La chica del espejo (fragmento)

Traducción de un fragmento obtenido en la web de PF.

La chica del espejo (fragmento)


Título original: Girl In The Mirror

Autora: Lizbeth Dusseau (c) 2002

Traducido por GGG, junio de 2002

Terrance volvió con ella en la oscuridad de su dormitorio, llamando a la puerta a medianoche. Cuando contestó, adormilada, la apartó de su camino y cerró la puerta tras él.

"Dejarás la puerta sin cerrar con llave para mí. ¿Lo has entendido?"

Al oír la orden se espabiló enseguida. "Pero si dejo la puerta abierta para ti, ¿no estará abierta para todo el mundo?"

"Nadie aquí te tocará por miedo a mi cólera. Todos saben que me perteneces."

"¡Pero no te pertenezco!" le soltó ella. Intentando mantener su desafío le miró a los exquisitos ojos mientras lo decía. "Al menos todavía no," se encontró pronto retrocediendo, arrepintiéndose de todas sus objeciones.

Él ignoró su comentario, como si entendiera lo que ocurría en su cabeza. Estaba aprendiendo lo que significaba rendirse. Eso podía llevar algún tiempo y algunos pasos errados.

"Dejarás tu habitación sin cerrar para mí por la noche," repitió la orden en un tono aún más firme. Su rostro joven pareció adoptar un aspecto más maduro, alejado del que correspondía a sus años.

"Sí, sí, lo haré," concedió ella.

"Ahora, quítate el camisón," ordenó con la misma voz decidida.

Era como una roca, una bella, fría, gélida roca. Y ella solo pudo responder a su frialdad con un horno de ardiente calor erótico que se derramaba sobre él. Como si estuviera en trance hipnótico se quitó el camisón y quedó en pie ante él desnuda... ahora parecía más desnuda de lo que nunca había estado en su presencia. No había venda que escondiera sus ojos, o callejones oscuros que ocultaran su cuerpo. Él también era consciente de esto, hipnotizado a su vez. La inspeccionó cuidadosamente, abarcó cada pulgada de su cuerpo y se encontró bastante satisfecho - aunque no se lo diría a Aimee.

"Date la vuelta y ponte de rodillas," ordenó

Le miró a los ojos con una expresión de súplica, "Pero yo..." empezó a objetar, pero antes de que pudiera terminar Terrance se echó atrás y abofeteó su cara con la mano abierta. No la derribó, aunque ciertamente era lo suficientemente fuerte como para hacerlo, pero la bofetada le escoció, provocando lágrimas en sus ojos. Se cubrió la mejilla con la palma y le miró aturdida.

"No toleraré vacilaciones... obedéceme ahora, o te arrastraré al corredor y te castigaré como Jonas hizo con su puta. Ahora date la vuelta y ponte de rodillas."

Respondió precipitadamente, adoptando rápidamente por sí misma la humilde postura, encogiéndose contra el suelo y abrazando las rodillas, con la cabeza casi tocando el suelo desnudo.

"Eso está mejor. No tomes a la ligera mi poder sobre ti. Te eché el ojo desde la primera vez que entraste a esta casa. Sabía que vendrías a mí, tanto si sabías que lo estabas haciendo como si no lo sabías."

No había espacio suficiente para andar a su alrededor mientras le enviaba el mensaje, así que se quedó en pie ante ella como un señor - un joven señor. Era extraño ver tanto poder en un hombre tan joven. Debía haber nacido destinado a los negocios, sin necesidad de aprender a ser amo. Le salía naturalmente.

Empezó a quitarse la ropa - la camisa, los pantalones y la ropa interior. Se sentó desnudo en la cama y se tumbó de espaldas, apagando la luz de la mesita de noche de Aimee y la llamó a su lado. "Entre mis piernas, muchacha."

Sus instintos la guiaron - o quizás era lo que había aprendido observando a Angelica y Jonas que explicaban como atender a las necesidades físicas de un hombre. Con la boca abierta y la lengua lamedora exploró el poderoso pene que brotaba de la entrepierna a toda máquina de Terrance. A duras penas podía meter toda aquella carne en la boca, pero entendía que no sería excusa para un fallo. Las esperanzas puestas en ella eran muchas... no solo las de Terrance, sino las que ella misma había puesto sobre sí. Le importaba sobremanera que estuviera contento con la actuación; así que con cada lamida de su lisa y circuncisa cabeza, con cada vuelta de su lengua a lo largo del rabioso troncho, y cada profunda succión de su garganta, vertía en el acto la pasión que extraía del gran almacén que acababa de descubrir.

"Más abajo, virgen," jadeó de placer, mientras empujaba su polla y su escroto hacia delante y separaba más los muslos. Aimee siguió con su trabajo, cubriendo sus huevos peludos con besos y chupándolos suavemente. Su mano la empujó aún más abajo, al hoyo de su culo donde su nariz aspiró el fuerte aroma. Su necesidad era evidente mientras forzaba su cabeza cada vez más abajo y levantaba ligeramente las caderas. Ella estaba en terreno extraño, lejos de sus propias imágenes de deleite erótico, pero estando allí, estaba perdida en las poderosas sensaciones de satisfacción lasciva que este grosero acto le proporcionaba. Con una mano en cada lateral de los carrillos de su culo las separó, fisgoneó y excavó con su boca para satisfacer la sensible carne. Profundizando aún más su lengua exploró la prieta barrera de su ano, sabiendo por los gruñidos de deleite, que estaba experimentando la misma tremenda sensación que ella había conocido cuando Angelica recorrió su agujero trasero.

Terrance tenía la polla en la mano, agitándola con fuerza, mientras ella penetraba con su lengua todo lo que podía en el estrecho espacio. Había algo de ritmo en su juego, el que ellos inventaban. Cuanto más se acercaba al clímax más se esforzaba ella en darle placer. Le trabajó a fondo, utilizando los dedos además de la boca.

"Eso es, virgen, clávala dentro," jadeó. Luego dejó caer la cabeza contra el almohadón, justo antes de que un gruñido final desde lo profundo de su vientre llenara de sonido la habitación. Ella no se detuvo porque se corriera sino que continuó hasta que la retiró tirando del pelo hacia su vomitante erección, donde ella lamió la espumosa corrida. Sin un segundo de descanso, Terrance se puso de pie justo instantes después de su último jadeo. Hombre de gran energía, no necesitaba recuperarse. Aimee, al contrario, estaba exhausta y yacía lánguidamente sobre la cama mientras el hombre se vestía.

"No cierres la puerta con llave," repitió su orden anterior.

"No, Señor," contestó sin pensar. Parecía estúpido llamar Señor a un hombre de su misma edad, pero la palabra salió de su lengua antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba diciendo, y, lo que era más importante, de lo que implicaba con respecto a su relación.

"Estarás disponible para mí."

"Sí," concedió.

"Sí, ya lo creo."

La dejó sin decir ni una sola palabra más.

Cuando Aimee volvió a pensar en él, tenía los mismos deseos en conflicto de ansia y repugnancia que tenía antes hacia él. Pero sus sentimientos estaban amplificados cien veces y eran más espantosos que nunca.

Tras esta primera noche en su dormitorio, Terrance vino por ella con frecuencia con el propósito de obtener placer mediante las crecientes habilidades de Aimee en el servicio sexual. Si ella ganaba algo con estas sesiones le preocupaba poco. Nunca la besaba. Nunca hacían el amor. Y ahora ella sabía que tras este hombre joven y frío había un corazón al que podría llegar, si le daban la oportunidad.