La chica de la casa de acogida
...-Los hombres, ¡hombres!, siempre terminan enfadandose y violentandose con las cosas. También con sus mujeres. Prefiero sentirme protegida y dominada por un hombre así. Solo aspiro a que no me mate. No salía de mi asombro, de cómo se puede distorsionar las cosas en la mente humana...
A decir verdad, siempre confié en formar una familia, y si bien el primer intento fue infructuoso, al segundo parecía que iba a lograrlo. Solo que ya no era un niño. Enamorarse por encima de los 30 suponía asumir el amor, no como el sentido de tu vida en lo que lo transformas en la juventud adolescente, sino como un regalo que podía ser peligroso rechazar. Ya tenía 34, y tenía la oportunidad de saciar todo mi interés por una mujer año y medio mayor que yo.
Lorena, era una mujer introvertida, de semblante muy serio pero de una gran templanza en el trato y educación. Podría decirse que era una mujer bella de 35 años largos, y siendo madre como era. Morena, de facciones duras, ojos miel y de cuerpo mediterráneo, algo generoso en pechos y caderas, sin embargo atraía más por su carácter enigmático, marcado por el sufrimiento de un matrimonio desastroso. Para ella, los hombres dejaron de existir hacia tiempo. Se mostraba con ellos, distante, indiferente, aún siendo amigos suyos. Le gustaba estar con amigos, pero en muchas ocasiones y pese al trato amable que le dispensaban, se le veía ausente. Francamente, poseía para mi la irresistible atracción de esas personas que son mucho más de lo que parecen. Supongo, que nuestra soledad, y mi actitud hacia ella desprovista de objetivos a corto plazo, terminó por facilitarme el acceso a su vida.
Era madre, ama de casa, trabajaba toda la mañana en una oficina, y por las tardes, el tiempo en que no estabamos juntos, lo dedicaba a la Asociación de Mujeres Maltratadas, a la que accedió tras la ruptura con su ex marido, y padre de Jaime, su hijo. Su capacidad de trabajo contrastaba con su apariencia tranquila, como pocas veces había conocido. Tenía una disciplina consigo mismo difícil de ver en los demás. Vivía de su trabajo pero su pasión era colaborar con la Asociación, y tanto se volcaba, que animada por mi, poco antes de irnos a vivir juntos, acepto la Delegación que le hizo la Consejería de Gobierno como representante de una Institución muy vinculada a la propia Asociación de mujeres: dos casas de acogida de mujeres maltratadas que tenía la ciudad. Un puesto sin retribución, pero que aceptó con la ilusión de colaborar en lo posible.
En los meses siguientes, se hubo de enfrentar a muchos problemas, algunos de ellos muy desagradables. Pocas, pero algunas necesarias, eran las veces que me relataba algún caso. Yo la escuchaba y me compadecía de esas pobres mujeres, a la vez que ella. Alguna vez, presa de desesperación, le oía decir frases del estilo de "joder!! Parece que no va a aprender en la vida!" ó "no tienen arreglo No se puede hacer más por ellas, y no lo entienden . Algunas han nacido para ser maltratadas." Sin analizar en profundidad la causa, daba por supuesto que tenía razón. Pasados casi un año en su cargo, una noche me comentó, el caso de una chica, que la tenía muy preocupada:
<< Una infancia y adolescencia desafortunada en un seno familiar penoso, fue el origen de las malas amistades y el abandono de los estudios. Se casó a los 19 con un "camello" (narcotraficante de poca monta), 6 años mayor que ella, en uno de sus periodos en los que no estaba en la cárcel. Ya le pegaba, pero ella lo amaba y confiaba en poder establecer su familia. Pero los hijos no vinieron, ella no puede tenerlos. Él la obligaba a "pasar chocolate", y no fue a la cárcel de milagro, y ello entre paliza y paliza. Ella cayó en las garras del alcohol, y su vida se convirtió en una espiral infernal, que su marido ahondó aumentando la violencia. A punto estuvo de morir de la última paliza que le dio, antes de que interviniera la autoridad. Después de eso logró agredirla dos veces más, una en la calle, en medio de muchos mirones que no se interpusieron. Con 24, tuvo que salir de su ciudad, y venirse a la casa, de eso hace poco más de un año. Mucha terapia, mucho anonimato, mucha actividad para reinsertarla en la vida , para qué? Para que al año empiece a salir con otro tío, que termina pegándola. La pasada madrugada, llegó a la casa, con la cara hinchada, y sangrando por la nariz y labios. Un gran hematoma en la parte izquierda de la cara, casi le hace perder el ojo, y una brecha hecha con algo cortante, le corría la mejilla derecha hasta la oreja. Dos costillas rotas y otras dos fisuradas. Rasguños y contusiones muy feas en cuello y brazos. Llegó con la ropa hecha girones, y descalza de un pie. Fue ingresada en el hospital al poco de llegar. Veremos como queda. Seguro que se niega a denunciar.>>
Era demoledor y tal y como preveía Lorena no denunció. Salió 16 dias después, para recluirse en la casa, sumida en una total depresión y miedo a que el novio, volviera a por ella, pues sabía donde vivía. Y sí que fue, por dos veces, solo que no le dejaron verla ni para hacer las paces. Ella no lo quería. Se pasaba los dias acostada y aferrada a su peluche, sin hablar con nadie. Lorena, otra noche me dijo:
-"Está francamente mal, y tememos haga una locura. Está paralizada por el miedo, y no confio en que enviarla a otra casa de acogida sea la solución. Era cariñosa, muy trabajadora. Desde que llegó no volvió a tomar alcohol, y no tiene antecedentes. Es una buena chica, y ahora está irreconocible. Mira, quiero ocuparme de darle a esa chica una oportunidad, quizás la última que tenga. Estoy de ocho meses, y la casa está desatendida. Pronto dejaré de ir a trabajar, y me ayudará aquí. Jaime y tú necesitais atención, mientras yo me dedico al bebé. Si tú lo aceptas y ella quiere, vendrá con nosotros una temporada."
Claro, yo acepté. Tres dias después llegó con una maleta que daba la sensación de estar más vacía que llena. La acomodamos en uno de los cuartos vacíos e intentamos que se sintiera cómoda por todos los medios. Poco a poco, cada día, mejoraba. Efectivamente, Lorena dejo de ir a la oficina. Pasaban todo el día juntas, y la chica, le cogió un cariño a Jaime extraordinario. Mi novia tenía razón, pese a estar aún convaleciente, no rehuía el trabajo, al revés. No quería que ni ella, en avanzado estado de gestación, ni yo, hicieramos nada. Se le notaba agradecida por el mejor ambiente familiar que seguramente, estaba disfrutando en toda su vida, y bastante contenta por conocer a nuestro bebé.
El parto de Lorena se complicó. Una insuficiencia orgánica provocada por la anestesia precisa para su cesarea, estuvo a punto de matarla. Por suerte, pudieron salvarla aunque pasó tres semanas largas en el hospital. Sencillamente en aquella época "sobrevivimos", gracias a Miriam. Yo pasaba todo el tiempo que podía junto a mi novia, mientras la chica, se encargaba de alimentarnos y tener la casa decente. Siempre estaba dispuesta a visitar a Lorena en el hospital, y muchas tardes le hizo compañía. Lorena le mandaba hacer cosas, que ella cumplió a rajatabla. Desde entonces y por siempre, le estaria agradecida por ello. Y yo también. Cuando la veía alimentar al bebé, o cambiarle de pañales, o bañarlo, o curarle su ombliguito, se me habría el corazón de par en par. Reconozco que en esa época comencé a hablar más con ella y a verla como a una mujer, capaz de hacer feliz a cualquier hombre. No me explicaba su pavorosa mala suerte. Cierto domingo, estando Jaime, aún dormido, nos sentamos a desayunar en el patio, bajo una luminosa y algo fresca, mañana de junio. Le dije:
-"Oye Miriam. Jamás te podremos agradecer bastante lo que estás haciendo por esta familia."
-"No hace falta. Siempre deseé formar una propia. Una que nunca tendré. Esta es lo más parecida a lo que siempre quise."
-"No digas eso. Has tenido mala suerte con los hombres. Pero no todos somos así. Encontrarás uno que sepa tratarte, y tendrás tu propia familia." Intentaba animarla, también un poco temeroso por sus posibles intenciones de futuro.
-"No. No lo encontraré. Conocí en mi vida a hombres así, pero siempre fui a dar con los que se le va la mano." Hablaba fijando la vista en algún punto indefinido. Estaba repasando su propia vida.
-"Los maltratadotes no son hombres, son bestias!" Dije enérgicamente.
-"Pero son los que me gustan." Seguía pensando en voz alta.
-"Alto! Un momento. Quieres decir que prefieres a un tío que te maltrate, a otro que te trate con respeto??" Quería aclarar este punto bien.
-"Los hombres, ¡hombres!, siempre terminan enfadandose y violentandose con las cosas. También con sus mujeres. Prefiero sentirme protegida y dominada por un hombre así. Solo aspiro a que no me mate." No salía de mi asombro, de cómo se puede distorsionar las cosas en la mente humana.
-"Pero admitir que te peguen es ser masoquista. Como ella no lo negó- Mira, yo no me meto que en el plano sexual, haya comportamientos sadomasoquistas, pero maltratar continuamente a una mujer, en cualquier circunstancia, no se puede admitir." Intentaba convencerla para sacarla de su atroz idea.
-"¿Y qué diferencia hay? Una mujer que recibe en la cama, tan malo es que reciba fuera de ella? La mayoría de las mujeres que soportan y justifican los malos tratos, son masoquistas."
Me quedé un rato mirandola e intentando asimilar todo lo que me dijo. Miraba su pelo rubio, no muy largo y desmarañado. Sus ojos oscuros, pequeños y rasgados, sobre unas bolsas no frecuentes entre personas de su edad. Su nariz prominente. Sus labios gruesos rosados, que movia sensualmente cuando hablaba, dejando ver una lengua roja y unos dientes algo imperfectos. Su piel clara y porosa. Mediría unos 1,66 m y no pesaría mas de 53 o 54 kg. No era una modelo pero no era nada fea. Caí en la cuenta que hacía unos 4 meses que no hacía el amor, pero no quise dar rienda a mis pensamientos. Me levante de golpe, llene mis manos de tazas, y platos, y me fui a la cocina. Era hora de despertar a Jaime e ir a ver a Lorena.
Sin embargo, en los dias siguientes, pensé mucho en esa breve conversación. Me enervaba los sentidos, que pudiera conocer a una masoquista confesa. Hasta soñé con ella y su conversación. Unos dias más tarde, hacia las 11 de la noche, empezo en televisión un programa sobre los malos tratos de pareja. Uno de tantos. Yo sentado en el sofá y ella respetuosamente en la silla. Jamás se habia sentado a mi lado. El caso es que, cuando salía en tv., los casos de malos tratos que son frecuentes, tanto Lorena como yo, intentabamos cambiar el canal para que Miriam no se incomodara. Esta vez, visto lo que hablamos dias atrás, decidí dejarlo. El documental fue duro. Ella no dijo nada. De cuando en vez, la miraba de reojo, para ver que por momentos, quitaba la vista de la tele o me miraba. Pero no me dí por aludido. Terminó el programa y comentamos superficialmente, lo duro que era, lo grave que parecía la situación, la situación de las Casas de Acogida, la Justicia, etc. Llegado un punto de la charla, le pregunté directamente:
-"Como llegaste a enamorarte de dos maltratadores?"
Me dijo que su marido había sido su único amor. Me contó como apaleó al chico que la desvirgó cuando ella contaba con casi 16 años, un año y pico después de que ocurriera. Que era divertido, que siempre la llevaba con él a todas partes, y que le compraba muchas cosas. Pero que era muy celoso, y cometió un error al contestar a sus preguntas de quien la desvirgó. Se fue a por él, y tal paliza le dio que el chico abandonó el pueblo para siempre. A partir de ahí, él la tomó como suya, pero no se encontraba del todo mal así. Se sentía protegida, cuidada, recogida, y solo a veces, tenía que calmar su mal humor aun después de haberlo pagado con ella. Cuando entró en la cárcel, ella iba a visitarlo, hacía el amor con él. En esos meses es cuando se enamoró profundamente de él, porque ella sintió que él la necesitaba. Su padre, viudo recientemente, se opuso a que su hija continuara visitando al delincuente en la cárcel, y esa situación hipócrita de un padre, que nunca le había mostrado cariño, se hizo insoportable. Entonces decidió casarse con él. Malos tratos hubo antes y después de la boda, pero se agravaron cuando él, la solicitaba para que le ayudara a traficar con hachís y ella no lo hacía de buen grado, mientras se constató que no podría darle jamás un hijo a él. Él empezó a frecuentar a otras mujeres, a dejarse ver con ellas, e incluso a llevarlas a casa. Si ella no las trataba bien como invitadas, él le pegaba. Muchas veces delante de las fulanas. Empezó a beber. Al poco su marido, reingresó en prisión. Y desde allí, el comenzó a acusarla de ser infiel con un amigo de él, otro traficante, con el que se veía por cuestiones de "negocios". No era cierto, aunque sí lo era que su amigo se comportaba muy groseramente con ella, haciendole insinuaciones y tocandola en privado. Ella lo rechazaba, pero nunca se le ocurrió decirle nada a su marido, por miedo a que se mataran. Y también porque era el que le pasaba dinero de los negocios sucios de ambos para seguir pagando el alquiler, para la bebida y para seguir malviviendo. La noche que su marido salió de prisión, le pego hasta dejarla inconsciente, y la violó repetidas veces. Vivió un año más de infierno, hasta el dia que casi la mata. La ley lo encausó por malos tratos, pero como no denunció, solo dictaron alejamiento. Tras la ruptura, ella se prostituyó con un vecino viejo para sobrevivir, pero nadie lo supo. A su marido, le llevaban los demonios, cuando comprobaba que sobrevivía sin su dinero. A la segunda vez que le pegó, esta en la calle, se sintió tan amenazada que solicito su ingreso en la casa de acogida, lejos de su pueblo. Aún hoy, ella creía que su marido la amaba, a su manera.
Del chico que habia conocido año y algo atrás, un año menor que ella, no dijo haberse enamorado nunca, y que solo buscaba en él, sentirse mujer.
-"¿Y por qué no denunciaste a ese tampoco, si ni tan siquiera lo amabas?"
-"Lo vi chulito y me arrimé a él. Ya sabes , era del tipo de chicos que me atraen. Que me maltratara lo provoqué yo. Le conté todo de mi, y cuando se atrevió a pegarme por primera vez, supongo que yo le alenté con mi carácter. Yo fui, la culpable de sus malos tratos. Es joven, y no quería que mi denuncia arruinara su vida. Si no hubiera sido él, hubiera sido otro. El problema soy yo, y esa historia al menos, acabó para ambos."
La invité a sentarse más comodamente en el sofá, pero ella, declinó. Pese a contarme lo que me contó, quería mantener cierta distancia conmigo. Como no supe a que se debía, no dije nada más. Concluí que era mejor acostarnos y ella obedeció. Solo en mi cama volví a pensar mucho sobretodo lo que hablaba con Miriam. Intente comprender su psicología. Aún con dudas, lo más razonable era pensar que era masoquista. No pegué ojo esa noche y me preguntaba si a ella le estuviera pasando igual. Mi mente, divagó por escenas lujuriosas de dominación y dolor. De palizas y posterior vuelta a la aparente normalidad. A pocos metros de mi, se encontraba una mujer con mucho en común con Miriam. Ambas eran las dos caras de la moneda de los malos tratos. Miriam los aborreció por no ser masoquista, mientras que Lorena no, justamente por serlo. Una moneda, que ahora comprendía, ejercía un tipo de atracción sobre mi. Mi pene erecto, no pudo resistirse a mis intencionadas caricias, y mi eyaculación me tranquilizó algo más. Lo necesitaba.
Al día siguiente, el doctor nos comunicó que Miriam, estaba prácticamente recuperada, y que su convalecencia, sería mejor continuarla estando en casa. Se veía venir de un momento a otro, y era la noticia que esparabamos. Esa tarde la someterian a las últimas pruebas, y si todo iba bien , al dia siguiente le darían el alta. Esa noche, ya en casa, me encontraba radiante. Miriam también. Decidí celebrarlo abriendo un buen vino para la cena. Hasta Miriam que no bebía, decidió romper un poco su norma. Hablamos durante la comida, de como se organizaría la casa con Miriam de nuevo en ella. No me daba cuenta, pero para todo, estaba contando con Miriam. El alcohol me hizo más locuaz, que de costumbre. Le dije que ahora era más necesaria que nunca, y ella solo sonreía y asentía. Le dije que se le veía feliz de formar parte de la casa, y dijo que sí, que estaba muy feliz.
- , quizás solo eches en falta el amor, para que todo este por completo a tu gusto, no?"
-"Sí , pero no importa." Contestó Miriam.
-"Sí que importa. Tener relaciones es importante. Asintió-. Echas de menos tenerlas?" Mis ojos desprendian una lujuria que creo ella notó. Bajo la mirada para contestar.
-"Sí, a veces sí." Fue sincera. Me animó a volver al tema que me fascinaba.
-"Si pudieras elegir, con que tipo de hombre te gustaría tenerlas?"
-"No siempre se puede elegir al hombre. A veces las relaciones, solo satisfacen una necesidad. Son estas las que a veces la satisfacen y otras veces no."
-"¿Quieres decir que te importan mas las relaciones que el hombre? ¿Qué te daria igual el hombre?"
-"No. Debo sentir temor, o , respeto por él." Noté como evitaba mi miraba. Su nerviosismo al hablar. El movimiento compulsivo y reflejo de sus manos. No aguanté más. Me levanté, di dos pasos y me planté junto a ella. Me incliné de forma que su cara y la mía quedaran cerca. Y le pregunté:
-"¿Por qué no me miras al hablar? ¿Acaso sientes temor o respeto por mi?"
Nerviosamente levanto su mirada, clavandola en mis ojos, en mi boca, para decirme casi imperceptiblemente:
-" Respeto."
En un rápido movimiento la cogí de su pelo, levantadole la cara y la besé. Ella se dejo hacer. Nos besamos mucho rato. La levanté del pelo, y sin mediar palabra, llevandola de él, la subí por las escaleras. La conduje hacia el cuarto de baño, y sin soltarla le dije "Me vas a lavar con mucho cuidadito la polla". Del pelo la dirigía para que me desabrochara el pantalón, primero, me lo bajara, y luego el slip. Me senté bruscamente en el bidet, haciendo que cayera en el suelo. La puse de rodillas, y manejandola del pelo, abrió los grifos, para lograr una temperatura perfecta del agua. Lo único que habló fue al preguntarme "te gusta el agua así". "Sí, dame un aseo completo, pero ojo con hacerme daño". Ella me mojo primero mis partes, luego me las enjabonó. Le pedí que hiciera igual con el ano, que hizo sin comentar nada. Yo le tiraba tirones del pelo, cuando sentía a la mínima su uñas sobre mi piel. Ella lo único que hacía es entrecerrar los ojos a causa del dolorcito, pero nada más. Cuando me enjuagó mi sexo, la atraje fuertemente del pelo, hacia él, de forma que mi pene le golpeo violentamente su cara, y su boca lo engulló también compulsivamente. Cuando, lo creí conveniente, la retiré, siempre cogida del pelo, y le conminé a que me secara. Tras ello le pedí que se desnudara. Solo tras sentarla en el bidet, le solté su cabellera.
Le lavé su sexo calido. Antes de mojarlo comprobé como estaba. La muy calentona, estaba excitadísima y su vulva era un charco de fluidos. La lavé sin contemplaciones, con toda su vulva bien abierta. Hasta por dentro de la vagina lo hice. Ayudado por el jabón, le metí cuatro dedos con furia en su vagina. Una vez que terminó y se secó, la cogí nuevamente por el pelo, y a la carrera, la llevé a mi cama y la tiré sobre ella. Me puse de rodillas sobre la cama, y empecé a tocarla por todas partes. Sus erguidos pezones, sus turgentes senos. Su vientre y pubis. Masturbé su clítoris, y le magreé su coño, que empezaba a lubrificar de nuevo.
-"Con que te gusta este tipo de sexo, eh puta?" "Sí", contestó.
Me volvía loco. Estaba enervado. Me puse a horcajadas sobre ella, y le abofeteé repetidamente su rostro, mientras le decía que le iba a dar lo que necesitaba por portarse tan bien y la insultaba. Sollozaba, y repetía "no. No más". Llegó un momento que trató de taparse el rostro gimiendo. Entonces me separé un poco de ella. La cogí nuevamente del pelo, y la arrojé con virulencia fuera de la cama. Le ordené que se arrodillara en el duro suelo, y sentado en el borde, le mostré mi sexo. Ella lo circuló con sus manos y se lo llevó a la boca. Así estaría hasta que me corriera en su boca. Y así, tras una dulce mamada, mientras que la tenía cogida de su pelo, y le golpeaba la espalda o el rostro de vez en cuando, me llevó al éxtasis. Mi semen descargó en su boca, hasta darle nauseas, pero tal y como le ordené, no se lo tragó. Haciendo lo que le pedí, recogía con sus dedos, el poco que le resbalaba de sus comisuras para volverlo a llevar a su boca. La contemplaba, preso de excitación, mientras seguía arrodillada en el suelo. Le dije que no se moviera, mientras iba a buscar un consolador de Lorena. Volví al poco, y la ví en la misma posición que la dejé. Con la boca cerrada, y procurando no tragar el semen. La cogí nuevamente de su pelo, para guiarla y le dije:
-"Sube a la cama. Ponte a cuatro patas. Y no te tragues el semen. Lo quiero después para algo que ya sabrás."
Por detrás le acaricié su sexo, con el consolador y mis manos. Le mordía con mis dientes sus labios jugosos. Sorbía su humedad, chupando directamente de su clítoris. Mis manos y el consolador-vibrador, masajeaban su ano, su vulva, su entrada de la vagina, su clítoris. Entonces le pedí, que vaciara su boca de semen, sobre la palma de su mano. Un conglomerado de semen y saliva, salió por fin.
Le restregué el consolador en su mano, impregnandolo de sustancia. Cuando estaba, el aparato bien húmedo, me lo llevé a su ano. Le pedí que se abriera bien las nalgas, fije el glande de plástico en la entrada, y empuje con fuerza para dentro. La lubricidad del aparato, supongo que ayudaría, pero ella, no pudo contener un gemido de dolor. Sentí como desgarraba su culito, pero no dejé de empujar hasta que entro todo. Tras ello, lo moví hacia dentro y hacia fuera. A mi antojo. Sin miramientos. Hasta que al poco, el ano, se adaptó como no podía ser de otra forma, al tamaño del consolador. Noté que mi polla, se empalmaba de nuevo, demandando protagonismo. La meneé un poco, mientras con la otra mano, seguia dirigiendo al consolador en el culo de Miriam. Cuando, me la sentí en el mejor momento, me acerqué a ella y se la clavé en su sexo, por detrás. Mi polla sentía el espacio que ocupaba el grueso consolador en su culo, y dirigí los movimientos del mismo, de forma que acompasadamente, ambas penetraciones, se produjeran a mi mayor gusto.
Miriam para entonces, con la espalda arqueada hacia arriba, y sucesivamente arqueandola abajo, me enseñaba el perfil de su cara, con los ojos muy cerrados y la boca abierta. Gemía cada vez más, y no tardó en darme la prueba sonora de su primer orgasmo. Mas fuerte la follaba por ambos agujeros, sin que ella perdiera un ápice de placer, al revés. Abriendo mucho los ojos sintió mis embestidas como si la perforaran en lo más profundo, y no pudo aguantar más el segundo orgasmo, tal vez más corto que el primero pero más violento. Poco antes de correrme me salí de ella. Me acerqué a su cabeza, le asi, del pelo, y me coloqué su cara, frente a la uretra. Toda su cara, sus ojos, su nariz, sus mejillas y boca, recibieron las descargas blancas, que con gran fuerza cubrieron su rostro. Fue maravilloso.
Me tumbé en la cama, de bruces, boca arriba, para recuperarme algo. Cuando al poco, la miré, vi una cara llena de semen, que me miraba sin decir nada. La miré, la sonreí, y le dije se fuera a limpiar y se acostara en su cuarto, y que al dia siguiente hablaríamos. Se marchó, y no tardé mucho en dormirme, totalmente agotado.
A la mañana siguiente, amaneciendo y antes de ir al trabajo, la visité en su habitación y le hice de nuevo el amor, tumbado junto a ella, por detrás. Planeamos el resto del día y a que hora recoger a Lorena. No habría de enterarse, aunque, en ese momento, no estaba dispuesto a renunciar a Miriam. Determiné resolver el tema con calma. En los dias sucesivos. Lo importante era en ese momento, irme a trabajar. Me duché, me vestí, fui al cuarto de Jaime. Lo besé, y antes de salir, vi como Miriam, con su cariño de siempre, acudió a consolar al bebé que empezaba a reclamar su comida. Sonreí y me marché.