La cenicienta: esclava de sus hermanas
Cenicienta es invitada por su madrastra a formar parte de la familia. Para ello será amaestrada y emputecida por sus lujuriosas hermanastras.
Cenicienta: Esclava de sus hermanas
Érase una vez, en un prostíbulo de las afueras de Ciudad Lujuria, vivía una joven dama llama Cenicienta junto a sus lascivas hermanastras y su madrastra, la cual dirigía un grupo de furcias no muy lejos de allí. La ilusión de la madrastra, Alicia, era tener un equipo de lujo: unas perritas que hiciesen lo que se les pidiese, sin dudar, gozando como auténticas guarras.
Había pensado en tener tres, dos de ellas serían sus hijas Sara y Vanesa, con ellas no tendría problemas, pues eran lesbianas lascivas y buenas sumisas. El problema residía en que Cenicienta al ser menor de edad (tenía diecisiete años) y ser una chica decente, romántica y temerosa, no querría formar parte del negocio. Pero Alicia lo deseaba mucho, así que empezó a trazar un plan junto con sus hijas.
Siempre habían tratado a Cenicienta mal, por no ser familia suya. La hacían trabajar muy duro de sol a sol, vestía de manera muy pobre; llevaba su melena morena cortada de forma desigual y muy corta, pues llevarla larga y bien cortada en Ciudad Lujuria era signo de nobleza. Mas cuando Cenicienta iba a cumplir dieciocho años, el día de su cumpleaños le esperaban muchas sorpresas.
Cenicienta se levantó de la cama, bostezando en ropa interior y se observó en el espejo. Se dio cuenta de cuántas magulladuras tenía a lo largo de su piel morena, sus ojos marrones marcados por la tristeza y la desdicha, recorrieron su cuerpo de los pies a la cabeza poco a poco. Sin darse cuenta, empezó a acariciarse los doloridos pies, sucios y arañados. Subió poco a poco por sus muslos, pasó su mano derecha por encima de su braguita blanca y sintió un cosquilleo. Una sonrisa se dibujó en su cara y con la mano izquierda acarició su pezón izquierdo haciendo pequeños círculos. Miró el reloj, eran las siete menos cinco, por lo que le quedaban cinco minutos para su único placer diario.
Se recostó en la cama, se deslizó las braguitas hacia los tobillos. Pensó en aquellos momentos, en los cuales, debido a que sus "hermanitas" le robaban las braguitas, trabajaba sin nada debajo sintiendo el suelo frío y excitante. Comenzó a excitar sus labios exteriores con pequeños recorridos y círculos presionando levemente sobre su cada vez más húmeda rajita; cuando, de repente, Alicia entró en la habitación sin llamar sorprendiéndola masturbándose. Alicia sonrió para sus adentros, pensando que tampoco fuese tan refinada como parecía.
-Cenicienta!!- le regañó, notando como ésta se ponía cada vez más roja- Esas cosas no las hacen las señoritas refinadas, así que menos una sucia y estúpida esclava como tú.
-Bueno esto yo -intentó defenderse la chica, pero su madrastra la agarró por el brazo arrastrándola fuera de la cama.
-Nada de excusas jovencitas, haz el favor de bajar a la cocina y hacernos el desayuno.
Alicia se dispuso a irse de la habitación, cuando se giró y con una sonrisa añadió:
-Y no tardes, que hoy es tu cumpleaños y tenemos una sorpresa para ti.
Cenicienta se quedó sola, semidesnuda, medio avergonzada y medio feliz de que se hubieran acordado de algo tan importante para ella. A pesar que le extrañó ver sonreír a su madrastra, se vistió a toda prisa, poniéndose sus mejores prendas intimas y su vestido preferido. Estaba un poco raído y desgarrado, pero era el único vestido que le había dejado su madre, antes de morir de una neumonía.
Una vez vestida decentemente y dándole vueltas a cual sería su regalo, descendió a la cocina y preparó el desayuno de Vanesa, Sara y Alicia. Las avisó gentilmente, a lo cual éstas respondieron con un gruñido de desdén. Comieron poco de sus platos, asegurando que la comida estaba asquerosa y desaparecieron en el salón. Al cabo de un rato aparecieron las tres y Vanesa le comentó.
-Verás tonta digo hermanita, como hoy cumples dieciocho años, mamá, Sara y yo hemos decidido que te mereces un buen regalo. Asimismo pensamos que debes ayudarnos a traer dinero a casa-se rió levemente- Por lo cual es recomendable que vayas bien vestida.
Sara entonces le acercó una venda y le dijo:
-Póntela en los ojos y piensa en un deseo. Después dilo en alto y sopla las velas.
Inocentemente, Cenicienta pidió que fuesen una familia unida y feliz. Le desataron la venda y se encontró con sus tres familiares, sonriendo malvadamente. Ella sospechó y quiso marcharse de aquel lugar; pero Vanesa, rápida y ágil, bordeó la mesa y le ató las manos en la espalda con la misma venda. A continuación, Sara le ató los tobillos a las patas de la misma, dejándola inmóvil.
Hubo un gran silencio. Al cabo de unos minutos, su madrastra le habló.
-¿Con que quieres colaborar con la familia y ser todos felices, no? Pues bien tu deseo se va a hacer realidad.-Colocó un papel desdoblado en la mesa- Ahora vas a trabajar en mi prostíbulo junto con tus hermanas. Firma el contrato y no volverás a trabajar todo el día aquí dejándote la vida fregando suelos y sujetadores. Además te trataremos como una más de la familia y te daremos de comer bien.
-Firma imbécil, así serás una guarra de provecho y no una que sólo nos dé problemas- Le sugirió Sara a la oreja.
-Sí, y cuidaremos bien de ti-Completó Vanesa, deslizando su manos hacia las braguitas de Cenicienta y acariciando su coñito
-¿Te gusta?- preguntó Sara, al comprobar que Cenicienta, a pesar de sus lágrimas y sollozos, emitía pequeños gemido entrecortados-Tendrás más, perra.
Alicia le soltó las manos a Cenicienta, imaginando las proezas que haría su nuevo equipo de putas de lujo.
Cenicienta dudó un instante, pero algo en su interior, algo que no sabía explicar y que le gustaba, le hizo firmar. Justo después sintió los remordimientos de haber vendido su alma; pero ya era demasiado tarde.
-Bien, bien, bien- dijo Alicia con suspicacia- que putita tan lista
Cenicienta arrugó el ceño, lo cual lo notó su nueva dueña y compañera y le dijo:
-Vaya con la señorita, cree que todavía tiene orgullo después de fregar los meados del suelo del baño y de manchar tu ropa interior rasgándola al limpiar la chimenea si como lo oyes, fallábamos a posta. Si eso es lo que crees ¿habrá que domarla un poco, no chicas?.
Sara y Vanesa se miraron y sonrieron. Alicia se acercó a ellas y se dirigió a Vanesa, la mayor.
-Vane cielo, ¿te has dado cuenta?, hoy se ha puesto el vestidito que le dejo su mamá. Demostradle lo que nos importa en el negocio el linaje, por muy asqueroso que sea.
Vanesa se acercó y cogiendo el vestido por el cierre lo arrancó de un tirón, dejando a Cenicienta muy sorprendida y mostrando su conjunto blanco de encaje que se había comprado con los ahorros de sus diecisiete años y que se había probado para la ocasión. Notó como sus piernas temblaban.
-Llevadla a mi dormitorio y enseñadle la primera regla de una esclava. Después iré a ver los progresos, ahora tengo que arreglar unas cosas.
-"Tu no tienes voluntad ni deseas nada. Tus únicos deseos son las ordenes de tu amo."-Recitaron amabas hermanas a la vez. Desataron a la miedosa Cenicienta y se fueron al sitio indicado.
Al llegar al dormitorio, echaron la llave. Hicieron mover a Cenicienta todo el mobiliario, excepto la cama y una silla, y pegarlo todo a las paredes.
-Desnúdate-le ordenó Vanesa-queremos ver que mercancía hemos adquirido.
Cenicienta se resistió un poco, por lo que entre Vanesa y Sara la acorralaron y la desnudaron, propinándole bofetones y mordiscos por doquier. Cuando acabaron, la tiraron a la cama, y la chica se tapó como pudo.
-Mira perrita, tú eres una puta ahora como ella y como yo, pero tú vales incluso menos. Así que tenemos poder sobre ti bueno, ahora todo el pueblo tiene poder sobre ti jajajaja. Podemos hacer esto por las buenas o por las malas.
-Prefiero por po las bu-buenas-tartamudeó Cenicienta, provocando la risa de sus maestras.
-Buena elección- indico Vanesa- Ahora, Sara, haz el favor de dejarnos a solas pues yo seré quien la inicie.
Dicho esto, Sara abandonó el lugar cerrando con llave tras de sí.
En la próxima entrega veremos como Vanesa "educa" a su hermanastra esclava