La chica del gimnasio - 1

El inicio de la aventura de Marc con la chica del gimnasio

Nota del Autor: Sigo esta página desde hace años, y por fin me he decidido a aportar mi granito de arena. Esta primera parte es bastante light y no tiene apenas sexo, no voy a engañar a nadie, pero prefiero centrarme en explicar bien mi historia y porque pasó lo que pasó.

Empezar a ir al gimnasio es muy duro, pero mantener cierta estabilidad puede ser una tarea imposible. Marc no era un tipo deportista por naturaleza, a él le gustaba ver la tele y leer en sus ratos libres, no ponerse a correr en una cinta estúpida como si fuera un ratón. Pero estaba empezando a notar que ya no tenía veinte años y que si quería mantenerse un poco en forma tenía que realizar sacrificios.

Se había mudado con su pareja al barrio de la Verneda de Barcelona hacía poco, y allí encontró un gimnasio público que no estaba nada mal y que además tenía un buen descuento para parados. La empresa de Marc había realizado un expediente de regulación de empleo hacía un par de meses, y aunque tenía ahorros, todo descuento era bienvenido.

El gimnasio tenía una lista de actividades bastante variada, y le llamó la atención una en especial: Body Combat. Había visto algo por Internet, consistía en hacer sesiones de una hora realizando golpes "al aire", simulando boxeo, karate y diferentes artes marciales. Parecía divertido y los horarios le cuadraban bien, así que decidió apuntarse.

El primer día fue horrible. Al principio le costaba mucho seguir la coreografía, pero como era con música cañera y muy rock, era divertido. Además, había mucha gente que también iba perdidísima, y no se sintió un completo inútil. La sesión se dividía en 8 "tracks" (canciones), pero al cuarto track ya no podía con su alma. Bajó el ritmo y consiguió terminar la sesión, pero pensaba que se moría.

Los días siguientes fueron un infierno, tenía agujetas hasta en el culo, de tanto lanzar patadas y rodillazos. Pero pese al dolor, era realmente excitante notar como el cuerpo sufría y se adaptaba a la actividad física, así que no se dio por vencido y decidió volver. Y valió la pena.

El segundo día de body combat fue a media mañana en lugar de por la tarde, y había mucha menos gente. Se puso en cuarta fila y vio algo que nunca jamás podría olvidar. Justo delante suyo había una chica preciosa poniéndose unas cintas alrededor de las manos que terminaron convirtiéndose en guantes. Verla realizar ese ritual fue algo hipnótico, no podía quitarle ojo. Era una chica no muy alta, quizá metro sesenta y poco, con la piel blanca, y una cara bellísima. Pudo ver que tenía los ojos de color azul claro, y el pelo moreno con tonos rojizos. Llevaba una camiseta de tirantes azul y unas mallas, y lo que había dentro volvió a Marc completamente loco. Unos pechos perfectamente puestos se apretaban contra la camiseta, y el culo perfecto apretado que marcaba era de infarto.

Casi no se dio ni cuenta de que la clase empezaba. Mientras realizaba los golpes que le indicaba el profesor, no podía dejar de mirar a la belleza que tenía delante. Estaba fuera de si, bebiendo de cada imagen que le regalaba. Las diferentes posiciones que iban realizando le daban todo tipo de detalles sobre la anatomía de la muchacha, desde una visión perfecta de su culo en pompa hasta el canalillo infernal cuando se agachaba. Rindió como nunca en esa clase, sin perderse detalle de nada, grabándolo todo en su cerebro. Nunca podría olvidar ese día.

Al terminar la clase se fue casi corriendo con una media erección dentro de sus pantalones de deporte. Fue al vestuario a coger sus cosas y se marchó sin ni siquiera ducharse. Pero al salir, vio que el sueño aún no había terminado. La chica del combat pasó por delante, camino hacia la salida. Después del shock inicial, se incorporó y la siguió para no perderse detalle, quería gozar de su cuerpo un poco más. A cierta distancia, hizo el mismo camino que ella una vez en la calle, hasta que al cabo de pocos minutos entró un portal muy cercano al gimnasio y desapareció en su interior.

Triste y casi loco por la pérdida de la deliciosa visión de esa mujer, se le ocurrió una idea. Vio que los buzones del edificio estaban en el exterior... así que hizo una fotografía de todos los que tenían un nombre de mujer, unos treinta. Por suerte ningún vecino vio lo que estaba haciendo, así que terminó de tomar las fotos y se fue.

Una vez en casa, sin ducharse ni nada, y dominado por la lujuria, encendió el ordenador y entró en Facebook. Buscó uno por uno todos los nombres de las fotografías, hasta que al cabo de quince intentos, dio con ella. La fotografía de perfil era de muy mala calidad, salía ella con muy poca luz con la camiseta de la selección española. Pero daba igual, no podía aguantarse. Se bajó los pantalones y se cascó la paja más salvaje que se había hecho en su vida.

Cuando terminó, se pasó un buen rato espiando lo poco que tenía abierto al público en su perfil. La chica se llamaba Raquel. Vio que tenía una hija de unos diez años, que estaba casada, e incluso que trabajaba en el Zara. Guardó todas las fotos en las que salía sin su hija en su disco duro y se fue a la ducha.

Durante la semana, fue a todas las clases de combat que hacía el gimnasio, intentando cruzarse otra vez con ella, pero sin éxito. Nervioso, estaba realmente preocupado de que no fuera a la clase de la mañana, pero no fue así. Volvió, y repitió el excitante espectáculo para él.

Las semanas fueron pasando y cada miércoles por la mañana gozaba de las clases de body combat como si fueran una película porno. Marc nunca había sido infiel a su pareja, pero Raquel le tenía completamente hechizado. Pensaba constantemente en ella, en como sería tenerla desnuda a su la lado y acariciar cada esquina de su piel, en como sería penetrarla. Pero nada más. A veces se acercaba a ella y la saludaba antes de la clase, y tenían una conversación complemente banal sobre el gimnasio, pero Marc no dejaba de mirar su Facebook y la seguía cada día a la salida.

Pero llegó el día en que ella no apareció. Pasaron dos semanas. Tres semanas. Y nada, ni rastro de ella. Desesperado, decidió tomar medidas al respecto y jugársela, así que le envió un mensaje preguntándole como estaba, y luego una solicitud de amistad en Facebook a ver si podía contactar con ella. Intentó ser lo más educado posible, pero nunca se sabe como se va a tomar la gente una invasión de la intimidad en las redes sociales, pensó.

Por suerte no tardó mucho en aceptar la solicitud, y le contestó que estaba bien, pero que había perdido su trabajo y no había podido ir al gimnasio porque estaba gestionando los papeles del paro y haciendo cursos. Después de pensárselo un poco, decidió dar otro paso adelante y la invitó a tomar un café por si le apetecía hablar, explicándole que él también había perdido el trabajo y que la entendía. Se volvió loco de alegría al leer que aceptaba.

Marc no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, era como si su polla tomara el control de la situación cada vez que pensaba en Raquel. No podía remediarlo, así que directamente no planeó nada para su encuentro. Si había empezado todo aquello, lo justo era que su polla lo terminara.

Quedaron cerca del gimnasio. Marc se había puesto bastante en forma después de tanto trabajo en el gimnasio. No es que estuviera musculado, pero estaba bastante fibrado y había perdido gran parte de la tripa, así que podía permitirse llevar una camiseta y unos vaqueros ajustados que le hacían estar bastante guapo. Cuando ella apareció, estaba radiante. Llevaba una camiseta negra muy ajustada, y estaba preciosa. Y esos preciosos ojos hacían que no quisiera otra cosa que contemplarla hasta morir.

Se saludaron con dos besos, su primer contacto, y pidieron sendos cafés. Después de un poco de conversación banal sobre el entorno laboral, la polla de Marc tomó el control absoluto de la situación y soltó lo siguiente:

Mira, sé que lo que te voy a decir va a sonar un poco fuerte, pero necesito soltártelo hasta el final o no podré volver a vivir en paz Te deseo. Te deseo como nunca he deseado a una mujer. Eres espectacular, y no puedo dejar de pensar en ti, a todas horas. Tengo pareja desde hace años, y cuando me la follo, pienso en ti. Cuando me masturbo, pienso en ti. He tomado drogas alguna vez, pero nunca ninguna me ha enganchado tanto como tu, como tus ojos, como tu cuerpo. No tiene ningún tipo de sentido, yo nunca he sido infiel y nunca he sentido algo así. Quiero a mi pareja, nunca le haría daño, pero es que callar esto no es sano. Sé que estás casada, y sé que tienes una hija. No me importa. Lo que quiero es follarte, gozar contigo, hacerte disfrutar. Conocer cada rincón, cada tacto en tu piel. Aprender lo que te hace correrte, todo lo que te excita, y dártelo. Quiero saber a qué sabe tu coño. Quiero ver tu cara al tener un orgasmo. No te ofrezco amor, te ofrezco lujuria. Yo no quiero alejarte de tu familia, ni quiero que tu me alejes de la mía, así que te ofrezco toda la pasión que mi ser puede dar.

La cara de Raquel era de pura estupefacción, y así se quedó durante unos instantes eternos. Hasta que se levantó y se fue.

Al cabo de unas horas Marc recibió un mensaje en el Facebook.

De acuerdo.