La chica de la bicicleta

Los días pasan siempre igual, siempre, una rutina que me tiene medio deprimida…el único aliciente para seguir en ese curro de mala muerte es ella, la chica de la bicicleta...

Suena el despertador como cada mañana y me quiero morir…"un ratito más" pienso mientras el dichoso aparato no se calla.

Otro día más que tengo que ir a trabajar, cosa que a nadie le gusta, es verdad, pero a mi especialmente éste me gusta menos, pero si quiero seguir estudiando el año próximo no tengo más remedio que seguir aquí. Trabajo en una tienda, sí, ya sé que no es el trabajo más feo del mundo ni el más pesado, pero si le sumas que tengo un jefe muy cab… eh… cabezota, llamémosle así, y que me hace trabajar y trabajar hasta las tantas cambia la cosa. La tienda está en un pueblecito de la costa que por estas fechas está muy concurrido (y más que lo estará), por lo que mi jefe aprovecha y saca el tenderete a la calle para que los paseantes lo vean mejor y les entre más ganas de comprar…he de decir que el tío piensa, más de un guiri sale con las manos llena de allí… Cuando estoy sola, sin el pesado al lado, me gusta mirar a la gente que pasea por la calle, es una buena forma de entretenerse; digamos que te imaginas a cada persona de una forma, unas paran a echar un vistazo, otras simplemente pasan sin mirar, y otras te preguntan hasta la marca de colonia que usas…y ella siempre pasa…esa chica de pelo rizado, con su bicicleta que parece sacada de los años 80 y su sonrisa siempre en la boca. Hace días que la observo, siempre pasa más o menos a la misma hora y siempre pasa sin ni siquiera mirar al tenderete. No sé nada de ella, nada, pero cuando pasa no puedo evitar mirarla fijamente esperando que algún día cruce al menos una mirada conmigo, que se percate de que existo, pero ese día parece no llegar.

Por fin llega la hora de cerrar y de irse a casa, a lo lejos, veo una chica con una bicicleta y el corazón parece que está de fiesta…pero no…mi vista me ha jugado una mala pasada y por más que quisiera no es ella

Los días pasan siempre igual, siempre, una rutina que me tiene medio deprimida…el único aliciente para seguir en ese curro de mala muerte es ella, la chica de la bicicleta, a la que por cierto, espero ver hoy, que hace algunos días que no pasa y yo necesito mi dosis diaria de ella

¡Oh! Cielo, por ahí viene…si es que no se puede ser tan guapa…es tan hermosa, con esa sonrisa, esos labios, tan interesante, tan…tan…ostras que se ha caído…me he quedado paralizada, "corre boba, ve a ayudarle, ¿¿o te vas a quedar ahí parada como una tonta todo el día??" no sé cómo pero mis piernas empezaron a caminar hacia ella, respiré profundo y dije

  • ¿Estás bien?
  • Bueno podría estar mejor- respondió ella
  • Ven, dame la mano que te ayudo a levantarte.
  • Gracias (y me regaló una me sus hermosas sonrisas), perdona, te he tirado todo el tenderete, ¡qué vergüenza!
  • No te preocupes, lo importante es que tú no te has hecho daño.
  • Bueno, pero tendré que pagar rodo esto, creo que he roto algunas cosillas.
  • No mujer, cómo vas a pagar esto, además a mi me haces un favor, ya no tendré que meter tantas cosas para dentro…je, je.
  • Bueno al menos déjame recompensarte por las pérdidas, no sé, ¿te parece bien una caña cuando termines?
  • En realidad tendrías que recompensar a mi jefe (dije en tono de broma), la tienda es suya, pero no te lo recomiendo, puede llegar a ser muy pesado cuando quiere
  • Entonces la recompensa irá a su empleada, que al menos parece más simpática…(Dios como siga sonriéndome así me voy a desmayar…)
  • Bueno si quiero puedo ser muy pesada también eh? Ja, ja Está bien, acepto tu invitación.
  • ¿A qué hora sales?
  • A las 23:00.
  • Pues entonces a las once paso a por ti, ¿vale?
  • Vale…(me tenía embobada)
  • Por cierto, me llamo Celia
  • Raquel, encantada (y me dio dos besos)
  • Hasta luego.
  • Chao

Y la vi alejarse con su bicicleta…¡¡¡Dios!!! He quedado con ella!!! No me lo puedo creer…Uy! La gente me está mirando raro…ja, ja. Aún no me lo creo, hace tan sólo unos minutos no sabía nada de ella y ahora voy a quedar con ella.

¿Y qué me pongo?, aprovecharé que el jefe hoy no viene e iré a casa a cambiarme, no puede verme con estas pintas, aunque pensándolo bien ya lo ha hecho…pero no! me pondré algo mejor, ¿pero qué?, ¿algo informal?, ¿arreglado? Dios no sé qué hacer…bueno cuando llegue a casa lo decidiré, ahora a intentar pasar la tarde lo mejor posible, que estos nervios no me dejan tranquila.

Hora de recoger el tenderete…dentro de media hora estaré con ella…esto parece un sueño. Voy a recoger rápido y a casa a cambiarme.

Creo que con este modelito iré bien, ni muy arreglada, ni muy informal.

Ahí viene…oh! está más guapa si cabe, es la primera vez que la veo sin su bicicleta, je, je.

  • Hola Raquel.
  • Hola Celia.
  • ¿Nos vamos?
  • Sí claro, estaba esperándote.
  • ¿Te ha echado mucha bronca tu jefe por mi torpeza?
  • No, si ni siquiera está, pero no te preocupes, que he eliminado toda prueba del delito (esto le hizo gracia y soltó una carcajada que me dejó más prendada de ella aún…)

Esa chica me gustaba, aún sin conocerla, y mucho, pero me daba miedo, hacía pocos meses que lo había dejado con Rocío y todavía tenía ese dolor en mi corazón; su traición me hizo mucho daño y no quería volver a enamorarme y pasar por lo mismo, además no sabía nada de ella, quizás no le guste, o directamente sea hetero, incluso homófoba…ja, ja, se me estaba yendo la pinza.

Llegamos a una terracita muy acogedora justo enfrente de la playa y pedimos dos cervezas. Yo no podía dejar de mirarla embobada, cada palabra que salía de su boca era como un canto de sirena que me acercaba más y más a ella, era inevitable.

Hablamos de todo un poco, que si estudias o trabajas, cuántos años tienes, vienes mucho por aquí…en fin, las preguntas de rigor cuando conoces a alguien. Nos dieron las tantas casi sin darnos cuenta, hablando de tonterías, pero yo cada vez me sentía más a gusto con ella, era como si tuviera un imán y yo fuera un gran bloque de hierro. Nos despedimos con dos besos no sin antes volver a fijar una hora para vernos el día siguiente…y el otro, y el otro…y así fuimos quedando todos los días durante dos semanas, dos semanas en las que esa chica me gustaba cada día un poco más si cabe, pero mi miedo al rechazo y sobre todo a volver a sentir el dolor vivido con Rocío hacían que no me atreviera a dar un pasito más con Celia.

Una noche, estábamos cenando unas pizzas en mi casa y yo notaba que ella estaba más nerviosa de lo habitual, no paraba quieta, se levantaba, se volvía a sentar, cambiaba las cosas de sitio

  • Celia, ¿quieres parar mujer? Ja,ja, ¿qué te pasa?
  • Eh…es que…- y se quedó callada mirando al suelo.
  • ¿Qué? Me estás asustando
  • No, no te asustes…es que hace días que quería hablar contigo…- eso no me sonó muy bien.
  • Está bien, dime lo que sea
  • A ver…me…me
  • Ja, ja, ja…perdona que me ría pero es que estás muy graciosa así
  • ¡¡¡No te rías!!! Que ya bastante me está costando
  • Vale…yo calladita, sigue por favor.
  • ¡¡¡¡Que me gustas!!!!- y lo soltó como si le quemara en la boca- y mucho

Yo no lo podía creer, pensaba que no le interesaba para nada, que si algún día hubiera tenido el valor suficiente como para decirle algo me rechazaría, pero no es así, le gusto…¡¡¡le gusto!!!

  • Tú a mí también me gustas mucho, desde el primer día que te vi pasar por mi tienda con tu bicicleta cuando aun no sabías de mi existencia, no podía dejar de mirarte pasar…- y le di un pequeño beso en la comisura de los labios

Ella comenzó a besarme con más ganas, con más pasión, mientras me susurraba al oído cuánto le gustaba y buscaba mi cuello aferrándose a él como un niño en los brazos de su madre.

Yo no sabía qué hacer, mi cabeza daba vueltas incontroladamente, al fin la tenía en mis manos y no quería dejarla ir, pero al mismo tiempo el miedo me invadía y casi sin quererlo la aparté de mí…noté su cara de tristeza; le acababa de decir que también me gustaba y la apartaba de mí, le debía una explicación.

  • Celia perdoname, no sé qué me pasa, me gustas mucho, muchísimo, más de lo que creía, pero tengo miedo
  • ¿Miedo de qué Raquel?- dijo extrañada.
  • Miedo de quererte, de enamorarme de ti, de sufrir…he salido hace muy poco de una relación muy tormentosa y no quiero volver a pasarlo mal
  • Está bien, no te preocupes, iremos despacio ¿vale? – me dijo regalándome una de sus mejores sonrisas que consiguió tranquilizarme.
  • Gracias, eres una persona maravillosa- y volví a besar la comisura de sus labios con delicadeza