La chica del banco
Aunque la chica no es mi tipo me reserva una grata sorpresa en su entrepierna, y a mi me gusta mucho comer "judias con caldo".
La conocí en la sucursal bancaria. Detrás de una gran mesa allí estaba mi agente comercial, la que me tenía que asesorar en los trámites obligatorios tras la última ley de protección de los pequeños inversionistas. Era nueva en el puesto y se la veía algo nerviosa. Me atendió muy profesional y educadamente. Quedé muy satisfecho con la gestión.
Otra cosa muy distinta es mi opinión sobre su físico. No es precisamente lo que los chicos buscan en una mujer para pasar un buen rato.
Apenas tiene apenas curvas, no es guapa, ni tampoco parece tener ningún interés en ser más atractiva. Tiene un cuerpo menudo, muy delgada, vistiendo un pantalón que cuelga de su cintura y apenas le marca el culo. Un jersey de cuello que apenas denota el bulto de su pecho completa el vestuario.
Esto seguro que le gusta más revisar un estado de cuentas que salir a divertirse con los amigos. Definitivamente no es mi tipo.
Hace unos días salí a correr. Después de casi una hora, volvía a casa bastante sudoroso y cansado. Ya con muchas ganas de llegar iba algo distraído y casi arrollo a una mujer que salía de un portal.
Tras las primeras disculpas la reconocí como la chica del banco. Ella también se acordaba de mí, y ahora fuera del entorno laboral ya no parecía tan sosa, incluso parecía bastante interesada en mirar con descaro mi cuerpo musculado y en ese momento algo sudoroso.
Yo no paraba de moverme para no enfriarme, pero ella tenía ganas de conversación y no me dejaba ir. Por un instante pensé que le gustaba verle “revolotear a su alrededor” mientras ejercía el control sobre mi.
Era como en el banco, pero en otro escenario. A ella le gustaba ser la que dirigía la conversación.
Después de unos minutos me sorprendió con una propuesta sorprendente.
- “¿quieres subir a tomar algo?”, me suelta con toda naturalidad.
Ya he comentado que la chica es poco agraciada y tiene un cuerpo muy delgado, casi parece enfermizo y eso no me seduce. Por lo que hemos hablado no puedo deducir que se trate de una invitación de carácter erótico, pero tampoco le veo otro motivo. Dudo, ella insiste. Me trato de excusar. Ella vuelve a insistir y al final acepto.
Mientras subimos en el ascensor ella me sonríe cual una colegiala sin saber que decir. La noto inquieta y la seguridad que mostraba minutos atrás se ha diluido en segundos.
Me hace pasar a su apartamento. Vive sola. Todo está muy ordenado y limpio, con una decoración minimalista, muy sobria. Vaya como es ella.
Mientras me ofrece un refresco se lanza a contarme cosas sobre su vida que no me interesan demasiado pero que ella considera que me las debe contar.
- “Tuve un novio a los dieciocho durante dos años pero me dejo por otra. Luego estuve saliendo durante un tiempo con un hombre mayor que yo que me hizo sufrir mucho porque me humillaba. Después de eso, he tenido algunas relaciones, nada serio, y que han durado muy poco. Ninguno me ha sabido comprender ni tratar como yo quería”.
En esta última frase ella pone mucho énfasis para destacarla del resto del discurso.
Después de un rato he comprendido lo que me está pidiendo y voy a darle satisfacción. Para romper el hielo y su timidez le propongo un juego de niños.
- “Confía en mí. Vamos a probar algo, si no lo ves claro lo dices y lo dejamos inmediatamente”
- “Tienes un pañuelo de cuello? Tráelo, por favor”
- “Vamos a hacer una cosa. Me pones el pañuelo sobre los ojos y me haces un buen nudo para que no se caiga”, “…y luego nos vamos conociendo poco a poco”
Con los ojos cubiertos por el pañuelo me quito la camiseta, ligeramente húmeda tras el paseo anterior. Le tomo ambas manos y las dirijo sobre mi pecho. Las guio unos instantes para que recorran mis pectorales, mis hombros y mis brazos. Luego le digo que acaricie tal como ella quiera, como más le guste.
Al principio con timidez pero ganando confianza de forma gradual, me manosea todo el torso, desde el cuello hasta el vientre, la espalda, hombros y bíceps.
Noto que al llegar al borde del pantalón se paraliza y vuelve enseguida a zonas menos conflictivas para ella. Una de las veces, le tomo la mano y se la llevo hasta mi glúteo duro y musculado. Rehúye el contacto pero poco a poco se agarra fuerte.
Hago que ponga sus pulgares entre el pantalón y mi cadera. Antes de que pueda retirarlos acompaño sus manos a lo largo de mis muslos arrastrando hacia abajo el pantalón.
Con éste alrededor de mis tobillos, destaca mi paquete envuelto en un bonito slip negro con motivos rojos. Mi polla empieza a estar morcillona, ganando volumen, pero sin estar erecta.
Siento su respiración acelerada muy cerca de mi entrepierna. Le tomo la mano y se la coloco sobre mi vientre y el slip. Espero a ver que hace.
Parece pegada como una ventosa y no se mueve ni arriba ni abajo. Le ayudo y le hago desplazar la mano hasta colocarla sobre el paquete. Ahora si que empieza a manosear y acariciar muy delicadamente con mimo con parsimonia como si fuese un gatito.
Como no creo que se atreva a más, meto parcialmente mis dedos y le muestro lo que debería hacer para liberar mi polla. No me sigue, pero yo no la voy a dejar así. Hago caer el slip hasta los pies y quedo completamente desnudo ante ella. Lamento no poder ver la expresión de su cara.
Permanezco de pie, desnudo y con los ojos vendados para que ella pueda contemplar de cerca mi cuerpo y que pueda tocar sin reparos aquello que mas le apetezca. Muy tímidamente su mano se va desplazando sobre mi piel. Mi polla está a media erección. La invito a contemplar como va creciendo al tiempo que ella me acaricia.
La percibo agachada muy cerca de mi, su respiración esta acelerada. Con mucha timidez empieza a palparme entre los muslos para subir después al encuentro de mis testículos. Después de una detenida inspección sus dedos se posan sobre la polla y la recorren desde su nacimiento hasta la punta.
Su timidez la tiene atenazada y no progresa. La ayudo cogiéndomela con dos dedos , estiro del pellejo hacia atrás y le muestro el capullo que ya está bien inflado.
Ella toma el relevo a mis dedos y hace unos cortos movimientos de sube y baja a modo de paja, pero que apenas causan efecto en mi. Creo que nunca ha hecho una paja a un hombre. La dejo actuar a su ritmo y más adelante la acompañaré para que aprenda y coja confianza.
De momento es mejor que ella va descubriendo mi cuerpo por si misma, las sensaciones que puede provocar y si a ella le gusta o no ser la “jefa” de la operación.
Me sorprende cuando toma la polla y se la mete en la boca. Siento la sensación fresca de su saliva pero nada mas pues ni chupa ni lame. Supongo que con romper el tabú ya es un gran logro.
La dejo juguetear un buen rato. Ya tengo una muy buena erección y ella parece haber vencido su timidez y va ganando mucha destreza. Siento como sus manos pequeñas y delgadas me acarician, que rico!
De repente se separa de mí y oigo como se desnuda. Permanece en silencio, y no sé qué pretende que yo haga. Muy despacio me quito el pañuelo y la contemplo.
Permanece echada sobre el sofá, con la espalda apoyada sobre el reposabrazos, y un pie sobre el asiento y el otro en el suelo. La expresión de su cara lo dice todo: “Ha llegado el momento. Aquí me tienes, Vamos a jugar, tómame.”, parece decirme.
Acepto su invitación con gusto y me acerco exhibiéndome con mi polla bien armadao para que ella lo disfrute.
Contemplo su rajita, apenas un discreto surco en la entrepierna coronado por una zona de vello oscuro bien delimitada. Con delicadeza paso mi dedo índice por encima de la raja, y con este simple toque ella ya se estremece y se pone en guardia.
Vuelvo a tocar y noto un bulto que investigo separando cuidadosamente los labios de su chochete. Aparece su clítoris que no es un pequeño guisante, ni tampoco un garbanzo… es grande como una judía.
Con la yema del dedo lo rozo ligeramente y ella se revuelve ansiosa dejando ir un contenido gemido y también con un cierto temor conocedora de su extremada sensibilidad. Estoy delante de una frágil y sensible piedra preciosa que habrá que aprender a tratar.
Con sumo cuidado le separo los labios y acerco mi boca. Saco la lengua y con la punta lamo suavemente su clítoris hasta conseguir humedecerlo por completo. Ella me acompaña con sus suspiros y gemidos. Ahora ya sabe que puede confiar en mí, que la voy a tratar con cariño, con lo que poco a poco se tranquiliza y se deja llevar por las placenteras sensaciones que parten de su entrepierna.
Lo que antes era temor y recelo se ha convertido en confianza y familiaridad. Creo que un clítoris tan abultado en un cuerpo tan delgado no le han ayudado a encontrar la mano adecuada que le asista con la ternura y mimos adecuados. Esta va a ser mi empresa durante un buen rato.
Le como el coño despacio, centrándome en lamer y chupar su abultado clítoris que es extremadamente sensible. Seguro que las sensaciones que le proporciono con el juego de mi lengua y la yema de mis dedos es una primicia para ella que so esperaba, ni tan siquiera imaginaba que pudiera darle tanto gusto.
Me tiene puestas ambas manos sobre la nuca como tratando de evitar que me vaya y la deje a medias. Sus dedos juegan con mis cabellos de forma cariñosa pero sin darme oportunidad de separar mi boca de su ardiente sexo.
Cada vez que atrapo entre mis labios su alargado clítoris y lo envuelvo con la lengua se retuerce de gusto y gime como si la estuviese matando. Busco por dónde meter mi mano hasta que logro poner el dedo índice en la entrada de su vulva. Después de mojarlo bien en sus fluidos lo introduzco hasta el fondo sin dejar de chupar.
Instantes después se produce una erupción en su vagina. Me separo rápidamente pero no puedo evitar que un chorro de líquido caliente me moje la cara y el pecho. Ha tenido su primer orgasmo con corrida incluida y yo he sido quien le ha dado este regalo.
Me separo satisfecho de lo que hemos conseguido juntos. Ella inmóvil parece dormida y poco a poco recobra el aliento.
Lo que viene a continuación os lo cuento en otro relato que este se está haciendo un poco largo.
Deverano.