La chica del metro
No estaba seguro pero creo que te había visto también el día anterior y de que nunca antes habíamos coincidido. El primer día me llamó la atención tu forma de entrar al vagón tan despistada, sin saber bien donde agarrarte ni donde situarte. Estaba concentrado en el libro y pensé: una nueva.
Las 8:15 de la mañana. Como cada día… llegaba al andén del metro con paso lento. Los pies a esas horas parece que pesan más de lo habitual. La fuerza de la costumbre me hacía detenerme practicamente en el mismo sitio del andén: justo enfrente de donde esataría la primera puerta del penultimo vagón. Preparado para salir justo a la altura de mi estación de trasbordo. Miré el panel de avisos en el anden: “Proximo tren llegará en 2 minutos” Comenzaba la rutina. Saqué mi libro de bolsillo y retomé la lectura que había abandonado el día anterior al acabar mi viaje. Llegó el tren y ya estaba ensimismado en la lectura. Bastaba un pequeño vistazo para encontrar un pequeño lugar en el que apoyarse. Aquel día la puerta del otro lado del vagón estaba libre y me recosté en ella. Mirando por encima del libro. Practicamente las mismas caras de siempre. Personas desconocidas pero habituales. Casi todos tenemos las mismas costumbres. A veces, cuando el libro no es capaz de captar mi atención, me distraigo intentando crear historias alrededor de las personas que “conozco” del vagón, por la coincidencia de horario y espacio utilizado. Dos estaciones después de la mía, entraste. No estaba seguro pero creo que te había visto también el día anterior y de que nunca antes habíamos coincidido. El primer día me llamó la atención tu forma de entrar al vagón tan despistada, sin saber bien donde agarrarte ni donde situarte. Estaba concentrado en el libro y pensé: “una nueva”. Al verte de nuevo, mi reflexión fue: “vaya parece que será una de las habituales” Te colocaste en el hueco que quedaba al lado mío entre la pared y la puerta. Seguro que no te diste cuenta pero te miraba de reojo. La lectura se me hizo dificil. Me resultabas atractiva y tenías el encanto de la novedad, con ese aire de ingenua que te envolvía. Comencé a jugar en mi mente tratando de adivinar el motivo de tu viaje: trabajo tenía que ser trabajo porque no llevabas ninguna carpeta o libro que me hiciera pensar que fueras estudiante. Procedencia, por los rasgos… no parece española, apostaría a que es de algun pais de sudamerica. Las estaciones fueron pasando y llegó mi destino para el trasbordo. Me di cuenta que te quedabas en el vagón, tu viaje continuaba.
Al día siguiente, la llegada al andén fue distinta. Me hizo gracia encontrarme nervioso y puse especial cuidado en volver a situarme en “mi” sitio. Ni tan siquiera saqué el libro. Tan solo pensaba en que pasaran las dos estaciones. ¿Estará? Pues sí, alli estabas, otra vez en la misma puerta. Al entrar te miré directamente a los ojos. Supe que tu tambien me habías reconocido. Creo que los dos nos dirigimos una sonrisa de bienvenida. Solo faltaron los buenos días y un saludo afectuoso para habernos considerado amigos “de toda la vida”. Ese día la frecuencia de paso con el tren anterior debía haber aumentado y al llegar tú ya no quedaba sitio donde apoyar la espalda. El vagón estaba más lleno de lo habitual. Te situaste delante de mi y dandome la espalda. Como no iba leyendo reparé mejor en tu figura: llevabas un pantalón ajustado, las formas de las piernas y el trasero quedaban muy marcadas. Una camiseta de manga corta ceñida al cuerpo perfilaba también las curvas de tu cintura. Me gustabas. En la siguiente estación el andén estaba a rebosar de gente. Seguramente el tren anterior había tenido algun percance y habían desalojado. Las caras de la gente en el vagón y los gestos de fastidio fueron evidentes antes incluso de abrirse las puertas. Tocaba apretarse los unos contra lo otros. Tan solo unos instantes y el espacio se redujo al minimo entre nosotros. Habias mantenido la misma linea y estabas justo delante de mi. Entraron tres personas más en el último momento y al empujar, eliminaron la distancia por completo. Sentí como tu trasero se pegaba a mi cuerpo. Contuve la respiración. Era una situación incomoda. Trataba de disimular y no darle importancia. Era una mera casualidad. Sin embargo la naturaleza es traicionera o sabia, nunca se sabe. Comencé a sentirme excitado por la situación. Mi miembro comenzó a crecer dentro del pantalón. El pequeño movimiento del tren y tu trasero justo ahí colocado… Intentaba no moverme para que no pensaras mal de mí. Según aumentaba el pene de tamaño, fui pensando que ibas a notarlo tú también. El bulto en mi pantalón tenía que ser evidente. En la siguiente parada no se bajó nadie. Nadie se movió a nuestro alrededor. Tenía tu nuca a la altura de mi boca. Podía oler tu pelo y seguro que notabas mi respiración en el cogote. Además mi respiración se hacia entrecortada porque seguia intentando controlarme. Fueron tres paradas de excitación. Antes de llegar a mi parada tuve que hablarte por primera vez… casi susurré en tu oido. Sabía que no bajabas en mi estación por el viaje del día anterior. “Perdona salgo en esta. ¿Me dejas?” Tu respuesta me sorprendió: “Ya se que te bajas en esta. Es una pena” Me dijiste mirandome a los ojos y dedicandome una sonrisa cargada de sensualidad.
Mientras andaba en el trasbordo iba flotando. No creia lo que me había ocurrido. Con tu respuesta habían quedado claras varias cosas: Primera que tú también habías notado en que estación me bajaba y segunda que la situación de “acoplamiento” que se había dado no solo no había pasado desapercibida sino que te había gustado. Ese día, tanto el resto de viaje de ida como la vuelta al mediodía lo pasé pensando en como sería la reacción al día siguiente. Mi cabeza echaba humo y el calentón que se había originado en la mañana seguia latente. En el viaje de regreso pensé una locura. Total no tenía nada que perder por probar. Escribiría una nota atrevida y te la entregaría el próximo día que coincidieramos. Sin embargo, caí en la cuenta de que a partir del día siguiente lamentablemente mis horarios variaban por una semana. Entraba mucho más temprano. No dejaba de pensar en la situación y en como me había excitado. Pasaba los viajes en metro planeando como podía ser un encuentro furtivo contigo sin tener que salir del metro. Algo loco y apasionado. Me sorprendí a mi mismo rastreando las posibilidades de cada esquina, cada tramo de pasillo y andenes que recorria. En una semana lo había maquinado todo en mi cabeza. Era posible. Con riesgo pero cabía la posibilidad.
Después de una semana volvía al horario habitual en el que te había encontrado. Por la noche en casa, ya estaba nervioso. Redacté la nota y al leerla casi me hecho a reir de mi mismo. ¡Que barbaridad! Pero bueno… al fin y al cabo, en caso de rechazo con cambiar de vagón sería suficiente para no sentirme humillado.
Ese día entré al andén con paso decidido. Los pies parecían no estar tan pesados y me encontraba mucho más despierto. Internamente pensaba que era una tontería. Seguramente después de una semana habrias olvidado el incidente y hasta mi cara. Cuando el tren comenzó a entrar en tu estación el ritmo de mi respiración se aceleró de forma considerable. La nota estaba en mi bolsillo, la tocaba con los dedos y aun no sabía si me atrevería a entregartela. Al detenerse el tren, allí estabas, en nuestra puerta. Tu sonrisa amplia fue un consuelo y satisfaccion para mí. Esta vez, sí nos saludamos como amigos de toda la vida.
- Holaaaa. Pensaba que habias desaparecido. – dijiste desenfadada.
- Nooo que vaaa. Es que he tenido otro horario la semana pasada.
- Bueno ¿y cambias muy a menudo de horario?
- Pues depende, pero cada dos meses aproximadamente, una semana entró antes.
La conversación continuó de forma intrascendental. Nos presentamos, el tiempo y comentarios respecto a la frecuencia y ocupación del metro. Ya llegando a mi estación de destino surgió el tema del apretón “sufrido” en nuestro último encuentro. Aparecieron risas complices entre nosotros y supe con más certeza aún que no había pasado desapercibida mi excitación. Era el momento propicio y me lanzé, sacando la nota que había escrito en el bolsillo, justo antes de llegar a mi parada.
- Toma, he escrito esto pero por favor no lo leas hasta que me baje.
Y sin más sali del vagón casi huyendo como un adolescente que acaba de cometer una travesura. Me sabía de memoria el texto escrito: “Te espero mañana a las 6:15 am. Merecerá la pena el madrugón, te lo aseguro. Lo tengo todo planeado. Ven vestida con falda, a ser posible que no sea ceñida al cuerpo, sin bragas y… una chaqueta larga que cubra tus piernas. Me tienes completamente loco”
No hace falta decir que ese día no fui capaz de pensar en otra cosa. Apenas dormí y las horas pasaban muy lentamente.
Por fin llegó el día. Desde el momento en que entré en mi estación el ritmo cardiaco comenzó a acelarse. Era un manojo de nervios. Llegó el tren: las 6:07. Lo dejé pasar, no quería llegar antes de tiempo. Subí en el siguiente. Cinco minutos de espera que se hicieron eternos. Solo eran dos estaciones para salir de la incertidumbre. Tu estación…mis pulsaciones subieron aún más. Miraba el andén. El tren se detuvo, se abrieron las puertas…no estabas allí. Miré el reloj 6:16. Solo un minuto después de la cita. Dudaba… el pitido del cierre de puertas me hizo reaccionar. Casi me pilla el cierre pero conseguí salir. Alli estaba en “tu” andén. Había decidido esperar por si te hubieras retrasado. Miraba a todos lados. El cartel anunciaba: próximo tren llegará en 5 minutos. Ese sería mi límite. Mis pulsaciones fueron bajando unidas a la ilusión. Proximo tren 2 minutos. No viene. A saber lo que habrá pensado de mi nota. Creerá que soy un loco perverso. Noooo… allí llegaste casi al mismo tiempo que el tren. Venías acelerada y mirando el reloj. Llegaste hasta a mi. Nos dimos un beso de amigos en la mejilla. Pediste disculpas y me dijiste que pensabas que ya habría pasado. Entramos al vagón. Reimos. Te explique que había bajado para darte un tren de margen. Mis ojos te recorrieron. Solo con ver que habías obedecido las instrucciones del escrito me excité de una forma rápida y fuerte. Empecé a pensar que no llevabas bragas. Sudaba. Mis manos resbalaban. Tu tambien estabas nerviosa. ¿Dónde vamos? Preguntaste. Te hice un gesto… paciencia, pronto lo sabrás. Bajaremos en mi estación, te dije. Aceptabas, venias dispuesta a seguir descubriendo sorpresas. Llegamos y salimos rápido. Te agarré de la mano, como si fueramos novios. Caminabamos deprisa. Me seguias sin preguntar.
Diego de León, pasillo de enlace a la Linea 6.
- Este es mi recorrido habitual, te dije. Lo tengo todo bien pensado.
- Eso ponía tu nota, sí. – Reias
- Ahora verás.
Me detuve a la altura del lugar que había escogido. Un punto “muerto”, con poca visión desde el pasillo. Detrás del kiosko de prensa que a esas horas estaba cerrado. Te agarré por la cintura…abrazada. Nuestras bocas se buscaron sin preguntar, enlazadas nuestras lenguas. Pasión desenfrenada. Te invité con mis gestos a dar un paso atrás y apoyarte en la pared. Aun pasaban algunas personas procedentes de nuestro tren que estaban haciendo el trasbordo. No importaban… solo estabamos besandonos. Abrí tu chaquetón largo y metí mis manos por dentro de él. Buscaba tus nalgas por debajo de la falda. Mordía en tu cuello. Tus manos aferradas a mis hombros. Notaba como apoyabas con fuerza tus manos. Sentí un ligero escalofrío al encontrar la piel desnuda bajo la falda. Me habias hecho caso tambien en eso. Mi polla estaba al maximo de erección. Seguiamos besandonos como locos. Mi mano buscó rapida el centro, tu entrepierna. Tu sexo estaba humedo. Lo alcancé con mi dedo medio…se deslizaba con facilidad. Comenzaste a gemir, pegando tu cuerpo al mio al maximo. Me hablaste… Pero…¿aquí? Nos van a pillar… Nooooo espera y verás. Al momento se escuchó el ruido de un tren que llegaba en direccion contraria. Solo unos segundos después comenzó a pasar gente a nuestro lado. Mi mano seguia bajo tu falda pero apenas la movia. Pareciamos dos novios despidiendose, sin mas. Quizá algun beso más efusivo de la cuenta. Cuando ví que ya no subía nadie por la escalera mecanica supe que era el momento. De nuevo agarrandote de la mano te llevé hacia la escalera. Ven. No comprendias porque me dirijia a la escalera que ascendía, justo en direccion contraria. Te solté la mano y al instante comprendiste mi plan. Apreté el botón de parada de emergencia y la escalera se detuvo. Sin hablarme me dijiste con la mirada que estaba loco. Tanto como tu porque me seguiste. Lo tenía cronometrado. El siguiente tren del que bajaría gente para utilizar esa escalera tardaría 7 minutos. Bajamos unos peldaños agarrados de la mano y ente risas. El único riesgo era que alguien de seguridad acudiera para revisar el motivo de la parada pero a esas horas seguro que no acudían tan rápido para una “avería” sin mayor importancia. Tirando de tu mano invité a que te sentaras. Una persona bajaba por la escalera del otro lado y nos miró extrañado siguiendo su camino por obligación del automatismo. Ahora agachados, nadie del otro lado podía vernos. Mi mano se coló entre tus piernas… tenía unas ganas tremendas de agarrar tu sexo abiertamente con la palma de la mano. Mucho mejor que desde atrás y con la mano forzada como cuando estabamos de pie. Tu mano se dirigio al bulto de mi pantalón. Me palpaste sin dificultad… Rápido te encontré jugando con la cremallera, abriendola… Mis dedos agitaban tu clitoris… sin pausa. Estabamos muy excitados. Sacaste mi pene del pantalón y comenzaste a agitarlo fuerte… Dos dedos míos te penetraron clavandose en tu vagina… No se como pero tuve la sangre fría para mirar el reloj. Tres minutos y habría gente alli… No podía dudarlo.
- Ven. Date la vuelta. – Te diriji con las manos, sabias lo que pretendía.
Apoyaste las manos en un escalón mientras las rodillas descansaban dos escalones mas abajo. Levanté tu falda… La visión de tu culo al desnudo me impresionó mucho. Agarré mi pene con la mano y lo llevé hasta la entrada de tu sexo… Un empujón seco…Sentí como mis huevos chocaban en tus nalgas…Penetración profunda…Movimientos salvajes… te agarraba por las caderas, tirando fuerte… quería correrme, necesitaba correrme y que te corrieras conmigo… gemiamos, casi olvidandonos del lugar… De pronto, el ruido inconfundible de un tren que llegaba. Fue como una señal… dos embestidas… mi semen escapó en tu interior… sentí las contracciones de tu sexo al recibir el liquido tibio… Justo a tiempo… nos levantamos. De nuevo entre risas. Esta vez agarrados de la mano, subiamos las escaleras. Al mirar atrás, justo al fondo de la escalera llegaba el viajero más adelantado del tren. Por pocoooo.
De la mano volvimos al lugar junto al kiosko. Ahí seguimos riendonos. Sin parar de decirnos mutuamente entre risas que estabamos locos. Locos siiii, pero ha sido maravilloso. Nos despedimos. Cada uno retomaba el camino habitual de su trabajo.
La semana siguiente al volver a mi horario habitual, día tras día comprobé tu ausencia. Aún hoy sigo preguntandome que ocurrió y si algún día volveremos a encontrarnos.