La chica que se escabulle por la ventana 3

Ella gruñó y apretó su agarre, moviéndome así que quedé completamente encima de ella.Jadeé con la sensación, era extraño pero en verdad se sintió bien.

Capitulo 3.

Me desperté a las seis en punto como siempre para apagar mi alarma; la silencié e intenté, sin éxito, moverme lejos de Abby. Tenía mi cabeza en su pecho y mi pierna encima de su entrepierna. Ella tenía su mano en mi rodilla, fijando mi pierna ahí, y su otro brazo envuelto tensamente alrededor de mi cintura. Cuando traté de moverla, apretó su agarre, murmurando algo en sueño sobre ya no querer ir más a la universidad. Moví mi brazo y toqué su estómago.

—Seis en punto —murmuré, tocándola de nuevo cuando no abrió sus ojos.

Ella gruñó y apretó su agarre, moviéndome así que quedé completamente encima de ella.Jadeé con la sensación, era extraño pero en verdad se sintió bien. ¿Qué demonios está mal conmigo? ¡Esta es Abby por amor de Dios! Traté de liberarme, pero eso sólo nos hizo rozarnos en lugares en los que preferiría no pensar en la amiga de mi hermano. Mi cuerpo comenzó a cosquillear y no pude evitar que un pequeño gemido se me escapara de los labios. Oh Dios mío, ¡eso en verdad se siente bien!

—¿Abby? —le susurré/grité.

Ella abrió sus ojos de golpe y me miró, impactada. Su expresión rápidamente cambió a su sonrisa de marca, la cual quería golpear fuera de su rostro.

—Bueno, buenos días, ángel. Wow, esto es una primera vez —ronroneó, alzando

sus cejas, su sonrisa de asombro.

—¿Me soltarías por amor de Dios? —le susurré grité. Ella alzó sus manos a modo de rendición y rápidamente rodé de encima de ella.

—Son las seis —refunfuñé, frunciendo el ceño.

Ella se volteó de lado para mirarme.

—Está bien. No estés enojada conmigo todo el día de hoy, por favor. No sabía que

había hecho eso, lo siento, Ángel, ¿está bien? —susurró, besando mi frente antes

de salir rápidamente de la cama para ponerse su ropa.

—Está bien, lo que sea —murmuré, posicionándome en su lugar cálido de la cama

donde había estado acostada.

—Te veré después. —Me dirigió un guiño antes de salir por mi ventana.

Dándome la vuelta, enterré mi rostro en su almohada, todavía puedo olerla y eso

me hace sentir segura y calmada. Me hundí en un sueño pacifico por otra hora.

Después de vestirme más pacíficamente que ayer, me concentré en mi iPod y

estaba bailando felizmente cuando la vi comiendo mi cereal de nuevo. ¡Cada jodido día! Suspiré y robé el cereal de sus manos.

—¡Demonios, Abby, hay como cuatro cereales en las alacenas y sólo comes el mío!

¿Por qué? ¿Lo haces solo para enojarme? —pregunté, frunciendo el ceño, cuando

comencé a masticar mi desayuno.

—Buenos días para ti también, Ángel —dijo educadamente, con una sonrisa de

diversión en su rostro.

—Claro, hola. —Me dejé caer y comí mi cereal mientras Jake entraba en la cocina.

—Hey, chicas, ¿están casi listas para irse? —preguntó Jake, lanzándonos a cada

uno una caja de jugo como siempre.

Ambas asentimos y nos dirigimos al auto de Abby. Mientras me acercaba a la

escuela, Sean me agarró y me llevó para una charla.

—¿Qué pasa? —pregunté, preocupada. Parecía un poco desesperado; su cabello estaba desorganizado, como si hubiera estado jalándolo o pasando sus manos por él un montón, sus ojos estaban tensos con estrés.

—Olvidé que el cumpleaños de Terri es mañana, ¡y no tengo ni idea de que darle! —chilló desesperadamente, pasando sus manos por su cabello fuertemente, confirmando mis sospechas sobre el estilo.

—Cálmate, todavía tienes tiempo. Ahora, ¿qué clase de cosas le gustan? —

pregunté, pensando en Terri y todo lo que sabía sobre ella.

—Quería darle algo que pudiera quedarse con él, pero no sé qué… —Cerró sus

ojos, obviamente entrando en pánico.

—Sean, cálmate. ¿Qué te parece unos lindos pendientes? ¿Le gustan las piedras,

verdad? También podrías darle un nuevo joyero o algo para ponerlas dentro —

sugerí.

Su rostro se iluminó.

—¡Sí! Tiene un gusto por los joyeros antiguo en este momento. ¡Esa es una idea

genial! Oh Dios gracias, Amber. ¡Te debo a lo grande! Voy a saltarme la mañana

para poder conseguirla —dijo, sonriendo emocionadamente y corriendo, gritando

adiós por su hombro.

Caminé de regreso al colegio, y noté que no había casi nadie.

Mierda santa, ¿llego tarde? Comencé a correr por el pasillo; pude ver a Abby y un

par de sus amigos caminando hacia mí.

—Disminuye la velocidad, Ángel, te caerás —gritó Abby, sonriéndome mientras yo

medio corría, medio caminaba hacia ella.

Cuando la pasé, ella sacó su pie para hacerme tropezar, pero antes de que golpeara el suelo envolvió sus brazos apretadamente alrededor de mi cintura, y me levantó.

—Caray, Ángel, sé que soy caliente, pero no necesitabas caer a mis pies —bromeó,

haciendo reír a todos sus amigos. La golpeé en los brazos mirándola—.

Oh también me gusta un poco rudo, Ángel, sabes eso —dijo, sonriendo

retorcidamente. Todavía no había soltado mi cintura, dio un paso hacia adelante y presionó su cuerpo contra el mío, sus manos se deslizaron hacia mi trasero.

—Mmm, genial —ronroneó en mi oído.

Odiaba ser tocada; traía recuerdos de mi padre. Jadeé, y antes de que siquiera

pudiera pensar en lo que estaba haciendo, subí mi pierna y la golpeé en el estomago. Ella gruñó y me soltó rápidamente, doblándose por la mitad y agarrando su estomago.

—¡Mantén tus jodidas manos fuera de mí! —grité, tratando de no llorar. Estaba

luchando por respirar y mis manos estaban temblando.

Me di la vuelta para alejarme corriendo pero me agarró por la mano y me empujó

hacia ella de nuevo.

—Ángel, sólo estaba bromeando, sabes que nunca te haría daño —gimió.

Su voz se quebró un poco, sonaba como si tuviera dolor. Miró directamente a mis

ojos; pude ver la honestidad en sus profundos ojos azules acuosos. Me dio un

abrazo y puso sus labios en mi cuello, justo donde se unía con mis hombros y

respiró profundamente por su nariz, enviando a su aliento caliente a bajar por mi

cuello. Esto es lo que siempre hacía para calmarme, cuando lloraba en su hombro;

esta era la única cosa que parecía funcionar. Podía sentir su corazón latiendo

rápidamente contra mi pecho, así que me concentré en hacer juego con mi

respiración y la suya. Respiré su olor hasta que me había calmado. Me moví hacia

atrás y ella sólo me estaba mirando, arrepentimiento en su rostro.

—Lo siento. No debería haber hecho eso, Ángel, no pensé —dijo en tono de

disculpa.

Asentí con la cabeza y bufé, limpiándome la cara con la manga.

—Yo también lo siento. ¿Te duele? —le pregunté, haciendo una mueca ante la idea

de cuán fuerte le había dado un rodillazo.

Se encogió de hombros.

—Estoy bien, fue mi culpa —respondió, inclinándose para mirarme a los ojos de

nuevo. Aparté la vista rápidamente, sintiéndome incómoda. Tenía la sensación de

que cuando Abby me miraba a los ojos, podía ver el verdadero yo, el que trataba de esconderse de todo el mundo, la niña asustada a la que no le gusta que la gente la toque, porque me traía recuerdos de aquellos domingos y mi padre llevándome al sofá, guiándome a sentarme en su regazo.

Cuando la gente me tocaba, incluso las chicas, mi corazón se iba a toda marcha y

siempre comenzaba a sentirme enferma. Las únicas excepciones a esto son mi

madre, Jake y Abby. Esta era la razón exacta por la que no tenía citas. La idea de

que alguien me tocara o besara, hacía que mi piel se pusiera de gallina.

Aparté la vista de ella y me di cuenta que tenía una gran mancha húmeda en el

hombro en el que había estado llorando. La limpié, frunciendo el ceño.

—He arruinado tu camisa.

—Tengo otras, Ángel, no te preocupes —contestó con una sonrisa fácil, que no era

la sonrisa de satisfacción que le ha dado a otras personas, era una sonrisa sincera, que por lo general sólo se consigue en la noche o cuando no había nadie alrededor.

Miré a mi alrededor y me di cuenta que estábamos solas en el pasillo, me quedé

sin aliento en estado de shock.

—¿Dónde? —murmuré, mirando arriba y abajo del pasillo desesperadamente.

—Ellos fueron a clase —respondió—. Vamos, no hay razón para ir al final, así que

vamos a ir por un trago o algo así. —Me tomó de la mano hacia el

estacionamiento, hacia su coche

—Abby, ¿qué? ¡No puedo faltar a clase! —grité, mirando a mi alrededor

rápidamente para ver si alguien veía a dos estudiantes escapando fuera de la

escuela.

Se echó a reír.

—Vamos, Ángel, una clase no te hará daño. Ya estás diez minutos tarde de todos

modos. —Abrió la puerta del pasajero y me hizo señas para entrar.

Suspiré y de mala gana me subí dentro. Realmente no me importaba pasar tiempo

con Abby, pero eso sólo dependía de cual Abby estaría aquí conmigo, la de la noche o la del día. La Abby de la noche era considerada, cariñosa y atenta. La Abby del día era una coqueta, una hija de puta. Sin embargo, la Abby del día y de la

noche me hacía sentir segura y protegida. Me volví a mirarla mientras conducía,

tenía una pequeña sonrisa en su rostro.

—¿Qué te pasa? —le pregunté, un poco preocupada de que esto fuera a convertirse en una especie de broma que iba a acabar mal para mí o avergonzarme.

—¿Qué quieres decir? ¿No puedo estar contenta de que estamos pasando un

tiempo juntas? —me preguntó, y me dio un guiño coqueto. Puse los ojos y gemí.

Genial, una hora con la Abby del día es mi peor pesadilla.

No estaba prestando atención a dónde íbamos, así que me sorprendí cuando nos

detuvimos en el estacionamiento de la pista de hielo. Ella sonrió y se levantó, y yo le seguí con el ceño fruncido.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —le pregunté mientras me agarraba la mano y me

llevaba dentro. Tal vez tenían un buen café en el interior o algo, que era la única

razón que se me ocurrió para que me trajera aquí.

Hizo caso omiso de mi pregunta.

—Hola, por favor, dos —dijo a la señora detrás del mostrador, entregándole el

dinero. Di un grito ahogado, ¿en realidad íbamos a patinar? Había estado

patinando un par de veces en mi vida, pero era completamente terrible en ello.

—¿Necesitas alquilar patines? —preguntó la señora con una sonrisa amigable,

mientras sus ojos discretamente recorrían el cuerpo de Abby.

—Sí, un once y un cinco por favor —respondió, guiñándome un ojo. Fruncí el ceño

mientras hablaba, preguntándome cómo demonios conocía mi talla de zapatos.

Le pasó dos juegos de patines y ella sonrió de nuevo, tomó mi mano y me arrastró a los bancos. Me di cuenta que la señora no dejaba de ver a Abby mientras se alejó, y ella se relamía los labios en su trasero. Me reí y puse los ojos en ella, lo cual la hizo ruborizarse y mirar hacia otro lado.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Abby, mirándome extrañamente.

—Tienes otra admiradora —declaré, asintiendo con la cabeza hacia la mujer—.

Simplemente no puedes evitar ser tú misma, ¿puedes? —bromeé con una pequeña

sonrisa.

—No te preocupes, no estoy interesada en ella —respondió, mirándome como si

quisiera decirme algo.

—¿Preocupada? Abby, yo no estaba preocupada. —Me burlé de eso, mientras

ponía los ojos.

Nos cambiamos a nuestros patines y nos dirigimos hacia el hielo. No había nadie

más allí, probablemente debido a que era sólo justo después de las nueve de la

mañana.

—¿Por qué estamos haciendo esto? Sabes que no puedo patinar. —Hice una

mueca, mirando el hielo, comenzando a entrar en pánico.

Ella se rió y tiró de mí hacia el hielo.

—Lo sé, lo recuerdo. No te preocupes, te ayudaré. —Abby y mi hermano jugaban

hockey sobre hielo para la escuela. Ambos habían estado patinando desde hace años, pero yo nunca había sido capaz de hacerlo. Me encantaba ver a la gente patinando y siempre deseé poder aprender, pero literalmente no podía ponerme de pie. Tomó mis dos manos mientras resbalaba y me deslizaba por todo el lugar. Ella estaba patinando hacia atrás, frente a mí.

—Estás doblando los tobillos ligeramente, Ángel. Trata de mantenerlos de forma

recta, por eso no tienes ningún control —dijo mirando mis pies.

Me quedé más recta y sentí que mis pies se deslizaban hacia afuera por debajo de

mí, al instante, me agarró por la cintura y se inclinó hacia atrás de manera que

ambas caímos y caí encima de ella, su cuerpo rompiendo mi caída. Se rió debajo de

mí, me empujó hasta las rodillas, así que yo estaba a caballo, luego me senté a su

lado. Yo no podía ponerme de pie así que esperé a que se levantara primero.

—Está bien, intentemos el número dos. —Sonrió, tirando de mí a mis pies con

facilidad—. Párate derecha y mantén los pies quietos, te voy a tirar de todo hasta

que puedas conseguir el equilibrio. —Le dio una patada en mis patines con

suavidad, empujándolos para juntarlos a medida que se apoderaba de mis manos

con fuerza.

Me las arreglé para mantenerme en pie durante un tiempo antes de perder el

equilibrio. Una vez más, me agarró por la cintura y se inclinó hacia atrás para que

cayera encima de ella.

—¿Por qué sigues haciendo eso? —le pregunté, empujándome a mí misma en una

posición sentada de nuevo. Podía sentir el hielo comenzar a mojar la parte de atrás

de mis jeans, haciéndome temblar.

—¿Haciendo qué? —preguntó, mirándome con una expresión confusa.

—Cada vez que comienzo a resbalarme, te dejas caer haciéndome aterrizar encima

de ti. Te vas a lastimar —expliqué frunciendo el ceño.

Se encogió de hombros.

—Mejor que sea yo que tú —murmuró en voz baja, levantándome a mis pies otra

vez. Me le quedé mirando, sorprendida. ¿Acababa de decir eso? Tal vez le oí mal—.

Estás mejorando, duraste por lo menos un minuto más que la última vez —bromeó

con su sonrisa patentada.

OK, eso se parece más ala Abby que conozco, debí haberlo escuchado mal después

de todo.

—Ja, ja. Bueno, un minuto está bien para mí. Sabes que no puedo hacer esto —me

quejé, cayendo de nuevo al instante. Se las arregló para sostenerme sólo agarrando

mis caderas, presionando nuestros cuerpos y levantándome del hielo de manera de

que pudiera colocar mis pies de nuevo desde el principio. Sentí a mi corazón

empezar a latir más rápido, pero no era por el temor habitual de que alguien me

estuviese tocando, era algo más que no podía entender. Me sonrojé y miré hacia

otro lado mientras ella me puso de nuevo sobre mis pies.

—¿Por qué te sonrojas? —preguntó, frunciendo el ceño, pero mirando divertida a

la vez.

—No me sonrojo. Hace frío, eso es todo. Mi trasero está congelado, creo. —Me di

la vuelta para mostrarle mis pantalones mojados, frotando mi trasero para tratar de

alejar un poco el frío. Le oí tomar una respiración profunda y dejar escapar un

suspiro. Miré hacia atrás para ver que estaba frunciendo el ceño con los ojos

cerrados, lucía como si estuviera herida o algo.

—¿Estás bien? —le pregunté, todavía frotándome el trasero. Ella asintió con la

cabeza y se quitó el sueter . Colocó su sueter bajo mi cintura y la ató con un nudo en el frente.

—¿Qué estás haciendo?, te vas a resfriar —la regañé mientras trataba de desatar el

nudo que había hecho.

—No te preocupes, estaré bien. La próxima vez traeré un suéter de repuesto para

tu muy delicado trasero —respondió, agarrando mis manos y empezando a tirar de

mí otra vez.

¿La próxima vez? ¿Qué quiere decir con la próxima vez? No es que no esté pasando un buen rato, pero estar aquí con Abby, era extraño, se sentía raro. Bueno, eso no era estrictamente cierto ya que en realidad se sentía bien, por lo que se sentía raro.

—¡Eso es! Lo estás logrando —susurró —lo que por supuesto me hizo perder el

equilibrio de nuevo. Me presioné contra ella por tercera vez, riendo histéricamente.

OK, esto era realmente divertido y no hacía daño. Usualmente, cuando venía a

patinar con Jake y se cansaba de atraparme, simplemente me dejaba caer sobre mi

trasero todo el tiempo. En unos treinta minutos estaba por lo general tan

magullada y adolorida que me daba por vencida.

—Ves, ahora te estás divirtiendo. —Abby se rió, sacudiendo los cristales de hielo de

su espalda y sosteniéndome otra vez. Nos las arreglamos para patinar tres vueltas

enteras a la pista antes de volverme a caer. Realmente estaba mejorando.

Después de lo que pareció una eternidad, la pista estaba empezando a estar más

llena y mi estómago comenzó a gruñir. Ya me estaba cayendo cada vez menos,

pero seguía agarrando sus manos con un apretón mortal.

—¿Qué hora es? —pregunté casualmente cuando nos detuvimos al lado de la

pista. El primer período sin duda debía estar casi terminado.

Sacó su móvil del bolsillo y aspiró el aire a través de sus dientes blancos nacarados,

produciendo un sonido sibilante. OK, eso no sonó bien, tal vez nos perdimos

también el segundo período…

—Eh, ángel, la escuela terminará en más o menos una hora —dijo haciendo una

mueca.

—¿QUÉ? —dije casi gritando, lo que le hizo dar un respingo que a la vez me hizo

perder el equilibrio. Ella me agarró y me deslizó a la baranda plástica de la pista para mantenerme de pie, su cuerpo presionado contra el mío, su cara a centímetros de la mía. Mi corazón comenzó a acelerarse de nuevo. Ella no se movió. Simplemente se quedó allí mirándome, fijo en mis ojos hasta que comencé a sentirme un poco mareada. De repente me di cuenta de que no estaba respirando, así que tomé aire en un respiro irregular, el cual parecía sacarla de allí.

Se retiró, pero dejó sus manos en mi cintura, sosteniéndome.

—Será mejor que nos vayamos. Si tu hermano se entera de que he estado contigo

durante todo el día, se molestara —dijo con fingido horror, haciéndome reír.

En lugar de sostener mis manos para ayudarme a llegar al lado, continuó

sosteniéndome por la cintura, patinando en reversa mientras me arrastraba. En

realidad no sabía qué hacer con mis manos, así que las coloqué sobre sus

hombros. Cuando comencé a caerme de nuevo, se agachó y me recogió en sus

brazos, manteniendo uno de sus firmes antebrazos bajo mi trasero y forzando mis

muslos alrededor de su cintura con la otra mano como si yo no pesara

absolutamente nada. Se volteó en el lugar y patinó hacia delante, rápido. En

realidad, daba un poco de miedo. Sostuve mi aliento y lancé mis brazos alrededor

de su cuello, presionando mi cuerpo contra el suyo tan fuerte como pude,

probablemente ahogándola y sacándole la vida de golpe, pero no se quejó. En

lugar de salir por la puerta como esperaba que hiciera, patinó alrededor de toda la

pista de nuevo, para luego caminar fuera del hielo y bajarme en una banca.

¿Qué demonios fue eso?

—¿Por qué hiciste eso? —le pregunté, sintiéndome un poco incómoda de haber

tenido todo mi cuerpo envolviendo el suyo. Sin embargo, no sé por qué me sentía

incómoda al respecto, dado que ella envolvía el suyo contra el mío cada noche.

—¿Hacer qué, Ángel? —preguntó, mirando confundida.

Señalé el hielo.

—Patinar una vuelta más. ¿Por qué no simplemente tomaste la salida? Patinaste

pasándola —expliqué, frunciendo el ceño, pero al mismo tiempo sonriendo, ¡ésta

chica es realmente rara!

Parecía un poco incómoda, pero luego reacomodó su expresión a su habitual

sonrisa de “hago derretir a las chicas”.

—Me retrasaste todo el tiempo; simplemente quería una vuelta en la que pudiera

patinar de frente, eso era todo. —Se encogió de hombros.

Bien, ahora me siento un poco culpable de no haberle permitido divertirse por

haberme tenido que cuidar todo el tiempo.

—Abby, ve y patina un poco. Me quedaré sentada aquí, está bien. Tu también

debes tener un poco de diversión —le sugerí, regalándole una sonrisa.

Ella sonrió.

—Tuve mucha diversión. —Su expresión parecía completamente honesta, se

levantó rápidamente y fue por nuestros zapatos.

En el camino de regreso a la escuela pasó por el auto servicio de McDonalds.

—Hola, ¿puedo ayudarle? —preguntó el altavoz.

—Eh, sí, quiero un combo de Big Mac con coca-cola y uno de cuarto de libra con

queso con malteada de fresa. ¿Todavía hacen esas cosas de queso fundido? —

preguntó Abby.

—Sí lo hacemos —crujió el altavoz.

ella sonrió.

—Genial, un paquete de eso también, por favor. —Sólo la miré, un poco atónita,

acababa de ordenar mi comida y sabía exactamente lo que quería. Se volvió hacia

mí y frunció el ceño—. ¿Por qué me miras de esa forma? ¿Me equivoqué? —

preguntó, mirando ligeramente preocupada y bajando la ventanilla de nuevo listo

para cambiar la orden.

Negué con la cabeza mirándola con asombro.

—¿Cómo sabes lo que quiero?

Ella simplemente se rió y me miró como si hubiese dicho algo estúpido.

—Siempre pides lo mismo Ángel y adoras esas asquerosas cosas de queso pero no

las tienen todo el tiempo, así que… —se encogió de hombros y rodó el auto hasta

la siguiente ventana.

Bien, ahora está empezando a asustarme. ¿Primero, supo mi talla de zapatos y

ahora conoce lo que como en el McDonalds? Quiero decir, sé que probablemente

he venido aquí con ella y Jake mil veces, pero ni siquiera Jake sabe lo que ordeno y

es mi hermano, por amor de Dios. Abby se rió de nuevo y estacionó el auto en un

espacio para que pudiéramos comer.

Estaba hablando abiertamente sobre un concierto al que quería ir y de una película

que vio la semana pasada sobre zombies que según dijo, me habrían matado del

susto. Estaba sorprendida de cuán fácil era hablar con ella; nunca había pasado tanto tiempo con ella por mi cuenta antes. Usualmente estaba con Jake o con una banda de chicos, o tenía alguna sanguijuela adherida a su cuerpo, o estábamos

durmiendo. Era en realidad muy agradable y divertida. No podía dejar de

preguntarme por qué escondía su asombrosa personalidad; debería ser así más a

menudo.

—¿Puedo hacerte una pregunta, Ángel? —preguntó, mirándome con seriedad.

Asentí con la cabeza y terminé el resto de mi malteada—. ¿No confías en mí?

¿Cómo pudiste pensar que iba a hacerte daño más temprano en la escuela? He

tenido muchas oportunidades de tocarte o forzarte a algo más durante los últimos

ocho años, ¿no? ¿Por qué crees que te haría daño? —preguntó, luciendo muy

triste.

Tomé una respiración profunda.

—Fue solo que me tomó por sorpresa, eso es todo; confío en ti, Abby, de verdad.

Sé que no me harías daño, sólo que es difícil para mí, no me gusta que la gente me

toque. —Fruncí el ceño al no querer hablar de esto. Nunca nadie me había

presionado por detalles acerca de cómo hacía con mi padre. He rechazado ir a la

terapia desde que se fue, mi mamá y Jake han tratado de hablar de eso pero yo

simplemente no quería que nadie lo supiera. Estaba avergonzada de eso y de lo

que él acostumbraba a hacerme. Nadie nunca me había forzado a hablar de ello y

yo los amaba aún más por ello.

Abby tomó mi mano.

—Sé que no, pero nunca te lastimaría. Necesito que lo sepas —dijo trazando

círculos en la palma de mi mano. Todavía lucía realmente herida y molesta y quería

hacerla sentir mejor, pero no sabía cómo.

Lo único que podía hacer era decirle la verdad.

—Abby, cuando alguien me toca, mi corazón se acelera y comienzo a sentirme

mareada y enferma. Es algo sobre lo que no tengo control. Las únicas personas con

las que no me pasa, es con mi mamá, con Jake y contigo. Lamento si te molesto,

pero no puedo evitarlo. Confío en ti, de verdad.

Esto parecía hacerla sentir mejor y su rostro se iluminó.

—OK, está bien. Regresemos antes de que tu hermano tenga a los perros de

ataque listos para rasgarme la garganta —sugirió, riendo entre dientes. Me

acomodé en mi asiento mientras ella manejaba de regreso a la escuela. Entramos al

estacionamiento de la escuela cinco minutos antes de la campana de salida.

—Eh, Ángel, probablemente lo mejor sea no contarle nada de lo de hoy a tu

hermano. No se supone que pase tiempo contigo —dijo encogiéndose de

hombros.

No se supone que pase tiempo conmigo. ¿Qué significa eso?

—¿Por qué no? —pregunté confundida.

Me miró a los ojos de nuevo, haciendo que mi corazón se acelerara un poco.

—Jake lo dijo. Y toma en cuenta de que soy una “desagradable estupida” como tú

tantas veces has dicho. Aparentemente, solo quiero tocar tu muy agradable trasero

—dijo con una sonrisa—. Lo cual estaría más que feliz de hacer, si tú lo quieres. Ya

sabes, como pago por la clase de patinaje —bromeó, guiñándome un ojo.

Di un grito ahogado. Acababa de pasar todo el día con esta chica pasándola muy

bien y ella podía arruinarlo todo en una loca frase.

—Realmente eres muy desagradable a veces, ¿sabías? —gruñí saliendo del coche y azotando la puerta. Pisé fuerte en dirección al edificio de matemáticas donde debía estar, para por lo menos aparentar que había estado allí si caminaba en la dirección

correcta.

Vi a Jake a caminar hacia el coche, así que le di unos minutos antes de hacer mi

camino y meterme en la parte de atrás como si nada hubiera sucedido.

—Oye, Ambs, ¿tuviste un buen día? —preguntó Jake cuando entré en el coche.

—En realidad sí lo hice, todo el día excepto justo al final cuando alguien lanzó un

golpe hacia mí —le respondí con un encogimiento de hombros. Jake

inmediatamente le dio a Abby una palmada en la parte posterior de la cabeza.

—¡Ay, mierda, ¿Por qué fue eso? —preguntó Abby frotándose la cabeza.

—Por golpear a mi hermanita. —Jake se encogió de hombros.

—¿Cómo sabes que fui yo? —se quejó Abby. Me reí mientras Abby me lanzaba una

mirada sucia y saqué mi iPod.

—Ambs, viéndose como es viernes... —dijo Jake, apagándose.

Gemí, sabiendo al instante de qué se trataba. Su tradición semanal.

—¡No! ¡Ninguna fiesta! Vamos, Jake, ¿en serio? ¿Tiene que ser en nuestra casa

todas las semanas? ¡Ni siquiera hay juego esta noche! Se supone que es una fiesta

para después del juego. Quiero decir, ¿nadie más puede hacerla por una semana

para que no tenga que limpiar todo después de que se larguen tus idiotas amigos

borrachos? —pregunté, mirando a Abby de nuevo.

—¡Oye no me metas en esto; siempre ayudo a limpiar! —exclamó Abby a la

defensiva.

Suspiré, sintiéndome derrotada. Mi hermano hacía una fiesta en nuestra casa todos

los viernes por la noche porque no teníamos supervisión paterna, así que era más

fácil hacerla en nuestra casa. No sé por qué me molestaba en quejarme al respecto,

sucedía independientemente de si me gustara o no. Subí el volumen de mi iPod

para ahogar la voz de los chicos hablando sobre con quién se iban a enredar y miré

por la ventana. Pude ver a Abby tratando de hacer contacto visual conmigo por el

espejo pero no le hice caso y fingí que me perdía por completo en la canción.