La chica y los polvos perfectos
Lean el relato.
La verdad es que nunca pensé que me atrevería a escribir esto. Compartir mis más perversos pensamientos con el resto de ínter nautas es algo que no se me había pasado por la cabeza. Pero aquí estoy. Espero que todos los lectores/as disfrutéis leyendo esto. Por cierto, la situación es ficticia, pero los personajes no.
Ante todo creo que debería presentarme. Mi nick es Malcoman, un nombre un tanto estúpido y más bien poco original pero como me lo acabo de inventar, pasa. Soy estudiante, tengo 18 años y, la verdad, no soy un ligón precisamente. Lo que voy a narrar a continuación me gustaría que hubiera pasado este curso, pero no pasó ;-(.
Hace ya bastantes años, cuando aún estaba en el colegio me encapriché de una chica muy maja ella, llamada Mariana. Le pedí salir juntos e incluso le hice un par de regalitos de esos que supuestamente tanto gustan a las mujeres (flores y tal), pero no pudo ser. El tiempo pasó y la olvidé hasta cierto punto (hasta tuve tiempo de sacarme una novieta aunque la experiencia fue lamentable), pero cuando empecé el último curso de instituto coincidí con ella en la misma clase. Ahora era, si tal fuera posible, era más guapa aún. Mi mujer perfecta: bajita, esbelta, ojazos azules, una cara de ángel impresionante y muy femenina. Todo ello me hacía dudar si era realmente un ser humano o un enviado del cielo.
Yo, como soy así, me sentaba en primera fila al lado de un buen amigo al que llamaba Murdock. Los estudios no le iban bien y se dio de baja para largarse a nocturno, quedando un sitio bacante a mi lado. Mariana había llegado tarde el día de escoger los asientos y tuvo que estar en una silla más antigua que el instituto sin ni tan siquiera pupitre. La suerte me sonrió en aquella ocasión. Tuvo que cambiarse al sitio del Murdorck, desocupado ahora, o lo que es lo mismo: a mi lado. Los días y las semanas fueron pasando y cada vez fuimos cogiendo más confianza. Charlábamos de cosas estúpidas y no tan estúpidas. Sabía que no tenía novio, lo cual redujo mi número de palpitaciones hasta niveles razonables.
Yo iba mejor en los estudios que ella, pese a que no soy un empollón, así que a menudo le echaba una mano. Pronto le echaría las dos. Filosofía era lo que peor se le daba y, casualmente, a mi lo que mejor. La loca de la profesora había puesto un examen con dos semanas de anticipación, pero como Mariana es así no había rascado libro hasta dos días antes. Yo, como ya tenía la materia más o menos memorizada me ofrecí para ayudarla. Aceptó. El examen era el viernes y el miércoles a la " hora del patio " comenzamos a trabajar. Estaba peor de lo que creía, a penas sabía nada. Así que en 30 minutos poco hicimos. Ella parecía bastante desesperada y le pregunté si quería estudiar esa tarde, después de clase, en la biblioteca. Dudó un instante, pero me hice el inocente con eso de " no pienses mal " y finalmente aceptó.
Esta chica me ponía (y de hecho me sigue poniendo) a 100. Y cuando nos vimos en la biblioteca mi miembro empezó a alzar el vuelo conforme pasaban los minutos e incluso los segundos. En la biblioteca no había casi nadie lo cual es muy frecuente en un pueblo como el mío donde son pocas las personas que leen algo. Bueno, mis pantalones estaban a punto de reventar y empecé a acercarme poco a poco a ella. Mi pierna pasó por encima de la suya en unos segundos y mi mano, así como quien no quiere la cosa, se puso en su muslo izquierdo. Mientras hacía esto procuraba intentar seguir explicando como si los acontecimientos fueran fortuitos. Al principio se hacía un poco la remolona y apartaba su pierna de la mía, pero de una forma como " no pero sí ". Terminé mi explicación de Hume en poco tiempo y, mientras ella terminaba de copiar los esquemas que le había dejado, me dediqué a escribir notas del tipo " que guapa estás hoy ", " estos pantalones te sientan realmente bien " y demás chorradas improvisadas. Ella sonreía y no apartaba ya su pierna ni su muslo de mis " ataques " lo cual me dejó perplejo. Esas notas cada vez fueron subiendo de tono y empezamos a mirarnos de una forma deseosa. Intenté besarla ( algo que llevaba años soñando ) pero en ese preciso instante vino un tío y me dijo " perdona pero...¿ esta silla está ocupada ?. Eso me recordó a las películas de serie B americanas. Propuse a Mariana que nos fuéramos y aceptó. No me lo podía creer pero mi plan iba viento en popa.
Salimos de la biblioteca muy juntitos y, como tampoco era muy tarde, le propuse ir a dar una vuelta por el centro del pueblo. Cuando dijo sí casi se lo pregunto otra vez porque no me lo creía. Caminamos durante largo rato en la oscuridad. Intenté cogerle la mano y así lo hice. Primero fue la mano, pero luego intenté besarla en la boca. Me acerqué muy poco a poco hasta que mis labios coincidieron con los suyos. Fue fantástico, aunque solo un prólogo de lo que se avecinaba. Parecía nerviosa y lo dejó en unos segundos diciendo:
- No, para, por favor. - Vamos Mariana, te quiero, te deseo desde el primer instante en que te vi - No está bien- contestó Mariana.
No se por qué dijo " no está bien " si me besó apasionadamente dos segundos después. Este beso fue impresionante. Mi lengua recorrió los más oscuros rincones de su boca. La suya hico lo propio. Mi miembro no cabía en mi y empecé a sobar por aquí y por allá. Su culo perfecto fue mi primer blanco. Tenía unas ganas impresionantes de tocar sus tetas pero en el preciso instante en que iba a proceder ella me detuvo y dijo:
- Espera, aquí no. - La verdad es que parecía muy nerviosa y cachonda . Dios, no me puedo creer lo que voy a hacer... vamos a mi casa, estaremos tranquilos.
Una respuesta afirmativa no se hizo esperar. El camino era largo pero se hizo más bien corto ya que cada cuatro pasos nos íbamos pegando el lote. Finalmente llegamos a su casa. Yo no aguantaba más y al parecer ella tampoco. Fuimos directos al dormitorio donde fuimos besándonos en todo el cuerpo. Mis manos no se separaban de su cuerpo, explorándolo, palpando su increíble culo y sus preciosas tetas. No tardé mucho en llegar a su coño, un gemido de gusto se le escapó. Nos fuimos desnudando y pude contemplar su precioso cuerpo. Jamás lo olvidaré. Era perfecto. Se tumbó en la cama. Le abrí las piernas muy lentamente y empecé a masturbarla. Su coño estaba realmente mojado. Su desorbitada temperatura unida a la pericia de mi lengua para introducirme en su raja hizo que su primer orgasmo llegara pronto. Nunca olvidaré aquella corrida que tuvo, moviendo las caderas como su mi pene estuviera dentro de ella y gimiendo de una forma muy sensual. Le propuse que me hiciera lo mismo. No tardó en empezar a chupar mi miembro. Creí que me correría en cinco segundos, pero ella parecía tenerlo todo planeado y fue lamiendo y masturbándome muy lentamente. El placer que sentía era inexplicable. Definitivamente esa mujer era un ángel. Me la estuvo chupando unos minutos y me dijo que la penetrara, ya no aguantaba más y la verdad es que yo tampoco. Así lo hice. Introduje mi pene en su raja muy lentamente. Mariana no podía contener los súbitos movimientos de caderas. Gemía cada vez más fuerte, pensé que nos podían oír. Pero me daba igual. Mientras movía mis caderas en el movimiento mete-saca fui besándola por todas partes a la vez que sobaba sus tetas. Al cabo de unos minutos nos cambiamos los papeles y ella quedó arriba tomando el papel de directora. Empezó a moverse muy lentamente a la vez que le tocaba los pechos, pero cada vez podía contenerse menos y los movimientos fueron haciéndose frenéticos. Su respiración entrecortada apenas podía emitir sonidos para describir lo que, supongo, estaba sintiendo en ese momento. Yo no estaba en este mundo. Nos corrimos juntos en un orgasmo impresionante. Quedamos agotados pero tardamos largos minutos en articular palabra, estamos en el cielo.
Al cabo de un rato me dijo que si quería ducharme con ella. Solo un imbécil diría que no. Nos fuimos a la ducha. Mi pene estaba cansado después de la acción pero no tardó demasiado en levantarse de nuevo. El coño de Mariana estaba realmente húmedo incluso antes de entrar en la ducha. Nos enjabonamos a la vez que sobábamos de una forma muy erótica. Le propuse un juego sexual, masturbarnos simultáneamente mirándonos mutuamente para ver quién llegaba antes al orgasmo. Por supuesto yo tenía ventaja ya que los hombres somos más rápidos (aunque también sentimos mucho menos placer) a la hora de masturbarnos que las chicas, pero de todas formas jugamos. Fue espléndido. Empecé con un movimiento leve de mano a la vez que observaba detenidamente como Mariana introducía dos dedos en la raja, sin olvidar el clítoris y sus tetas. Fue lo más excitante de mi vida (sin contar con la experiencia anterior). Había imaginado cientos (quizá miles) de veces a Mariana masturbándose pero esto era increíble. No pude posponer mi eyaculación mucho tiempo, ella se corrió segundos después en un impresionante orgasmo que convulsionó todo su cuerpo.
Terminamos de ducharnos, no sin besarnos mil y una veces, y nos despedimos esperando que esta experiencia se repita pronto.
Escríbanme a alvaromontes58@hotmail.com