La cera que lo pega todo

Jugando jugando le llené todos los pelos del coño de cera. y se tubo que depilar y no me lo perdonó.

Debe ser que me encuentro mayor, trabajado que diría un muy buen amigo mío. El caso es que me encontré en la cena contando batallas de la puta mili. Luego cuando se terminan estas historietas y empieza en aburrimiento empiezan a salir las historias del folleto.

Y es ahí cuando un antiguo compañero dice,

-        Tío, cuenta la de la vela. Esa sí que es buena.

Y me quedé pensativo, no sabía que comentar. Tal vez fuera una de las historietas que a veces se cuentan los colegas… Y yo, más. Pues yo le pegué cuatro seguidos y sin sacar y esas cosas que a veces los malos hombres decimos, cuando el alcohol y el hastío y las propias vergüenzas, nos obligan a llenar los silencios de las sobremesas o salidas aburridas.

El caso es que fui haciendo memoria y sí, era una de las de verdad. No es que yo en mi época estudiantil fuera una persona que ligara mucho, más bien en aquella época nasti de rasti. Pero pasó.

Yo llevaba en aquel tiempo la barba y la melena a los hombros, eran los años de la transición. Muy queridos de nosotros mismos. La búsqueda de la libertad, el sexo libre, que no era libre. Te pegabas el calentón en público, era lo que se terciaba. Pero luego en la intimidad llegaba el ahora no esperemos un poco, pero tío tu de que vas, etc. un rollo. Solo mojaban algunos.

Yo me monté el rollo intelectual, lecturas sobre temas de actualidad. Los discursos de Fraga en los debates sobre el estado de la nación…el precio de los garbanzos. El tío Zagaceta co el oligarquísmo yanqui y otras memeces que nos llevaron a la democracia. Pero no pillábamos carne.

Luego ya pasé al tema exotérico, un tío místico. El aurea. Puedo ver tu aurea y ver tu estado de ánimo. Y si lo ayudaba con el cálculo de los biorritmos, entonces ya tenía un camino despejado.

El caso es que fue en esa época cuando mojé de verdad. Incluso se corrió la voz por la facu de que yo si que había encontrado el punto G. lo cierto es que pillé un libro que explicaba a detalle el cómo encontrarlo. Y no solo como encontrarlo sino además como estimularlo. Para que luego digan que un libro no ayuda. Puedo decir que un libro es un gran compañero. Lo certifico.

Practiqué mucho. Y bien. Porque aquellas que no querían follar se dejaban pajear y es ahí donde yo encontraba campo para mis exploraciones y prácticas. Y ya se sabe que al mago no hace, se hace.

Ya, ya llego al asunto.

Fue después de unas jornadas, en mi casa, donde hablamos sobre los templarios. Y yo dicerté sobre el código de escritura de los mismos y de cómo los templarios fueron la primera gran banca y los que crearon las líneas de crédito, las letras de cambio. Nada nuevo bajo el sol. Ya que me enrollo, pero ya voy.

El caso es que la velada estuvo muy entretenida. Pero al final sobre las 3 de la mañana la gente empezó a circular. Yo vivía con varios compañeros en mi piso de estudiante. Pero los findes me quedaba solo. Yo no volvía a casa. Mi país quedaba muy lejos. Ya me vuelvo a desviar.

Ya no quedaba nadie salvo una chica de la facultad de exactas que se había quedado sentada en uno de los sofás. Había pasado desapercibida, en silencio. Ella vino en compañía de otras chicas del campus, pero yo solo la conocía de hola y adiós. De las que ves por el campus y lo le prestas atención. Y eso era porque no era una chica que llamara su atención por las tetas o las caderas o porque los ojos fueran unos soles. No, no llamaba la atención.

-        Hola, y tú ¿no tienes sueño?

-        No.

-        Te has quedado sola ¿quieres que te acompañe a casa?

-        No, quiero que me mires me calcules mis biorritmos.

-        ¿por algo especial o solo curiosidad?

-        No, es que tengo un amigo que me lanza los tejos, que dice que está enamorado de mí y quiero saber como estoy antes de encontrarme con él.

-        Ya sabes que si tus biorritmos están bajos no tienes defensas.

-        Por eso quiero que me los calcules.

El caso es que me puse a ello. Que si cuál es tu fecha de nacimiento, que a qué horas…las de ella y las de él.

Y vi que estaba llena de energía intelectual. Y muy bien de energía física. Pero la emocional estaba por los suelos.

-        Mira, no estés con él los próximos días. Emocionalmente te puede. Ya no digo que él te quiera o no. Eso no lo puedo saber. Pero tu aceptaras cualquier cosa que te diga. Intentaras razonar lo que te conviene y el te contrarrestara con el amor, sea verdad o mentira. Y tus físicamente estas para aguantar eso y más. El caso es que tu cuerpo te pide guerra, tal vez porque llevas tiempo sin catar. Quieres algo más y no llega y ahora aparece uno que te ofrece oro y moro y estas dispuesta a ir al matadero.

-        Eso no es verdad. Si quisiera ir al matadero, a follar, dilo claro hubiera ido y punto. Pero estoy aquí, y no en su cama.

-        Una cosa no quita la otra. Tiene la curva intelectual muy alta. Te dijeron de venir a mi casa, no sé con qué historia y pensaste que era interesante venir.

-        Y no me equivoqué, casi no hemos respirado en toda la noche. Las tenías a todas embelesadas. A los tíos con mucha curiosidad.

-        Ya lo que pasa es que os aburre vuestra vida cotidiana y no encontráis camino.

-        Tengo sed.

-        ¿Qué tomas?

-        ¿Tienes ginebra?

-        Gordons

-        Con hielo.

Y nos tomamos la ginebra y la ginebra nos llevó a los besos. Y los besos a los morreos. Le faltaba práctica pero le ponía mucho interés. Se la veía con ganas. Los pezones se le marcaban bajo el suéter con cuello de cisne.

Se lo quité y me quedé unas décimas de segundo pensando en cómo pasó desapercibida a mi escrutinio en los jardines del campus.

Eran unos pechos de copa de víno, redonda, generosa. Como para que la nariz absorbiera todos los taninos. Esto sería así si no fuera porque los pezones te impedían ver otra cosa. Eran como pequeños penes que pedían ser mordidos, chupados. Apareció la causa de sus temores, sus complejos. Tenía algo de pelos alrededor de su aureola. Se los tapó.

-        Shuu, déjame.

Empecé a jugar con mi boca y sus vellos. Los estiraba con mis labios, mientras con mi otra mano jugaba, pellizcaba su otro pezón. Cada vez más largo…enhiesto surtidor de sombra y sueño…

-        Diós. Uhm.

-        Cielito, me voy a tomar toda tu leche.

-        Jajaja, aún no fui madre.

-        Yo te la saco.

Mi mano bajó hasta su falda plisada que cedió fácilmente. Ella no opuso resistencia y yo no estaba para esperas, ya estaba choto.

Tenía una buena pelambrera allá abajo. Típico de la época. Y más de una empollona de exactas que no se preocupaba por su cuerpo y que además estaba acomplejada.

Sus piernas abiertas, labios mojados, brillantes, los unos y los otros. Los de arriba y los dos pares de abajo. y me puse a jugar con los de abajo, no fue difícil la decisión, era donde más estragos podía ocasionar. Y busqué el punto. Y lo encontré, no fue difícil. Ella necesitaba que se lo encontrara y cuando ellas quieren una cosa lo obtienen.

Cuando la yema de mi dedo notó como se inflamaba la zona, introduje el segundo dedo y rascando a modo de cuchara logré que aquello se fuera agrandando al igual que sus gemidos que se convirtieron en espasmos a medida que entre mis dedos se escurrían cantidades de líquido. Se estaba corriendo de continuo. Al principio procuraba reprimir sus pasiones pero al final ya solo suspiraba, decía palabras inconexas.

-        Follame, lo necesito.

Y me la follé, se la metí sin contemplaciones, hasta el fondo.

-        Dios, diooos.

-        Vaya eres un tanto religiosa…

-        Calla cabrón, mueve ese culo…

No hablé mas, le di duro. Notaba el chorrito de sudor recorriendo mi columna. Y ella no hacía más que correrse y chillar. Y yo me corrí, me corrí como un chiquillo. Una pasada. Mañana no me levanto pensé. Este fue un polvo magistral. A esta me la follo cuando quiera.

Y me deje caer en el sofá mientras intentaba coger aire y notaba el sofá con una gran mancha donde ella tenía su culo.

-        Se te baja, quiero otro. Quiero más.

-        Pues tendrás que subírmela tú o esperar unos veinte minutos a que me recupere.

-        Y una mierda. No voy a esperar, ya esperé mucho tiempo.

-        Chúpamela.

Me miró,

-        No sé, no tengo experiencia.

-        No te preocupes, en el amor todo es empezar…

Y me la chupó. Dudé de si era su primero pero me la puso tiesa a la primera. Con sus dedos jugaba con mis huevos y con los pelos de los mismos. Incluso acarició mi ojete.

-        Ya, vamos métemela.

Y se la metí. Despacio, marcando ritmo. Dos dentro, uno fuera. Buscando alargarlo, alargarlo y no cansarme.

-        Dale cabrón, déjate de mariconadas y dame mas.

Y dale que dale. Afortunadamente, después de un primer polvo, tenía más aguante. Pero ella seguía sin parar de mover la cadera buscando más caña. Y a mí me quedaban pocas energías. Aunque si las suficientes para correrme por segunda vez. Pero ella no quería parar. Decidí sacarla puesto que aquello empezaba a perder identidad.

Se lo chupé, le metí los dedos. Pensaba atacarle el punto g de nuevo pero ello exigía mas polla. Y más polla no había en ese momento.

Junto al sofá tenía un par de candelabros, de los que usaba para mi sancta sanctorum.

Tomé una vela y son pensarlo se lo metí en el coño. Ello no lo notó, y si lo notó no dijo nada. El caso es que empecé a darle caña con la cera. Y ella lo agradecía. Por lo menos estuve media hora dale que te dale, cambiando de mano por que me cansaba. También le daba labios, dientes y boca en su clítoris.

Y llegó en momento en que ya pidió que parara.

Nos quedamos los dos dormidos.

-        Cabrón de mierda,  me llenaste de cera y no me la puedo quitar.

Tenía los restos de la vela aún metida en el coño y todos sus pelos amasados y enredados con la cera derretida del cirio.

Se levantó y se fue maldiciéndome.

Me la encontré al cabo de unos días esperando el autobús de retorno de la facu. Me miró con ojos de rabia.

-        ¿Qué tal? ¿Cómo estás? Le dije.

-        Escocida, escocida y me pican los pelos de ahí abajo. me tuve que depilar para poder quitarme la cera. Y ahora me pica. Capullo. ¿Cómo se te ocurrió meterme la vela? Creí que era tu polla!

-        Ya pero uno aguanta lo que aguanta..

-        Capullo.

Y tomo su autobús y yo el mío.

Nos reímos recordando el asunto. Toda una historia.