La cerecita

Andrea asiste a una cena privada de empresa sin saber que su marido Marcos la está espiando. La cena rápidamente se sale de madre, y Marcos es testigo de los juegos sexuales que se suceden y de lo puta que es su mujer.

  • Cariño, recuerda que esta noche nos vamos de fiesta las de la oficina, ¿eh?

Andrea era la jovencisima mujer de Marcos, que con sólo veintiun añitos había empezado a trabajar hacía poco de secretaria en una empresa textil. Hacía ya unos días que le venía diciendo que los representantes de la empresa habían invitado a sus secretarias a una cena, para celebrar las buenas ventas y según ella "estrechar más los vínculos gestor-ayudantes", que se habían socabado un poco a causa de la enorme presión a la que habían estado sometidos durante los últimos meses. Pero el sufrimiento, por lo visto, había tenido sus frutos y ahora querían celebrarlo.

  • Vale... ¿sabes ya done ireis? - preguntó Marcos

  • Sí, iremos a un pub muy exclusivo del centro que se llama Monteys.Se ve que es un sitio al que las chicas ya han ido otras veces y se lo han pasado super bien. En concreto Lucía, la secre del jefe, que es la que lo organiza, ya me ha dicho que nos lo vamos a pasar de maravilla y que quien prueba, repite.

  • ¿Y qué es lo que hareis?

  • Pues cenar bien rico, contarnos chismes, hacer cositas como juegos para afianzar más los vínculos entre los representantes y sus secretarias, cosas así. Ah,y dice Lucía que jugaremos algo llamado "La cerecita"

  • ¿Y eso qué es?

  • Pues no se, no me ha contado, ¡pero me ha dicho que es algo muy divertido con el que las secres tenemos excusa para pedirle propina a los representantes!

  • Vaya, pues me están dando ganas de ir a mi tambien!

  • Ay, tonto, no, que es una cosa solo para gente de la oficina. No te vayas a pasar por ahí a estropearlo, ¿eh?

  • No, mujer... hala, a pasarlo bien.

Lo que Andrea no sabía es que Marcos conocía a Paco, un camerero del Monteys de su grupo del poker de los sábados, y que le había contado las fiestecitas que se marcaban algunas empresas en sus reservados. Así que le llamó y le dijo que si le colaba para ver de alguna manera lo que se cocía allí dentro, le perdonaría la deuda que tenía con él. Paco accedió de mil amores.

-Pero, ¿qué es lo que quieres ver? - preguntó Paco

  • Es que resulta que una amiga de mi mujer - mintió Marcos - va a ir esta noche a una fiesta de esas, y me gustaría ver lo que hace.

  • Aaaah, picarón... vale, pues esa reunión la tienen montada para las 9, así que vente media horita antes, que te meto en el anexo del reservado, y desde ahí podrás verlo todo...como hago yo cuando no mira el jefe. Pero te meto por la puerta de atrás, así más discreto.

--- *** ---

Marcos se presentó como habían quedado en el Monteys por la puerta de las cocinas, y Paco le acompañó a una sala.

  • Mira, por las rendijas del ventanuco de esta puerta, que da al reservado principal, podrás verlo todo. Tú manten apagada la luz y nadie sabrá que estás aquí. Ya te iré yo visitando de vez en cuando, jejeje...

Marcos le devolvió la sonrisa cómplice y se sentó en una silla del anexo, esperando la llegada de Andrea y sus compañeros de trabajo. No tardaron en llegar.

Escuchó unas risas que se acercaban. Entonces entraron en el reservado cinco parejas, cada hombre agarrando por la cintura a su correspondiente secretaria personal, riendo por lo que parecía una broma interna que habían empezado a contar antes de entrar al local.

Todos los hombres, de edades muy diversas entre 30 y 60 años, iban bien trajeados, aunque alguno ya se había soltado un poco la corbata, y las chicas, de entre 20 y 30, todas ellas despampanantes con unos vestidos de verano formales pero ceñidos, todas con cuerpos esculturales, incluida Andrea, la mujer de Marcos, muy arregladas y con peluquería impecable. A Marcos no le hizo mucha gracia que Ricardo, un canoso hombre de unos 40 y pico años, el que debía ser el representente al que Andrea asistía en su trabajo, la cogiera por la cintura pero bien bajo, susurrandole cosas al oído mientras se reían los dos. Todos parecian ir ya un poco achispados, ya que previamente habían estado tomando algunas copas en un pub cercano a su oficina como previa a la cena.

Se dirigieron todos a sus asientos, alternandose en ellos de modo que los hombres tuvieran sentados a su lado a su secretaria.

  • Recordad, chicas, que lo que ocurre debajo del mantel, se queda debajo del mantel, ¿eh? Jajaja - dijo Lucía, la secretaria principal sentada al lado de su jefe, que parecía ser la maestra de ceremonias de la reunión.

Ricardo no necesitó que se lo dijeran dos veces, y deslizó su mano bajo el mantel, empezando a acariciar el muslo de Andrea.

  • Ay, Ricardo, ¿qué haces, que tengo marido? - dijo Andrea riendose.

  • Bueno, chica, tranquila, que el marido molesta pero no impide.

  • Claro que sí, Andrea - dijo Lucía - no te preocupes ahora y disfruta, que aquí estamos todos entre amigos, y el lunes como si aquí no hubiera pasado nada. Las cosas en la empre se hacen así, aaaay!!!

El jefe del departamento, un sesenton calvito, le había pellizcado en el culo.

  • ¡Gerardo, cuidado, que los moratones sí que salen de debajo del mantel, tonto! - se quejó Lucía frotandose las nalgas.

  • Joder, Lucía, no te hagas la tonta que no haces más que poner el culo en pompa! - dijo Gerardo

  • ¡Jajajajaja! - Rieron todos.

Siguieron así tonteando y bromeando un rato más. Marcos, mirando por la rendija, se enervaba cada vez que intuía a Ricardo meterle mano a su mujer por debajo del mantel, y se preguntaba por qué Andrea no se resistía un poco más, porque por sus risas parecía que lo estaba disfrutando sobremanera.

  • ¡Bueno, chicas! - dijo en un momento dado Paula - ¡Que aquí estos señores tienen que compartir sus ganancias, que hemos sido muy importantes!¡Así que ... ¿jugamos a la cerecita o no?

Todas las chicas empezaron a dar grititos y canticos de aprobación - ¡Sí, sí, la cerecita, la cerecita! Juguemos a la cerecita! ¡Queremos ce-re-ciiii-ta, queremos ce-re-ciiii-ta!

  • Jajajaja! - rieron todos - Bueno, pues que nos traigan cerezas! - dijo el jefe. Acto seguido, presionó el botón para llamar al camarero, al cual le pidieron un cuenco de cerezas pero, especificó, que tuvieran rabito.

  • ¿Pero cómo se juega a eso de la cereza? - preguntó inocentemente Andrea que, al ser la última llegada a la empresa, no tenía la experiencia de las demás.

  • Jajajaja - rió Marga, una de sus compañeras- ¡ya verás, cariño, es divertísimo! ¡Y muy productivo, si te lo montas bien!

  • ¿Si te montas a quién? - preguntó uno socarronamente

  • ¡Jajajajajaja! - rieron todos

Paula se acercó a Andrea y, agachandose, le susurró al oído - Verás, aquí los señores representantes han ganado mucho dinero y van a dar una propinita a sus secres, pero nos lo tenemos que ganar. Ahora cuando traigan las cerezas nos vamos al lavabo y nos metemos una en el chcihi, con el rabito fuera, y cada uno de nuestros ejecutivos, en tu caso Ricardo, tiene que conseguir quitarnosla, ¡pero solo pueden tirar del rabito! Si consiguen sacarla, nos quedamos sin premio, pero si se quedan con el rabito en la mano, 1000 eurazos para la que consiga. ¿Qué te parece?

Andrea miró a Ricardo, que le estaba acariciando un muslo, y este le guiñó un ojo. Andrea se rió y le preguntó a Paula - ¿En serio haceis esto?

  • Pues claro, lo hacemos todas. ¿Tú no?

  • Bueno... - respondió no muy convencida Andrea - si todas lo haceis...

  • ¡Esa es mi chica!

Llegó el camarero con el bol de cerezas y, tras retirarse, cada una de las chicas cogió una cereza.

  • Vamos, chicas, que tengo que ir al lavabo a empolvarme la nariz! - animó Paula

  • ¡Jajajajajaja! - rieron los hombres, mientras las chicas salían del reservado en grupito hacia el lavabo.

Atravesaron la parte pública del local, bordeando las mesas con los otros clientes que se hallaban cenando, se metieron en el lavabo y cerraron la puerta.

  • ¡Hala, guapas, cerecita para dentro! Mira, Andrea - Paula se subió la falda, se bajó las bragas hasta las rodillas y, separando un poco los muslos, se metió la cereza dentro de la vagina, dejando asomar un poco del rabito, y se volvió a subir las bragas.

  • Pero... pero... - dijo Andrea - como van a tirar del rabito si tenemos las bragas subidas?

  • ¡Jajaja, pues hija, que se lo curren! ¡Tendrán que meternos la mano bajo las bragas!¡Tú cierra bien las piernas por si acaso!

  • ¡Jajajajjaa! - rieron todas

  • Esperadme, que yo tengo que mear un poco antes - dijo Sonia, una pelirroja que ocupaba la mesa al lado de la de Andrea en la oficina - que al marrano de Juan Carlos le gusta el olor a pis.

Mientras Sonia orinaba en uno de los waters, Andrea se bajó las bragas y se metió la cereza como le había enseñado Paula, para después volverselas a subir, dejando el rabito aprisionado entre los labios de la vagina y la felpa de las bragas.

  • ¿Ya estais todas? - preguntó Paula - ¡Pues a por el premio!

Salieron del lavabo e hicieron el recorrido inverso, pasando entre los clientes con paso muy digno pero muriendose de la risa por dentro. Cuando llegaron al reservado y abrieron la puerta, fueron recibidas con bromas por los hombres, que las esperaban con gran excpectación.

  • ¡Hombreeee, ya ha llegado el postre, jajajaja!

  • ¡Creo que tenemos cerezas para comer!

  • ¡Trae p'acá esa cerecita, que me la comoooo!

  • ¡Nos van a salir un poco caras, pero he oído que son de una variedad muy cremosa, jajajajaja!

Marcos seguía viendolo todo desde el reservado, y se estaba poniendo malo del cariz que estaba tomando aquello. De repente, oyó como se abría la puerta a sus espaldas. Era Paco, el camarero.

  • ¿Qué como va eso? Apartate un poco déjame ver... - dijo, haciendose un hueco para mirar por las rendijas - ¿Oye, cual es tu amiga?

  • Eeeh... esa, la del vestidito verde - respondió Marcos, señalando a su mujer.

  • Ostia puta, a esa no la había visto antes, está buenísima, ¿eh?

  • Sssí, sí, no está mal.

  • ¿Y está casada? Porque a su marido le tienen que estar saliendo unos cuernos que no veas, jajajajaja! Fuá, y encima es que mira como vienen vestidas elegantes de oficina, casi parecen pin-ups de los 40, con lo que pone a mi eso. ¡Ostia, mira las muy zorras, como se sientan ahora encima de ellos!

En efecto, bajo el liderazgo de Paula, todas las chicas se sentaron en las rodillas de sus parejas, con las piernas cerradas

  • ¡Señores! - dijo Paula - ¡a sacar la cerecita entera, o a pagar la propina! ¡Chicas, no os dejeis agarrar la cereza, solo pueden tirar del rabito!

Andrea se sentó como había hecho Paula sobre las rodillas de Ricardo y se agarró a su cuello para tener mejor sujeción y no caerse.

  • Bueno, Ricardo, sacame la cerecita si puedes.

  • Será un placer - contestó Ricardo. Mientras sujetaba la cintura de Andrea con el brazo izquierdo, le apoyó la mano derecha sobre el muslo de Andrea, justo donde acababa la falda del vestido, y empezó a deslizarla entre las dos piernas y subiendola bajo la falda. Andrea se removió un poco incómoda.

  • ¿Qué pasa, no te gusta?

  • No es eso, es que es un poco raro todo esto. - contestó Andrea, sonriendole.

  • Pero si es todo juego, mujer, es para divertirnos - dijo Ricardo, con la mano acariciando arriba y abajo del muslo, cada vez un poco más arriba - es una manera de integrarnos bien todos en el grupo, como una familia, y así luego ser más eficientes en el trabajo.

Andrea miró al resto del grupo y vió como todas estaban sentadas sobre las rodillas, ya con la mano de su pareja moviendose bajo sus faldas. Se relajó un poco al ver la tranquilidad con que estaban, y la cara de placer que tenían todas.

  • Ay, sí, pues menuda familia, jajajaja! - rió Andrea, más relajada.

  • ¡Sí, una familia con derecho a roce! - Ricardo ya había llegado a rozar las braguitas de Andrea, y empezó a frotar el muslo siguiendo el contorno de la pierna hacia dentro.

  • Qué manos más calientes tienes, Ricardo. - dijo Andrea, sintiendo como empezaba a mojarse por dentro.

  • Es que soy muy caliente, Andrea. Qué bragas más suaves tienes, ¿son de encaje?

  • No, de algodón, me son más cómodas.

  • Ah, bueno... ¿Uy, que es esto? - Ricardo había alcanzado ya su pubis por encima de las bragas y empezaba a frotarselo.

  • Uuuy...Pues qué va a ser, tonto - se sonrió Andrea, que empezaba a sentirse muy cachonda.

  • A ver, a ver - Ricardo empezó a juguetear por encima de las bragas con la mano - ¿Te gusta?

  • Mmmmm... sí que me gusta - contestó Andrea, mientras miraba a sus compañeras, que estaban con los ojos cerrados disfrutando el jueguecito. Paula la miró y le guiño un ojo, relamiendose los labios. Andrea le devolvió el guiño.

  • Oye, Andreita, abre un poco las piernas, que no alcanzo.- dijo Ricardo, que seguía frotando arriba y abajo.

  • Ayyy... es que ha dicho Paula que no abramos porque..

  • No, mujer, si es solo para agarrar el rabito... que ya me se las reglas.

  • ¿Sí, has cazado muchas cerecitas? - preguntó maliciosamente Andrea, y con un pelín de celos.

  • Pues unas cuantas, o por lo menos, soy un experto cazador de rabitos de cereza, jejeje - dijo Ricardo mientras empezaba a acariciarle la vagina con un dedo,  presionando por encima de las bragas.

  • Uuuuuy, que dedo más travieso. Uy uy uy, pero qué travieso es - suspiraba Andrea mientras Ricardo continuaba sobandole el coño - Anda, mujer, abre un poco - insistió Ricardo.

Andrea abrió un poco las piernas para darle mejor acceso, así que Ricardo subió un poco la mano hasta llegar al borde superior de las braguitas, y tras separarlas hábilmente, empezó a deslizar lentamente los dedos por dentro y hacia abajo. Andrea empezaba a sentirse acalorada.

  • ¿Qué, Ricardo? - acertó a oir a uno de sus compañeros - ¿has llegado ya a la selva? ¿O hay desierto?

  • ¡Jajajajajaja! - Rieron todos

  • ¡Esperate, que estoy llegando! - dijo Ricardo, que ya había alcanzado con la mano el pubis de Andrea. - A ver, a ver... pensaba que lo tendrías del todo depilado, pero aquí hay pelito - le susurró al oido, mientras jugueteaba con los pelos de su pubis.

  • Ay, qué vergúenza... es que a mi marido le gusta así. Oye, que no lo tengo salvaje, ¿eh?- contestó Andrea, con mohín de niña enfurruñada - que me recorto la línea del bikini...

  • Pero si no hay problema, tonta.. cada mujer es un mundo - Ricardo seguía moviendo la mano bajo las bragas, acariciando su vello púbico mientras lo recorría hacia abajo.

  • Ay... Ricardo...

Ricardo siguió deslizando los dedos hasta llegar al clítoris, y lo atrapó entre el índice y el corazón - ¡Ay, Andrea, que te cojo el rabito!

Andrea apretó la mano de Ricardo con sus muslos de la impresión- ¡Eso no es la cereza! - exclamó Andrea, pero enseguida volvió a separar las piernas, mientras Ricardo le seguía retorciendo el botón.

  • ¿Seguro? Yo diría que sí, jajajajaja!

  • ¡Nooo, el rabito está más abajo! - dijo Andrea, disfrutando visiblemente la intrusión. Ricardo siguió durante un rato de esta manera, notando como Andrea había empezado a mover las caderas cadenciosamente hacia delante y hacia atrás.

  • ¿Me permites que te saque la mano un momento? - dijo, tras un rato de magrearle el clítoris.

  • ¿Ehhh...? Sí, claro...

Ricardo le saco la mano de las bragas, se llevó los dedos a la boca y se los chupó - Buf, qué sabor más rico - para acto seguido volverle a meter la mano bajo las bragas y retomar su masaje.

  • Oye, qué cosas, ¿eh? Por mucho que tiro del rabo, no sale la cerecita. - le susurró Ricardo al oído

  • Ay... tú sigue... tú sigue tirando que ya sale...

  • ¡Oye, Paula! - dijo entonces uno de los representantes - ¡Que creo que os habeis metido solo el rabito y no hay cereza que valga, ¿verdad, chicos?

  • ¡Sí, estas chicas nos las están jugando! - corearon todos.

  • ¿Podemos hacer reconocimiento para comprobar que todo está bien?

  • ¡Jajajaja, pero qué marranos sois! - contestó Paula - Chicas, ¿les permitimos un dedo para comprobar que todo está bien?

  • ¿Has oído, Ricardo?- dijo Andrea- ¿Quieres comprobar que esté la cerecita?

  • Me encantaría - dijo Ricardo, mientras le frotaba la vulva de arriba abajo con la mano bien abierta.

  • Buf, que bien se siente tu mano cubriendome todo el coño.- le dijo al oído Andrea, abriendo bien las piernas.

  • Bueno, vamos a ver si tienes la cerecita en su sitio o me estás haciendo trampas - dijo Ricardo, y bajando un poco la mano, localizó el rabito de la cereza.

-Vale, aquí está el rabito, pero vamos a ver si está el resto. - acto seguido, extendió el dedo anular y, tras dar con él un recorrido de reconocimiento alrededor de los labios menores, empezó a hundirle el dedo en su caliente raja, centimetro a centimetro.

  • ¡Uuuuuuuuy! - Escuchó Andrea cómo gemian las chicas, al igual que ella

  • ¡Aaaay, Ricardo!, ¿encuentras la cereza? Aaaaay - preguntó, mientras sentía como le entraba todo lo que daba de sí el dedo en su bien lubricada vagina.

  • Buf, niña, no se, igual me la he pasado de la cereza - dijo burlonamente Ricardo - Voy a probar con dos dedos... pero bájate las bragas que no quisiera rompertelas sin querer.

Andrea miró de reojo y vió a un par de compañeras que ya se habían quitado las bragas y las tenían encima de la mesa.

  • Sí, sí, bájame las bragas - dijo Andrea mientras se incorporaba ligeramente.

Ricardo le sacó el dedo del coño, se lo chupó y ayudó a Andrea a levantarse.  Alcanzó los elásticos de las braguitas metiendo las dos manos bajo su falda, le y se las bajó hasta los tobillos, mientras Andrea movía las caderas, contoneandose para facilitarle la labor. Despúes, se volvió a sentar sobre las rodillas de Ricardo, separando un poco las piernas.

  • ¡Corre, que se te enfrían los dedos! - invitó Andrea a Ricardo a que retomara su inspección, mientras picaronamente se levantaba el borde del vestido con una mano, y volvía a agarrarse con la otra a los hombros de Ricardo. Este no necesitó que se lo dijeran dos veces, y metiendo otra vez la mano bajo su falda, tanteó su vulva para encontrar la entrada de la vagina, y tras acariciarla, extendió anular y el corazón para hacerlos entrar en su cremoso coño suavemente.

  • Aaaaaaaay, qué bien... - suspiró Andrea

Ricardo empezó a mover los dedos dentro, abriendolos, frotando uno contra el otro, sacandolos y volviendolos a meter... Andrea apretó un poco las piernas para sentir mejor la intrusión de la que era objeto.

  • Oye, qué cereza más díscola... creo que está aquí pero no acabo de estar convencido - dijo Ricardo, mientras hacia entrar y salir los dedos.

  • Aaaay, pues tú sigue así hasta que... aaay... hasta que te... aaaaaaay... hasta que te convenzassss... - dijo Andrea mientras restregaba el culo sobre el regazo de Ricardo para saborear mejor la penetración.

Dentro del anexo, Marcos tenía un cabreo de mil pares de demonios, viendo como un tío se follaba con los dedos a su Andrea.

-Joder, cómo se lo pasan los cabrones, ¿eh? - rió Paco - Mira que cara de vicio que ponen todas. ¡Si es que están pidiendo que se las follen!

Marcos se tenía que aguantar las ganas de salir ahí y armar un espectáculo, porque aunque la cosa ya había llegado demasiado lejos, no podía ahora mostrarle a Paco que Andrea era en realidad su mujer. Todos sus amigos se iban a enterar por Paco de lo zorra con la que estaba casado y de los cuernazos que llevaba.

  • Y a tu amiga le hacía yo un favor, ¿eh? - continuó Paco - La madre que la parió, mira como mueve el culo al ritmo de la paja que le está haciendo ese. Como no se la acabe el cabrón, entro yo luego y le enseño lo que es un hombre, jajajaja.

  • Sí, desde luego, menuda puta - contestó de mala gana Marcos.

  • Bueno, chicos - dijo entonces Andrea - ¿Cómo van esas comprobaciones? ¿Todo en su sitio o qué? ¡Que teneis que sacar la cerecita, no lo olvideis, o pagareis prenda sin ni siquiera intenterlo!

  • Señores, yo creo - dijo Gerardo, el jefe del departamento, con el coño de Paula bien ensartado en los dedos - que estas chicas ya se han ganado el premio por si solas, pero en todo caso hay que seguir las reglas y si les sacamos la frutita, se quedan sin, ¿eh?

  • Ay, espera, Gerardo - dijo Paula. Y levantandose del regazo de su jefe, se acercó a Andrea y le dijo al oído: - Oye, que te puedes ayudar de la mano para cerrarte bien el chichi, que es parte del juego y esa propinilla nos la tenemos que quedar todas, ¿eh?

  • Ah, vale - le contestó Andrea sonriendole - ¡No lo sabía, gracias!

  • ¿A que te lo estás pasando bien?

  • De fábula, tia...

  • Me alegro mucho, corazón - dijo Paula. Y tras apretarle afectuosamente el hombro, volvió con Gerardo a sentarse en sus rodillas.

  • ¡Bueno, chicas, preparadas! - dijo Paula - ¡Chicos! ¡A tirar del rabito!

Todas las chicas se llevaron la mano por detrás del culo para poderse cerrar bien la vagina y a la vez dejar sitio a sus parejas a que tirasen del rabito.

Con tanta restricción, es obvio decir que todos sacaron el rabito dejandose la cereza dentro.

  • ¡Ooooooh! - se lamentaron en broma los hombres - ¡Nos hemos quedado todos con el rabito en la mano, joder!

  • ¡Bieeeeeeen! - corearon las chicas - ¡Hemos ganado! ¡Soltad la pasta!

Los cinco hombres se llevaron la mano a la cartera, extrayendo cada uno un billete de quinientos euros y dejandolo sobre la mesa.

  • ¡Generosos! - gritaron las chicas, cogiendo los billetes y guardandoselos en el bolso.

  • Y ahora - dijo Paula - ¿qué os parece si les damos otra oportunidad a estos caballeros para comerse la cerecita, y a la vez darles la oportunidad de ser aún más rumbosos?

  • ¿Cómo? - preguntó inocentemente Andrea.

  • ¡Jajajajaja! - rieron las otras chicas mirandose entre ellas con miradas cómplices.

  • Andrea, rica - dijo Paula - ¿alguna vez has jugado a eso de intentar encontrar monedas dentro de un plato con harina, usando solo la boca?

  • Sí, de niña, pero qué tiene que ver eso con... aaaaaaah! ¡Ya lo pillo! Uy,¿en serio?

  • Jajajaja - rieron todos

  • Chica - dijo Sonia - que nadie te va a obligar, pero es tradición.

  • Bueno, si es tradición, habrá que seguirla - dijo sonriendo Andrea.

  • Pues ya sabeis, chicos - dijo Paula - vais a tener otra oportunidad de sacarnos la cerecita del chichi, esta vez usando solo la lengua. Si la sacais, nos jodemos, pero si no la sacais, ¡propinita! Hala, chicas, levantaos que estos señores tienen que hacer sitio en la mesa.

Las chicas se levantaron y los chicos se levantaron tras ellas. Andrea se fijó en los pantalones de Ricardo, que lucía una impresionante erección.

Entre todos hicieron sitio apartando platos y demás utensilios de la mesa.

  • ¿Te ayudo a subir, Andrea?

  • Bu...bueno, gracias.

Los chicos cogieron por la cintura a sus secretarias y las sentaron ante ellos sobre la mesa. Después las ayudaron a recostarse y a subirles los pies hasta apoyarlos sobre la mesa, acabando de subirles las faldas. Obviamente todas iban ya sin bragas.

En la habitación auxiliar, Marcos no se creía lo que estaba viendo. Su mujer despatarrada encima de una mesa esperando a que un tío le comiera el coño. Paco, por otra parte, se lo estaba pasando de maravilla - Ostia, tio, miralas, que se las follan! Jajajaja, que se la follan, tio! Joder, lo siento, pero esto se merece una paja! - y, en efecto, se bajó la cremallera, se sacó la polla y empezó a menearsela. A Marcos todo lo que estaba pasando le parecía tan surrealista, que no se sorprendió cuando se dió cuenta de lo dura que se le había puesto a él tambien. Quería pensar que lo que le excitaba era toda la escena de esas tias despatarradas con el coño al aire encima de la mesa, pero sabía que, en realidad, lo que se la ponía como a un burro era ver a otro tio metiendole mano a su mujer. Así que, como Paco ya se la estaba cascando, pensó "¿Qué cojones?", e imitando a su compañero de habitación, se sacó la chorra y, completamente desinhibido,  empezó a hacerse una paja.

Ricardo acabó de quitarle las braguitas que tenía Andrea colgando de un tobillo. Tras olerlas profundamente y sonreir a Andrea, la cual le devolvió la sonrisa, se las metió en un bolsillo.

  • ¡Oye, que son mías! - protestó Andrea.

  • Estas me las quedo yo, ya te compraré otras.- contestó Ricardo, mientras le abria los muslos a Andrea y le observaba entre las piernas por primera vez. Tenía una de esas vulvas en que los labios internos casi ni se ven, ocultos por los externos. Y los externos, que Andrea ya tenía gorditos y carnosos de por sí, ahora lo estaban más, después de la sesión a la que le había sometido Ricardo. Además estaban colorados y brillantes de la humedad que destilaba su vagina.

  • Que coño más bonito tienes, Andrea, cómo me gusta...

Andrea miró a las compañeras que tenía a los lados y vió que las dos iban completamente depiladas.

  • Sí, pero no sabía yo que fuera norma de la empresa tener el chichi sin un pelito.

  • ¿Qué? Ah, no te preocupes, si lo tienes precioso, y recortadito por la linea del bikini. A mi me encanta, vamos...

  • Pues mientras el que se lo va a comer esté contento, todos contentos, jajajajaja - rió Andrea de su propia ocurrencia.

Ricardo se reajustó con una mano el bulto que tenía bajo los pantalones, lo cual divirtió visiblemente a Andrea, muy orgullosa del efecto que provocaba en los hombres. Después Ricardo se agachó y pegó la cara contra la vulva de Andrea.

  • Mmmmmmmm, que gusto, joder, qué bien te huele el coño.

  • Ay, Ricardo, ¿te gusta?

  • Mmmmmm - aspiró profundamente Ricardo - Esto es gloria pura - Añadió. Y sin más miramientos, sacó la lengua y empezó a recorrer la suculenta raja. Empezó por la parte de abajo, donde se habían acumulado unas gotas del precioso líquido. Las recogió con la punta de la lengua y se dedicó a untarle la entrada de la vagina, cubriendo aún más de flujo los pequeños labios menores de Andrea.

  • Ayyyyy, que gusto, Ricardo.

Después de un rato lamiendole el exterior de la vagina, se dirigió directamente al clítoris, el cual atrapó con sus labios, y empezó a succionarlo como si de un chupete se tratara, alternandolo con la lengua, que lo estrujaba y movía de lado a lado.

Andrea estaba en éxtasis, y cerró los ojos disfrutando mientras oía los obscenos ruidos que hacían todos los hombres al chupetear los coños que tan dispuestos se habían ofrecido, así como los gemidos de las mujeres

  • Ooooooh, que gusto - - Aaaaaaaah, cabrón, dame más lengua, asíiii- - ¡Aaaaaay, que se me comen toda!

Ricardo seguía agarrado a los muslos de Andrea manteniendolos bien abiertos y a la vez evitando que se deslizara hacía atrás a causa de sus empujones. Le estaba comiendo el coño a conciencia; ahora le pasaba la lengua por el vello púbico, ahora le metía la punta entre los labios, escarbándole el clítoris. Después pasó a penetrar la vagina todo lo que pudo, moviendo la lengua con fuertes latigazos, sorbiendo de vez en cuando el líquido de Andrea.

Esta le cogió por los cabellos y tiró hacia sí, intentando meter todo lo que pudiera de lengua en su interior.

  • Así, así... mmmmm... busca la cerecita, a ver si me... la sacas.

Ricardo siguió así un buen rato, hasta que llegó un momento en que dijo - Oye, no tendrás la cereza aquí, ¿verdad?- y tras darle un beso en el clitoris, le recorrió la raja de arriba abajo, y pasada esta, uso las manos para separarle bien las nalgas exponiendo al máximo su rosadito ojete, donde empezó a hacer movimientos circulares con la punta de la lengua, alrededor de la abertura.

  • Ay, no, que te equivocas de agujerito... ooooooh... qué rico...

Ricardo siguió paseando la lengua por la entrada de su ano.

  • Uffff, que marrano eres, Ricardo...que eso es mi culito...- gemía Andrea. Ricardo acercó los dedos para abrirle un poco más el agujero, y empezó a clavarle la punta de la lengua, haciendola entrar en su ano poco a poco.

  • Ayyy...ayy...que ahí no está la cerecita...ayyy...para... - se quejaba Andrea, pero sonriendo y retorciendose de gusto, pidiendo más por su tono de voz y la expresión de su cara.

Ricardo paró un momento para darle dos besos en el interior de los suaves muslos y decirle - Pero qué culo más rico que tienes, chiquilla... no me digas que no te gusta que te lo coman bien comido.

  • Es que es un poco raro...

  • Pero te gusta

  • Sí - reconoció Andrea riendo como una niña tonta, apartando la mirada avergonzada - me da vergüenza pero me gusta un poquito.

  • No hay vergüenza aquí - dijo Ricardo, y tras darle un par de lametones en la vulva y agarrarle el clítoris con dos dedos, usó la otra mano para abrirle el ano, donde volvió a clavarle la lengua y a moverla, intentando agrandarle el agujerito para llegar cada vez más adentro.

  • Aaaaayyy, por favor, Ricardo.... ¿qué me haces?- gemía Andrea, mientras Ricardo le pellizcaba suavemente el clítoris y le perforaba el culo con la lengua.

  • ¡Ricardo! - dijo Gerardo, el jefe de la oficina, desde el otro lado de la mesa - ¿estás comiendole el culito?

Ricardo, algo molesto por la interrupción, emitió un desganado "Sí, sí".

Gerardo se levantó y se acercó a ellos, ignorado por las otras parejas, muy entretenidas. Se puso al lado de ellos,observando como Ricardo le comía el culo a Andrea.

  • Oye, que Paula está despatarrada descansando y he visto que a tu secre le gusta lo del culo... que ya sabes que Paula no se deja hacer - interrumpió de nuevo Gerardo, mientras empezaba a acariciar el muslo a Andrea, apenas rozandole el pubis con el dorso de la mano

  • Sí, ya... - dijo Ricardo sin separar la cara del culo de Andrea.

  • Anda, Ricardo, sigue buscandole la cereza y déjame meterle el dedo mientras. - continuó Gerardo, acariciando ya con los dedos el vello púbico a Andrea.

  • Pero hombre, es que... - dijo Ricardo, interrumpiendo su banquete anal y mirando con cara de fastidio a Gerardo.

  • Veeenga, hombre, se bueno, ¿eh? Tengamos la fiesta en paz - continuó Gerardo, claramente haciendo uso de su autoridad mientras miraba lascivamente a Andrea, la cual, un poco incómoda por la situación, se levantaba un poco de la mesa apoyandose en los codos.

  • Noooo, Andrea, cariño, tú ahí tranquilita, que no pasa nada - dijo el viejo jefe, empujandola suave pero firmemente contra la mesa.

Ricardo, claramente intimidado, dejó de chuparme el culo para volver a comerle el coño a Andrea, que miraba fijamente a Gerardo.

Este se hizo sitio al lado de Ricardo, se chupó el dedo indice, y trás meter la mano entre las piernas de Andrea y la cara de Ricardo, palpó la zona hasta encontrar el orificio, y con una sonrisa obscena empezó a deslizar el dedo por el estrecho ano, sin dejar de mirar a los ojos a Andrea, que aún le miraba un poco sobresaltada

  • Uuuuy, mira que bien te entra el dedo, ¿eh? Que suave y qué calentito está esto, cariño... No te preocupes, son manías de viejo, cuando veo un culito joven y una chica receptiva, no puedo contenerme a meterle el dedo, y él tuyo aún no lo conocía - dijo Gerardo, mientras hacía salir y entrar el dedo.

Siguieron así un rato, Ricardo escarbando con su lengua en su vagina, y Gerardo empezó a tratar de meter dos dedos, que de vez en cuando se llevaba a la boca y saboreaba con gran deleite - Qué sabor a culito joven, qué delicia - decía, y volvía a penetrarla.

  • Ay, Gerardo, me duele un poco los dos dedos.

  • Cariño, no te preocupes, relájate y disfruta.

  • No, no me metas más los dedos, Gerardo.

Gerardo paró de repente. Agarró a Ricardo por los hombros, y tras apartarlo de Andrea, se inclinó sobre ella, y cogiendola por las muñecas le susurró al oído

  • Escucha, guapa, tú vas a hacer todo lo que yo te diga, porque, por si no lo sabes, hay una cámara de video justo aquí detrás que ha estado grabando toooodas las guarrerías que has estado haciendo aquí con tu amigo Ricardo. Así que, si no quieres que, ya no solo tu marido, sino toda tu familia reciba una peliculita porno en la que eres la protagonista, más te vale dejarme jugar tambien a mi un ratito. ¿No nos lo estamos pasando bien?

  • P...pero si yo no he dicho nada... o sea, nos lo estabamos pasando bien, ¿no? ¿Ricardo?

  • Gerardo, tio...- balbuceó Ricardo

  • Bueno, la fiesta ahora va a ser un poco más privada, así que iros todos a tomar por culo de aquí, que tengo unas cosas que hablar con Andrea - bramó Gerardo.

Todos los demás, visiblemente azorados, empezaron a levantarse y recoger sus cosas.

  • ¡Adiós, Andrea, nos vemos el lunes! - se despidió apresudaradamente Paula mientras se subía las bragas y recogía su bolsito

  • ¡Sí, Andrea, hasta luego! - se despidieron todos mientras salían por la puerta.

Cuando salió el último, dejando solos a Andrea y Gerardo, este se incorporó liberando las muñecas de Andrea, que seguía tumbada, paralizada de miedo, aún bien abierta de piernas y con el coño al aire.

  • Bueno, guapa - dijo Gerardo mientras se bajaba la cremallera de los pantalones - vamos a llevarnos bien, y te llevarás un buen premio, ¿eh?

  • ¿Qué... qué vas a hacer?

  • Bueno - contestó Gerardo mientras dejaba caer los pantalones - tu culo ya he probado que está rico, vamos a ver el resto. Voy a montarte.

Andrea, levantando un poco la cabeza, vió como Gerardo se sacaba el cipote de los calzoncillos. No era una polla excesivamente larga, estaba en la media, pero lo sorpredente era el generoso grosor. Lentamente metió una mano entre los muslos de Andrea, y extendiendo dos dedos, se los metió en la vagina,mientras con la otra mano se manoseaba la polla.

  • ¡Mira lo que he encontrado! - dijo Gerardo. Le sacó la cereza que hasta ese momento había permanecido dentro de su vagina y se la enseñó. Después se la metió en la boca y la masticó, escupiendo el hueso a un lado. Acto seguido, volvió a meterle los dedos bien dentro del coño.

  • Qué mojadita estás ¿eh? Y qué piel más suave... ¿Cuántos años tienes? - preguntó Gerardo, mientras metía y sacaba los dedos del interior de Andrea.

  • Vein...veintiuno - tartamudeó Andrea.

Gerardo le sacó los dedos chorreantes y se masajeó el grueso falo con ellos, cubriendolo bien en los flujos de Andrea, dejandolo brillante y resbaloso.

  • Pues prepara tu coño de veintiun años para una polla de sesenta, jejejeje - rió Gerardo. Y agarrando por las caderas a Andrea, apoyó la punta de su bien lubricado cipote a la entrada de los rechonchos labios vaginales y empezó a empujar. El capullo del cipote desapareció entre los gordos labios, penetrando fácilmente la húmeda vagina, pero a medida que se introducía el tronco, este ganaba rápidamente en grosor, dificultando enormemente la penetración.

  • ¡¡Aaay, Gerardo, espera!! ¡Aaay, ay, que me duele!

  • Claro, mujer, tranquila, es que te tenía muchas ganas. Poco a poco. Buf, qué calentito lo tienes, hija de mi vida...

Gerardo sacó la punta de la polla para volver a meterla, esta vez más lentamente, y empezó un lento mete-saca, con mucho cuidado de provocarle el mínimo dolor posible. Gerardo resoplaba a cada golpe de cadera - ¿Mejor ahora? - preguntó

  • Sí, sí, ahora mejor, es que es muy gorda... - contestó Andrea, que ya había asumido que se tenía que follar a ese cerdo, y empezaba a disfrutarlo.

  • ¡Aaaaaah, que coño más estrecho tienes, chiquilla! - gritó Gerardo, que ya había conseguido meterle la mitad del pijo. La visión del coño de Andrea en esos momentos era casi grotesca, con una masa de carne tan gorda encastada en un coño que, aparte de por el vello púbico, parecía casi infantil.

  • ¡Aaaaay.... ya no me cabe más! - sollozó Andrea, dividida entre el dolor y el placer de sentirse la vagina más llena que nunca.

  • Espera, espera, que ya casi te has tragado lo más gordo - contestó Gerardo, agarrando a las caderas de Andrea, sin parar de dar golpes de cadera, y clavandole, milímetro a milímetro, el grueso nabo.

  • ¡¡¡Uuuuuuh, qué gorda es, Gerardo!!!

Entonces Gerarado acabó de introducir la parte más gorda y, de un empellón final, metió de golpe el resto de la polla, que era casi la mitad

  • ¡¡Aaaaaaaaaah!! - gritó Andrea, ahora sí, de inmenso placer - ¡Ayyy, qué  llena estoy!

  • ¡Jodeeeeeeeeeeeer! - resopló sudoroso Gerardo, con la polla bien metida en el juvenil coño y los huevos aplastados contra el culo de Andrea. Dió un par de golpes para encajarla aún más - ¡Aaaaaaah, que coño más rico! - Súbitamente, salió por completo de Andrea y, agachandose, empezó a darle besos en la dolorida vulva, que junto con su ano, había dejado en estertores.

  • Ay, pobrecito, muac que mal rato has pasado, ¿eh? muac Jajajaja - se reía Gerardo entre beso y beso. Le abrió la vagina con los dedos y, tras escupir dentro, le dió un par de largos lametones desde el culo hasta el clítoris - Hala, así, que no se diga que no te cuido -

Retomó su posición anterior, y tras apoyar la punta del cipote sobre la raja, le agarró de las nalgas por debajo, tiró de ella y empezó a introducir su grueso pene de nuevo.

  • ¡Aaaaaaah! - gritaba Andrea

  • ¡Aaaaaah, qué bien que te entra ahora! - dijo Gerardo, mientras le metía la dilatada polla poco a poco hasta el fondo, para sacarla de nuevo y seguir así, cadenciosamente.

Después de un buen rato de metidas lentas y cuidadosas, el coño se habituó al descomunal tronco, dandose un poco de sí. A partir de ahí, Gerardo empezó a incrementar la fuerza de sus topetazos, imprimiendo cada vez más fuerza a sus caderas, a la vez que agarraba con más fuerza el culo de Andrea hacia sí.

  • ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! - gemía esta a cada empujón.

  • Ya te gusta, ¿eh, puta? - inquirió Gerardo, sudando como un cerdo, observando el rostro de placer de Andrea, que se derretía de gusto sintiendo una vez y otra como la polla salía completamente para ser enterrada hasta el fondo, con un excitante sonido mantecoso.

  • ¡Ay, sí! Ay! Ay! Me...gusta... mu..ay! Mucho! ¡Ay... que dolor... más rico!

Gerardo sufrió un latigazo de placer que le sacudió el cipote, y se dió cuenta de que iba a correrse irremediablemente

  • ¡¡¡Puta, me corro!!! ¡¡¡Puta, me corroooo!!! - gritó. Y, haciendo un esfuerzo y metiendo más a fondo que nunca su cipote, este empezó a escupir chorros de semen, llenando aún más, si aquello era posible,  la vagina de Andrea.

  • ¡Ay, qué calentito me estás llenando! - gimió Andrea, mientras oleadas de placer le subian desde el coño hasta la punta de sus cabellos, a la vez que sentía su vagina atiborrarse de la ardiente leche.

Gerardo permaneció unos segundos disfrutando de los últimos latigazos del orgasmo y de sentir su polla bien enterrada en la intimidad de Andrea. Después de considerarse satisfecho, procedió a salir poco a poco de esta, regodeandose ante la visión de ver como, a medida que su monstruoso miembro se retiraba y dejaba hueco, los regueros de espesa lefa se escurrian de la raja de Andrea a borbotones y, tras recorrer el culo, se acumulaban manchando la mesa.

Se restregó la polla contra las piernas de Andrea para limpiarse lo gordo de los restos de semen que cubrian su miembro, y se la metió, aún muy voluminosa, en los calzoncillos.

-Yo no entiendo esa moda gilipollas de correrse en la cara de las mujeres, con el gustazo que da dejaros bien preñadas de leche. - dijo mientras se subía los pantalones. Después sacó un billete de 500 euros y, tirandoselo a Andrea, le dijo - Toma, moza, que te lo has ganado, aunque te haya sacado la cerecita, jajajaja. Por cierto, que eso de la cámara de video me lo he inventado, tonta. ¿Cómo voy yo a grabar a mis queridos compañeros?

Gerardo se acabó de meter la camisa, se puso la chaqueta y sin decir nada más, salió por la puerta.

Andrea seguía despatarrada sobre la mesa con ligeros espasmos en las piernas, sintiendose avergonzada de sí misma por pensar que, a pesar de que al principio se la habían follado contra su voluntad, aquella había sido la mejor polla que le habían metido en toda su vida.

Se incorporó, todavía sentada en la mesa, y se impulsó para dejarse resbalar por la mesa, dejando un rastro de semen y flujos que fue arrastrando con el culo, y que le chorrearon por las piernas cuando alcanzó el suelo. Se limpió como pudo los lefazos con una servilleta. Se bajó la falda, y recordó que Ricardo se había llevado sus bragas, así que simplemente se arregló un poco el pelo, cogió su bolso y salió lo más dignamente que pudo del reservado.

Marcos y Paco iban ya por la segunda paja.