La chica del pelo rojo. 6 : mi hermana Scarlett
... te prometo, Sofi, que solo me follaré a tu marido, no más de tres o cuatro veces por semana
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Creo qué a estas alturas debo contaros cosas acerca de mi madre y mi hermana, porque ambas son protagonistas relevantes en mi historia y en mi vida.
Mi madre, Melanie O’Hara — Mélany como gusta que le llamen — nació en Dublín en 1986. Su infancia convulsa precedió a una adolescencia turbulenta pues sus padres más que esposos eran rivales y las peleas diarias terminaron cuando alcanzaron el divorcio. Mélany, con apenas cinco años, pasó al cuidado de los abuelos maternos que, para entonces, trabajaban y vivían en Londres y allí, con los abuelos, conoció la armonía de un verdadero hogar, el cariño de una familia y sobretodo la libertad que le ofrecía la gran ciudad.
Mélany,s, consiguió un empleo sirviendo pintas en un Pub . Fue su primer trabajo y allí conoció a su primer amor, Henry, quien la hizo mujer con la consecuencia de que dos meses después descubrió que estaba embarazada y su primer amor desapareció sin decir adiós. En resumen, que la joven pelirroja irlandesa dio a luz —con apenas quince años— una preciosa niña morena a la que decidió llamar Scarlett, quizá por el nombre de la heroína de la película Gone with the wind y la famosa frase: “Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre”.
Pero volvamos a la realidad del momento actual. Tras la fuerte discusión con Mélany en la que me echó de casa, los besos y abrazos con mi hermana y mamá me hicieron sentir nuevamente arropada por el calor del hogar. Deshice la maleta, me desvestí y me lancé a mi querida cama de la habitación que compartía con Scarlett, tapándome con la sábana hasta las orejas, pues estaba muy cansada por la intensa tarde que mi novio me regaló; aún lo notaba entre mis piernas abiertas y...
—¿Qué piensas, nena? —susurró Scarlett en mi oído. Estaba tan absorta en los dulces momentos de la tarde que ni noté que mi hermana se había deslizado en mi cama aplastando los pechos desnudos en mi espalda.
—¡Jo, Scar, estoy terriblemente agotada! – exclamé al tiempo que me giraba hacia ella con lo que sus oscuros pezones se clavaban en los míos que los tenía doloridos por los mordiscos de mi novio – ni te imaginas las maldades que Fran me ha hecho esta tarde... bueno, nos hemos hecho los dos; hasta el punto de que mi cuerpo parece un colador. Así que, lárgate a tu cama que mis agujeros necesitan una tregua.
—¿Una tregua? Mira, Sofi, una mancha tapa a la otra y tus agujeros te los voy a chupar como cada noche; no sea que te acostumbres a sus labios y olvides los de tu hermana – mientras hablaba su muslo separó los míos y el roce en mi zona erógena hizo que aumentasen varios grados la temperatura de nuestros cuerpos.
Y ocurrió lo de cada noche: Scarlett restregaba la oscura vagina contra mi boca a la vez que la mata de vello moreno barría mi mentón, aunque a menudo deslizaba los senos a mi boca y me hacía comer su preciosas tetas ,que eran mi plato favorito, pues sin ser pechugona, los pechos duros lucían arrogantes coronados por los pezones oscuros y orgullosos, que siempre destacaban bajo sus camisetas. Así, lamiendo nuestras tetas y vaginas nos pasamos más de una hora con múltiples convulsiones, puesto que, ambas conocíamos nuestros puntos más sensibles. Mas cuando noté la punta de su lengua hurgando en el ano mientras separaba mis glúteos di un salto.
—Pero, ¿qué os pasa a todos con mi culo? – chillé descompuesta – ¿No es suficiente con mi coñito, las tetas y mi boca multifuncional que os ofrezco sin esperar nada a cambio?
—A ver, Sofi, ¿tu boca multifuncional?
—¡Pues sí! Es multifuncional porque igual traga la porra de mi novio, como el coño de mi hermana y sus correspondientes fluidos que llenan mi boca.
—No te quejes, nena. Hasta en eso somos parecidas, tan solo con olerte y aspirar tu esencia, un torrente de flujo vaginal corre desde mis paredes hasta depositarse en tu boca, como ahora mismo...
Nuestros labios se unieron de nuevo e intercambiamos lenguas y los jugos que aún llenaban nuestras bocas. El cuerpo de Scarlett es poderoso, pues aparte de los turgentes pechos, las piernas, caderas y el firme trasero inmovilizaban mi cuello y cintura haciéndome sentir como una muñeca de trapo, presa de un placer intenso y dulce a la vez y eso sucedía cada noche. No pude evitar comparar las emociones que sentía con mi hermana con las que me daba Fran; ¿se puede amar a dos personas tan distintas a la vez? ¿mi novio aceptaría mi relación carnal con mi hermana o se echaría a correr?. Una cruel angustia me atenazó, porque amaba a Fran y el futuro que me ofrecía era ilusionante: formar una familia con nuestros numerosos hijos y entregarle cuanto él ansiase.
—Scarlett, tenemos un problema – dije mirándola mientras separaba mi cuerpo.
—¡Vaya, eso mismo dijo el astronauta del Apolo 13! – Sca reía feliz – Tú y yo jamás tendremos problemas que no podamos resolver, cariño. Nuestro amor está por encima de todo.
—Ese es precisamente el problema, Scarlett. Nuestro dulce amor al que ninguna vamos a renunciar. Pero también amo a Fran con todo mi corazón y el futuro que él me ofrece colma todos mis deseos. Voy a aceptar su propuesta de matrimonio. – concluí con tono firme.
—¡¿Y yo qué?! ¿Vais a dejarme tirada en la cuneta? – las lágrimas que resbalaban por sus pómulos caían sobre mi pecho y me eché a llorar con desconsuelo.
—Nunca te dejaré tirada, cielo. Tú formas parte de mi vida y donde esté yo, tú siempre me acompañarás.
Dicho esto, le conté con detalle cuanto ocurrió esta tarde entre Fran y yo. Se lo conté todo, desde que salí de la cafetería, nuestro beso bajo la lluvia, hasta que regresé a casa y cené la tortilla. Un denso silencio nos envolvió tras el relato. La cara de mi hermana seguí apoyada en mi pecho y alzando la cabeza musitó: — Entonces... ¿no le hablaste de lo nuestro?
—Le hablé de ti, pero en concreto no vi necesario mencionar nuestro amor incestuoso, aunque sí le conté mis preferencias por el sexo con chicas y le dejé claro que mi relación con mujeres debía aceptarlo.
—¿Y?
—Pues aceptó... aunque, mira Scarlett en ese tema tengo dudas porque cuando me habló de nuestra boda apuntó que cuando fuese su esposa debería elegir, aunque poco después mientras concretábamos la iglesia en la que nos casaremos y los hijos que tendremos, añadió algo que entendí como una aceptación a mi bisexualidad.
—¿Qué dijo, Sofi?
— ...que hagamos lo que hagamos, sea siempre juntos, cogidos de la mano.
—¡Uy cariño! ¡Eso soluciona nuestro problema! – mi hermana reía feliz apretando mi cuerpo, mordiendo el pezón de mi teta izquierda.
—¿Cómo soluciona nuestro problema? – cuestioné frunciendo los labios, asombrada por sus carcajadas.
—¿No lo ves, Sofi? – me miraba riendo como una loca – A mí no me importa que te coja la mano o el pie mientras nos comemos las dos cada noche...
Aparté bruscamente su cuerpo del mío. Su propuesta era indecente, porque una cosa es que Scarlett me haga soñar cada noche y otra bien distinta que pretenda colarse en la cama con mi novio.
—No pensarás hacer un trío con Fran ¿verdad? – siseé entrecerrando los ojos.
—¡Pues mira, nena, la verdad es que tampoco me importaría pasar nuestra luna de miel en Venecia! – reía mientras alzaba los brazos sobre nuestras cabezas con lo que uno de sus pechos se aplastó en mi nariz para más inri –¡será delicioso viajar a Italia con nuestro novio!
—¿Nuestro novio? – ahora sí me enfadé, pero intenté contener la furia. Las ganas de estrangularla – Vamos a ver, hermanita , bastante me ha costado encontrar un hombre como Fran, dispuesto a llevarme al altar y llenarme de hijos. Ahora vienes tú y pretendes que lo comparta ¿eh?, pues ya te digo que NO. ¡A mi marido no lo comparto ni contigo ni con nadie! – grité.
—Pues tú decías hace un rato que yo formo parte de tu vida. Que siempre te acompañaré. – dijo haciendo un puchero. No sé sin fingía, pero en cualquier caso su triste semblante me conmovió.
—¿Sabes qué, cielo? – ella negó con la cabeza con los párpados alicaídos – pues que “donde comen dos, comen tres” , así que tú siempre estarás a nuestro lado; incluso te dejaré que te folles a mi marido, de vez en cuando.
—¿De verdad, amor mío? – su sonrisa nos iluminó a las dos – Te prometo que solo me follaré a tu marido, no más de tres o cuatro veces por semana, tampoco es plan de que abuse de la generosidad de mi querida hermanita .