La chica del anillo
He robado el anillo de tu dueño y pienso poseerte... morbosa posesión, con algo de bondage.
El anillo en tu dedo
Esta noche, mientras duermes, me apoderaré del anillo de tu Amo y, con ello, de su más preciada pertenencia.
Así serás mía una noche y haré de ti lo que me plazca.
Tal vez se lo devuelva antes de despertar y quizás nunca se de cuenta, si tú no lo confiesas...
¿Será nuestro el secreto?
Anoche tuve un extraño encuentro. Estaba yo acostada y unas manos me abrazaron desde atrás, acariciaban mis senos, mientras me susurraba al oído. Al ver su mano me tranquilice y me entregué a sus deliciosas caricias, porque en su dedo portaba el anillo de mi Dueño. Levanté el vestidito con el cual dormía y lo saqué por mi cabeza, quedando desnuda para el portador del anillo.
Sus manos descendieron a mi intimidad y al sentir su toque en mi sexo, me estremecí; al poco tiempo, los temblores se adueñaron de mi. Estaba totalmente húmeda y caliente, urgida de sus caricias y me volví hacia él para besarlo y fue en ese momento que la realidad me golpeó la cara, eras tú.
Tú con el anillo de mi Dueño...
No perdiste tiempo, llevaste mis brazos a la espalda y seguiste besándome, quise resistirme, pero apenas...
Era un beso salvaje, profundo, casi violento, desesperado...
Tomaste algo de tu bolsillo y con eso me ataste los brazos a la espalda, lo cual me llenó de angustia y de excitación (lo confieso). Lo que sigue lo recuerdo por flashes, yo arrodillada en la cama, tu frente a mi besándome, a veces en la boca, a veces en los senos. Los cuales chupabas, por momentos y hasta mordías, dejando magulladuras que iban desapareciendo poco a poco. De no haber estado amarrada, habría intentado protegerme, creo. No lo se con certeza, porque me gustaban tus besos, aun a pesar de lo fuerte.
Estaba muy excitada y mojada, aunque a la vez, muchas cosas pasaban por mi mente, ¿te habría dado Mi Dueño el anillo?, de no ser así se lo habrías hurtado, me preguntaba cómo se sentiría él si supiera lo que sucedía entre nosotros. Pero tus caricias y esas sensaciones interrumpían una y otra vez mis pensamientos, mientras mi cuerpo pedía más... debes haberlo notado.
Te quitaste la ropa, no te tomó nada de tiempo, apenas llevabas un calzoncillo y la camiseta, me miraste un momento y te acercaste para decirme:
- putita hoy me lo vas a mamar y quiero una buena...
Una mezcla de rabia y de indignación me recorría el cuerpo, verme en esa situación, deseándote, engañando al Dueño de mi anillo, contigo y además escucharte tratarme como una puta. Con esa misma rabia te lo mamé, chupándote la polla, como para causarte dolor, pero en cambio tú te excitabas más. Y eso me ponía a mil.
Tus 16 y poquito cabían perfectos en mi boca, se dejaban hacer por mis labios y mi lengua y respondía a mi ritmo, en ese momento supe que me tenías, pero yo también te tenía a ti, preso de tu deseo.
- Termina ya zorra, decías, pero sujetabas mi cabeza para que continuara.
Aun así no terminaste en mi boca, tenias otros planes, te costó trabajo pero te separaste de mi boca, entonces te miré, directo a los ojos, te sonreí, sabía que había ganado varios puntos a mi favor y dada las circunstancias sacaría toda la ventaja posible.
Ese gesto te puso a millón, te acercaste y me dijiste al oído, con una voz que era una mezcla de rabia y deseo (eso me hizo saltar el corazón de susto y una extraña emoción) dijiste:
- te voy a comer la cola, zorrita, de una manera que se te va a hacer vicio, pero me gustan los culos calientitos... no sabía si reírme o qué esperar, sabía, eso sí, que no traerías una manta eléctrica.
Te perdí de vista un par de minutos y luego sentí tus manos recorrer mis nalgas, más que acariciarlas, las amasabas, una que otra palmada caía, de vez en cuando. Todo eso me llevaba a otros niveles. Al momento que uno de tus dedos entró en mi orificio, sentí que me corría... traté de disimularlo, pero me pones muy mal. No necesitaba más, lo sabías y entonces dijiste:
Voy a poseerte putita, vas a sentir mi polla en tu agujerito y quiero que la aprietes, que no pienso salir de él hasta venirme.
Me empujaste hasta quedar mi cara contra el colchón y así con mi culo en pompa, me penetraste. Una mezcla de dolor y de placer que recorrió mi espalda, como hielo de sur a norte y luego una breve espera que se me hacía interminable, te quedaste allí con tu polla, apretada en mí, sin moverte. El dolor en mis brazos en esa posición comenzaba a causar algo más que una molestia, pero no era el momento de pedir clemencia. Al fin comenzaron tus arremetidas, tu pene, se deslizaba a buen ritmo en mis entrañas, tus manos en mis caderas: zas!, zas!, Zas!, ZAS! Con saña, casi con violencia.
Mi ano recibía al visitante y mi esfínter acariciaba todo lo largo de tu tranca, cada vez que casi salías para volver a penetrarme. Cada vez llegando más hondo, hasta hacerme sentir tus huevos chocar con mi vulva. Para marcar tus penetraciones, dejabas caer una palmada seca y sonora, sobre mis nalgas, te juro que eres el más cabrón, sin embargo el detalle me excitaba.
... yo estaba al borde, al punto de desfallecer, el sudor cubría mi cuerpo, me mordía los labios, escuchaba tus gemídos y distinguía pocas de las palabras que intentabas decir. Llevaste tus dedos hacia mi clítoris y presionaste mi botón, una descarga recorrió mi cuerpo. Sentí tus temblores, apreté aun más y sentí los chorros de tu leche caliente en mis entrañas, jadeos, tu aliento, tu peso y tu pene aun dentro de mí. Quedamos exhaustos, tú sobre mí con un sudor frió en todo el cuerpo y tus espasmos.
Eres una putita deliciosa... (te escuché decir)
¡Desátame cabrón! te urgí, lo hiciste apenas recuperaste el aliento, acariciaste mis brazos y me abracé a ti... escondiendo mi frente en tu cuello, por un rato que no sé cuanto duró.
Al despertarme, sólo encontré la confirmación de envió del siguiente mensaje en la pantalla
Te escribo desde la dirección de tu "niña", a quien me comí todita y por partes anoche mismo. Tiene la misma costumbre que tu de dejar el correo abierto. Por eso aprovecho que descansa, te imaginaras por qué... para decirte qué tienes mucha razón, es una "mujer de bandera", me la tuvo dura, durísima toda la noche.
Pensé que pediría clemencia, pero no, se comportó a la altura, más de lo que esperaba, te confieso. Toda una hembra, la muy guarra.
Yo tuve que hacer acopio de fuerzas para no venirme en su boca, que lindos sus labios, jugosos, una miel. Mi polla nunca había estado en sitio más acogedor...uhm, qué suerte tienes.
Te la traté bien, si no me crees pregúntale... ya te digo, no se quejó ni un segundo, no paraba de gemir mientras le daba por el culo y cómo se movía, un espectáculo, hacía círculos con sus caderas y cuando me retiraba... echaba hacia atrás su culo para tragarse de nuevo mi polla, con ese agujero estrecho, cómo me apretaba.
Cuando yo tenía tiempo de pensar, pensaba en ti "capullo" en la suerte de tener a tu disposición esta mujer deliciosa.
Lo que me lleva a decirte que ella pensaba que eras tú, porque tomé tu anillo, pero cuando me vio, apenas si se resistió. De todas formas, por prevención, ya sabes como soy, le amarré los brazos a la espalda con la cinta de seda que tu mismo me recomendaste.
No sabía cómo se lo tomaría, veía su rabia y también su excitación en su mirada. Me entenderás, tú habrías hecho lo mismo, la poseí.
Comí sus "premios" con una voracidad y gula total; tenías razón son de puro dulce de leche, "arequipe" que dice ella misma.
Al menos esta vez, no te dejé el cartón vació en la nevera... lo dejé llenito y caliente.
No te descuides capullo, que cada descuido tuyo lo aprovecharé.