La chica de la limpieza

Fortuito encuentro con una bonita jovencita. Lástima que solo fué un encuentro. Ella valía la pena.

La chica de la limpieza.

Todos aquellos lectores que hayan seguido mis relatos, saben que hace unos cuantos años trabajé en una de las más importantes entidades financieras del país. También recordaran que la "fidelidad" no es precisamente una de mis virtudes, y mucho menos cuando una seductora y provocativa "jovencita", le pone a uno más salido que el pico de una plancha.

Mi carrera profesional dentro del banco fue bastante rápida y en muy pocos años fui ascendido de categoría como "mando intermedio" dentro del organigrama de la empresa. Esto, junto a mi gusto por viajar y andar constantemente con el un coche de un lugar para otro, dio pié a mis jefes para disponer de mi jornada laboral como sustituto para directores y apoderados de sucursal en cualquier oficina de la zona a la que pertenecía, cuando éstos estaban de vacaciones, de cursillos o simplemente de baja laboral.

El "servicio de limpieza", estaba subcontratado a una empresa externa, quien se encargaba de poner el personal femenino necesario para llevar a cabo dichas labores. Normalmente, las limpiadoras solían ser señoras casadas y ya de cierta edad, que complementaban con los emolumentos a su trabajo, en muchas ocasiones, a su precaria economía familiar.

Como suele suceder, siempre existe la excepción que conforma la regla y aquí no iba a ser menos, ya que había dos o tres muchachitas de unos 18 o 19 años que eran requeridas en distintas oficinas para realizar la limpieza, aunque poco podían influir los jefecillos y empleados del banco en la elección de la limpiadora asignada a cada sucursal.

Un viernes más me entregaron la "nota de suplencias" para la semana siguiente, donde se me asignó la suplencia del subdirector en una agencia de la propia ciudad. Mala suerte, ya que no podré viajar como a mí me gusta.

Me presenté con puntualidad germánica a las 8:00 AM en la sucursal, donde en esos instantes solamente se encontraba el cajero, hombre ya entrado en años que esperaba ansioso la jubilación y que inmediatamente me puso al corriente de la situación.

Buenos días Toni, ¿Te ha tocado a ti?

Sí Fernando, eso parece. ¿Aún no ha llegado el "dire"?

Nooo, jejejeje, está de cursillo... estaremos solos toda la semana.

¡No me jodas!

Sí amigo sí, solos ante el peligro, Mariano ha pillado la baja por depresión... y ya sabes que yo fuera de la caja, no tengo ni idea y poco o nada te podré ayudar... Lo siento mucho por ti, pero tendrás trabajo extra.

Vaya putada... no contaba con esto. En fin, vamos allá...

De forma automática, comencé mi trabajo y a lo largo de la mañana anduve atendiendo a los clientes, realizando las tareas administrativas y organizando todos y cada uno de los puestos de trabajo de la sucursal. La mañana se pasó en un suspiro y no pude finalizar todo el trabajo, ya que tenía que atender las funciones de dos personas, el director y el auxiliar. No tenía más remedio que volver por la tarde, después de comer.

Con cierta tranquilidad, regresé a la sucursal a las 17:00 horas. Estaba solo, ya que Fernando nunca iba por las tardes.

Una media hora mas tarde, estaba buscando unos expedientes en un archivador cuando escuché que se abría la puerta de entrada y una dulce voz que me saludaba

Hola, buenas tardes... A ti no te conozco, ¿Eres nuevo?

Al girarme me que dé atónito con la imagen que estaba contemplando. Una joven de unos 20 años, morena, con el pelo muy corto y juvenil, 1,68 de altura aproximadamente, unos 50 kilos de peso, ojos verdes nariz respingona y unos labios levemente maquillados, carnosos y sumamente sensuales, de los que invitan a besarlos con desenfreno. Iba enfundada en unos ajustadísimos pantalones vaqueros que más parecía que los llevase dibujados directamente sobre la piel, al igual que la fina camiseta blanca con la leyenda "KISS ME" a la altura de sus pechos, no muy abundantes pero sí muy bien puestos. Sus medidas eran perfectas y proporcionales desde la cabeza a los pies.

Hola, buenas tardes... No soy nuevo, pero a esta sucursal he venido muy poco... Eres la limpiadora ¿no?

Sí, tengo para una horita y después a la piscina, que con estos calores apetece un chapuzón.

Bien, tu misma, como si estuvieses en tu casa.

Paso al almacén a cambiarme y a dejar la bolsa para la piscina.

Muy bien.

La seguí disimuladamente con la vista. Había oído hablar de ella, ya que un buen número de empleados del banco andaban como locos detrás de ese monumento de criatura, aunque según parece, sin éxito en sus intentos de seducción, a pesar de tener una cierta fama de "chica fácil".

Minutos más tarde apareció con una bata de trabajo muy poco agraciada y amplia para ese espectacular cuerpo. Le llegaba aproximadamente a medio muslo, y estaba abotonada con tres de los cuatro botones, dejando a la vista unas piernas largas y espectaculares, perfectamente torneadas. De forma automática comenzó con sus labores de limpieza. De vez en cuando nos cruzábamos una mirada y nos sonreíamos. Sus ojos verdes me hipnotizaban, no podía evitar quedarme absorto mirándolos.

¿Cómo te llamas? – Le pregunté al levantarme y dirigir mis pasos hacia los archivos.

Yo Merche, ¿y tú? – Me contestó cuando me encontraba a escasamente un metro de ella.

Antonio.

Encantada Antonio – Dijo al tiempo que me propinó un par de besos muy cerca de la comisura de los labios.

Igualmente Merche... Imagino que te lo habrán dicho miles de veces, pero tienes un color de ojos preciosos, hipnóticos. Perdona pero no puedo dejar de admirarlos.

Jaja jaja, sí me lo han dicho muchas veces, pero sinceramente me los veo muy normales. Pero nunca me han dicho que son "hipnóticos". Gracias por el cumplido.

De nada mujer, es mi opinión, nada más.

Entré finalmente en el archivo a buscar unos documentos y ella, continuó con la limpieza.

Me senté nuevamente en la mesa escritorio, concentrándome en mi labor. Pasaron unos minutos y la dulce y melodiosa voz de Merche, con su pregunta, me sacó de las elucubraciones del momento.

Antonio ¿Estás casado o tienes novia?

De momento, solo tengo novia... ¿y tú?, imagino que tendrás novio, una chica tan bonita seguro que está "pillada".

No, no tengo novio... soltera y sin compromiso, de momento.

Dejé momentáneamente el trabajó y la busqué con la mirada. Estaba de cuclillas, ofreciéndome su perfil. Por el efecto de la bata de trabajo, me ofrecía una espléndida panorámica de sus piernas flexionadas casi hasta el nacimiento de sus nalgas. En medio de la conversación, y en la misma posición en que se encontraba, se giró hacia mí, y no sé si a propósito o por simple descuido, sus piernas estaban generosamente abiertas, ofreciendo una visión fantástica de sus bragas. Un ligero rubor afloró en mi rostro, hecho éste del que Merche se percató.

Perdona ¿me estás mirando entre las piernas? – dijo ella, sin variar ni un ápice su posición.

Lo siento, no he podido evitarlo... no esperaba que te girases y me has cogido desprevenido. Lo siento, no era mi intención.

No seas vergonzoso hombre. Seguro que has visto un montón de tías en "bolas" o en bañador.

Sí, está claro que sí. Pero las situaciones eran otras.

No me importa que me mires ni que veas mis "interioridades". Como dice el refrán, "aquello que han de comerse los gusanos, que lo disfruten los humanos"... Ambos reímos con ganas. Sinceramente, me estaba excitando la chica de la limpieza. Y no era para menos, porque era un auténtico monumento de criatura.

Dejó para el final el lugar donde me encontraba.

¿Puedo limpiar el polvo de tu mesa?

Sí claro, espera que te retiro estas carpetas para que no te molesten.

Gracias.

Flexionó su cintura exageradamente, quedando prácticamente en un ángulo recto con respecto a sus piernas. La amplitud de la bata de trabajo, los botones desabrochados de la misma, y sus movimientos, hicieron el resto... pude comprobar que bajo esa antiestética bata azul, solamente llevaba las bragas que me había mostrado anteriormente. Realmente de me estaba provocando y tratando de excitarme a base de bien. Ante la bonita visión de sus pechos, no me pude reprimir el comentario:

Merche, ahora si que no me extraña que unos cuantos compañeros de trabajo vayan como locos tras tus huesos

¿Si?... por qué lo dices ¿por el paisaje que estás viendo?

Está claro ¿no?... Dios que pechos más bonitos tienes, entran ganas de acariciarlos y besarlos – Le dije.

Tus compañeros no me ponen en absoluto... la mayoría tiene ya una edad y como comprenderás, no me apetece mostrarme ante ellos como lo hago contigo.

Y conmigo, ¿por qué?

Porque estás bueno que te cagas, porque en cuanto te he visto me he puesto cachonda y porque hace quince días o más, que me meten un buen polvazo y tengo unas ganas locas. - Dicho esto con la cara de perra viciosa que puso, me hizo trempar de mala manera, me cogió de la camisa y me dio un beso en los labios que más que beso, me los comió literalmente, entrando con su lengua en m boca y empezando un juego que terminó de excitarnos a los dos. Sin dejar de besarnos rodeó la mesa y se sentó a horcajadas sobre mis piernas, tratando de buscar el contacto de nuestros respectivos sexos.

Estábamos en un punto que desde la calle, cualquier transeúnte podía vernos, y tampoco era plan de dar un espectáculo... Me levanté como pude con ella abrazada a mi cuello, pasó sus piernas ágilmente alrededor de mi culo. Nuestro sexos solo estaban separados por las livianas ropas que llevábamos puesta. Me dirigí al lugar que en esos momentos entendí era más discreto y cómodo para satisfacer nuestro frenesí: el despacho de dirección. La enorme mesa, estaba totalmente despejada, salvo por la lámpara de escritorio. La senté sobre el extremo más próximo a la entrada, me separé de ella unos instantes, y tomando con las manos las solapas de su bata, de un fuerte tirón la abrí totalmente, parándome a admirar ese juvenil y precioso cuerpo en todo su esplendor. Me lancé con frenesí a saborear sus juveniles pechos, cuyos empitonados pezones se mostraban orgullosamente erectos en esos instantes. Merche no se quedó quieta, a tientas, logro soltarme el cinturón del pantalón, soltar los botones, bajar la cremallera y con un brusco tirón, bajármelos junto con el calzoncillo hasta medio muslo. Sus manos se apoderaron de mis atributos masculinos, y comenzó una serie de masajes que me estaban elevando al Olimpo del placer.

Espera un momento – dijo, al tiempo que se tumbaba boca arriba a lo largo de la mesa, dejando caer su cabeza por el lateral de la misma. - Fóllame por la boca... eso me encanta.

Acerqué el pene a su entrada bucal que lo esperaba ansiosa de par en par. Se la introduje hasta que los testículos le golpearon en su respingona nariz. En su cuello, podía apreciar la presión que hacía mi verga en el fondo de su garganta.

  • Más fuerte joder, hazme vomitar. – Me incitó con una inusitada excitación.

  • Tú mandas.

Puse las manos sobre sus turgentes pechos, y comencé un mete saca en su boca infernal, hasta el punto que en mi pubis sentía punzadas de dolor al golpearme contra sus dientes. Tras dos o tres minutos agotadores penetrando sin ningún tipo de miramiento su boca, y amasando sus pechos y pezones con dureza desenfrenada, de mi frente caían gruesas gotas de sudor y mi corazón superaba con creces las 100 pulsaciones por minuto.

Cambiemos de posición – Dije

Dios, que ganas tenía de que me hicieran esto, así en plan salvaje.

Hice que se pusiera en pié y le quité la diminuta braga que llevaba, la senté en la mesa, frente al sillón del director, en donde yo me senté. La separé las piernas cuanto pude y me lancé a saborear los flujos que manaban de su depilada gruta. Sus gemidos, no tardaron en llegar, mientras mi lengua, recorría como con vida propia, sus labios vaginales, apoderándome de su excitado clítoris, al que le propinaba sabrosos mordiscos. Paladeaba con placer los néctares que de forma incesante fluían de su cueva. Su primer orgasmo no tardó en llegar, dejando todo mi rostro totalmente humedecido por su deliciosa ambrosía.

Espera un minuto Antonio... ahora tengo mi "cosita" muy sensible... Pocas veces me lo han comido así de bien... ¿Quién te ha enseñado?... lo haces casi como una mujer.

Es una de las partes del sexo que más me gusta... y he tenido alguna que otra "maestra", que me ha orientado.

Ahora me coca a mí... no te muevas de donde estás.

Se bajó de la mesa metiéndose bajo la misma. Con suma facilidad, gracias a las ruedas, acercó hasta su posición el sillón en que me encontraba sentado, quedando en esos momentos en una posición, que cualquiera que me hubiese visto, pensaría que estaba trabajando con total normalidad.

Noté sus labios apoderarse del glande y sus suaves caricias con las uñas desde el escroto hasta el ano, produciéndome escalofríos en todo el cuerpo y un agradable estremecimiento en tan placenteros lugares. Notaba como engullía con suma facilidad la totalidad de mi miembro viril, pues apreciaba con total claridad, como sus húmedos labios rozaban mi pubis. En muy pocas mujeres don las que he estado, he encontrado esta habilidad de engullir con tamaña facilidad los dieciocho centímetros de un miembro masculino. He de confesarles una cosa. Comprendo perfectamente a Bill Clinton en su "lío" con Mónica Lewinsky... Eso de estar "sintiendo" sin "ver"... es una caña, total, de verdad que sí.

Me encontraba en el paraíso con el placer que estaba recibiendo y, obviamente, pasó lo que tenía que pasar...

  • Diooossss, me corroooo - Bramé

Los labios de Merche, como si de una ventosa se tratara, se aferraron contra mi pubis, y deposité abundantes andanadas de semen directamente en su garganta, trasegándolo íntegramente. Tras mi descarga, continuó libando y jugando con el glande, logrando prolongar las sensaciones propias del orgasmo durante unos interminables instantes.

Para por favor, para.... – le dije con desesperación, porque la altísima sensibilidad de mi miembro en esos instantes, me era imposible seguir recibiendo tan placenteros estímulos.

¿Te ha gustado? – Me preguntó al tiempo que su cabeza se asomaba entre mis piernas y sus manos continuaban masajeándome el sexo con delicadeza.

Dios mío, me ha encantado Merche. Eres increíble, de verdad.

Tomé su cara con ambas manos, e hice que se levantara, para unir nuestros labios en un húmedo y profundo beso, que se prolongó durante varios minutos, aprovechando para acariciarnos mutuamente nuestros cuerpos.

Hoy no iré a la piscina. ¿Continuamos?

Hoy no terminaré el trabajo que debía realizar. Continuamos, mientras el cuerpo aguante.

Ven acompáñame, quiero hacerlo en un lugar blandito. La mesa ésta es demasiado dura para mi espalda o para la tuya.

Me despojó previamente de la camisa que aún levaba puesta y me terminó de sacar el pantalón y el calzoncillo, que estaban totalmente enrollados a la altura de mis tobillos. Por su parte, se despojó de la bata de trabajo, aún prendida sobre sus hombros. Así totalmente desnudos, tan solo con nuestro calzado, tomó mi erecto miembro con su mano y estirando juguetonamente, nos dirigimos al amplísimo archivo general, cuyo centro, estaba ocupado por enormes sacos de plástico llenos de papeles, preparados para ser retirados como basura. Colocó sobre ellos una especia de sábana que sacó un enorme bolso que llevaba consigo cuando entró en la oficina.

Hizo que me tendiera sobre el improvisado lecho y una vez comprobó que estaba bien acomodado se colocó ella a horcajadas y tomando mi cetro, lo dirigió directamente hacia la entrada de su vagina. Pude notar perfectamente la abundante cantidad de flujos que había producido por la suavidad en que me deslicé en su interior... era como si estuviese cortando mantequilla con un cuchillo caliente.

Automáticamente, tomó mis manos y las llevó a sus pechos, iniciando una serie de lentos y cadenciosos movimientos pélvicos rotatorios unas veces, horizontales otras para estimular su clítoris y subiendo y bajando otras.

Esa tranquilidad que produce el hecho de no llevar la iniciativa, me proporcionó la oportunidad de poder apreciar el placer que estaba obteniendo de nuestro acto sexual, dándome la oportunidad de poder alargarlo en el tiempo lo máximo posible.

Merche, continuaba con su cabalgada y yo me encontraba absorto observándola y sintiendo sus movimientos y el maravilloso abrazo que estaba prodigando en mi pene. Sus hipidos, y sus jadeos, fueron aumentando al mismo tiempo que los estímulos recibidos incrementaban en su órgano de placer, a pesar de que su ritmo continuaba siendo lento y con una cadencia constante.

Diooossss, estaría así toda la vida. – decía de vez en cuando, manteniendo sus ojos cerrados y emitiendo constantes y sensuales suspiros de placer.

Con los movimientos tan lentos que estaba manteniendo, ese delicioso acto podía haber durado posiblemente una hora, ya que personalmente, prefiero un poco más de "agresividad". De momento, me estaba controlando perfectamente y así podría continuar un buen rato más, máxime, cuando hacía poco más o menos 15 ó 20 minutos que me había descargado abundantemente.

En un momento dado, su cabalgada fue aumentando de ritmo y sus gritos aumentaron de volumen... estaba aproximándose a su clímax. Aproveché la circunstancia para acompasarme en sus movimientos, aumentando así su placer. De pronto, abrió los ojos desmesuradamente y se dejó caer sobre mi cuerpo besándome casi con violencia y emitiendo un gruñido gutural que pude sentir en el interior de todo mi cuerpo. Mientras duró su éxtasis de placer, su cadera tomó un inusitada velocidad subiendo y bajando con un corto recorrido mientras sus músculos vaginales oprimían sin compasión mi pene, proporcionándome un nivel de placer extra que en muy contadas ocasiones he sendito.

La relajación llegó finalmente a su cuerpo aunque sus quejidos de placer, continuaron durante unos segundos más. Sentía como sus cálidos flujos descendían por mis testículos, alcanzando de forma muy estimulante, el ano.

Ahora te toca a ti... hazme lo que quieras y tranquilo, que tomo la píldora.

Túmbate boca abajo.

¿Así? – Preguntó adoptando la postura que le indiqué.

Perfecto, ahora abre bien las piernas.

La tomé por sus caderas y directamente la penetre en esa posición. Flexionó sus rodillas abrazándome con fuerza con sus piernas. Inicié el típico movimiento de vaivén, aumentado paulatinamente mi ritmo conforme oleadas de placer crecían, mientras los gritos y quejidos de Merche, resonaban en la estancia y los papeles crujían bajo nuestro peso y movimiento.

Con el grado de excitación que llevaba, el frenético ritmo que estaba adoptando, las eróticas exclamaciones de placer que emitía Merche que hacía aumentar mi libido, y las oleadas de extremo placer que cada vez de forma más intensa inundaban todo mi cuerpo, era la antesala de un brutal orgasmo por mi parte

No aguanto maaaaaass - Exclamé

Aaaaaayyyy que guuuuusssstooooo - Gritó Merche en agónico grito.

Yaaaaaa – Bramé al tiempo que la primera andanada láctea inundaba el interior de Merche

Me corrooooooo. – Chillo Merche iniciando sus nuevamente sus típicos y rapidísimos movimientos de cadera, que hicieron prolongar mi orgasmo a límites jamás alcanzados.

Agotados, nos dejamos caer sobre el improvisado lecho de amor, tratando de recuperar el resuello.

Pasados unos minutos y ya satisfechas nuestras apetencias sexuales del momento, intercambiamos miradas, cariñosos besos y leves caricias sobre nuestros cuerpos.

¿Estarás muchos días por esta oficina? – Me preguntó

Una semana, poco más o menos. – Respondí. ¿Y tú?, ¿eres la encargada de ésta oficina?

De ésta oficina no. Hoy he venido porque la limpiadora de aquí, ha ido de médicos. He tenido que hacer la suya y la mía. ¿Repetiremos otra sesión como la de hoy?

Si es tu deseo, cada vez que coincidamos Merche... cada vez que coincidamos.

¿Podemos quedar un sábado o un domingo? – Preguntó con un hizo de voz.

Tengo novia, como te he dicho...

Sí, tienes razón...

Estuvimos mucho rato hablando y contándonos algunas confidencias. El tiempo nos había pasado volando y estaba casi anocheciendo. Era la hora de la despedida. Fuimos en busca de nuestra ropa, desperdigada por toda la oficina.

Lástima no tener un lugar donde asearnos con una buena ducha. – Comenté de forma pensativa.

A mí, no me importa... ¿Sabes?, llevo el "conejo" totalmente mojado y aún estoy chorreando todo tu regalo. - me contestó al tiempo que se colocaba sus braguitas. – Éstas bragas, no las lavaré. Las guardaré empapadas con tu esencia y la mía mezcladas en una bolsa de cierre hermético. Cada vez que las tenga en mis manos, recordaré ésta maravillosa tarde.

¡Qué romántica!

Me acerqué y la besé en los labios con ternura... casi diría, con amor. Desde luego, no hubiese sido difícil enamorarse de esa chiquilla.

Nos despedimos con un halo de tristeza, sabedores en el fondo de nuestro corazón, que muy difícilmente nuestros caminos se volviesen a cruzar. De hecho, han pasado casi veinticinco años, y nunca más la he vuelto a ver.