La chica del camping (5)
(os recomiendo seguir la serie desde el principio. Está clasificada en categorías diferentes) Durante el regreso de un fugaz viaje a Madrid, lo que parece ser un plan desenfrenado se vuelve una realidad antes de tiempo. Hablar mucho rato de locales liberales es lo que tiene...
En el día y medio que pasé en Madrid tuve tiempo de dejar el engranaje familiar perfectamente engrasado, de comer con una buena amiga que decía no reconocerme por la alegría que desprendía, de arreglar unos asuntillos financieros y de contarles a mis padres que volvía a Mojácar porque había tenido una intuición empresarial que podía funcionar. De manera que el viernes por la mañana, tras despertarme en casa de mis padres, lo tenía todo listo para volver a la playa. ¡Incluido el desayuno!
Obviamente había hablado con Eva varias veces por teléfono en ese tiempo para ir poniéndola al día. Ella, por su parte, me había ido contando sus andanzas. El miércoles, después de irme, se metió a currar en la recepción del camping y echó todo el día allí, incluido el turno de noche. Ayer jueves se pasó la mañana durmiendo y por la tarde se fue a “nuestra playa”. Mientras desayunaba me volvió a llamar para saber cuándo llegaría a Mojácar y para contarme los planes que había para la noche.
-¡¿Qué queréis ir a dónde?! –exclamé sorprendida y provocando la atención de mis padres –Nena, luego hablamos y me cuentas con más calma. Un beso -.
Eva había hablado de un local liberal de Vera y, como comprenderéis, no era un tema del que pudiera hablar delante de mis padres. Bastante confusión me producía ya a mí ese plan como para sumarle encima la controversia familiar. Y menos aún ahora, con los problemas que acabábamos de pasar. Así que no tuve más remedio que quitarle importancia a la charla cuando mi madre me preguntó por ella y, tras terminar el desayuno, me despedí cariñosamente de mis padres antes de emprender de nuevo el camino hacia Mojácar. En cuanto me subiera al coche tenía que llamar a Eva.
Tras abandonar todo el nudo de carreteras que rodean Madrid y estar ya en la N-IV camino de Andalucía, llamé a Eva desde el manos libres.
-¿Ya puedes hablar? –me dijo Eva tras descolgar el teléfono.
-¿Qué es eso de un local liberal? ¿Qué coño ha pasado en día y medio que no he estado ahí? -.
-¿Te acuerdas que ayer te conté que habíamos quedado para salir anoche? –me dijo refiriéndose al grupo de Gabi y esta gente –pues… ¡Hija! Me pillaron a mi sola tras lo del trío con Fer y… como sabes que soy de fantasía fácil… pues una cosa fue llevando a la otra y, al final, terminamos hablando de un local de Vera y de que estaría guay ir… -.
-¿Pero cómo que guay? ¿Ir quién? -.
-Pues todos, los seis –me dijo.
-¿Los seis? ¿Miguel y Elena también? Pero ¿Qué se nos ha perdido a nadie en un local liberal? ¿Y cómo es que Elena y Miguel dicen de ir? -.
-Pues porque… Mira Laura… Ayer durante mi interrogatorio Elena se rió de las velocidades que llevabas y que habías tardado menos que ella en pasarte a dos por la piedra… -.
-¡Qué graciosa! –le interrumpí.
-Pues sí, pero tiene razón so puta. La cuestión es que Elena… se soltó anoche la melena -.
-Mira… Casi que va a ser mejor que me cuentes la noche desde el principio porque, a retales, no me entero de nada –le dije –¿Qué paso anoche? -.
Eva me hizo un resumen pormenorizado de todo lo que pasó durante el rato que salieron. Me contó las cosas de las que habían hablado, las opiniones y reacciones de la gente y, poco a poco, fui entendiendo cómo habían llegado a la idea de ir a un local liberal. Al parecer tras las primeras risas a cuenta del trío que nos habíamos montado Eva, Fer y yo, la conversación continuó con una ración de confesiones de fantasías sexuales y Elena aprovechó para hablar, por primera vez, del morbo que le producía a veces eso de tener en la misma pandilla a tres tíos con los que se había acostado. Del momento confesiones saltaron a hablar de locales liberales y, después de que Eva dijera que ella sí que se atrevería a ir, Elena se cameló a Miguel para que este confesara que le excitaría estar en un local así y más aún si su novia también iba. Así que Elena se apuntó también a la aventura.
-¿Y Gabi? –le pregunté -¿Qué dice? -.
-¡¿Gabi?! Gabi fue el primero en decir de ir -.
-¡Venga ya! ¿No se supone que Gabi se ponía patoso en situaciones así? ¡Joder! Que el martes en el barco nos reímos las tres un rato a su costa… -.
-Si, claro –me respondió –y también te echó un polvo después delante de todos ¿O es que de eso no te acuerdas? Me da a mí que Gabi da por hecho que tú te apuntarías y le animó el morbo de estar contigo en un lugar así -.
-¿Y por qué piensa eso de mí? -.
-Porque tiene razones más que suficientes Laura –me contestó Eva.
-Pero una cosa es que yo me despendole en la intimidad de tres parejas y otra bien distinta es que me pueda apetecer hacerlo en un local donde hay más gente. Además, nunca he estado en un lugar así y no sé si me apetece conocerlo -.
-No te voy a insistir porque vas conduciendo –me empezó a decir Eva –pero que sepas que tienes aun unas cuantas horas para reflexionar al volante. Y voy a tener que impedirte que vuelvas a Madrid –me empezó a bromear –que en un día y medio que has estado te has vuelto otra vez una santa con prejuicios morales -.
-No es eso –contesté en el mismo tono agradable –es que no me esperaba que, de la noche a la mañana, seamos tan íntimos amigos que estemos planeando ir juntos a un local liberal… ¿A qué? ¿A follarnos entre todos? Para eso tengo la intimidad de mi casa, ¿No? -.
-Sí –me contestó –pero no tienes ni camareros, ni jacuzzi ni bonos de barra libre… -.
-Ostias! –contesté bromeando yo –a ver si vas a terminar por convencerme… -.
-Ya se verá cuando llegues –me dijo para zanjar ese tema -¿Qué tal ha ido todo por Madrid? -.
-Bastante bien –empecé a decirle –lo cierto es que todo ha ido muy bien… -.
Durante buena parte del trayecto continué charlando con Eva contándonos todas las cosas que se nos pasaban por la cabeza acerca de temas muy diversos y dispares. Anduve entretenida gracias a su conversación en la que, con frecuencia, me hacia estar pendiente de la carretera con sus comentarios. Finalmente terminamos de hablar aprovechando una parada que hice para estirar las piernas. Quedé en que volvería a llamarla cuando estuviera llegando a Mojácar.
A quien me entraron ganas de llamar cuando volví a subirme en el coche fue a Gabi. Había pensado en él un par de veces y, si os soy sincera, le echaba de menos ese puntito justo que indica que no es solo un amigo, o que te gustaría que fuera algo más que un amigo. Entre lo que me gustó su forma de ser la noche que le conocí y el buen polvo que echamos al día siguiente en el barco, no podía quitármelo de la cabeza. Pero no tenía su número de teléfono, aunque sí que podía llamar a Elena para que me lo diera.
-Llamar a Elena… -pensé en voz alta –en cuanto me descuelgue me va a acribillar a preguntas sobre el trío con Fer y, encima, se va a echar a reír cuando le pida el teléfono de Gabi… ¡Coño! No le he preguntado a Eva cómo se tomó Gabi lo del trío… ¿Seré capulla?... ¡Mierda! Pues sí que voy a tener que llamar a Elena… -.
Ya sabéis que Gabi me llamaba mucho la atención y, en ese momento, caí en la cuenta de que tal vez mi aventura con Fer y con Eva podía haber provocado que se molestara conmigo de alguna manera o que dejara de tener interés por mí. Y yo, encima, había tardado dos días en darme cuenta de esta posibilidad por culpa de la de cosas que había tenido en la cabeza. Tenía que enterarme de cómo estaban las cosas en Mojácar para saber a qué atenerme.
-¿Elena? –pregunté al descolgarme –hola guapa, soy Laura ¿Qué tal? -.
-Laura, tía! ¿Sigues en Madrid? –me contestó.
-No, voy ya de vuelta. Pero, vamos, que aun no he llegado a Despeñaperros. Imagino que llegaré sobre las cinco o las seis… -.
-Te iba a decir que tenía ganas de que llegaras para contarme que tal con tu familia pero, aprovechando que me llamas, ya te pregunto. Imagino que todo bien, ¿No? -.
-Sí, de maravilla –contesté.
-Me alegro, así puedo preguntarte ahora por tu nochecita con Fer y con Eva, que es lo que me interesa realmente –dijo entre risas.
-Precisamente por algo relacionado con eso es por lo que te estoy llamando –le contesté –mira… no me voy a andar con rodeos porque creo que no hace falta… Estoy preocupada por cómo se lo ha tomado Gabi… Eva no me ha contado nada… -.
-¿Cómo crees que se lo ha tomado? –me contestó Elena.
-No tengo ni idea y me preocupa que se haya mosqueado o que piense de mí cualquier cosa porque no es normal que, por la mañana me acueste con él y, por la noche, me tire a su amigo… -.
-No se ha molestado –me dijo en tono conciliador –le sorprendió la noticia pero ha sabido encajarla. ¿Te ha contado Eva los planes para esta noche? -.
-Sí, de eso también quería hablar contigo pero, antes, aclárame una cosa de lo Gabi, ¿Cómo lo ha encajado? ¿Y qué tiene eso que ver con los planes de esta noche? Es que me da la sensación de que se está haciendo de mí una imagen de alguien que no soy yo… ¡Que parece que soy una libertina! -.
-No, Laura, a ver… Para un momento –me empezó a decir –Gabi, para nada, se ha hecho esa imagen de ti. Mira… Anoche salimos todos juntos y estuvimos hablando de sexo…-.
-Lo sé –la interrumpí –me lo ha contado Eva -.
-¿Y te ha contado lo que dijo Gabi? -.
-Me ha contado que fue idea suya lo de ir al local ese. Pero esa es mi pregunta ¿Por qué? ¿Tiene algo que ver conmigo? -.
-A ver… Gabi lo propuso para hacerse el valiente. Te explico… Estábamos hablando de locales liberales, de si los conocíamos, de si no, de las cosas que hay, de lo que se puede hacer… Entonces Eva dijo que le gustaría volver a ir alguna vez y habló de un local de ese tipo que conoce y que hay en Vera. Entonces Gabi se lanzó a la piscina y propuso ir. Estaba convencido de que la idea no prosperaría y aprovechó para pegarse la vacilada -.
-¿Vacilada de qué? –pregunté.
-Gabi está picado con Fer por lo del trío… Le ha jodido que Fer no le haya respetado como amigo y se lo haya montado contigo -.
-¿Y por qué me has dicho entonces que lo ha encajado bien? Si está picado con Fer, también debe estarlo conmigo… -.
-Le ha escocido, no te lo voy a negar, pero te justifica… Dice que estás usando el sexo como vía de escape para poner tu cabeza en orden y que, cuando te aclares, seguramente dejarás de ser tan promiscua como pareces ser ahora… -.
-que utilizo el sexo como vía de escape –repetí en voz alta –entonces… lo de querer que vaya a un local liberal ¿Qué es? ¿Una terapia que me va a dejar como nueva? ¡Qué cabrón el Gabi! Si hasta tendré que darle las gracias por pensar que me gustan esos sitios y por animarnos a todos a que vayamos a uno… -.
-¿Qué pasa? ¿Es que a ti no te mola el plan de ir todos a un local liberal? -.
-Si el plan nace de una paja mental que no termino de entender pues la verdad es que mucha gracia no me hace… Que yo podré ser una loca, sí, pero sé perfectamente quién soy y lo que hago en cada momento… -.
-El plan no nace de ahí so tonta –me dijo –el plan nace de que tenemos curiosidad por ver qué se cuece en un local así. No se trata de tengamos que montarnos una orgía allí mismo entre nosotros o con desconocidos por obligación, se trata de pasar un rato divertido echando unas copillas en un sitio en el que, además, hasta esa orgía podría llegar a pasar si se diera el caso y, además, estaría bien vista. No digo que ir a esos sitios te predisponga a nada, solo que pueden favorecerlo, ¿Me entiendes? Vamos a salir a divertirnos, solo eso -.
-Visto así no suena mal… de todas maneras creo que debería hablar con Gabi antes de vernos esta noche. No me parece buena idea que, después de enterarse de que me monté un trío con su amigo, la siguiente vez que le veamos sea en una cita en un local liberal. –le dije.
-Se va a alegrar mucho si le llamas, de eso estoy convencida. Pero… ¿Qué le vas a decir? ¿No irás a echarle la bronca? -.
-No, claro que no. Imagino que encontraré las palabras más acertadas para resolver este entuertillo, pero ahora mismo no sabría decírtelas. Por cierto, tienes que darme su número, que no lo tengo -.
-Ahora te mando un mensaje, que vas conduciendo. Luego, cuando pares otra vez, lo miras y haces lo que creas conveniente. Aunque no sé para qué te digo nada, si se os nota a los dos a leguas que os moláis telita… -.
-¡Venga guapa! –empecé a decirle a modo de despedida –lo que tu digas… Ya me contarás cómo puñetas dijiste que sí a una locura como esta. Y, más aún, si tenemos en cuenta que sabías por qué la propuso Gabi -.
-fue mi oportunidad –contestó –y no pude desaprovecharla. Después de lo del barco del otro día, de confesar que había veces que me daba morbo ver juntos a Miguel, a Gabi y a Fer, de que Miguel dijera que le daría morbo ir a un local así conmigo y de que, el resto del grupo, también dijera de ir, sentí la necesidad de vivir la experiencia… -.
-¡Estás fatal! –le dije bromeando y como comienzo del final de la llamada.
A los pocos segundos recibí el mensaje de Elena. Tenía razón conmigo y con Gabi, pero no me hacía gracia ser tan transparente como para que una desconocida me cazara como Elena lo había hecho. Precisamente por ser transparente me había ido tan mal en mi vida “antes de Mojácar”. Sin embargo me llamó la atención que el grupo de gente que había conocido en la playa eran como yo y que, seguramente por esa razón, estar con ellos me estaba viniendo tan bien para explorarme interiormente y reinventarme en lo que fuera necesario.
Tenía que llamar a Gabi. Ese pensamiento sobre mi exploración interior trajo como un flash a mi mente todas las experiencias sexuales vividas en dos días y, de inmediato, la cara de Gabi se me encendió en la frente. Así que decidí parar en cuanto me fuera posible para coger el móvil, mirar el número y llamarle.
-¿Gabi? –pregunté después de que descolgara el teléfono –hola, soy Laura… ¿Qué tal? -.
-Hola cielo –contestó -¿Vienes ya de vuelta? -.
-Siii… -contesté feliz –Dentro de un rato estaré de nuevo por ahí… -.
-¡Cuánto me alegro! ¿Todo bien entonces? -.
-Sí, todo bien en casa, gracias a Dios… Oye… -comencé a decirle para que prestara atención -¿Puedo preguntarte algo? -.
-Sabes que puedes preguntarme lo que quieras. Hay confianza… -.
-¿Qué opinión tienes de mí? ¿Te parezco una fresca? –pregunté en tono conciliador.
-¿Por qué me dices eso? –me dijo él -¿Cómo vas a parecérmelo? -.
-Hombre… Si tenemos en cuenta todas las cosas que he hecho en los últimos días… -.
-¿De verdad quieres que te diga qué opino de eso? –me preguntó para decir a continuación –que, si de verdad quieres oírlo, puedo hacerte una disertación de tres tomos -.
Su tono de voz era pacificador. Me daba la impresión de que, si le pedía que hablara, iba a sincerarse e iba a decirme las cosas que necesitaba escuchar, tanto las buenas como las malas. Y me apetecía hablar con él a ese nivel, tener la oportunidad de conocerle y de mostrarle cómo soy en realidad. Total, tenía por delante aún varias horas de viaje así que, ¿Qué mejor que hacerlas con su compañía?
-Puedes empezar por el primero, soy todo oídos… -contesté.
-Pues, veamos… Para tener una opinión sobre ti no bastaría con juzgarte por tu comportamiento de estos días sino que, a mi entender, habría que conocer muchas más cosas para poder tener una idea más o menos amplia de cómo eres. Así que, por lo de estos días, no te preocupes que no han sido unos hechos que me hagan pensar que eres una fresca ni nada parecido… -.
-¿Y tú sabes más cosas de mí? –pregunté insinuante -¿Cuáles? -.
-Sé que te estás buscando porque quieres reorientar tu vida y que has encontrado en Mojácar tu punto de partida… Aparte he tenido oportunidad de comprobar que eres una mujer sensata, una mujer a la que no le da miedo enfrentarse a nuevos retos y que, además de ser extrovertida y simpática, también tiene facilidad para ver todos los lados del prisma y elegir el que más le conviene -.
-¿Me estás llamando interesada? –bromeé.
-No, no –balbuceó –no quería decir… -.
-Lo sé –le interrumpí rápidamente al comprobar que se estaba cortando –¡Era un broma cielo! ¿Cómo voy a pensar eso de ti? Y, más aún, después de escuchar la cantidad de cosas bonitas que me has dicho en un momento... No pasa nada, en serio… ¿De verdad te parezco así de decidida? -.
-Estoy convencido. Pero no sé por qué me lo preguntas… Tú también lo sabes aunque no quieras admitirlo… -.
-No quiero pecar de ególatra, cosas de la humildad… -bromeé de nuevo con más suerte en esta ocasión –además, esas cosas siempre suenan mejor cuando te las dice alguien… Oye… Y… ¿Te molestó que me acostara con Fer? –disparé a bocajarro.
-Me dolió más por él que por ti. Digamos que a ti no podía pedirte explicaciones pero a él sí –contestó sin dudar un segundo.
-¿A él? ¿De qué? –aproveché para probar suerte y seguir hurgando.
-Pues… -dudó un segundo pero, en esta ocasión, su tono dejaba entender que estaba buscando las palabras, no que se estuviera poniendo nervioso –digamos que los tíos tenemos unas normas entre nosotros, ¿Vale? Y que existe lo que, podríamos llamar, pactos entre caballeros… -.
-¿Y qué pacto ha roto Fer contigo por montarse un trío con Eva y conmigo? -.
-Pues… -me pareció que le volvía a entrar el canguelo –igual te parece una niñería pero no ha respetado a la chica, entrecomillado, de un colega. Y digo entrecomillado porque, obviamente, no te puedo calificar como mi pareja. Pero sí que eres mi chica de alguna manera… -terminó de decir algo nervioso.
-Vamos… que te molo y no te ha hecho gracia que Fer no lo haya respetado. No te preocupes que te entiendo perfectamente –empecé a decir de corrido para no dejarle que me interrumpiera –en mis tiempos universitarios una amiga me quitó un novio y sé lo que se siente… Pero siempre hay una razón para estas cosas, ¿Sabes? En aquella ocasión mi amiga me libró del tío más cabrón que pisaba el campus universitario así que,… -.
Las carcajadas de Gabi al otro lado del teléfono terminaron por desorientarme.
-¿De qué te ríes? –pregunté.
-Es que, con tu ejemplo, me he imaginado a mí en tu papel, A Fer en el de tu amiga y, por tanto, a ti en el del tío más cabrón y no he podido evitar echarme a reír… -.
-¡Capullo! –le contesté bromeando –En aquella ocasión la razón fue esa y, en esta ocasión, la razón pues… habrá sido otra… -.
-¿No la sabes o es que no me la quieres decir? –me disparó el a bocajarro.
Durante un segundo fui yo quien se quedó sin palabras. Vosotros sí que sabéis que, en esos momentos, yo guardaba en secreto mis sentimientos hacia él pero Gabi no los sabía o, al menos, no debía saberlos. Así que escuchar esa pregunta me hizo dudar. ¿Qué sabía o hasta dónde sabía? Conforme pensé en Eva y en Elena fui consciente de que Gabi me podía salir por cualquier parte, así que lo mejor que podía hacer era desnudar del todo mi alma. Al fin y al cabo por esa razón había entablado esta charla, ¿No? Pero qué poca gracia me hacía tener que ser yo quien empezara a decir verdades.
-Tú no podías ser el tío de ese trío… -empecé a decirle –tenía que ser alguien que, a mí, no me supusiera nada sentimentalmente. Era mi primer trío y no podía ser con alguien a quien me uniera cualquier otro tipo de lazo… Las cosas hay que hacerlas paso a paso… -.
-Así que, como te sientes unida a mí de alguna manera, me lo expresas montándotelo con mi amigo… Curiosa manera la tuya de expresar tus sentimientos… -.
-¡No! –exclamé preocupada por haber metido la pata –lo que quería decir es que… -.
-Lo sé –me interrumpió –te estaba tomando el pelo… Yo cometí el error de montarme mi primero trío con una antigua novia… Se fue con él… -.
-¡Venga ya! –y me eché a reír.
-Como te lo cuento –contestó también entre risas –Así que entiendo tu prudencia… Y, de nuevo, me acabas de demostrar que eres una tía sensata. No como yo –bromeó -¿Ves? Esas son las cosas que me gustan de ti… -me dejo caer.
-Si hubiera tenido esta información antes... Lo de que ya habías hecho tríos digo… -dije entre risas -No sé. Tal vez… Aunque creo que no, tampoco habrías sido el tío de mi primer trío… Tenía que ser otro -.
-A lo mejor ahora puedo ser el del segundo si decides repetir la experiencia –bromeó.
-Claro… Y por eso has decidido que esta noche vayamos todos a un local liberal… por si hubiera suerte… ¿Pero cómo se te ocurren estas cosas? ¡No me lo cuentes! –dije para que no me interrumpiera –que parece ser que compartimos confesora y ya he hablado con Elena. Pero ahora, en serio… ¿Tiene algo que ver conmigo, con lo del trío o con lo del martes del barco, el hecho de que se te haya ocurrido ir a un local liberal? -.
-No directamente pero algo hay… -empezó a decir causándome preocupación –Es un sitio al que siempre he querido ir y, en vista de que eres algo desinhibida, por lo menos ahora, pensé que no te importaría ir si surgía la oportunidad… Pero no porque te imagine descocándote en un lugar así sino porque, siendo como eres, he supuesto que igual te llamaba la atención ir a uno. Y, a mí, me apetecía ir contigo… -.
-La verdad es que es algo que nunca me había planteado… -comencé a responderle –y, ¿Sabes qué? Que entre todos estáis consiguiendo que me pique la curiosidad. Sé lo que puede pasar en esos sitios y también tengo claro que no estoy obligada a hacer nada que no quiera y… -me quedé callada unos segundos pensando si terminar la frase o no.
-Y… ¿Qué? –escuché a Gabi decir interesado al otro lado del teléfono.
-Pues que, tal vez… Y solo tal vez… Hasta podría llegar a dejarme llevar por los placeres que ofrece un sitio así… Eso es lo que me da miedo –le confesé –que no me controle. Y me preocupa no saber dónde está mi límite ahora mismo que, como hemos podido comprobar, parece que ha desaparecido… -.
-Pues entonces no deberías controlarte. Si el cuerpo te pide explorar, no tengas miedo de hacerlo. Además, me tienes a tu lado para protegerte… -.
-¿Para protegerme o para aprovecharte de mi desinhibición? –bromeé.
-Para protegerte por supuesto… Aunque no me importaría tampoco acompañarte en tu desinhibición, que no es lo mismo que aprovecharme de ella… -.
-Pase lo que pase esta noche… ¿Puedo contar contigo? –pregunté.
-Sabes de sobra que sí –me contestó Gabi.
Agradeciéndole esa respuesta pasé a ponerle fin a la conversación. Había tenido la oportunidad de conocer a Gabi y de que él me conociera a la par que habíamos confesado nuestros sentimientos y, aunque todo siguiera aun el aire, los dos debíamos tener la misma sensación: La de que, de alguna extraña manera, ahora estábamos más íntimamente unidos que antes de esta conversación.
Mientras conducía empecé a recordar momentos de las tres conversaciones y, sin querer, me puse un poquitín cachonda. Eva conocía los locales liberales y eso me daba seguridad. Estoy convencida de que ella sabría llevar la situación perfectamente y, conociéndola, terminaría por llevarla a un grado de excitación que podía ser el detonante de cualquier cosa. Ese “cualquier cosa” me hizo pensar en Elena y en el hecho de que estaba dispuesta a vivir esta experiencia abierta a la posibilidad de que pasara cualquier cosa. Es curioso porque, tras venirme a la mente ese pensamiento sobre Elena, el siguiente fue imaginarla desnuda y en actitud sexual y, dicho sea de paso, Elena así me ponía bruta. Luego pensé en Gabi y en las ganas que tenía de echar un buen polvo con él y, con todo esto mezclado, me entraron tales sudores que a punto estuve de hacerme mi primer dedo al volante. Cosa que evite porque, en la carretera, lo primero es lo primero. Pero no os podéis hacer una idea de las ganas que me entraron de repente de llegar cuanto antes a Mojácar.
Después de hacer una nueva parada, en la que ganas me dieron de calmarme los picores en el aseo, de comer algo y de comprar refresco para el último tirón del viaje, volví a llamar a Eva. Le estuve contando lo que había hablado con Gabi y con Elena y también le confesé lo mala que me había puesto al fantasear con lo que podría dar de sí la noche.
-¿Y vienes conduciendo con esa tensión sexual? –me preguntó.
-Sí hija, sumada a la propia tensión que, ya de por sí, provoca un viaje tan largo. Cuando llegue al bungaló no sé lo que voy a hacer, si tirarme en el sofá a intentar relajarme o si restregarme como una posesa contra el pico de la mesa… -.
-A mí me gusta más lo del pico de la mesa –me dijo.
-seguramente… -respondí siguiendo la broma pero con algo de verdad dibujada entre líneas.
Terminamos la conversación casi al poco de reírnos con ese comentario y proseguí con el viaje que estaba casi a puntito de llegar a su fin. No debía faltarme más de una hora para llegar de nuevo al camping. Eva me dijo que me esperaba en mi bungaló y que me tendría preparada la merienda. Y, aunque comer era lo último que me apetecía, sí que agradecí el gesto de mi amiga.
Lo que nunca me habría imaginado era lo que Eva entendía por merienda ni la merienda que me preparó…
Llegué al camping, aparqué, cogí la bolsa y me fui hacia mi bungaló con una sonrisa que me llegaba de oreja a oreja por lo feliz que me sentía de estar de nuevo “en casa”. Metí la llave en la puerta, abrí la cerradura y ¿Qué me encontré? A Eva cabalgándose a Fer sentada sobre él en el sofá del fondo. Al verme, le descabalgó y se vino desnuda corriendo hacia mí para darme un abrazo.
-Pero… ¿Esto qué es? –pregunté más confundida que mosqueada.
-Nenaaaaaaaaa!! Ya estás aquí!! –y empezó a comerme a besos como si hiciera mil años que no nos veíamos -¡Ay! Lo que te he echado de menos… -.
-Este… Eva… ¿Qué haces zumbándote a Fer aquí? Y ahora… ¿No decías que me ibas a preparar la merienda?... -.
Eva me enseñó su cuello como si yo fuera una vampiresa a la que se quiere entregar y me dijo:
-¡Cómeme! Soy tu merienda… Y Fer es por si tienes mucha hambre… -.
La miraba con cara de “estás loca. No hay quien te entienda” mientras trataba de adivinar si me estaba hablando en serio o estaba totalmente de coña y mientras me acercaba a darle un par de besos a Fer que se había levantado del sofá y había venido hacia nosotras para saludarme.
-¿Hablas en serio o te estás coñeando? –opté por preguntarle finalmente.
-Totalmente en serio –empezó a decirme a la par que se me acercaba toda dispuesta a desabrocharme la correa y los vaqueros -¿Tú no me has contado hace un rato que estabas cachonda después de llevarte todo el viaje hablando de locales liberales y pensando en orgías? Pues yo me he dicho ¿Y para qué esperar a esta noche?... Fer y yo somos la merienda pero, si quieres, y te aconsejo que lo hagas, deberías darte una ducha antes. El masajista te está esperando… -.
¿El masajista? ¿Había un hombre en mi cuarto de baño esperándome? ¿Y qué era eso de que para qué esperar a esta noche? ¿Me había organizado Eva una orgía sorpresa en mi casa? ¿Y se traía a Fer y a un masajista en lugar de traerse a Gabi? ¡Coño! Gabi era quien estaba en el aseo.
Eva me leyó la cara y, cuando caí en la cuenta de quién estaba en el baño, me hizo un gesto que, inmediatamente interpreté como un “tira padentro que estás tardando so pánfila”.
-¡Qué pava te vuelve Madrid, hija mía! –añadió finalmente.
Abrí la puerta del aseo y, efectivamente, Gabi estaba ya de pie esperando que yo apareciera. Cuando le vi empezó a brillarme la cara y esbocé una sonrisa igual que la que traía desde el coche al bungaló hacía unos minutos. Entonces giré la cabeza para mirar de nuevo a Eva y a Fer y les dije:
-Con vuestro permiso, voy a darme una duchita –y, acto seguido, entré en el baño y me lancé hacia Gabi besándole apasionadamente en la boca. Él respondió de la misma manera, abrazándome fuerte primero y cogiéndome de la cabeza después sin dejar de besarme.
Acabábamos de empezar a manifestarnos corporalmente lo que nos habíamos dicho durante la conversación telefónica así que, una vez descubiertos los sentimientos, la excitación y el deseo se apoderaron inmediatamente de nosotros y, totalmente desatados, nos dejamos llevar.
Gabi me desnudó por completo y luego se quitó él ropa. Volvimos a comernos a besos mientras nuestras manos aprovechaban para magrearnos sin orden ni concierto pero con muchísima estimulación. ¡Sí que venía cachonda, sí! Nos metimos en la ducha tropezando con todo con tal de no separarnos y abrimos el agua. Al principio estaba helada y se puso toda la piel de gallina pero, entonces, las caricias de Gabi también multiplicaron su efecto y excitaban aún más. El agua cogió temperatura enseguida, aunque no tanta como la que teníamos nosotros, y empezamos a mojarnos por todos los rincones de la piel.
Me pareció escuchar la puerta de la calle antes de que cerráramos el grifo de la ducha y Gabi empezara a enjabonarme. Habíamos pasado de la lascivia inicial a la seducción morbosa y Gabi extendía el gel por toda mi piel masajeándome los músculos que traía cargados y siendo delicado en mis zonas íntimas. Claro que ser delicado no implicaba que no pudiera juguetear y, por eso, no dudó en pasarme varias veces la yema del dedo sobre el clítoris después de enjabonarme bien el coño con la firme intención de ponerme como una moto.
A continuación fui yo quien cogió el bote de gel y se echó un chorro en la mano para enjabonarlo a él. Empecé por los hombros, el cuello, de nuevo los hombros y el torso, la espalda y, por último, los brazos. A continuación me puse de rodillas, me eché otro chorro de gel en la mano y empecé a enjabonarle la tripa, las caderas, los muslos y los huevos. La polla no porque esa me la iba a comer en breve y el gel no me gusta.
Efectivamente, después de enjabonarle los gemelos y las pantorrillas volví a dejar la cara a la altura de su miembro y, lentamente, empecé a metérmelo en la boca mientras que aprovechaba para, con las manos, enjabonarle bien entre los cachetes y estimularle el ano. Es algo que siempre me ha gustado hacerle a los hombres y me apetecía ver la reacción de Gabi al sentirlo. Y le gustó porque, a la par que gimió suavemente, no pudo evitar clavarme la polla en la boca.
Me puse de nuevo de pie y le di la espalda. Apoyé las manos contra la pared por encima de la altura de mi cabeza y busqué con el culo restregarme contra el paquete de Gabi. Le estaba pidiendo penetración y él lo supo interpretar porque, de inmediato, se acercó para apretarse contra mí, colocar la polla en la boca de mi coño y penetrarme lentamente. Luego empezó a bombear pausadamente mientras que sus resbaladizas manos se divertían recorriendo y excitando todo mi cuerpo.
Mientras follábamos giré el mando de la columna de hidromasaje y abrí el grifo. El agua vaporizada comenzó a empaparnos y a enjuagarnos a la vez mientras que nosotros continuábamos gozando del polvo que estábamos echando y que, en ese momento, había alcanzado otro grado más de excitación por el componente hídrico. Cambié la postura y pegué la espalda contra la pared. Cogí a Gabi de la polla y me la acerqué de nuevo al coño. Otra vez supo leerme el pensamiento y no dudó en penetrarme mientras que me levantaba en peso para follar contra la pared.
Debimos darle tantos golpes a la pared que no me sorprendió nada que, a los pocos minutos, se abriera la puerta del cuarto de baño. Lo que no esperaba fue que, quien cruzó la puerta, era Elena que, además, entró al aseo totalmente desnuda.
No dudó un segundo en meterse en la ducha con nosotros y, situada detrás de Gabi, empezó a acariciarle y a besarle en los hombros mientras que él seguía dándome estopa. Elena y yo nos mirábamos a los ojos, exhibiendo la pasión en nuestras pupilas.
-Gabi… -empezó a susurrar Elena -…Dice Eva que salgas. Se ha empeñado en montarse un gang bang con los tres y te está esperando… -.
Gabi me posó en el plato y salió de mi interior con suavidad mientras me besaba el cuello y me acariciaba el cuerpo con la otra mano. No sé qué había podido pasar para que mi bungaló se convirtiera de repente en Sodoma y Gomorra porque, por lo que estaba viendo, esto tenía pinta de terminar de cualquier manera y, aunque me hubiera encantado terminar de follar a gusto con Gabi, lo cierto es que me apetecía más follar con todos. Les había echado de menos y, encima, estaba encantada con la bienvenida que me estaban dando.
-Me vais a pervertir entre todos –bromeé –Anda… Tira… -le dije a Gabi –que ahora salimos nosotras… -.
Gabi salió de la ducha y Elena y yo nos quedamos frente a frente. Después de la sonrisa que mantuvimos para manifestar la alegría de volver a vernos se me acercó con la firme intención de besarme y acariciarme. Y yo respondí a su gesto de la misma manera.
No me terminaba de creer que me estuviera comiendo la boca con Elena ni que nos estuviéramos dando ese pedazo de magreo pero eso no me impidió gozarlo por completo. Me chocaba mucho este lado bollo suyo, no me lo esperaba de una chica como ella que, además, tenía novio y parecía súper hetero. Así que no pude evitar que la picardía me animara a meterle la mano entre las piernas ni que mis dedos empezaran a enredarse en sus labios vaginales jugueteando con ellos.
-Va a ser verdad –comenzó a decir Elena entre jadeos y con la boca en forma de pez tratando de controlar la respiración –que las tías sabemos cómo tocar en coño ajeno… Uffff… -.
Enseguida comprendí que era su primera vez con una chica y que le estaba gustando más de lo que ella misma se habría podido imaginar nunca. En ese momento me entraron unas ganas locas de comérselo y, como en la ducha iba a ser complicado y se me había ocurrido un lugar mejor, detuve el frotamiento con calma mientras que la invité a que saliera de la ducha y me acompañara.
Al salir del baño y encontrarme con la escena sexual que se estaba desarrollando en mi salón me puse cachondísima: Eva estaba tirada sobre mi cama gozando de una doble penetración mientras que se la mamaba a Gabi. Senté a Elena en una butaca de frente a la cama y me arrodillé frente a ella para comerle su blanca y brillante perlita. Y, finalmente, comencé a bucear entre sus piernas saboreando sus fluidos y estimulándola con mi lengua hasta hacerla gemir desenfrenadamente.
Cuando el temblor de las piernas de Elena me avisó de que estaba a punto de nieve detuve la lengua y tiré a mi amiga al suelo tumbada boca arriba. Entonces me situé sobre ella haciendo la tijera y comencé a frotar nuestros coños para llegar así al orgasmo. O, al menos, para que llegara ella que tardó muy poco en correrse mientras me miraba con cara de ser incapaz de explicar lo que le subía de la entrepierna y que la mataba de gusto.
Yo tenía el calentón de mi vida y aún no me había corrido, Elena estaba derrumbada sobre el suelo recuperándose y Eva seguía en la cama con los tres chicos.
-A ver… -le dije a los de la cama –que la que ha llegado de un largo viaje he sido yo… -.
Y, acto seguido, me tiré encima de la cama junto a Eva mirando lascivamente a los chicos a ver quién era el primero que se me acercaba y para hacerme qué.
Gabi anduvo espabilado y, enseguida, se sentó sobre sus pies entre mis piernas para penetrarme erguido a la vez que me acariciaba el clítoris con la yema de sus dedos. Miguel, que estaba penetrando vaginalmente a Eva, la dejó para meterme la polla en la boca y, finalmente, Fer y Eva siguieron a lo suyo mientras que yo me lo montaba con estos dos.
Ese fue mi gran momento. Los acompasados golpes de Gabi contra mí y su fantástico dedo frotándome me llevaron hasta el cielo al que, además, llegué saboreando la buena polla que gastaba Miguel. Estaba gozando con sexo del bueno, del que se pilla con ganas además, y solo me hizo falta mantener la misma postura durante unos minutos para empezar a correrme como una posesa.
Ahogué mis gemidos con la polla de Miguel, mientras trataba de seguir chupándosela, pero fue imposible. El orgasmo que estaba teniendo era tan intenso que me estaba dejando sin fuerzas en cuestión de segundos. Saqué la boca para respirar tratando de llevar más aire a mis pulmones y, cuando por fin tuve aliento, hice lo único que podía hacer para que los chicos terminaran la faena y la dieran por buena.
-Corredme la cara –les insinué.
No hay nada mejor que un comentario obsceno y de golfa para conseguir que un tío se ponga como una moto. Tal y como suponía, Miguel y Gabi se acomodaron para pajearse muy cerca de mi cara mientras que yo solo tenía que tener la boca abierta y mirarles con lascivia. En apenas unos segundos el primer lefazo de Miguel me llenó la mejilla derecha. Luego, mientras pasaba la lengua por su capullo para ir recogiéndole el semen, fue el rabo de Gabi el que empezó a dispararme en la otra mejilla. Fui girando la cabeza alternativamente para ir pasando la lengua por los dos glandes y, poco a poco, el polvo fue llegando a su fin. Más o menos lo que se tarda en terminar de eyacular y se empieza a tomar aire…
Me levanté de la cama con la intención de ir a lavarme la cara y, después de hacerlo, me apeteció darme una buena ducha para quedarme bien relajada. Así que volví a asomarme al salón para decírselo al grupo. Eva y Fer también habían terminado ya, así que se podía dar por finalizada la sesión de sexo tal y como manifestábamos todos con nuestro comportamiento.
-Voy a darme una ducha para terminar de caer muerta –dije desde la puerta.
-Voy contigo –me dijo Eva.
-¡Ni hablar! ¡Que me conozco yo tus duchas! –bromeé -¿Es que no has tenido bastante? -.
-Yo también voy –interrumpió Elena –así, aunque no quepa en la ducha os achucharé para que os deis prisa, que yo también me quiero duchar… -.
Y dicho y hecho. Elena se levantó de la butaca y se vino con Eva para el baño. Mientras nos íbamos duchando, decidimos qué íbamos a hacer el resto del día. Yo, desde luego, ya no tenía fuerzas para salir a ninguna parte después del palizón de viaje y de la traca de remate. Así que, como daba por hecho que se iban a quedar un rato más para que les contara qué tal habían ido las cosas en Madrid y que tendríamos casquina asegurada para rato, les propuse que cenáramos todos en el bungaló en plan tranqui.
Fui la primera en salir de la ducha y la que les comunicó los planes a los chicos. Les pareció buena idea. Era una forma relajada de terminar el día y, aunque fuera viernes, tampoco pasaba nada si no salíamos de marcha. Las noches de fiesta en Mojácar nos esperarían durante el resto del verano.