La chica pelirroja
¡Aprovecha porque quiero que me folles muy fuerte y que me des tanto gusto que te grite pidiendo que me des más y más! Vaya cambio había dado la chica.
No hay nada como que te lleven a una reunión de amigos donde no conoces a casi nadie. Estábamos todos repartidos entre un sofá, un par de sillones, unas sillas y el suelo, alrededor de una mesa baja. Me habían presentado a unas cuantas personas y me llamó la atención una chica. Pelirroja, pero de las de color natural, piel blanca, algunas pecas en la cara y ojos claros. Aunque no participaba mucho, todos charlamos, picamos algo, tomamos unas copas echamos unas risas... y llegó la hora de echar el cierre.
Yo había ido andando, así que, una vez que bajamos al portal, pregunté quién iba calle abajo y se apuntaron a acompañarme un chico y la chica pelirroja. Empezamos a andar. Entablamos conversación, aunque ella seguía sin participar mucho. Llegados a una esquina, el chico dijo:
Yo me voy por aquí - así que continuamos solos la chica y yo. Por la conversación no parecía que fuéramos a ir más allá hasta que, de repente, se para delante de un portal.
Mi casa es ésta, ¿subes y nos tomamos la última?
Vaya sorpresa, la verdad. La miré. Era guapa y, además, era pelirroja.
- Claro - respondí.
Subimos al primero por las escaleras. Iba delante con una camiseta ligera de flores y unos pantalones ceñidos grises. Era delgada pero de caderas anchas y se dibujaba su culo apretado por esos pantalones. Llegamos a su puerta. Pasamos a un pequeño salón con decoración moderna y cuadros abstractos.
- ¿Qué tomas? - me preguntó. Le pedí una cerveza y ella se sirvió un gintonic con todo detalle.
Nos sentamos en el sofá. Nos miramos.
No eres de mucho hablar, ¿no? - le dije y aproveche para acercarme un poco más. Ella me miró, dio un sorbo al gintonic y se acercó también.
Me has gustado cuando nos han presentado esta noche - me respondió.
Yo tengo debilidad por las pelirrojas.
Sonrió y preguntó - ¿Y te has llevado a muchas al huerto?
Yo le respondí - No te creas.
En ese momento se acerca a mi oreja y susurra:
- Aprovecha porque quiero que me folles muy fuerte y que me des tanto gusto que te grite pidiendo que me des más y más.
¡Cuánto cuentan las palabras a la hora de calentar!. No la había tocado aún y ya me estaba poniendo a cien. ¡Vaya cambio ha dado la chica! ...y la noche. Con lo tímida que parecía en grupo y ahora me estaba invitando a follar directamente.
Dejé la cerveza en una mesa baja, la tumbé en el sofá y me eché encima. La empecé a besar mientras mis manos buscaban el borde de su camiseta y ella me agarraba el culo y apretaba mi paquete contra su entrepierna. Tire de la camiseta por encima de su cabeza y la lancé por detrás. Descubrí un sujetador blanco sencillo y semitransparente que cubría un bonito escote y dejaba intuir unos pezones pequeños. Ella soltó los botones de mi camisa de forma apresurada y la lanzo igualmente. Desabroché su pantalón e intenté tirar hacia abajo sin éxito. Me incorporé y agarrándolo de ambos lados liberé el pantalón de sus caderas de forma brusca. Lo saqué del todo tirando de las dos perneras. Ella llevaba un tanga blanco igualmente sencillo.
Levanté la vista y ella estaba expectante.
- Vamos, metémela... metémela hasta el fondo.
Me quité los pantalones. Tiré mis bóxer al suelo, aparté su tanga, agarre mi polla y la dirigí a su coño. Estaba parcialmente depilado con un triángulo de pelo sobre su raja. Estaba húmeda. Puse mi glande sobre su coño.
- Fóllame, venga, fóllame.
En un golpe seco metí toda mi polla en su rajita. Dio un grito. Empecé a empujar con fuerza, embistiendo cada vez más rápido. Levanté sus piernas sobre mis hombros y las agarre para ayudarme en los empellones. Ella gritaba de todo.
- Dame... sí... así... fóllame... así me gusta... dame fuerte, más fuerte.
Saqué mi miembro, la cogí de la cintura y la puse de rodillas sobre el sofá con el culo hacia mi y la cabeza sobre los cojines, mientras yo me quedaba de pie. Metí de golpe mi verga otra vez, mucho más fácil ya y volví a empujar con fuerza. Ella empezó a gritar otra vez.
- Sí... dame fuerte... más fuerte... así me gusta... sí.
La tenia cogida por las caderas y sonaba cada choque de mi cuerpo con sus nalgas. Sus gritos se hacían cada vez más fuertes.
- Me voy a correr... sigue... sigue... me voy a correr - Ella llegó al orgasmo y yo estaba a punto. Saqué mi polla y me corrí sobre su espalda y su culo, manchando también su tanga.
Yo estaba decidido a que no pudiera aguantar, así que sin tiempo para recuperar, la senté en el sofá, abrí sus piernas, me puse de rodillas frente a su rajita, tiré bruscamente de su tanga y empecé a chupar su coño mojado totalmente por sus fluidos.
- Qué cabrón eres, te has picado - me dijo mientras me agarraba el pelo.
Mi lengua jugaba con su clítoris y recorría su rajita de arriba a abajo. Ella gemía de nuevo.
- Así me gusta... sigue... vas a hacer que me corra otra vez... ¡sigue!
Yo ya había metido un par de dedos en su coño y seguía lamiendo y mordisqueando su clítoris. Miré hacia arriba y ella estaba disfrutando con los ojos cerrados una mano en mi cabeza. Volvía a gritar más fuerte y se movía para acompañar mis movimientos que eran cada vez más rápidos. Ya tenía cuatro dedos dentro de su rajita y el ritmo se había vuelto frenético. Ella pegó un grito mientras se agarraba al sofá y llegó al orgasmo. Noté el sabor de sus fluidos y como bajaban por mi mano. Aún así, continué chupando y succionando a la vez que rodeaba sus dos piernas y levantaba su coño para chuparlo mejor. Su respiración se hacía cada vez más entrecortada y sus gritos no pasaban de monosílabos. Se agarraba y se frotaba los pechos que, con tanto movimiento iban saliendo del sujetador. Arqueaba la espalda, estiraba las manos y agarraba los cojines del sofá. ¡Parecía que iba a rasgar la tela! Mi lengua seguía trabajando... la verdad es que me estaba costando mantener el ritmo, pero veía que ella iba a volver a llegar al orgasmo.
- ¡Me muero... sí... dios, sí... no pares!
Hacía esfuerzos por mantenerse en el sofá. Ya se había sacado los dos pechos y echaba la cabeza hacia atrás. Se arqueó del todo, soltó un grito bestial y llegó al orgasmo. Solté sus piernas y se dejó caer exhausta sobre el sofá. Le temblaban las piernas y seguía agarrando los cojines. Le costó un rato recuperar el aliento.
- Joder, sí que te lo has tomado en serio.
Con esas palabras me estaba poniendo yo a mil.
- Ahora te toca a ti.
Se quitó el sujetador que ya estaba totalmente descolocado. Mientras yo me senté en el sofá. Tenía unos pechos bonitos y sus pezones aún seguían duros tras la sesión intensiva de sexo oral. Le indiqué que se subiera al sofá y de rodillas, se inclinó sobre mi verga, que empezaba a endurecerse otra vez. Empezó a chupar y succionar mi capullo con intensidad. Mientras yo acariciaba sus pechos y pellizcaba sus pezones. Su lengua jugaba con mi glande cada vez que metía y sacaba mi polla de su boca. La verdad es que estaba cansado, pero estaba disfrutando de aquella mamada. Bajé mi mano por su espalda y agarré una de sus nalgas, muy firme. Alcancé el agujerito de su culo y lo rodeé con mi dedo. Ella da un respingo, pero sigue chupando con fuerza. De repente se levanta, se sienta sobre mi y de golpe se inserta mi verga en su coño. Empieza a moverse hacia delante y hacía atrás. Mi polla roza con todo su interior. Juego con sus pechos y chupo uno de sus pezones. El ritmo empieza a subir. La cojo por el culo y la tumbo en el sofá. Levanto una de sus piernas y le meto otra vez mi miembro en su rajita. Empiezo a meterlo y sacarlo poco a poco. Ella empieza a dar pequeños gritos otra vez. Sigo empujando un rato. Se pone de lado a lo largo del sofá conmigo detrás. Tiene un culo espectacular. Busco con mi mano su ano. Intento dirigir mi verga hacía el agujerito pero ella la coge y se la mete en el coño. Empiezo a empujar desde atrás. Parece que no voy a poder meterla en ese culito. Mientras sigo empujando acaricio sus pechos con mis manos. Ella ya está gritando de nuevo y eso me pone cada vez más.
- Dame... sí, por dios, dame fuerte...
Yo embisto cada vez más fuerte y más rápido. Nuestros cuerpos están ya sudados. Ella se queda boca abajo sobre el sofá y yo sigo, encima, empujando con más fuerza. Me voy a correr en nada. Me levanto y me quedo de pie. Ella se incorpora sobre el sofá y me coge la verga. Se la mete en la boca y empieza a chupar con fuerza. Yo ya estoy a punto. Ella aumenta el ritmo. Cojo su cabeza y acompaño su movimiento. Yo voy a explotar ya y ella lo sabe. Coge mi polla con la mano y la saca de su boca en el justo momento en el que suelto el primer chorro, que cae en parte sobre su cara. El siguiente se queda en su escote. Sigue masturbándome durante un rato. Con dos dedos recoge parte del semen de sus pechos, me mira y se lo pasa por los labios.
Nos quedamos tirados sobre el sofá, recuperándonos.
- Supongo que la noche aún no ha terminado, ¿no? - me dice.
Esta pelirroja ha sido todo un descubrimiento.
- Como me digas que te vas, me voy a tener que masturbar pensando en lo que podríamos haber hecho.
La miro. La verdad es que es muy guapa y tiene un cuerpo muy muy sensual, pero además te pone a mil sólo con lo que dice. Es la magia de la sugestión.
- A lo mejor me quedo y veo como te masturbas - le respondo.