La chica de la revista

Lydia nos cuenta, en el Ejercicio, que un trayecto nocturno en metro puede ser un viaje rutinario más...o quizá convertirse inesperadamente en el sueño de la vida de un hombre,cuando una chica misteriosa aparece en escena.

Dedicado especialmente a “X”

La chica de la revista

Javier se queda hasta última hora en la oficina cada noche, porque sabe que es el mejor momento para poder disfrutar de su placer oculto en total intimidad.

Podría conectarse a internet y disfrutar de las múltiples páginas que hay en la red con fotos sensuales, incluyendo el porno de lo más variado, pero en cambio él  prefiere las revistas “normales”, las que contienen esas fotos en papel couché de toda la vida. Cree que las imágenes en ese formato respiran vida, se ven con otro color, con todo tipo de detalle, porque el ojo no ve solamente la fotografía, sino mucho más allá, por eso, lo que para muchos pueda ser una revista normal y corriente, para Javier es la enciclopedia de las múltiples visiones y sensaciones.

Después de asegurarse que no ha quedado nadie en toda la planta, se sienta cómodamente en su sillón, se afloja el nudo de la corbata y comienza a hojear la revista que guarda celosamente en su cajón. Se trata de una conocida publicación de moda. Aun no ha tenido tiempo de abrirla y estrenarse en su exploración minuciosa le hace sentirse nervioso y excitado. Además, el hecho de estar en su despacho y poder ser descubierto, logra que esa sensación placentera aumente.

La chica de la portada, es esa famosa actriz a la que admira tanto. No lo duda, cuando se anuncia en el frontal, más que seguro el interior ofrecerá un gran reportaje sobre ella. Javier se sonríe, como si tuviera un tesoro entre sus manos. Avanza tras la portada y no hay nada del otro mundo en las primeras páginas: Algunos truquitos femeninos y los típicos reportajes de belleza. Se entretiene en un artículo que comenta la próxima visita a España de un conocido grupo de rock. Tras pasar rápidamente el artículo que habla de cómo combinar unas botas con la falda más rabiosamente de moda, va pasando páginas de publicidad donde también disfruta viendo los poderosos labios de esa modelo que anuncia un conocido perfume o esa otra actriz española, promesa del cine de Hollywood, de blanquísima sonrisa, que muestra unos vaqueros híper-ceñidos.

Por fin llega al reportaje de la actriz famosa de la portada que parece sonreírle directamente a él. Se siente alterado de tenerla así, tan cerca… mirándole. Es una mujer preciosa, todo un portento sensual expuesto en una foto gigante. Su rostro aniñado muestra una perfección única, con una clara disposición de cada rasgo, sus ojos, su pelo, su tersa piel… sí, posiblemente la foto esté retocada por ordenador, eso está a la orden del día, sin embargo, no le quita un ápice de admiración hacia ese trocito de cielo. Su cara, ligeramente ladeada y apoyada sobre su fino brazo, sus ojos entreabiertos, al igual que sus perfilados labios, ofrecen una visión tan cándida, como seductora. La página siguiente es aun más atrayente: La actriz en cuestión está tumbada de medio lado con un bañador “años 60” de rayitas, que remarca unas endiabladas curvas y un escote por el que parecen quererse salir sus turgentes pechos. Javier siente como su miembro se acrecienta, hasta que poco a poco la erección es desmedida. No puede evitar acariciarse suavemente por encima del pantalón sintiendo ese vigor provocado por ella, la joven y preciosa actriz que le sonríe, que le estimula con sus curvas, con sus divinos ojos, o con ese escote y esa sensual línea del labio superior que presupone habilidosa a la hora de hacer una felación y entretenerse en el frenillo de su dilatado miembro. Cuántas veces habrá soñado esa escena: Ella desnuda, arrodillada a sus pies, él sentado en su sillón y acariciando su suave cabello mientras ella prolonga hasta límites insospechados el momento de mantener su enhiesta verga hasta lo más hondo de su garganta mientras la chica parece agradecérselo con sus ojos vidriosos, satisfecha… entregada.

Inevitablemente se siente embelesado con cada imagen y a medida que va descubriendo nuevas fotografías de su adorada actriz, su cuerpo y su mente están fuera de sí. Le gusta entretenerse en cada detalle y observar lo bien que está preparado el encuadre, la luz, la suave piel de la protagonista, el brillo de sus ojos, el maquillaje, los zapatos, la largura de sus piernas...

A pesar de que le hubiese gustado continuar con esos momentos íntimos entre él y su chica de portada, Javier se serena, piensa que esa revista y esa actriz especialmente, se merecen un detenido recorrido pero en un lugar más íntimo, en su casa, donde nada ni nadie pueda interferir en esa dulce complicidad que hay entre ella y él...  los dos a solas. El lugar ideal para dejarse llevar por su fantasía, con esa mujer que parece tener vida y traspasa la portada para tumbarse a su lado y decirle: “Fóllame”.

Algo más calmado, se dirige a la parada de metro pensando en el buen momento vivido unos minutos antes en su despacho, le gusta deleitarse en el recuerdo que le produce el estreno de cada revista. Tener una relación así puede parecer fría... para Javier es súper placentera, una especie de conexión que para muchos parecería locura, para él, divina locura.

Avanza hasta el andén y como suele hacer otras muchas noches, se sitúa en el mismo lugar. Piensa para sí mismo que es excesivamente metódico para todo, pero se ríe al pensar "¿Qué tiene de malo?". Se sube en el primer vagón del metro, como todos los días... otra de sus medidas costumbres.  Se percata de algunas caras conocidas, las mismas personas que imagina en cada una de sus vidas,  algunas de ellas resultan casi familiares. Puede llegar a intuir si han tenido un buen o mal día, si han repetido de pantalón o casi hasta en lo que están pensando...

Se sienta en diagonal frente a la puerta, donde tiene un mejor ángulo de visión. Le encanta observar a la gente que entra y sale del vagón en una especie de juego… de pasión particular, principalmente hacia las féminas, sin distinción de edad, categoría social o físico. Piensa que en cada mujer existe un atractivo especial y casi siempre ellas lo saben aprovechar al máximo. Una mujer guarda para sí tantas cosas, que es cuestión de fijarse en los pormenores para poderlo descubrir. Con cierto disimulo va buscando caras repetidas... y otras tantas nuevas.  A veces se deja llevar por sus pensamientos más lascivos, pero es que es inevitable observar a esas mujeres que parecen estar relajadas tras un duro día de trabajo, esperando ser atendidas, mimadas, enamoradas después de tanto estrés, de tanta formalidad, de tanto trabajo duro... Como esa ejecutiva que está sentada a su lado, con su maletín de jefa seria sobre sus bonitas rodillas intentando ocultar parcialmente unas largas piernas embutidas en esas medias de rejilla que la muestran tan sexy, ó esas elegantes joyas que luce en una mano de largas y perfiladas uñas. Imagina que debe ser toda una fiera en la cama y que esa seriedad que mostrará seguramente a sus empleados se contrapone con una actitud salvaje y ardiente con cada uno de sus amantes. La imagina desnuda cabalgando sobre él...  y eso le excita de nuevo. Está viendo esas tetas que ahora se mueven al vaivén del tren llevando esa visión a cuando ella pudiera estar desnuda entre sus piernas mientras la penetra con toda la furia.

El tren se ha detenido y su sueño se desvanece por unos segundos. Entra y sale gente, pero ninguna novedad a la vista. Se fija en los aspavientos que  hace un hombre de traje marrón discutiendo por el móvil acaloradamente hasta que de pronto siente que la mujer que va sentada a su lado, la ejecutiva sexy, está observándole a él. Disimula leyendo su revista, pero por el rabillo del ojo se siente vigilado. Posiblemente le parezca raro a esa mujer que un hombre esté centrado en la lectura de una revista de moda, prioritariamente femenina, sin embargo  a Javier no le parece nada anormal, al contrario, piensa que más hombres deberían hacerlo y de hecho sabe por alguna conversación con el quiosquero que no es el único. Otros muchos, seguramente descubrirían más secretos ó placeres de personas de carne y hueso que el resto de revistas dirigidas a hombres, con chicas totalmente artificiales y engañosas. Mira de nuevo a esa mujer que le observa, pero esta disimula mirando por la ventanilla hacia un lugar inconcreto.

El metro se detiene nuevamente en la siguiente estación. Javier cierra su revista marcando con su dedo la página con la que tanto está disfrutando... la que muestra esa joven actriz con quien tanto se está excitando, lo mismo que sus pensamientos con la ejecutiva agresiva, pero prefiere por unos segundos quedarse oteando como entran más pasajeros, examinando sus actos… sus caras, especialmente ellas. Javier adora a las mujeres, muy por encima de lo común. Siente además de esa atracción puramente sexual, un profundo respeto en el juego que ellas le provocan, en esos medidos movimientos, en esas intencionadas poses, en esos calculados trucos femeninos. Sabe que muy pocos hombres son capaces de captarlo. Hasta que... ¡Bingo! Entre todos esos pasajeros que entran y salen, una chica accede al vagón... Javier no la reconoce, pues una monada como esa, no pasa desapercibida precisamente. Además de bonita, es muy joven, posiblemente no llegue a los veinte. Javier se sorprende doblemente, porque además de tremendamente atractiva, es exactamente igual a la chica de su revista.

En principio, se niega a si mismo que pueda ser ella, pero, aunque pueda haber algunas pequeñas diferencias al tenerla así en vivo y en directo, sí que guarda un extraordinario parecido. Lógicamente el resto de los tíos dirigen sus miradas directamente sobre ella, no es de extrañar, piernas larguísimas bajo una corta minifalda, unos cabellos rubios rizados que sobresalen de un gorrito de lana, una piel tersa y resplandeciente, un escote alborotador y un piercing en la ceja, que la exponen como a una niña mala, como a una gatita aparentemente indefensa y traviesa a la vez frente a miles de gatunos hambrientos. Javier sigue pensando que ese parecido con la chica de su revista es demasiado  y su nerviosismo de tenerla tan cerca aumenta cada vez más. Alguien ha cedido a esa belleza un asiento justo frente a él. Ella cruza las piernas de forma sensual al sentarse, mientras pone más volumen a su Mp3 como queriendo escapar del mundo, para meterse en el suyo y alejarse de todos los buitres que la acechan.

De pronto ella se queda mirando fijamente a Javier, tanto a él como a su revista. Cuando este se siente descubierto, se incomoda ante la mirada de esa preciosidad al notar que estaba, inconscientemente, devorándola con los ojos. Disimula repasando las páginas a todo color de su actriz favorita, pero ni esa pose seductora de su hembra más sexy, sentada sobre una cama desecha, ataviada con un body negro, pueden hacerle evitar estar atento a esa traviesa chiquilla real que tiene ante sí, para espiarla mientras se desenvuelve en el vagón, con todo el arte del mundo, difícil de superar. A pesar de ser tan joven, sabe jugar frente a esos hombres con auténtica maestría. Les controla dominando cada gesto... cada movimiento y les lleva a todos en palmitas, para dejarles boquiabiertos, incluido Javier, cuando con una aparente inocencia explota el globo de chicle de su boca, para que los restos se depositen ligeramente sobre su labio superior y a continuación retirarlo con la punta de su lengua de forma cándidamente lasciva. Sus miradas vuelven a cruzarse y él sigue disimulando. Intenta concentrarse en su revista, porque no quiere que le pillen de nuevo en fuera de juego, aunque se siente profundamente atraído por ella.

Ensimismado en la revista y en sus codiciosos pensamientos, escucha una voz a su lado. ¡No puede ser! Es ella... la chica juguetona que ahora le mira con sus ojos felinos, le sonríe y le saluda sentándose junto a él… ¡es increíble!

  • Hola. – le dice sonriente.

Javier no reacciona, tarda bastante tiempo en asimilar que es a él a quien se está dirigiendo ese dulce angelito.

  • Me gusta tu revista - añade ella sin dejar de mostrar una deslumbrante sonrisa.

El hombre se siente extraño, pero al final decide contestar, a pesar de que siente la garganta seca al intentar hacerlo. Una chiquilla como esa no parece de carne y hueso, y sí, sí… definitivamente está hablando con él.

  • Ah, ¿esta?, sí, es de moda. - contesta al tiempo que presiente como si todo el mundo les observara.

¿Cómo puede ser que un hombre hecho y derecho se sienta tan descentrado ante una joven?, ¿Cómo es posible que esa criatura aparentemente inexperta le domine de esa manera? Ella sonríe de nuevo, mirándole con detenimiento. Él intenta hacer lo propio, pero está tan cortado que solo lo hace de reojo, advirtiendo que de cerca está más buena de lo que parecía, que sus muslos son más tersos y suaves en apariencia, ahora que los puede ver a unos pocos centímetros, que sus ojos son más verdes e hipnóticos, que su boca es una fresa apetitosa…  La chiquilla se acerca más a su cuerpo, puede percibir con nitidez su embriagador olor... un dulce perfume juvenil con reminiscencias de mandarina. La boca de la joven está tan cerca de su cuello que casi puede apreciar su calor. Parece como si le fuera a besar. Javier se siente tenso… excitado.

  • ¿Ya te has masturbado con ella? - le susurra la chica al oído, pegándole prácticamente los labios a su oreja.

El hombre abre los ojos como platos. La mira con cara de evidente confusión. Ella se limita a sonreír señalando la revista que el azorado Javier mantiene en su regazo.

  • ¿Que si te has masturbado con la revista? - vuelve a susurrarle rozándole prácticamente con sus labios en su mentón.

Javier niega con la cabeza. Esta tan aturdido que no entiende en absoluto ese juego.

  • ¿Me la dejarías?

  • ¿Qué? - contesta él sin entender.

  • Sí, tu revista... Quiero masturbarme con ella. – añade en un ronroneo.

Apenas le deja tiempo de reaccionar. Mientras el metro se está deteniendo, ella se levanta y se coloca de pie frente a él abriendo ligeramente sus piernas. Desde esa posición parece mostrar sus encantos en exclusiva para Javier, sabe que es el hombre a quien ella dirige las señales, quién quiere que la observe con total detenimiento, que la admire y que la desee… ¡Es tan hermosa!

Javier no puede remediar que su erección sea evidente a todas luces. La chica se agacha ligeramente, momento en el que él puede descubrir algo más que su canalillo y una buena porción de sus juveniles y tersas tetas. Ella recoge la revista que se escapa entre los dedos rígidos de Javier.

Justo en el momento en el que él quiere abrir la boca, ella vuelve a acercar sus labios a su oído. Nota de nuevo su intenso perfume... su calor, además de ver esos balanceantes pechos a muy pocos centímetros.

  • ¿Quieres ver cómo me pajeo con ella? – susurra la diablilla.

Se sienta frente a él, en el lugar que ocupaba anteriormente para comenzar  a hojear su revista, esa que guarda con tanto mimo, esa que es su gran secreto, su íntima joya, ahora compartida. No reacciona, todavía está hipnotizado por la exuberancia de esa chica, por su traviesa forma de jugar, por su dominio total de la situación... Ella de vez en cuando alza la mirada de la revista, para sonreírle y hacerle un gesto con la cabeza invitándole a disfrutar del show exclusivo que le ofrece en el vagón.

Se siente avergonzado. Nota como si estuviera desnudo, como si esa preciosa chica le hubiera despojado de la ropa en medio del tren. Una noche tranquila en el metro, se ha convertido en algo fantástico y sorprendente a la vez…  algo que es difícil de asimilar con cierta racionalidad.

El tren se ha ido quedando vacío, parada tras parada, hasta que cuando apenas quedan tres estaciones más para llegar al final del trayecto de esa línea, se quedan los dos solos en el vagón. En ese momento ella mira a los lados y vuelve a sonreír a Javier sabiendo que ahora nada ni nadie puede interferir en su juego erótico. Introduce ambas manos bajo su minifalda y lentamente, sin dejar de mirarle fijamente a los ojos, desafiante, saca sus braguitas arrastrándolas a través de sus interminables piernas que a continuación abre ligeramente, lo suficiente para que él pueda observar con nitidez el coño libre de vello de la joven. Javier nota la palpitación de su corazón en sus sienes, en sus muñecas… en su miembro. La visión no puede ser más alucinante. Esa chica es un sueño, pero ahora está ahí, en exclusiva para él.

El tren llega a la parada de Javier. Él debería levantarse y salir, como hace cada noche, abandonando ese vagón, pero aunque el convoy se ha detenido, hoy el trayecto tiene otros alicientes, alejados de la lectura de su revista, ahora está viviendo el momento de una divinidad real, que guarda tan asombroso parecido con su actriz particular. El hombre no puede moverse, menos cuando la chica sigue enfrascada con su revista de moda y con sus deditos metidos en la minifalda acariciándose entre los muslos suavemente. Puede ver en su pecho la respiración agitada de ella y como esos deditos juguetones y malvados se abren paso hasta llegar muy cerca de su entrepierna para después acariciarse directamente el sexo, suavemente...  tentadoramente, sin dejar de mirar a su espectador privado.

Él se tambalea cuando el metro emprende de nuevo la marcha. Su parada ya no es esa, sino la preciosa diosa que tiene enfrente. Se desabotona la bragueta casi por instinto y saca su polla del aprisionamiento del pantalón. Ella parece celebrarlo porque sus ojos brillan aun más fijándose en la vigorosidad que tiene ante sí. Él comienza a acariciarse, notando como esa dureza aumenta por momentos, siente el calor de su verga, provocado por los movimientos lascivos de esa chica espectacular, siente que es la mejor imagen para masturbarse que hubiera soñado nunca y ahora quiere acompañarla tal y como hace ella, al mismo ritmo que el suyo, al que marca también el inicio de la marcha del tren.

Javier está nervioso, confuso… pero ante todo, más cachondo que en toda su vida. La joven, sigue entretenida con su revista. Sus dedos juegan entre sus labios mayores, y él puede llegar a percibir como la humedad de su vulva impregna la punta de sus dedos.

Él siempre se había preguntado cuanta gente tendría ese mismo fetichismo sobre las revistas, el sentirse atraído por las musas y sensualidad que ofrece el papel cuché... y ahora, es esa chiquilla la que le corrobora que no es el único en sentirse atraído por las revistas, sino que ella también se masturba, pero además, sin cortarse en absoluto haciéndolo delante de él… en absoluta preferencia.

La traviesa joven se siente victoriosa al observar cómo el miembro de Javier, en la máxima expresión, está siendo mecido por unos dedos temblorosos y excitados. Después ella vuelve a las fotos de moda y solo de vez en cuando levanta los ojos, para corroborar que él sigue metido en ese juego tan morboso que están intercambiando entre ambos, en algo más en común que una revista... su pasión.

Javier no sabe a dónde mirar para guardar en su memoria un momento tan insuperable, tan irrepetible. Quisiera poder grabarlo con una cámara y no perderse después ni un detalle de lo que vive ahora con ese ángel, de su boca, de sus ojos, de sus inmaculados dientes, de sus perfectas piernas, de su jugoso y ardiente coño… Esa admirable joven, está ahora prácticamente desparramada sobre su asiento, mostrando sus divinos muslos abiertos y sus dedos jugando sin pudor sobre su sexo.

A Javier le resulta complicado tener los ojos abiertos, porque su mano está acunando frenéticamente su polla a toda prisa.  Sabe que no aguantará mucho,  pero a la vez, quiere detener el tiempo solo para seguir admirando a su diva. La visión de ese cuerpo y ese dilatado coño que la joven acaricia cada vez con más vehemencia, superan el control del más sensato e imagina que está follándosela, que su miembro es uno de los dedos que está jugando entre el clítoris y la entrada de su virginal cueva. La chiquilla está mordiéndose el labio inferior ligeramente. En su mente parece tener a un hombre al otro lado que se está masturbando por su culpa. Dios, que perfección de mujer, piensa Javier, que maravilla de foto hecha realidad, donde cada detalle es armonía… arte… erotismo vibrante. Se fija en la redondez de sus hombros, como resaltan en una piel morena y fina, cómo ese brazo acaba en una alargada mano y cómo un pulgar está metido en su sexo, seguramente rozando las rugosidades de ese tierno chochito. No puede verlo, pero casi sentirlo en su mente. Cree estar viendo su polla acariciada por las paredes de esa vagina, como rozan su caliente tensión y como envuelven ese falo inflamado... sediento de sexo. Apenas unos segundos después su mente se nubla, el movimiento del tren y de su propia masturbación le producen un extraño vértigo, pero el trance aumenta cuando quiere estar acaparando todas esas imágenes con sus ojos cerrados y de pronto un potente chorro sale disparado hacia una altura inimaginable, a un lugar inconcreto, a la vez que un largo suspiro casi convertido en grito sale de su garganta para después lanzar un chorro tras otro acompañando a la corrida más alucinante en medio del vagón de ese metro tan surrealista.

Abre los ojos ligeramente para comprobar en qué estado se encuentra la chica, cuando alarmado se da cuenta que ha desaparecido. No está frente a él.  Mira a todos lados, buscando cualquier resquicio por donde pudiera haberse colado. Es imposible. No puede creérselo, pero está prácticamente seguro que desde su última visión de esa mujer, el tren no se ha parado, sino que comienza a detenerse ahora en la penúltima estación. Quizás ella se hubiera trasladado al otro vagón, en el preciso instante en el que él, con sus ojos cerrados viviera el mejor orgasmo de su vida, aunque es casi imposible que no se hubiese percatado de eso.

Javier se levanta a duras penas. Casi no puede mantener el equilibrio con el traqueteo del metro y sus pantalones medio caídos entre sus muslos. No puede ser, esa chica no ha podido esfumarse en un suspiro, ni mucho menos sin que él se hubiera dado cuenta. Se enfada consigo mismo, arrepentido de haber cerrado los ojos en el momento de ese extraordinario orgasmo.

Se siente contrariado. Debería bajarse del tren, pero las puertas han vuelto a cerrarse y el convoy continúa hacia la siguiente estación... la última de su trayecto nocturno. Se apoya sobre el asiento, totalmente desalentado y confundido, porque no puede entender cómo ella se ha podido volatilizar, muchísimo menos que todo haya sido un sueño o fruto de su imaginación, porque ha parecido tan real, que aun tiene el olor de ella en sus fosas nasales y el recuerdo perfecto de sus piernas, de sus ojos, de sus labios y también los de su palpitante coño.

Cuando por fin el tren ha llegado a su parada final, Javier se levanta de su asiento, totalmente apesadumbrado dispuesto a abandonar el vagón mientras recompone como puede su vestimenta, intentando mientras dar un sentido lógico a toda esa locura, hasta que de pronto  percibe que en el suelo, justo bajo el lugar donde minutos antes estaba sentada esa chiquilla, se encuentra tirada su revista. Se apresura a recogerla y la abre, recorriendo rápidamente las imágenes de su actriz favorita, en un intento vano de recuperar a la otra, a la real…  pero ella no vuelve a cobrar vida, como hiciera antes. Realmente parece no haber existido en ningún momento.

Intenta recomponer todo el puzle de sensaciones que abordan su cabeza a medida que comienza a avanzar lentamente por el andén, separando de su mente lo posible de lo imposible, lo real de lo irreal, pero resulta tan absurdo dar una explicación fundada a todo ese suceso, admitiendo que seguramente todo haya sido producto de una extraña alucinación, como una especie de locura transitoria fabricada por su propia acalorada imaginación,  incluso pudiera tratarse de algo paranormal, en la duda de si esa chica era de carne y hueso o simplemente ha traspasado una tercera dimensión, saliendo de su revista, para aparecer frente a él.

Lo que sí es real es la revista, la que ahora se lleva a la nariz para sentirse dichoso de tenerla, identificarse con su agradable aroma, en esa mezcla de olores a imprenta, a papel y al supuesto perfume de su chica fantasma.  Javier abre la publicación por la página central, para volver a admirar la belleza de esa actriz, cerciorándose que es ella, la misma chica del vagón, que ahora pasará a formar parte de algo más que una fantasía porque ha logrado revivir del fondo de su mente.

De pronto el tren produce un ruido que despierta a Javier de sus pensamientos al cerrar las puertas. En ese momento regresa hasta el vagón que abandonara poco antes, pegando su cara al cristal, recorriendo con su vista el asiento ocupado minutos antes por su dulce angelito, recordando sus curvas, sus labios, sus ojos, cuando… inconcebiblemente observa que bajo el asiento hay unas braguitas echas un ocho, sí… esa misma prenda que la dulce y traviesa chiquilla se quitó en aquel movimiento tan erótico, tan increíble… Javier corre hasta la puerta más cercana en el vano y desesperado intento de abrirla, cuando en ese momento el tren emprende su marcha en sentido contrario, de camino a cocheras y el hombre se queda paralizado al borde del andén observando cómo se aleja el convoy y con él tantas ilusiones, tantas sensaciones…

Vuelve a acercarse la revista al pecho y se sonríe abrazándola, sabiendo que ahora, dentro de toda esa locura que ha vivido, tiene que haber algo cierto, porque… algo de todo esto ha sido real ¿O no?

Lydia