La cena (segunda y última parte)

Aquí acaba lo que empezó como una cena de amigos

La cena (segunda y última parte)

Pese a la intensidad vivida en los últimos minutos, pese al agotamiento de una excitación máxima, pese a la incertidumbre de no saber donde iba a parar aquello, a pesar de lo pesares, mientras saboreaba el whisky y el silencio que reinaba en el comedor, sentía, dentro de mí, que aquello no había acabado, y el miembro de Saúl, completamente erecto venía a ratificar mis sospechas. Con una amplia sonrisa en los labios y acercándose a mí, me dijo: "Tu aún no has probado esto, ¿verdad?. A tu mujer parece haberle gustado, pero quiero tu opinión" Y si más, me tomó de la cabeza, me arrodilló ante él y me colocó de tal forma ante su polla, que no tuve más remedio que intentar tragármela, porque no era tarea fácil. Sus "veintimuchos" centímetros de longitud hacían algo ardua mi labor, pero las arcadas empezaron a aparecer y esto parecía divertir mucho a Saúl, que con gran satisfacción susurró: "Acaso, ¿es mucho para ti?, a lo mejor necesitas que tu mujer te eche una mano". No tuvo que repetirlo, al instante Amalia estaba a mi lado, de rodillas también, y compartiendo conmigo el trofeo de ébano que disfrutábamos entre las manos y las bocas.

-Sois un matrimonio muy bien avenido, os gusta compartir las sensaciones. Me parece genial, porque así sabéis lo que se siente cuando das y cuando recibes, y ambas cosas pueden resultar maravillosas, y lo digo por experiencia, esa es la gran virtud de la bisexualidad, y eso es todo lo que se pierden quienes no se atreven a pasar las barreras morales, que tanto nos lastran- comentó Antonio medio tumbado en el sillón, saboreando el licor y recreándose la vista en la escena que se desarrollaba delante de él.

Sin tiempo para pensar lo que pasaba, noté una mano recorriendo la parte baja de mi espalda, buscando entre mis glúteos un lugar que horadar, era la mano de Amalia, que se detuvo durante un tiempo en mi ano, presionándolo delicadamente, sin introducir sus dedos, sólo describiendo pequeños círculos a su alrededor, con una ligera presión; aquello me estaba volviendo loco, no era la primera vez que algún juguete manejado magistralmente por Amalia se introducía por allí, pero si era la primera vez, que había pollas de verdad que podrían enterrarse entre mis nalgas, esa visión me alarmó, no se si estaría preparado para eso, pero el trabajo de mi mujer, estaba haciendo que empezase a desearlo.

Antonio, pareció animarse y se unió al grupo, colocado de frente a Saúl, unió su polla a la de su amigo, permitiendo que los dos que estábamos de rodillas nos deleitásemos recorriéndolas con manos y bocas.

El placer se desbordaba por cada poro de los cuatro, que estábamos allí plantados, en medio del comedor, dejando libres todas las sensaciones, con la única urgencia de sentir y ser sentido, para alcanzar el cielo de la satisfacción. No sé si éramos unos depravados, unos locos o tan sólo cuatro personas adultas y sin complejos dispuestas a darse por completo a los demás, pero lo cierto es que poco importaba, por que las acciones se sucedían y lo que tanto empezaba a desear y temer, estaba cada vez más cerca.

Por fin, Antonio se decidió a arrodillarse detrás de Amalia y de mí, y comenzó a hurgar entre nuestras nalgas, cambiándose de mano, para usar de lubricante los abundantes jugos que soltaba Amalia. Sus dedos, ágiles y expertos se introdujeron dentro mi, y por los gestos de Amalia, también dentro de ella, y comenzó el juego de la dilatación. Sentía mi polla, arder, creía que en algún momento iba a reventar, pero allí seguía erguida y dura, mientras mi ano, comenzaba a dejar entrar un par de dedos del tío que se había hecho dueño de nosotros. "Esto va bien, ya falta poco" fueron las palabras de Antonio a la vez que nos empujaba hacia delante, para dejar nuestros traseros completamente a su disposición. Con la cara apoyada en unos cojines en el suelo, y de rodillas, les dejamos libres el camino de nuestros culos; efectivamente, ya faltaba poco.

-Creo que voy a empezar por ti- fueron las palabras de Antonio, cuando Saúl se colocó detrás de mi mujer.

Noté en mi esfínter algo duro, que no eran unos dedos, las manos de Antonio abrían mis nalgas a lo más que daban, giré la cabeza, para mirar a mi mujer, que con los ojos cerrados intentaba aguantar la entrada de Saúl, lo mejor que podía o sabía, y fue entonces cuando sentí que mi interior ardía, algo me estaba llenando por completo, sentí un dolor agudo, que provenía de mi ano, y chocaba de frente con un placer inmenso que provenía de mi interior, quien ganase aquel duelo, haría que lo que sintiera a partir de ese momento fuera placer o dolor.

Afortunadamente, Antonio era un maestro, y fue entrando muy despacio, si retroceder un centímetro, pero con un cuidado y dulzura que fueron los aliados del placer, para imponerse en la batalla final, y cuando sentí sus testículos tocar los míos, mi respiración comenzó a acelerarse, con mi puños apreté el cojín y con mis dientes lo mordí, no sabría explicar lo que estaba sintiendo, pero en ese momento de máximo placer, necesita besar a mi mujer, hacerla partícipe de aquello que nos estaba pasando, y fue un beso largo, profundo, cálido, deseado y cómplice. Por su parte Antonio y Saúl, también se estaban entregando el uno al otro con caricias y besos, mientras sus cinturas se aceleraban y el ritmo aumentaba sus jadeos y los nuestros, el principio del fin estaba cerca y yo, por una parte quería que llegase aunque por otro lado lo lamentaba. Finalmente llegó, Antonio, fuera de sí, dio tres o cuatro embestidas con las que creí que me partía en dos, y por fin se recostó sobre mi espalda mientras mi culo, se llenaba con su leche. Saúl también sintió unos espasmos y la cara de mi mujer confirmó que la sensación de ser partida en dos también la había sentido ella. Saúl se recostó sobre mi mujer, relajándose y acariciando nuestros cuerpos, con dulces recorridos de las yemas de sus dedos.

-¿Qué te apetece para que acabes tu también?- preguntó Antonio, acariciando mi endurecida polla.

-Ahora mismo, lo que más necesito es a Amalia, junto a mí. A los pocos segundos ella, se montaba sobre mi a horcajadas y, con mi rabo en su dulce chocho, empezó a describir círculos, con sus caderas, batiendo todos mis adentros, aquello, no iba a durar mucho mi cuerpo había experimentado demasiados placeres y estaba deseoso de estallar, y mostrar al mundo todo lo que había acumulado, así es que a los pocos minutos de cabalgarme, tomé a Amalia por los hombros y la estreché contra mi pecho, mientras me derramaba en su interior, fundidos ambos en uno, sin más mundo que aquél que nuestros cuerpos ocupaban.

Tras otro whisky, lo dos amigos decidieron irse, y dejarnos a ambos deleitarnos en lo que habíamos pasado. Pero antes de irse Antonio, con una sonrisa cómplice y sincera, nos dijo te tenía una amiga a la que le gustaría conocernos, que ya hablaríamos.

A las dos semanas, sonó el teléfono, era Antonio, que si quedábamos a cenar en su casa, que su amiga Isabel tenía gran interés en vernos, pero eso ya es otra historia…..