La ceremonia de mi esclavización (III - Final)
... como ganado que eres puedes ser empleado como bestia de labor, como mascota para placer o como animal de reproducción. Cuando, donde y con quien yo decida.
Al despertar ya no estaba Retrete, a quien no pude ver en los dos siguientes días, durante los cuales Nory recibió muchas visitas a las que me mostraba con gran orgullo cuando alababan el trabajo efectuado en mis agujeros, que nadie se privaba de abrir para comprobar su gran elasticidad y diámetro. Casi todos los visitantes me usaban ya que Nory les invitaba contándoles que estaba de promoción. Me utilizaban tanto hombres como mujeres. Lo que más les gustaba a éstas era meter su mano en mi culo y extraerla rápidamente para oír el ¡FLOP! que sonaba. Los hombres decían a Nory que follarme era como follar a una virgen, por la gran presión de mis esfínteres, pese a la desorbitante abertura que se podía conseguir de ellos. Un matrimonio vio cumplida su fantasía de follarme ambos juntos por el mismo agujero. La mujer, con un gran pene artificial sujeto a un arnés, me lo metio primero en la vagina y después el hombre deslizó su pene por el mismo conducto. Después pasaron bien compenetrados a usar mi ano.
Una pareja de lesbianas quedó encantada de poder meter sus cuatro manos en mi culo y solicitó inmediatamente a Nory su inclusión en la agenda de clientes. Costase lo que costase.
Alguna gente pidió a Nory permiso para disponerme en la sala de tortura pero él se negó con el argumento de que tal uso interrumpiría los dos días de promoción del producto por la necesidad del tiempo de recuperación requerido tras una sesión SM.
Nory contaba a todo el mundo que yo era casada con hijos y que mi entrega había sido con el consentimiento de mi marido, explicando también el acuerdo económico y lo ventajoso que sería para los dos hombres la explotación de una mercancía que no había costado ningún dinero de inversión inicial.
Casi todo el mundo, a instancia de Nory, meó y defecó en mi. Me daba igual que lo hiciesen en mi boca directamente o en mis agujeros inferiores. Cuando lo hacían en éstos inmediatamente procuraba recuperar sus deyecciones con mis manos y llevarlas a mi boca para poder alimentarme, ya que Nory cumplió su promesa y no me dio nada más de comer o beber.
Pasé mucha sed durante las dos noches. La mujer de látex rojo se apiadó de mi y me visitaba para orinar en mi boca y aliviar mi tormento. Una de las veces me atreví a preguntar su nombre. Me dijo que se llamaba Bazofia.
Después de los dos días de promoción, Nory, ayudado por Bazofia me empaquetó en la jaula de la furgoneta de igual forma que cuando me llevó a su casa salvo que esta vez en lugar de vendarme los ojos me colocaron una capucha de aislamiento que me impedía ver, oír y hablar. Emprendimos viaje, que no tengo idea de cuanto duró y cuando fui liberada de mis restricciones lo primero que hice, sin importarme donde estaba ni en presencia de quien, fue orinar sobre mis manos en forma de cuenco y beber mi propia orina.
Aún así me encontraba sedienta y unas almas caritativas que pude empezar a ver cuando me acostumbré a la luz, se apiadaron de mi. Fue una pareja negra, maduros y desnudos los dos a quienes Nory me presentó: Estos son Lucrecia y Eustaquio. Un matrimonio de buenos esclavos heredados de mi padre que se encargarán de introducirte en un par de aspectos educativos que te falta por experimentar. Yo tengo que irme. Te recogeré a última hora y por la mañana se procederá a tu marcado, con lo cual habrá terminado la ceremonia iniciativa y recuperarás tu vida normal .... salvo cuando se demanden tus servicios.
Aquello me dejó desolada. No podía ya imaginar el volver a mi trabajo cotidianamente. No soportaría la rutina.
Con Nory aún presente, el viejo negro presentó su enorme pene ante mi y me indicó que abriese la boca, lo que obedecí sin el menor reparo. Pese a que el gusto de su caldo no era de la mejor calidad ya empezaba a distinguir qué había comido o bebido el meón en las horas anteriores- le agradecí su oferta bebiendo todo ansiosamente. Tras el me ofreció, bien abiertos sus labios, la mujer. Su orina tenía mejor sabor.
No me permitieron mucho descanso, advirtiéndome que tenía mucho que completar de mi educación iniciática como esclava en las pocas horas que estuviese allí. Me pusieron un collar de cuero y ataron a él una cadena conduciéndome desnuda, al igual que ellos, por lo que vi era una granja. En ella trabajaba alguna gente que no se sorprendió de vernos de aquella guisa. A lo más evaluaban mi cuerpo.
La pareja me introdujo en una de las cuadras y el hombre me ató los brazos a las patas de un banco bajo con el estómago apoyado sobre él mientras la mujer desaparecía unos momentos. Cuando de mi postura esperaba razonablemente recibir una sarta de latigazos en nalgas o espalda, volvió la mujer con un enorme perro danés y varios peones. El hombre me colocó una mordaza de bola, sin duda en previsión de mis protestas, y seguidamente la mujer negra se puso a mamar el pene del perro delante de mi vista sin dejar de explicarme como debía hacerlo. Poco a poco se infló aquel pene y la mujer me dijo que iba a aparar al perro conmigo. Aquello me aterró pero poco podía hacer. Condujo al animal tras mi y tras notar su lengua rasposa lamer todos mis bajos, el bicho se montó sobre mi espalda y su pene entró en mi vagina con total facilidad. Fui montada frenéticamente por el animal en presencia de los curiosos peones. Aquel hecho de tener espectadores de semejante humillación, contra lo que pudiera esperarse me produjo gran morbo y no quise disimular cuando tuve un orgasmo al notar la descarga del animal en mi interior. Entonces los peones aplaudieron.
La pareja negra, con cara de satisfacción me soltó del banco y me desamordazó. Trajeron otro perro, un pastor alemán y me indicaron que yo sola procediese a calentarlo y a llevar su apéndice esta vez a mi ano. Al principio me parecía algo repulsivo chupar la polla de un perro, pero habiendo ingerido los últimos días las heces, orinas y semen de gentes desconocidas no tuve que hacer ningún esfuerzo para dominar el asco, asco que fue desapareciendo mientras el pene del chucho se hinchaba. Cuando estuvo enhiesto me di la vuelta ofreciéndole mi pompis y conduje su polla hasta mi ano donde se introdujo con enorme facilidad. En esta ocasión fueron dos los orgasmos con los que me obsequié y, cuando el perro llenó mis intestinos y se separó fácilmente de mi por mi gran holgura, me volví para limpiarle el pene con mi boca aprovechando los restos de su semen. Sin ningún pudor, delante de todos los presentes, me puse en cuclillas haciendo esfuerzo para evacuar el esperma de mi interior recogiéndolo en mi mano para inmediatamente beberlo. Con el apetito que tenía no estaba dispuesta a desaprovechar nada que pudiera alimentarme. Después, descaradamente, ofrecí una mamada a cada uno. El viejo matrimonio lo consintió y mi estómago agradeció el producto de los seis pares de testículos.
Solicité que me cagasen y measen, pero el viejo negro lo prohibió alegando la falta de tiempo mientras la mujer aparecía con un carnero.
Escucha bien Marrana, ahora te va a follar este carnero, después lo hará un gorrino que, atendiendo a tu nombre supongo será de tu máximo agrado, seguiremos con un asno y, si todo va bien, terminaremos con un caballo. No pongas cara de asombro, tu agujero podrá con la de un caballo, aunque no hasta el fondo.
Debes meterte en la cabeza, dijo el viejo, que como esclava ya no eres un ser humano, sino un animal, muy evolucionado si, pero animal a fin de cuentas. Se te puede usar como animal de labor, de ocio o como mascota o bien de reproducción, a expensas de las sabias y discrecionales decisiones del Amo. Como animal que eres no te distingues apenas de estos otros, por lo que se te puede prestar o alquilar como casi ser humano o también como animal de ocio de otros animales productivos o simplemente mascotas. Hay señores y señoras que pagan grandes sumas por tener un animal con forma humana para efectuar el coíto con sus mascotas. Al Amo eso le reporta buenos beneficios y tu debes cumplir para satisfacerle como buena esclava.
No tuve problemas para aparearme con el carnero pero si con el cerdo pese al buen presagio de mi nombre. Además la delgada y helicoide pollita de aquel bicho, acompañada de su enorme peso y forma dificultosa de manejar aunque ayudase la negra, no consiguió que siquiera lo sintiera dentro de mi. Tenía más atención puesta en las braguetas de los espectadores que en mi tarea con el cochino. Los viejos eran persistentes y lo ensayaron otra vez con otro gorrino: No hubo manera de que me acoplase bien con la supuesta raza animal a la que pertenecía.
Para follar con el asno primero me enseñó la vieja la forma de incentivarlo, cosa un poco lenta para mi ansia de esperma, y después, colocándome en una especie de camilla, mi coño quedó al alcance de su gran instrumento. No tuvo problema en introducirse en mi vagina aunque si en entregar su jugo, porque la vieja no le dejaba penetrarme del todo para que no me hiciese daño en mi interior. No obstante por fin eyaculó y me inundó hasta tal punto que entre su polla y mis labios vaginales salió su exceso de esperma a presión. Sentir toda mi cavidad llena de lefa me proporcionó otro gran orgasmo que me condujo casi al desmayo durante un rato, pero eso no impidió que, una vez recuperada utilizase el esperma para mi alimentación.
De la experiencia con el caballo puedo decir que fue similar, pero que comí mucho mejor.
Próxima ya la hora de mi reentrega al Amo la pareja de viejos se apiadaron de mi y condescendieron a mear y cagar en mi boca para calmar los calambres de mi estómago, acción que agradecí mamando la polla del viejo y el coño de la vieja. Ni tiene que decir que que el jugo que saqué de ellos beneficiaba también a mi organismo. No obstante loe generosos vejetes no dejaron de castigarme por la infracción cometida al solicitar las eyecciones de los peones. Me colocaron boca arriba sobre una gran mesa y, mientras la vieja me amasaba los pechos y pellizcaba y retorcía con gran fuerza los pezones, el viejo me sacudía fustazos en el coño manteniendo mis piernas abiertas mediante cuerdas atadas de mis rodillas a las patas de la mesa. Después me retorció el clítoris, con la misma saña que su esposa mis pezones. Me gustó poco la despedida de aquellos amables viejos.
No me resultó ninguna sorpresa que el viaje de regreso a la casa, guarida, prisión, burdel o como se quiera calificar la residencia de Nory lo hiciese empaquetada en la jaula de su furgoneta como en veces anteriores, solo que esta vez llevaba muy dolorido mi pubis.
Al regreso se terminó mi dieta. Bazofia de dio de comer espaguetis, filete y fruta y hasta me sirvió unas copas de vino. Esa noche también dormí en una mullida cama. A la mañana siguiente Bazofia y Retrete me despertaron y le llevaron al baño. Allí oriné y defequé en su presencia, tras lo cual me bañaron delicadamente, me repasaron el depilado del pubis, restauraron mi manicura, me peinaron y por último me hicieron una limpieza de intestinos inyectándome un enema. Me dijeron que no era conveniente que desayunase. Me llevaron a la sala de torturas y tras colocarme una mordaza de bola me tumbaron en una mesa ginecológica situada en el estrado al que rodeaban un buen número de espectadores sentados en sillas.
Lo que me hicieron duró varias horas: Mientras otra mujer desconocida me tatuaba algo en mi suave y liso pubis, Bazofia y Retrete me perforaron los pezones sin ninguna anestesia colocando unos anillos de titanio de buen grosor y diámetro. Posteriormente la mujer desconocida se hizo cargo de mi pecho para tatuarme otra cosa sobre el seno izquierdo. Esta vez Bazofia y Retrete se entretuvieron mucho tiempo con mi entrada vaginal. Creo que conté cinco pinchazos y algo más que no pude identificar. Si no hubiese estado amordazada mis aullidos hubieran sido escuchados en medio mundo.
Me colocaron unas gasas húmedas de algo desconocido sobre el pubis sujetas con una braga de hilo dental y otras en los pezones fijadas con esparadrapo. Después me condujeron a la silla de tormento que ya he descrito. Esta vez solamente tenía uno de los dos penes que crecían, el correspondiente al orificio anal. Desplazando el hilo de mi braga fui sentada sobre el apéndice que se introdujo en su agujero sin ninguna dificultad. Ya sabía que pasaría eso. Lo que no esperaba es lo que sucedió después. El pene no comenzó a engrosar como sucedió cuando me sometieron al tratamiento de ensanche de agujeros. Esta vez comencé a sentir en mis intestinos una enorme presión que deduje procedía de un globo que se estaba inflando en mi interior. Aterrorizada intenté levantarme pero ya estaba atrapada. A pesar de la conocida anchura y elasticidad de mi ano, el globo inflado dentro era demasiado grande para poder salir. Ni Bazofia ni Retrete habían hecho intento alguno por impedir mi huida por lo que deduje que ya conocían lo que iba a alojar en mis intestinos. Su calma para sujetar mi cabeza y mis muñecas en el cepo de madera me tranquilizó respecto de la posibilidad de que mis tripas reventasen.
La mujer tatuadora se aplicó a mis riñones y algo me dibujó allí. Mientras noté que tanto mis labios vaginales como mis pezones estaban hirviendo y preocupantemente Bazofia y Retrete me perforaban el tabique nasal colocando en él una gruesa argolla metálica como si fuese un toro. La argolla sobrepasaba mi labio superior apoyándose sobre la bola de mi mordaza. Si mi Amo Nory pretendía que yo fuese con aquello siempre significaba que jamás volvería a pisar la calle ya que me encerrarían por demente.
Preocupada con el anillo nasal y martirizada por el dolor y escozor de pubis y pezones, no advertí que la tatuadora había terminado su trabajo. Entonces, mientras Bazofia se aferraba a mi vientre sujetándome, sentí una enorme quemadura sobre lo alto de mi nalga izquierda al mismo que un sonido de fritura de filete. Me estaban marcando con hierro incandescente. Sujeta por Bazofia y por el globo inserto en el agujero de mi culo fue inevitable soportar los segundos que duró aquello que me pareció eternidad.
Bañada en lágrimas y a punto de ahogarme, me desprendieron de la mordaza, mientras era rodeada de los asistentes que examinaban mi reciente marca al rojo. Me impregnaron la quemadura del líquido irritante y la taparon con un apósito.
Sin soltarme del banco se inició una ordenada orgía que terminaba siempre en mi. En mi boca para ser más concreta. El orden era así: Los asistentes, una veintena y todos hombres, se precalentaban sacudiendo con un látigo las nalgas y espalda de Retrete, atada de frente a una cruz de San Andrés, después se calentaban en las bocas de Bazofia y la tatuadora y por último vaciaban su esperma en mi boca, esperma que yo me tragaba por indicación de mi Amo.
Esa misma noche me empaquetaron para casa con instrucciones de cómo tratar mis heridas y la advertencia de que el viernes siguiente sería traída para comprobación y anillado definitivo. Nory me insistió en utilizar el líquido irritante pese a las molestias ya que aceleraba la cauterización.
Efectivamente, Nory tenía razón y necesité una semana de descanso. No me pude levantar de la cama durante tres días, los dos primeros con fiebre. Me curé las heridas sin mirar ya que lo único que vi en el espejo fueron mis pezones y me entró tal aprensión que no quise mirar el resto. Estaban rojos e inflamados como fresas y atravesados por una barra descomunal. Debía medir unos cinco milímetros de grueso. Por otro lado la gran argolla que pendía de mi nariz me parecía grotesca.
Al quinto día dejé de sufrir los efectos de quemazón del líquido y me encontré ya sin malestar físico, tan solo tenía una ligera fatiga general que desapareció al sexto día. Mi marido apenas hablaba conmigo, solo le descubrí con miradas de curiosidad hacia mi argollada nariz.
De acuerdo con lo prometido, el viernes se presentó Nory con su furgoneta y me empaquetó otra vez camino de su casa. Allí esperaban Bazofia y Retrete para asistirle en mi anillado.
Me vendaron los ojos y sentí como me retiraron las barras que perforaban pezones y labios vaginales y fueron sustituidas por anillos que luego supe eran de titanio. En el clítoris notaba una sensación rara: Por un lado lo notaba tenso y tirante y por otro me producía un cosquilleo sumamente agradable que impulsaba a apretarlo para acentuar el placentero efecto. Cuando me llevaron a la mesa ginecológica comencé a temblar, pero Retrete me tranquilizó diciéndome que solamente me iban a depilar de forma definitiva con láser.
Cuando todo terminó me quitaron la venda de los ojos y me encontré de pié entre varios espejos mientras Nory me miraba sentado en una confortable butaca. Bazofia y Retrete estaban a mi lado y me invitaron a examinarme en los espejos.
Lo primero que me llamó la atención fueron mis pechos, coronados los pezones con sendos anillos tan gruesos como los de mi nariz y en lo alto de mi pecho izquierdo un precioso tatuaje a todo color de un lechoncito. En mi zona lumbar, comenzando en los dos laterales de la cintura comenzaba una hermosa cenefa que descendía hasta el canalillo de mis nalgas en una de las cuales aparecía la marca de una "N" que me había sido impuesta al rojo vivo. No pude resistirme a pasar por ella mis dedos, sintiéndome gozosa de mi pertenencia a aquel hombre y de que, si algún día prescindía de mi tendría un recuerdo imborrable de él. Bazofia me advirtió que pusiese más atención a la cenefa y, efectivamente, aunque a primera vista no lo parecía, camuflaba artísticamente unas letras que proclamaban mi nombre "MARRANA".
Pasé a examinar con una mezcla de aprensión y ansiedad mi tesoro íntimo. El tatuaje del pubis proclamaba mi condición: ESCLAVA, categóricamente y en letras bien claras, bajo ellas, en letras más pequeñas figuraba: PRIMER AMO: NORY.
Aquello me produjo desolación, pues se daba a entender que mi futuro era incierto en cuanto a propietario.
Dos anillos, anchos y gruesos como los de los pezones y la nariz perforaban mis labios exteriores y otros dos mas pequeños estaban instalados en los labios interiores. Pero mi atención se centró en el extraño artilugio que afectaba mi clítoris de forma que aunaba molestia y placer.
El capuchón de mi clítoris había sido totalmente extirpado y el clítoris lucía insolente en lo alto de mi raja enmarcada por aquel monte de Venus impúdicamente desprovisto de cualquier vestigio de pelo, extremadamente suave e inmaculadamente nacarado. Pero además había sido perforado por un anillo semicircular. La parte recta del semicírculo, tan gruesa como el resto, era la que atravesaba salvajemente mi preciado apéndice y se estribaba en una especie de resorte en forma semicónica que, apoyado a su vez en la base del pubis, empujaba firmemente el clítoris hacia delante. De ahí la tensión y molestia que notaba. No sabría explicar qué provocaba el simultáneo y placentero cosquilleo.
De cada anillo de los labios exteriores partía una cadenita que enganchaba en el semianillo del clítoris. Sin duda era para estirar simultáneamente mis dos órganos. No olvidaré mencionar un ancho anillo de hierro que en mi dedo anular derecho y por delante de la alianza de matrimonio exhibia el nombre de Nory. En la muñeca izquierda lucía una pulsera de metal liso unida por una cadenita a otro ancho anillo en el pulgar que decía ESCLAVA.
Nory me alabó por la espléndida figura que presentaba y dijo que era la más atractiva esclava de mi edad que había conocido. Bazofia y Retrete aplaudieron y yo enrojecí y me estremecí de complacencia y soberbia, refirmándome en lo acertado de mi decisión de entrega sin condiciones a su persona.
Para agradecerle el halago me arrodillé pidiéndole permiso para mamar su adorada polla que no había probado en más de dos semanas. El consintió generosamente y además ordenó a Bazofia que me proporcionase un orgasmo con un par de vibradores y a Retrete que acariciase mis tetas y mi vagina. Pronto me di cuenta de la utilidad de los anillos. Estirando de ellos suavemente Retrete me hacía alcanzar la gloria. Estallé en un soberano y prolongado orgasmo, el mayor de mi vida, mientras el Amo eyaculaba en mi indigna boca.
Después Amo Nory me dirigió unas palabras:
Marrana, eres una esclava y no tienes más categoría que la de un animal, quizá más evolucionado, pero animal, de ahí el nombre que se te ha impuesto. Como ganado que eres puedes ser empleado como bestia de labor, como mascota para placer o como animal de reproducción. Cuando, donde y con quien yo decida. A veces, casi siempre cobraré dinero a los beneficiarios de tus servicios, otras serás canjeada por otro animal que me apetezca y otras te cederé sin contraprestación a personas que me agraden. Deberás entregarte a ellos como si fueran yo mismo, y sufrir sus usos o castigos agradeciendo que contribuyan a tu disciplina, educación y consecuente aproximación a la categoría humana aunque nunca la alcances, ya que la tuviste una vez y renunciaste sin ninguna reticencia. El ser humano que renuncia a esa dignidad ya no puede recuperarla. Teniendo presente siempre esa condición, el resto de condiciones para una provechosa esclava vendrá por si solo.
A partir del lunes te incorporarás a tu oficina para seguir produciendo dinero a tu marido y a mi como bestia de labor. Para acudir a tu trabajo y actos sociales o compras solo de comida, la ropa te la proveeré yo- podrás quitarte las argollas de nariz y pezones y los anillos de las manos así como la pulsera, pero nunca debes desprenderte de los anillos de tu bajo vientre salvo que yo lo disponga. El anillo del clítoris será sustituido de cuando en cuando para poner un resorte mayor. Su función es la de elongar tu clítoris ensanchando al mismo tiempo el agujero para ponerte la mayor argolla que hembra alguna haya tenido jamás en semejante órgano. Quiero que algún día figures por dos récords en el libro Guinnes, el de anchura de tus agujeros que ya ha sido solicitado y pronto serás examinada y medida por los jueces, y el de la mayor argolla insertada en un clítoris de animal cuasihumano.
Por otro lado quiero que dediques una hora todos los días a estirarte las tetas hacia fuera y abajo para que se alarguen y resulten más colgantes, me gustan, así proporciona mayor placer atarlas y colgarte de ellas. También quiero que engordes unos diez kilos pero procurando que sean de músculo, no de grasa, y que se acumulen en tus nalgas, muslos y vientre. Me gustarás más un poco rechonchita.
Tendrás a mano siempre un teléfono móvil, que va en la maleta de accesorios que te entregará Bazofia cuando regreses a casa, para que puedas atender inmediatamente las necesidades de tus servicios como animal de ocio y placer. En la maleta se incluyen plomadas para los anillos, pinzas, collares, pulseras, cinturones de castidad, capuchas, mordazas, fustas y otra larga serie de elementos de restricción o mortificación que utilizarás cuando te ordene
Por último, dejarás de tomar tus píldoras anticonceptivas para aprovecharte lo antes posible, dada tu edad, como animal de reproducción.
Al oír esto salté de alegría agradeciéndole al Amo que fuese tan generoso de engendrar un hijo suyo en mi vientre, pero me dejó bien claro que sería fecundada por cualquiera que la naturaleza tuviese a bien designar entre todos los varones que me utilizasen y que, por supuesto no criaría al niño, sería despojada de la criatura nada más nacer y mi leche sería empleada en mis servicios de ocio y placer.
A lo largo de mi tiempo de vida sirviendo a Nory he vivido muchos momentos que quiero contar. Unos gratificantes y otros sumamente dolorosos, pero quiero adelantaros que en la actualidad me encuentro preñada por segunda vez desde que me esclavicé y que cuando termine mi producción de leche seré entregada a otro Amo mediante pública subasta. Ya he cumplido 48 años y mi Amo me quiere sustituir. Seré subastada en lote inseparable con Retrete, de quien me he hecho muy amiga y Nory, por consideración con el animal que lo engendró, no quiere darle el disgusto de separarnos. Me ha comunicado que mis hijas, las de mi matrimonio, se encuentran muy interesadas en pujar por nosotras ya que son lesbianas y les atrae mis anillados. El anillado de mi clítoris ya figura en el Guinnes junto con la mención de la anchura de mis agujeros. El texto dice así en la edición de 2001: Esclava voluntaria de 44 años de edad, casada con hombre diferente a su amo y con hijos de aquél, residente en algún lugar de España, denominada Marrana en su ceremonia de esclavización, sin otros datos de identidad dada su condición inhumana, presenta una dimensiones máximas antes de rasgadura en sus agujeros vaginal y anal de ....... habiendo sido medidos sin estar preñada.
PS:
Por expresa imposición de me amo Nory, el mejor amante del mundo, pese a sus 18 años, os comunico que cualquier hombre, mujer o pareja que desee disfrutar de mi cuerpo como esclava un fin de semana solamente tendrá que pedírselo a su dirección de correo que seguidamente transcribo, contándole que harán conmigo. La más imaginativa propuesta mensual será la que disponga de mi gratuitamente.
Peticiones de mi cuerpo a: