La chica con los Ojos Caleidoscópicos II

Tras dos años sin continuar. Retomando una de esas historias que nadie se atreve a contar.

I, me, mine

Una revolución dentro de mi cabeza, en mis ojos, en mi hígado y en mis entrañas, así desperté en el cuarto de Pelusa, con esa sensación de quien sabe a qué hora, quién sabe qué día.

De los días anteriores solo tengo retazos de memoria, recuerdo haberme escapado de todos y regreso a la ciudad con Pelusa, recuerdo haber visitado al Negro Mike para un encargo especial de los más ricos 50gr de Caspa del Inca o cocaína para los menos desaventurados. Hubo vodka, hubo ron, hubo mucho whisky. Lágrimas por aquí, risas por allá, divagaciones y muchos palpitares encarcelados en los cuerpos de estos jóvenes descarrilados.  Es curioso pensar como un día crees tener todo controlado, envuelto en una manta de negaciones y profundos miedos a que resurja. Pero la manta es intangible, como nuestras ansias por acabarnos, somos tan complejos y tan sencillos, nos remostamos a un binario entre el estar bien o el estar mal, lo difícil es lo que conlleva cada uno. Yo particularmente creía que mi moneda cayó  parada, está indecisa y temerosa del resultado, como con cada acción que hago.

Cuando sentí que era el momento justo después de despertarme me levanté del mueble donde había pasado quien sabe cuántas horas de sueño. Junto a mí estaba una amiga de Pelusa junto con su novio, echados uno a lado del otro en un abrazo lleno de sentimientos trastocados, que conmovedora escena de un par de yonkis. Por mi lado busqué por todos los cuartos a Pelusa sin obtener resultado. Fui al baño, me vi en el espejo y detallé las facciones de mi rostro ante el reflejo. Me dio miedo pensar lo frágiles que somos y lo masoquistas que nos volvemos, tuve que abandonar mi vista crítica y centrarme en pensar que hacer ahora, donde estaba Pelusa, dónde estará ella.

Ella. Ella, ella, ella. Fue un pensamiento muy recurrente durante estos días de amanecidas, tragos y líneas. De cierta manera Lucía se atascó en mis pensamientos, no sé cómo ni en qué momento. Me producía sensaciones raras, pensamientos vagos y miradas a la nada de solo imaginarla.

-          Ahí estás.

-          Ey, Pelusa te estaba buscando, ¿Dónde has estado?

-          Fui unas horas a ver a mis padres, necesitaba dinero y ellos compañía, ya sabes lo usual.

-          Entiendo… Oye, ¿cómo va todo?

-          ¿Cómo va todo de qué?

-          No sé, solo pregunto cómo estás.

-          Eso realmente no tiene importancia, Mich. Pregunta equivocada.

-          Entonces Sr. Concreto, ¿cuál sería una pregunta más adecuada a la situación?

-          Que tal, ¿Cuándo te vas a tu casa? ¿Cuándo regresas a tu vida de álbum de fotos?

-          Oye, que te pasa, ¿por qué te pones así?

-          No me pasa nada Mich, solo quiero que te vayas, ya estoy harto de esto, realmente no eres una buena compañía y yo necesito de alguien que se interese en lo que me pasa y no en como aliviar sus propias penas.

-          ¿Y a qué va todo esto Pelusa, qué parte me he perdido? Apenas me levanto y me vienes con esto, ¿qué mierda te pasa?

-          Me pasa que estoy harto de lo mismo, quiero estar solo, quiero curarme solo o por último terminar con esta puta mañana y su sofocante ambiente lleno de posibilidades.

-          Estás quemado Pelusa, no entiendo porque me dices eso.

-          Y no quiero que lo hagas. Solo preciso que saques tu bonito esqueleto de mi vista y hagamos como si no nos hemos encontrado y tú sola te has desaparecido. No estoy para cuidarme a mí mismo, mucho menos para hacerlo contigo.

-          Está bien, sabes está perfecto. Si eso buscas anda mátate solito, que yo tengo cosas que hacer en lugar de estar aquí comiendo techo y regalando lágrima. Hasta nunca, tarado.

-          Llévate tus cosas ya que vas de salida y considera que más allá de esa puerta hay gente que te busca y se preocupa y tú, como una gran mierda aquí conmigo.

Seberendo idiota. Esa ‘charla’, por llamarla de alguna forma, me termino por descolocar el día. ¿A qué se refería Pelusa con lo último que dijo? No quiero pensarlo, pero me es imposible preocuparme si me lo dice tan serio y seguro.

A penas pisé pavimento la realidad me cayó por la espalda. Sentía que el pecho me ardía, la garganta se me cerraba y los pensamientos iban y venían. ¿Qué se supone que haría? ¿Cuál rumbo me traerá menos desdicha? Entiendo, este día no estoy con un humor de los mejores, era uno de esos días en que solo existes por pura cobardía, me sentía sola, pequeña y perdida.

Me subí en un bus con rumbo a mi casa y en el trayecto me atreví a prender mi celular, tenía innumerables llamadas perdidas y mensajes llenando la memoria de mi teléfono. Apenas consulté la hora y el día volví a apagarlo por miedo a lo que me traería.

Cuando llegué a mi portón, tras una gran bocanada de aire, me hice para entrar y ver si mi madre estaría en casa.  Y lo estaba.  Traté de actuar como si nada y saludarla, a pesar de haber estado una semana desaparecida.

-          Hola ma, ¿cómo te va?

-          Bien Michelle, hay comida en el mesón si quieres ¿o vienes ya comida?

-          Tranquila ya comí algo, voy a mi habitación a tomarme un baño.

-          De acuerdo, tómate el baño, tu ropa está guardada en una caja y una maleta frente a la puerta de tu habitación.

-          ¿Una caja y una maleta? ¿A qué te refieres mamá?

-          Bueno, como le hice llegar la noticia a tu amigo el rastroso, que asumo te la hizo llegar a ti, iba en serio lo de tu mudanza.           Como le dije a al rastroso, si tienes el suficiente dinero, tiempo y amigos para desaparecerte una semana, asumo que podrás hacerte de las tuyas fuera de esta casa, yo no vuelvo a dar de comer a una drogadicta sin amor por sí misma, ni por los que la aman.

-          ¿Los que me aman? ¿Ahora te pones en el papel de víctima? En todos estos años me he criado sola, prácticamente ya que tú estabas muy ocupada entre tu trabajito de mierda y abrirle las piernas a cualquiera que mostrara interés en ti.

-          No me vuelvas a hablar así, muchachita del demonio, cagada y callejera. No eres más que una degenerada, perdida de mierda. No sé en qué momento pude criar a este engendro. No eres ya más mi hija y no te quiero ya más en mi casa.

-          ¿Criarme? O mantenerme en casa esperando que encuentre algo quehacer mientras tú juegas a la madre soltera sin hija. ¿O acaso tengo que recordarte como uno de tus múltiples amantes fue el que me dio de probar cocaína, pór primera vez, mientras tú estabas ocupada haciendo como que si yo no existía.

-          ¡Cállate insolente! Coge tus cosas y vete. Esta conversación tuvo final el día que decidiste desaparecerte sin avisar a tu madre y perderte con quién sabe qué clase de gente.

-          Pues bien señora, hasta nunca. Acabas de crear una revolución en un nada pacífico ambiente familiar. ¡Vieja de mierda! Y para que lo sepas, esa clase de gente hizo de familia para mí mientras tú te dabas la vuelta.

Tomé la maleta que cargaba, guardé un poco de ropa y cosas que pude encontrar al vuelo y me fui de ese espantoso lugar. Un puto núcleo familiar formado por una abeja reina y una sublevada moribunda. ¡Vaya a joderse a sus palos! Que no hay mal que por bien no venga, salir de esa cárcel de mentiras y memorias puede ser la mejor decisión, sin opción, que pude haber tenido.  Camine sin rumbo por unas horas, a penas y contaba con $5 en mi bolsillo, el hambre y el cansancio ya hacían eco en mi sistema, pero me sentía perdida, bastante cabreada e indefensa. Una triste combinación para un medio día que apesta. Recorriendo las calles del norte de la ciudad llegué a una plaza central donde tomé asiento por unos minutos, siendo un lugar concurrido por mis amigos y por mí, supuse que sería cuestión de tiempo antes de encontrarme con algún conocido, pero no fue así.

Pase tres horas sentada viendo las gente pasar, el cielo oscurecerse y descarrilados de siempre comenzar a tomar cerveza y poner música en sus carros. Pero aún sin nadie a quien saludar, nadie con quien poder hablar.

Pensé en ella cuando el cielo oscurecía, recordé el momento que pasamos en la playa y lo especial que me sentí, por un momento pude bloquear toda la mierda que me ha pasado desde que volví de la dañada rutina. Y es que todavía no podía procesar y digerir lo que me había dicho mi vieja. Pero, aun así era realmente especial este lapsus en el que mis tormentos se inhibían con tan solo imaginar su sonrisa. Realmente no sé qué tiene pero es una pequeña medicina ante tanta porquería. Sus ojos, su cabello, su collar y su risa. Lo recordaba todo tan bien que me daba temor pensar que qué significaría. Es solo por su simpatía, no me haré enredos ni crearé en mi cabeza fantasías.

Una voz conocida hizo vibrar mi memoria, era Charly un viejo amigo punkero que se acercaba en dirección a mí, vestido con su típica camiseta de Eskorbuto, su típica chaqueta de cuero con spikes, sus típicos pantalones negros rotos y sus típicos Converses sucios y viejos. Era el típico Charly con su típico atuendo.

-          Oye, verte a ti por acá si es motivo para sorprederse… o asustarse.

-          Hola Charly, también me da gusto verte, ¿Cómo has andado?

-          Pues en la miseria como siempre ¿y tú?

-          Ahí, viviendo la anarquía concebida.

-          Esa es la actitud nena. ¿qué ha pasado?

-          Solo cosas y acontecimientos que me demuestran como reiteradas veces la vida es una mierda y yo una flatulencia más que se escapa de ella.

-          Poesía para mis oídos, le diré a la banda que considere lo que acabas de decir para una nueva canción, talvez la llame ‘Puta mierda, puta vida, putas todas y reventémonos los sesos de químico suicida’ ¿qué te parece?

-          Muy underground como para mencionarla en público.

-          ¿Te apetece un porro?, parece que lo necesitas.

-          Más de lo que imaginas, nene.

-          Enseguida.

Me pasé fumando, tomando unas cervezas y conversando de la vida con Charly. Ese loco nunca para. Con el pasar de la noche otros rostros conocidos marcaron presencia y ya nos volvimos un grupo medio grande, y como era de esperar en medio de tanto punkero salió uno con coca a brindarle al resto.

Y sin advertirlo, cuando me ofrecieron un poco la moral se me cayó al suelo, fue como algo de suspenso y de miedo.  Recordé porque en primer lugar había decidido sentarme ahí, lo que había pasado, Pelusa, mi madre, El Mono preocupado y Charly en la miseria. Había recordado que no tenía donde ir y varios nudos en la cabeza, me dio miedo, y me tuve que separar del grupo.

Avancé unos cuantos metros sin saber dónde ir ni que hacer, con la madrugada a cuestas, sin dinero, sin valentía para acudir a alguien que me pueda ayudar y a estas alturas más ansiosa que serena.  Charly se aproximó a mí, no dijo nada solo me acercó su celular, que estaba timbrándole a El Mono y me dijo que haga lo que tenía que hacer.

A Hard Day’s Night

-          ¿aló? Puta Charly, es lunes y son las 2 de la mañana ¿qué pasó loco?

-          Mono, soy yo. No hables, por favor. Yo sé que por respeto a nuestra amistad no debería estar haciendo esto, pero tengo miedo, no tengo donde ir y necesito hablar con alguien que no me huya, ni me señale, ni me de sus condolencias.

-          Aquí la única que huye, se señala y se traga sus propias condolencias eres tú, Michelle. ¿Dónde estás? te voy a ver ahorita, señorita.

-          Estoy en El Punto, no te demores por favor.

-          Ahí estaré, en un santiamén.

-          Gracias, te… te espero.

Luego de entregarle su celular a Charly y agradecerle con una sincera sonrisa y mirada melancólica me despedí de él para ir a esperar al Mono, que no tardó más de veinte minutos en llegar, con un sánduche y un té para que comiera.

-          Espero que tengas hambre y no andes en esa estúpida dieta del químico ahora.

-          No lo estoy Mono y realmente tengo mucha hambre, gracias realmente necesitaba comer algo.

-          De nada pequeña, ¿quieres ir a algún lugar en específico a conversar o vamos a casa?

-          Llévame al mirador de la colina por casa de… por casa de Chelas.

-          Ehmm… Right away, honey. Right away.

En el camino no hablamos, solo me dispuse a comer lo que me trajo el Mono. Que comer con hambre, a veces hasta de tragar te hace olvidar. Sin apuros llegamos al mirador estacionamos el carrito del Mono y nos salimos a ver la ciudad brillar, un lindo paisaje para una conversación tan pesada que nos tocaría. El Mono sacó de su bolsillo un porro y me preguntó si quería o lo guardaba, decidí que era mejor contarlo todo sobria, luego cuando haya terminado lo usábamos.

Y así me tocó comenzar la conversación.

Le conté los pormenores de mí huida de la playa a la casa de Pelusa, por más que traté de omitir los detalles en cuanto a cantidades de drogas el Mono me supo sacar la información sin mucha dificultad. Se enteró de cuanto, dónde y con quienes, ya no tenía miedo de contarlo, mucho menos si era a la persona más cercana a una familia que tenía. Me escuchó atentamente.  Se sorprendió, tanto como yo, cuando le comenté la reacción tan rara que tuvo Pelusa al verme esa mañana, alegando que era el bajón de la coca el que le pudo haber dado en ese momento y lo quiso desahogar conmigo.  Su rostro se nubló cuando le conté lo de mi madre, pude notar dolor en su mirada, dolor por conocer mi situación y como había acabado así. Al Mono le dolía tanto como a mí, es ahí cuando me di cuenta que él si sabía de la decisión de mi vieja, pero no hubo nada que haya podido hacer.  Cuando haya terminado el Mono tomó una gran bocanada de aire, me dio un abrazo con tantos sentimientos de comprensión y apoyo en mí y así dejamos caer unas lágrimas que penosas pedían salir desde hace ya muchas palabras antes.

-          Michelle, nunca más se te ocurra pensar que no puedes acudir a mí. Esto que te está pasando también me afecta. Como tu amigo, mierda, como tu mejor amigo siento que veo por tus ojos y siento por tus pasos.

-          Ya lo sé Mono pero yo… sólo me sentía perdida, no sabía qué hacer, a quién acudir y supuse que después de desaparecerme estos días no querrías saber de mí.

-          Y no te equivocabas, estuve muy preocupado por ti y para el final cabreado por tu comportamiento. Mierda, desapareces de la nada, te vas con ese cocainómano autodestructivo de Pelusa, no avisas, no te comunicas y nos dejas a todos preocupados… Lucía, ¿te acuerdas? La hermana del DJ, hasta ella se pasó preguntando por ti a todos los que te habían visto en la playa.

-          ¿Ella hizo eso?

-          Sí, y aunque te parezca absurdo creo que le haría bien saber qué te pasó y cómo estás.

-          Y a mí me alegraría mucho verla para contárselo.

El Mono me quedó viendo un momento con una mirada inquisitiva y después de tomarse su tiempo resolvió responder.

-          Mira, yo sé que tú ya sabes lo que pienso, por lo que te dijo Sandy esa noche. Pero en este momento, mi única preocupación eres tú y cómo te encuentres. En su momento retomaremos esta conversación, pero no antes de eso.

-          Está bien Mono, te entiendo. Ahora, creo que quiero ir a descansar, pronto amanecerá y no hay nada más que quiera hacer que ducharme y caer muerta en una cama.

-          Me parece excelente señorita, hoy tú duermes en mi cama y yo con muchísimo gusto, sin opción a quejas tomaré el sofá. Sandie no está esta noche en la casa, así que no habrá ningún inconveniente.

-          Como digas Mono, entonces vamos a casa.

-          Lis-to. Vamos… Ah, y Michelle… aunque te dije que no quería hablar de esto hoy, tu rostro tiende a tomar cierto brillo, en tus facciones, cuando de Lucía te pones a pensar. Como estar high sin haber tocado ni un poco de hierba, algo así.

“It's been a hard day's night

And I've been working like a dog

It's been a hard day's night

I should be sleeping like a log

But when I get home to you

I find the things that you do

Will make me feel all right”