La chica de la webcam I

Cuando sucede lo improvable

La chica de la webcam I

Hay cosas que parecen imposibles como, por ejemplo, que te toque la lotería. Al menos a mí, que nunca he tenido suerte. Sin embargo ocurren cosas que te devuelven la esperanza. ¿Cuantas páginas porno hay en internet? Ni idea, seguramente millones. ¿Qué posibilidades hay de conocer en persona a una de las chicas que salen en ellas? Las mismas que con la lotería pero, yo conocí a una. Habría preferido que me tocase un buen premio, un montón de millones a ser posible pero, de momento, me conformaría con esa chica.

La vi por casualidad en una página con enlaces a webcam. Me llamó la atención porque tenía delante una bandeja con frutas. Wet Woman se llamaba. Mientras miraba cogió una fresa, se la paso por el coño y la lamió con mirada... no sé, ¿lujuriosa? luego se la comió. Era una chica de piel morena, llevaba un vestido como de gasa negro con la falda subida, sin bragas, con un tirante bajado y un pecho ligeramente fuera del sujetador. Estaba sentada en un sofá y la imagen quedaba cortada a la altura de los hombros, no se le veía la cara. Después de la fresa, cogió un plátano e hizo como si lo masturbase. Luego se lo llevó a la boca para chuparlo y por un instante pareció como si se le fuese a ver la cara pero no, solo la boca y su lengua sobre el plátano. Lo chupo un ratito, lo ensalivo bien y levantó las piernas, puso los pies en el borde del sofá, con la mano izquierda abrió los labios del coño que brillaba de humedad y se metió el plátano. Me estaba poniendo muy cachondo viendo como se follaba a sí misma. De pronto se echo hacía atrás y le vi la cara. Estaba entregada a su masturbación, con expresión de placer y tarde un poco en darme cuenta de que aquella carita tan guapa, preciosa, me resultaba conocida. Al menos se parecía a alguien pero no era capaz de ponerle nombre ni de situarla. Me hice un paja mientras la contemplaba y luego me desconecte.

Un par de días más tarde, al salir del trabajo, entre en un supermercado cercano a la parada del bus. Compraba allí ocasionalmente porque me quedaba de camino. Cuando llegué a la caja me quedé impresionado, era ella. La cajera era la chica de la webcam. Llevaba una chapita prendida con su nombre, Violeta. Me estaba hablando y yo ni me enteraba.

-Le digo que si va a querer los cupones descuento.

  • Si, vale. Perdona, es que estaba pensando si se olvida llevar algo- le dije por salir del paso.

Me sonrió, me cobró, me dio el cambio y me fui medio sonámbulo pensando en la imagen del plátano entrando en su coñito depilado, en la expresión de gozo que había visto en el ordenador, sus dientes blancos mordiendo ligeramente el labio inferior, esos dientes que tan sólo un instante antes me habían sonreído.

Esa noche y las siguientes busqué la página web donde la había visto pero no puede volver a ver su cara con claridad. Casi todos los días se conectaba y se masturbaba frente a la cámara, con frutas o vibradores o ambas cosas y yo también lo hacía frente a la pantalla.  Era muy cuidadosa con el encuadre de su cámara. Fugazmente, a veces, mientras la cambiaba de sitio, se veía su rostro pero salía desenfocado por el movimiento. Lo que si quedó grabado a fuego en mi cabeza fue su precioso coñito, el brillo lúbrico que destilaba, sus tetas increíbles, sus preciosos pezones. Violeta se volvió una obsesión y yo me hice cliente asiduo del supermercado.

Todos los días entraba a comprar algo, cualquier cosa y siempre buscaba su caja, aunque tuviese gente delante yo esperaba paciente. Al cabo de un mes, más o menos ya me reconocía y al acercarme a la caja me recibía con una sonrisa. Cada noche, mientras imaginaba que el vibrador que la penetraba era la polla que yo tenía en mi mano pensaba en decirle algo al día siguiente. Cada día en la caja era incapaz de nada hasta que, un jueves, casualmente no había nadie y me solté.

-¿Esta noche fruta o dildo?

Su cara perdió la sonrisa, sus hermosos ojos verdes se hicieron inmensos y pese a ser bastante morena su piel se volvió roja.

  • ¿Como dice, señor? No le entiendo - me contestó con voz nerviosa.

-Soy tu más ferviente admirador Wet Woman, pero no te preocupes, también soy el mas discreto.

Le hice un guiño, cogí el cambio y me fui. Esa noche no estuvo disponible su webcam. Me quedé preocupado y me sentí mal. Tal vez por mi culpa no volviese a conectarse. Al día siguiente, en la oficina, redacté una carta disculpando mi torpeza, pidiendo perdón y asegurándole que guardaría su secreto pero, cuando llegué al supermercado no estaba en la caja. Tampoco estaba en la carnicería, ni en la pescadería, ni en la frutería, ni por los pasillos reponiendo mercancías. Me fui a casa con la carta quemándome en el bolsillo. Por la noche su cámara no se encendió y yo dormí mal. Pase el fin de semana pensando en ella, sintiéndome culpable y estúpido, con ganas de que llegase el lunes para comprobar si podía darle por fin mi carta exculpatoria pero con temor a que hubiese desaparecido para siempre.

La tarde del lunes se hizo larga. Tenía unas ganas locas de salir corriendo pero el reloj era tan lento como siempre. Por fin dieron las cinco y con el corazón latiendo a ritmo de samba eche a andar hacía el supermercado. Miré desde la cristalera y sentí un nudo en el estomago al verla. Allí estaba, más hermosa que nunca. Entré, di una vuelta, cogí una barra de pan, unas cervezas y espié la caja de Violeta esperando el momento en que no hubiese nadie. Cuando estuvo sola me acerqué. Vi como cogía aire, como levantaba el mentón, como me miraba desafiante y pensé que me tiraría la carta al la cara.

-Lo siento Violeta, soy un estúpido- le dije con voz vacilante alargando el sobre con disimulo- Lee esta carta, por favor. No la rompas sin leerla. No voy a volver ni voy a molestarte más.

Por un instante dudo, luego tomo el sobre y lo guardo con rapidez. Estaba tan nervioso que sentía los poros dilatarse y sudaba como si estuviese en una sauna. Ella paso el pan y las cervezas por el lector de códigos sin mirarme. Le di un billete, recogí el cambio y cuando me iba a marchar oigo que me dice en voz baja: "Esta noche de postre fresas con nata". Me giro y veo su sonrisa, su mirada burlona. Me voy con la sensación de que me ha tomado el pelo, que ha fingido su enfado.

Esa noche espero ante el ordenador con impaciencia. Sobre las once de la noche, a su hora habitual, se enciende su cámara. En la mesa baja de salón hay un plato con fresas y un spray de nata montada. Ella entra en cuadro, se sienta con las piernas abiertas, se sube la falda, aparta la braguita negra que lleva a un lado y comienza a tocarse. Con la otra mano desabrocha los botones del escote, lleva un sujetador a juego que levanta y sus pechos aparecen. Se los aprieta, primero uno luego el otro. No hay sonido pero yo la imagino gimiendo. Al rato se levanta y casi se sale de encuadre, su vestido se desliza, cae, se saca las bragas, luego cae algo mas, el sujetador y se sienta otra vez colocando el platito con las fresas a un lado y el spray de nata al otro. Esta desnuda, hermosa, deslumbrante. Coge una fresa, la embadurna con nata y se la pasa por la vagina antes de comerla. Ahora se le ven los labios nevados y con el spray echa mas nata, esta vez sobre los pechos, creando unos dulces pezones blancos sobre su piel morena. Deja el spray y coge un papel de la mesa que parecía una servilleta y resulta un ser un cartelito.  No se le ha visto la cara en ningún momento pero ni falta que hace, sé que es ella, Violeta, y que el cartelito que pone "Te gustaría lamer mi nata" es para mí como es para ella el esperma que me sale violentamente al leerlo.

Raitan