La chica del pelo rojo. 4: ¡soy la pelirroja!

Ya está bien que sea él quien relate mis emociones, porque siempre lo hace desde la óptica machista y, ¿nosotras qué?

Sofía

Estoy muy enfadada, rectifico, estoy sumamente cabreada por lo que ocurrió en la tarde que Fran y yo nos comprometimos. Nos juramos amor eterno arrullándonos entre besos y caricias, ansiosos por “firmar el acuerdo” , romperme el himen y fundir nuestros cuerpos en una masa de cera que se derretía por el fuego que nos abrasaba.

Sí, sé qué eso queda muy romántico y bonito, pero si os digo qué, desde entonces han pasado cinco días y no he vuelto saber nada de mi novio, ¿a qué no os parece tan bonito?, ¿eh? Pues vale, mejor os lo cuento:


Dejé caer la espalda sobre la sábana, pero esta vez con las piernas bien abiertas para facilitar la entrada de mi novio, quien se colocó sobre mí apoyando la dura erección entre mis labios y muy suavemente empezó a resbalar hacia adentro; no pude evitar la rigidez de mi espalda cuando el glande chocó contra el himen, que también estaba rígido y opuso cierta resistencia a la perforación.

—Relájate, nena. Te dolerá un poquito, aunque luego... — en ese momento sonó su móvil.

—No lo cojas, cariño, deja que suene. ¡Desgárrame aunque duela, pero....! — el móvil no cesaba de sonar, Fran alargó el brazo y miró el número entrante y, de inmediato salió de mí, saltó de la cama y atendió la llamada hablando en inglés en tono algo alterado.

Yo quedé boquiabierta, porque era la segunda vez que su glande casi entraba en mi ... eso , pero en ambas me quedé con el casi ¿tan importante era la llamada para dejar a su novia despatarrada? ¿No podía haber devuelto la llamada en un par de horas, que es el tiempo que necesitamos para saciarnos? Como no supe darme ninguna respuesta me obligué a escucharlo. Discutía con una tal Lana sobre un guion en que debía rectificar los diálogos, así estuvieron durante veinte minutos, más o menos, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando escuché las dos últimas frases de mi novio antes de cerrar el móvil: — I'll take the flight tonight .................... I love you too, Lana

—¿Cómo qué te vas esta noche? — rugí muy, muy cabreada — ¡Además tendrás qué explicar quién es esa Lana a la que dices amar! —, también yo salté de la cama, encarándolo.

—¡Joder, Sofi ¿nadie te ha dicho que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?

—¡Las conversaciones de mi novio no son ajenas, sobretodo cuándo habla con una zorra con la que se va a revolcar ésta misma noche!

—Cálmate, nena —dio un paso al frente y me abrazó a la vez que acariciaba mi cabello —Lana Williams es mi jefa, la directora de producción ejecutiva e insiste en que debo estar presente en el rodaje de la serie de la que soy guionista. Pensaba decírtelo mañana, pero las cosas se han precipitado. Por cierto, no suponía que hablases inglés.

—¡No voy a calmarme, Fran! Tengo claro que para ti soy una chica para pasar el rato, vamos, para el precalentamiento. Pues quiero que sepas que hay montones de tíos dispuestos a destrozarme.  ¡No puedes imaginar las propuestas indecentes que soporto cada día ...! — deshice el abrazo me encaminé a la cocina y me enfundé la braguita que estaba en la secadora. Volví a encararme a él, que me había seguido — La culpa es mía por olvidar que soy una vulgar camarera, por creer que nuestro beso bajo la lluvia mientras me empujabas contra el muro significaba el inicio de nuestra historia de amor y ....

No me dejó terminar de explicar mis razonamientos. Agarró mi cintura y en volandas me tumbó sobre la isla central de la cocina  me aplastó con su cuerpo y sus labios buscaron los míos pero yo giré a un lado la cara a la vez que con los puños cerrados intentaba inútilmente apartar su pecho del mío, pero tuve que desistir; la diferencia de peso y estatura era notable y me sentí pequeña, indefensa y a su merced.

—Eres tozuda, Sofía. — hablaba bajito en mi oído — Si lo que pretendes es ponerme celoso pierdes el tiempo. Veo cada mañana cómo te desnudan tanto hombres como mujeres con miradas procaces y eso es exactamente lo que hago yo. ¡Entérate,  eres mía y no voy a consentir que ....

—¡Me estás aplastando! ¡No...pued..o respir... ar! — gemí abriendo la boca para tomar aire. Acomodó el cuerpo y separó levemente su pecho del mío. El oxígeno llenó mis pulmones y entonces hablé yo suavemente— Entérate tú que no eres mi dueño. Te lo puse en bandeja y has despreciado cuanto te ofrecí y ¿sabes qué?

—¿Qué?

—Tus promesas suenan como una canción en coreano: me gustan, pero no las entiendo. Decidí acostarme contigo solo por el entusiasmo que muestra mi hermana cuándo me explica lo divertido que es el sexo con chicos, pero hoy he podido comprobar que prefiero el sexo con mujeres: disfrutamos ambas y punto. Sin falsas promesas de futuro ni compromiso alguno.

—Pues para no haber disfrutado has tenido un montón de orgasmos, Sofi —dijo en tono tenue, tras unos momentos de silencio que nos tensó a los dos.

—También los tengo con mi succionador satisfyer ¡y eso no significa que esté enamorada del cacharro! —chillé mirándolo retadora. Inmediatamente me arrepentí de las inadecuadas palabras al notar su gesto decepcionado, de dolor sincero. Mi desasosiego aumentó cuando se alzó dejando mi cuerpo semidesnudo sobre el frío mármol de la isla. Él salió de la cocina  mientras yo me acurrucaba llorando como una tonta.

Las lágrimas rodaban  por mis mejillas, no por sentirme humillada ni por su desplante al dejarme tirada en la cocina con mis braguitas negras; la cruda realidad me iluminó de repente, como un relámpago en una noche de tormenta: Fran me entregó esta tarde los momentos más inolvidables de mi aburrida vida, contagiándome su ilusión, su esperanza de una vida en común, incluso me habló de boda. ¿Y yo qué hice? pues el ridículo, como siempre, hablarle de mi inclinación sexual por las chicas y del succionador eléctrico que mi hermana se había comprado y que me hizo probar .....

—Debo irme Sofía, —él volvió a la cocina vestido con un traje veraniego Príncipe de Gales, portaba una maleta en la mano y colgaba una bolsa de piel del hombro. Un caballero británico guapísimo. Su gesto era triste, muy triste. Me puse en pie y le arreglé el cuello de la camisa que estaba algo doblado, con mi cara húmeda por las lágrimas.

—¿Y la corbata, cielo? —musité mirando el segundo botón de la camisa, porque si miraba sus ojos era consciente de que mis rodillas se doblarían y me arrodillaría agarrando sus piernas.

—La llevo en el bolso. Dispongo del tiempo justo para embarcar en el vuelo a Londres. —su voz era fría y distante. Ausente de emoción — Ahí tienes las llaves de casa, —señaló a la encimera — preferiría decir nuestra casa, pero sé que no lo es, pudo serla, pero tú has explicado claramente que no podemos seguir fingiendo nuestro amor —pausa y siguió — Quiero que sepas, Sofía, que conservaré intactos los recuerdos de la primera vez que amé a una mujer. Sin condiciones. Sin mentiras; pero, si no puedo retenerte a mi lado lo mejor que podemos hacer es decirnos adiós.

—Fran, cariño. Perdona mis arrebatos, mis estúpidos comentarios   ...... — de puntillas buscaba sus labios abrazada a su cuerpo para retenerlo. Pero esta vez fue él quien apartó la cara, puso la mano libre en mi hombro y me separó. Dio media vuelta dirigiéndose a la puerta del piso y la abrió.

—¡Ah, se me olvidaba! Te agradeceré que, cuando te apetezca, eches un vistazo a nuest ... a mi casa y si alguna noche quieres dormir aquí con cualquiera de tus amigas o amigos, tampoco me importará. Dio un portazo al cerrarla, aunque creo que pudo escuchar mi grito desgarrado ¡¡¡ capullo !!!