La chica del metro

Acontecio en el metro, donde los cuerpos se pegan y se pegan... de mas.

La Chica del Metro

Omar Fernández Russo

Caracas 1999

No pensaba montarme en el metro ese día, no imaginaba que mi carro iba a fallar y, por lo tanto, no tuve mas remedio. Eran casi las 5pm. Tenia una cita a las 6pm y no debía llegar tarde. El automóvil no prendió. Ni remedio. Lo deje. No intente repararlo y salí del estacionamiento, apresurado, subí las escaleras, me encontré en la plaza y luego descendí buscando la estación del metro. Así lo hice los más rápido que pude. Había mucha gente en la misma dirección, con el mismo propósito. Hombres y mujeres, presurosos, angustiados por llegar temprano a su destino, por tomar el metro antes de que se congestionara mas. Así pensaba y de igual manera actuaba.

Compre mi ticket y baje al anden. Me acomode como pude ante tal cantidad de personas esperando el tren. Imaginaba la dificultad para entrar al vagón y pense que seria muy difícil lograrlo en el primer intento. Llega el tren y no entre sino que me entraron y no se como pude asirme a uno de los tubos que hay, y allí me asegure. ¡ Cuanta Gente! Vi, enfrente de mi a una joven, de unos 20 años, con una blusa muy ligera, morena, pelo castaño, boca atrevida y senos protuberantes. Me miro. Estabamos muy cerca el uno del otro.

Mi mano, aferrada al tubo, estaba a la altura de sus senos. Y de repente vi, con mis ojos que ella los acercaba y comenzaron a rozar mi brazo y los acercaba mas hasta que los pego completamente y los sentía, íntegros, grandes, duros, con hambre de rozarlos contra algo, contra alguien. Me encantaba aquella relación cómplice, divina, sintiendo sus senos y el olor de su cuerpo. De repente sentí su mano en mi sexo. Lo sentí y no podía creerlo. Me tocaba con su mano, como descuidadamente, esa que agarraba su cartera. Con el movimiento del metro y le gente, sus senos se pegaban mas y su mano se hundía entre mis piernas. Ella mirando hacia un lado y yo hacia el otro. Me excitaba mucho saber de su necesidad de sentir mi pene, ya erecto, y apretujar sus senos en mi antebrazo, casi con furia y a cada frenazo del tren se venia mas hacia mí, se apretaba y acercaba mas su mano en mi sexo duro, hambriento, ahora.

En una de las paradas, la salida y entrada de la gente nos obligo a movernos y colocarnos en otra posición. Esta vez ella se voltea y tomo una de las agarraderas aéreas del vagón. Yo me coloque detrás y pude ver sus nalgas, cubiertas bajo ese pantalón, ajustado, beige, que demarcaba perfectamente su ropa interior, su hilo, que permitía sentir sus carnes, protuberantes, con extraordinaria claridad. Baje mi mano y, como si fuese sin querer, toque con cuidado su nalga, la izquierda. Sentí que ella se movía y buscaba que me fuera al centro, al medio de esas nalgas hambrientas y allí se fue mi mano. Las toque y sentí la profundidad, la dureza, la textura, palpe el deseo de esta hembra que le guste que la toquen en el metro. Mi sexo estaba que reventaba el pantalón y quería ser apretujado contra ella.

No me atrevía. Por ahora la tocaba y deseaba, mas que nunca, que no llegáramos, nunca. No sabia ni donde estaba. Yo solo sentía esas nalgas en mi mano inmóvil, como muerta. Pasaba de una nalga a otra, con el vaivén del tren y el movimiento de la gente, la tocaba y siempre sentí la necesidad de voltear mi mano y agarrarla, tocarla descaradamente y meter mis dedos en su abertura. No lo hice, no me atreví. Estaba muy mojado y mi excitación iba en ascenso. La seguí tocando mas fuerte y experimentaba un gran placer cuando le sentía que se echaba hacia atrás buscándome y buscando mi mano, esa que se metía entre la abertura de sus nalgas duras y hambrientas.

El tren hizo una parada mas y ella, sin mirarme, dio vuelta, se apretó mas a mí, mucho más, pudiendo palpar casi todo su trasero, integro, con las líneas de su hilo, la curvatura de las nalgas, y se salió. Camino por el pasillo y no volteo cuando yo la vi al alejarse el tren donde me quede, solo y sin ella.

¡ Increíble ¡ me dije. No salía de mí asombro. Trate de recordar la hora en que aborde este vagón, la estación donde lo hice. Necesitaba volver a experimentar esto, de nuevo, debía volver a verla.

Al día siguiente me fui al sitio, a la hora aproximada en que aborde el vehículo, el día anterior. Comencé como un loco a localizarla, con la vaga imagen que tenia de ella, y no la conseguí. Hasta que luego de unos minutos apareció. Ahora tenia una faldita corta, de una tela suave, que se ajustaba a su cuerpo, delineandolo muy bien. Mi corazón comenzó a latir con prisa, pensando en como iba a hacer para mantenerme cerca de ella. El tren llega y la gente nos entra. Quedamos separados. Nos vimos a la cara por primera vez. Ella, creo yo, me dijo con los ojos lo que sentía. Quería que nos acercáramos y, en la siguiente parada, hubo movimiento de pasajeros e hicimos un gran esfuerzo y nos colocamos frente a frente. Sentí sus senos en mi pecho y su mano, con una rapidez insólita busco mi sexo y lo agarro.

Esta vez con sus dedos. Sin decir nada, si mediar palabras o gestos. Lo agarro y lo sobo y lo fue parando, parando hasta que lo sintió bien erecto, duro, grande. Lo apretaba, lo sobaba. Llega una parada. Se bajo gente y subió el doble. Estabamos como en una lata. Las puertas se cerraron y el tren arranco para hacer el recorrido mas largo del sistema.

Al arrancar, ella, como planificado, me bajo la bragueta y lo saco, lo agarro y comenzó a masturbarme, sin mirarme, sin hablarme, sin decirme. Sus senos contra mi pecho y sus manos en mi miembro erecto manejándolo con maestría y hambre. Calculo muy bien pues cuando estamos al llegar lo metió, a duras penas donde estaba y cerro, no muy bien, la bragueta. La puerta se abrió y ella se baja, igual a la ultima vez sin decir nada.