas. "¿Pero qué estoy haciendo?", pensó Marta moviendo su cabeza y bajando rápidamente por las escaleras al encuentro de los anfitriones.
Al llegar a la cocina se encontró con padre e hijo hablando sobre la empresa y el próximo viaje que iban a hacer mientras la señora Rojas ayudaba al mayordomo a darle los últimos toques a los platos para servirlos en la mesa.
-Justo a tiempo, Marta, este es Miguel, mi hijo. - Miguel la observó de arriba abajo mientras se levantaba, sonriendo con lo que veía y analizaba, acercándose a ella para posar una mano en su cadera y darle dos besos que a Marta le resultaron incluso incómodos debido a la efusiva mirada con la que la había recibido.
Miguel era un chico alto y muy apuesto, tenía una mirada traviesa de ojos marrón clarito, con pelo castaño y corto, con un flequillo levantado hacia arriba por un gracioso remolino.
+Encantada, Miguel.
-Y por aquí entra mi hija Sofía, a la que vas a ayudar con sus estudios. Sofía, esta es Marta, tu profesora particular. -al girarse Marta vio a la misma chica que había observado nerviosa minutos atrás. Ojos azules y profundos, una mirada que llegaba a atravesar el alma, rasgos que formaban una cara perfecta, como la de una muñeca.
+Es un placer, espero que nos llevemos bien el tiempo que pase con vosotros.
La cena fue bastante peculiar, mientras los padres hablaban entre ellos y preguntaban cosas sobre el trabajo de Marta, Miguel la observaba divertido y hacía bromas pícaras que a veces hacían sentir incómoda a Marta, aunque como todos se lo tomaban con humor ella hizo los mismo. La única que parecía en otro mundo era Sofía, a la cual Marta observaba interesada, puede que incluso demasiado, ya que Miguel cuando se dio cuenta dejó de hacer bromas y sólo miraba y escuchaba. Cuando Sofía se dio cuenta de que Marta la estaba mirando la miró fijamente esperando que dijese algo, pero ésta se quedó ensimismada mirando los ojos de Marta y le costó unos segundos conseguir articular palabra.
-Bueno Sofía, ¿cuáles son tus planes de futuro?
+Todo lo contrario a lo que estoy viviendo ahora mismo. -contestó rotunda, abriendo un ambiente tenso que Miguel rompió rápidamente cambiando de conversación hacia los intereses de Marta.
"Vaya, me acaban de romper los esquemas, no sé por dónde coger esta situación", pensó Marta.
Mientras Marta explicaba en qué consistía su trabajo y hablaba de su afición hacia la literatura y el cine clásicos Sofía pareció salir de su mundo mientras la escuchaba hablar sobre temas que para ella eran muy interesantes. Incluso se atrevió a participar de la conversación para debatir con ella sobre cine. El ambiente se relajó bastante, Marta y Sofía continuaron hablando algo más confiadas sobre temas que a los demás no les interesaba demasiado, por lo que hablaron de otras cosas distintas, ajenos a lo que pasaba entre aquellas dos. El debate se había vuelto tan interesante para ellas dos que se podía ver la emoción en sus ojos al defender posturas dispares y no tan dispares. Sofía propuso ver "El gran dictador" juntas para poder comentarlo y, por qué no, conocerse de una forma algo más íntima que en una mesa cenando con su familia hablando de trabajo. Marta aceptó sin dudarlo, sacando una sonrisa de Sofía que reflejaba ilusión y una mirada retadora, las cuales a Marta dejaron sin palabra, atinando sólo a coger su mano en gesto de trato con ella.
Marta sabía que su heterosexualidad no estaba del todo definida, aunque nunca se había acostado con ninguna mujer, pero esa chica la tenía perpleja, cada gesto, mueca o movimiento llamaban su atención tanto que a veces no conseguía reaccionar con normalidad. Se sentía muy incómoda ante la idea de que fuera una chica de 17 años, que fuese su "alumna" y que ante sus notables reacciones pudiese notarlo o, incluso peor, su familia.
Sofía llevó a Marta hasta la sala de cine en la que había estado antes, ofreciéndole asiento en una de las butacas centrales de los 3 pasillos que había mientras ella lo preparaba todo, incluso hizo algunas palomitas para que comieran mientras veían la película.
La película pasaba, Sofía comentaba de vez en cuando escenas que veía, sin embargo Marta no conseguía centrarse en la película, sólo esperaba a que ella hiciera algún comentario para observar a Sofía hablar despreocupada mientras comía palomitas y reía con ciertas escenas. Al rato consiguió relajarse un poco y disfrutar de la película y la compañía, mientras comían y comentaban juntas susurrando como si se tratara de un cine de verdad en el que pudieran molestar a otros hablando. Era como si se conocieran de mucho más tiempo, cogieron confianza rápido, pero seguía existiendo una extraña tensión entre ellas cada vez que se miraban, haciendo que se ruborizaran y giraran rápido sus miradas hacia la pantalla proyectada para seguir comentando sin cruzar las miradas.
-¡Uy! Perdón. - Marta se exaltó al encontrar su mano con la de Sofía en el cuenco de las palomitas, no tanto como Sofía, que miró con picardía la reacción tímida de su profesora.
+No te preocupes, tengo las manos a buena temperatura y son suaves, no tienes por qué asustarte, ¿ves? -dijo mientras chupaba sus dedos manchados por el aperitivo y posaba después su mano en la mejilla de Marta.
Se quedaron mirando la una a la otra, sin moverse, sin decir palabra. Marta miró la boca entreabierta de Sofía, mostrando una dentadura perfecta, acercándose lentamente a ella mientras movía la mano que tenía en su mejilla hasta su nuca. Se quedaron a 2 centímetros, parándose con los ojos cerrados, con la respiración entrecortada, sin saber muy bien lo que estaba pasando, sin poder controlar esa atracción que llegaba a asustar por su intensidad. Marta escuchó cómo se abría la puerta de la sala y se apartó rápidamente. Era Miguel pidiendo que le dejasen ver una película a él cuando terminasen.
Cuando se fue las dos quedaron en silencio, mirando la película, reflexionando sobre lo que acababa de pasar, sintiendo una creciente tensión entre ellas dos que Marta decidió romper diciendo que estaba bastante cansada y que mañana deberían empezar a organizar los exámenes y trabajos que tenía que preparar Marta para el fin del curso y la selectividad.
Se fueron cada una a su cuarto. Estaban las dos confundidas, pero las reflexiones tras conseguir ordenar sus pensamientos eran muy distintas en cada una.
Marta no quería estropear la oportunidad que le habían dado con ese nuevo trabajo, así que trataría a Sofía como lo que era, una alumna, tendrían una relación estrictamente profesional, al menos eso era lo que había tomado como decisión.
Sofía, lejos de lo que su profesora habría planeado, decidió aventurarse e intentar crear más situaciones de ese tipo. Quería experimentar esa subida de adrenalina de nuevo, y Marta le gustaba bastante, por lo que trataría de seducirla poco a poco.
Los días se avecinaban complicados y divertidos a partes iguales.
Si os ha gustado y queréis que continúe la historia comentádmelo. Es el primer relato que escribo por partes y me gustaría saber lo que opináis. Gracias de antemano :)