La cena

Una rubita veinteañera engaña a su novio para ir solamente a cenar con un desconocido con el que charlaba por el MSN a escondidas.

Notas al final*

La cena

Carla

  • Pero bomboncito, ¿porque no te quedas en mi casa esta noche?

Él me miraba desde la cama, desnudo, tapado tan sólo por la sábana, tras una tarde de sexo en su apartamento, mientras yo terminaba de arreglarme.

  • Sabes que ya he quedado, y no puedo decir que no. Mi prima está un poco depre, y sabes que no voy a dejar que pase la noche entera así. – decía mientras me pintaba

  • Lo sé, cielo, pero la verdad… me apetecía que nos quedásemos juntos y pasárnoslo bien…- dijo mientras se acomodaba y ponía su "carita de pena" - Anda… quédate

Me subí a la cama gateando hacia él y puse mi cara frente a la de él dándole un besito muy dulce.

  • Sabes que volveré pronto para dormir contigo. Y cuando lo haga, vas a tener que estar bien descansado, porque te voy a exigir… mucho.

Procuré poner mi cara más pícara mientras me apartaba de él y me libraba de sus manos. Cuando me puse en pie de nuevo y me dirigí al armario para escoger ropa, y tras unos minutos, ya tenía exactamente lo que buscaba.

  • ¿Esa falda?- me espetó él- ¿no es un poco… corta?

  • ¡Venga, hombre! ¡A ver si me vas a salir puritano ahora! ¡Si es la misma que llevaba ayer cuando fuimos a cenar! – ciertamente no tenía mucho donde elegir, ya que no me había llevado a su casa mucha variedad, y la que tenía era de salir por la noche.

Me miró con cara de circunstancia.

  • Sí, claro, pero no es lo mismo que vayas tú sola a que vayas conmigo. Además, con esa camiseta

  • Es un top

  • Sí, vale, un top, lo que sea. ¡Es que se te ve el sujetador con él!

  • No empecemos con desconfianzas y los celos- Le recriminé- que yo no te pongo pegas cuando te vas con tus amigotes de copas, sabiendo lo que le gusta a tus amigos buitrear a todo lo que tenga tetas.- aunque llevábamos muy poco de relación, nos habíamos tomado las cosas muy en serio, o demasiado rápidas.

Algo enfadada, me dirigí al baño para maquillarme un poco y terminar de vestirme. Cuando finalizé, me puse los tacones, recogí mi chaqueta, y tras coger el bolso, me dirigí hacia la puerta para irme.

Mi novio, si es que nuestra relación se podía llamar así, había salido de la cama y me esperaba desnudo junto a la puerta con una expresión arrepentida en su rostro

  • Venga… lo siento… no te vayas enfadada

La verdad, por un lado, en ese mismo momento le habría mandado a paseo por ese comentario tan machista que me había hecho solo tres minutos antes

  • Vale, olvidado- le dije mientras le daba un beso de despedida- No te acuestes muy tarde viendo películas

  • Te lo prometo. Y dale un beso a tus amigas de mi parte.

-Lo haré- dije mientras cerraba la puerta de su casa.

Ya en el ascensor, camino de mi coche, cogí mi móvil y llamé a mi prima:

  • Hola, guapísima, ¿qué tal?... Sí, se lo ha tragado. Ya sabes, si te pregunta, tu casa y después al Centro a dar una vuelta… sí, no te preocupes, lo pasaré bien.

Cuando colgué ya estaba junto a mi coche, y durante un segundo me pregunté si estaba segura de lo que iba a hacer. Tras meditarlo otro segundo me contesté que sí, no tenía nada que perder a estas alturas.

Pedro

Aquella mañana me había despertado temprano para dejarlo todo listo. Pasé la mañana casi entera limpiando bien mi minúsculo apartamento para la posible ocasión. Me repetía a mí mismo que no podía pasar nada, pero… en el fondo, no me lo creía creer...

Hacía ya más de un año que conocía a "la diosa" Carla, como la llamábamos mi grupo de amigos y yo al hacer referencia a ella, pero nuestra relación simplemente se había basado en largas horas de conversación a través de Internet sin llegar nunca a vernos en persona, ya que ella en principio y como respuesta a mis insistencias para quedar, prefería seguir así, seguramente por una dosis saludable de desconfianza y desconocimiento. Ya ni recuerdo de cómo nos agregamos, pero eso era lo de menos.

Nuestra pequeña amistad en principio solo se basaba en eso, pero hacía un par de meses que la cosa había empezado a cambiar. Ella comenzó a confiarme secretillos de "juergas" y "salidas nocturnas" que nadie, ni sus amigas, conocían, dejándome ver su carácter abierto y conocer sus facetas íntimas, lo que me habría provocado más de una erección espontánea, y por supuesto, lo selectiva y exigente que era en esos aspectos. Y yo, por mi parte, comencé a coquetear con ella al principio de manera inocente, y un poco más tarde y al ver qué pasaba de mí, de manera más directa. Es difícil no intentar algo con un cañón como éste, más cuando la estás viendo en sus fotos y te está contando las maravillas que te está contando.

En las últimas semanas había empezado a fantasear con nuestro posible primer encuentro (que dijo que seguramente no ocurriría) y me daba cosquilla estomacales el mero hecho de pensarlo. Aunque por arte divino, la cosa cambió en una conversación que tuvimos una noche por MSN.

Supuestamente la cosa quedaría en el ciberespacio, pero decidí que fuera como fuese, ya era hora de conocernos por fin en persona. "Un café para conocernos", le propuse una noche que llegó de juerga y se conectó, aunque viendo lo receptiva que se encontraba últimamente, me lancé un poco más y le comenté sobre alguna ligera cena en algún lado concurrido, algo que aceptó poniendo algunas limitaciones y excusas que no supe muy bien que querían decir. Pero era lo de menos, tenía mi cita.

Al llegar la tarde me puse a preparar los entrantes, y llegadas ya las ocho, me dispuse a arreglarme, ya que en solo dos horas habíamos quedado en un centro comercial cercano.

Eran ya las nueve de la noche cuando acabé de vestirme, así que dedique el resto del tiempo a escoger de entre mi colección de música la selección apropiada para la noche, que, a pesar de mi negativa consciente, esperaba que fuese tan buena como en las últimas fantasías que había tenido sobre nuestro posible encuentro.

Así pasé la última media hora en casa, antes de ir a recoger al angelito rubio que me iba a acompañar aquella noche.

Carla

Ya había aparcado el coche en el parking del centro comercial cuando miré la hora en mi móvil. Quedaban dos minutos para las diez, y podía empezar a sentir ciertos nervios en mi estómago. ¿Estaba cometiendo una locura al quedar con un extraño de internet? No creo, me auto convencía, después de todo, ya llevaba chateando con Pedro más de un año, y solo íbamos a ir a cenar para conocernos en persona. Tal vez el hecho de no haber quedado con nadie de internet ni cosas por el estilo me creara más nervios.

Me disponía a salir del coche justo cuando mi móvil comenzó a sonar. Mi prima

  • Hola, ¿qué pasa Laura?

  • Nada, que tenía curiosidad. ¿Ha llegado ya tu amigo?- Dijo en un tono bastante curioso.

  • No lo sé. Acabo de llegar al parking y todavía no es la hora.

  • Me apuesto lo que quieras a que ya está allí esperándote. Pero, sabes como es, ¿no?

  • Sí, ya te dije que le he visto en fotos en varias ocasiones.

  • ¿Está bueno o no? Dime la verdad.

  • No seas mala. Solo hemos quedado para cenar y conocernos personalmente. ¿Que más dará?

  • Sí, claro, pero ¿lo está?

  • Bueno, es mono y tiene buen cuerpo, eso sí que te lo puedo decir, pero que te repito que esto no es para nada una cita de las que te piensas. Una cosa es mentirle a Pablo para irme a cenar con un amigo al que tenía curiosidad por conocer y otra es

  • Jajajajaja… ¡eso mejor me lo cuentas mañana!, que te conozco prima!

  • No seas pesada. Mañana te contaré que fuimos a cenar, charlamos un rato, nos tomamos un par de copas si es que surge, y me volví a casa a relajarme con Pablito. Ya verás.

  • Bueno, ya veremos, pero tú no eres de las que queda por gusto... Te dejo, no vaya a ser que llegues muy tarde. Un besito

  • Otro para ti. ¡Y no pienses cosas raras!

Colgué el teléfono, y de paso, miré que hora era: ya pasaban un par de minutos de las diez, así que decidí darme un poco de prisa.

Subí por la salida del parking y me encaminé hacia la taquilla del cine, donde habíamos quedado. Ya a lo lejos le pude distinguí. Le reconocía por las fotos que había visto últimamente, pero claro, sin el uniforme.

Era un tío bastante alto, grandote, con buenos hombros. No estaba muy segura de cuanto debía pesar, aunque seguro que pasaba de los noventa kilos, o tal vez más. Con su envergadura de hombros, podría ser bastante más, aunque no estaba muy segura.

Sabía que tenía 33 años, pero por su perilla y su porte parecía algo mayor. Vestía unos chinos grises, con una camisa negra. Llevaba colgada del brazo una chaqueta marrón de lana y miraba a su alrededor, supongo que buscándome, sin parecer al menos impaciente. Iba con el pelo bien cortado, cosa normal teniendo en cuenta que era militar.

Estaba de pié junto a las taquillas, donde habíamos quedado, y, por lo que me di cuenta, aun no había reparado en mi presencia. Ya un poco más cerca, me vio. Me di cuenta de que tenía los ojos azules, y sí, como me había dicho en más de una ocasión, se le notaba algo la barriguita cervecera, aunque parece que había exagerado un poco. Sonrió un poco, de una manera agradable, y comenzó a andar a mi encuentro.

Pedro

Había llegado justo a la hora, por lo menos, en lo que a mi reloj se refería. Me quedé en pié junto a las taquillas en el lugar más visible que encontré junto a una barandilla, teniendo en cuenta que sabía que ella llevaría su coche y que vendría por el parking.

La verdad, me encontraba algo nervioso, y me empecé a pensar que era posible que no apareciese por cualquier problema. Ya me había contado que su último novio era un tipo bastante celoso y algo posesivo, así que cabía la posibilidad que no viniese, aunque no me había mandado ningún mensaje al móvil, lo cual era esperanzador.

Estaba distraído pensando en todo esto y en la suerte que había tenido, cuando de pronto, vi como aparecía ante mis ojos. No pude por menos que sonreír y dirigirme hacia ella.

Era, al menos, tan hermosa y linda como en las fotos que ponía en su Messenger. Veintidós años de poderío. Diría que 1´65, tal vez algo menos, aunque lo disimulaba bien con sus tacones. Tenía una hermosa cabellera rubia y unos preciosos ojos azules que irradiaban dulzura y brillaban en una carita, a la cual, si le hubiese tenido que poner una etiqueta, sin dudarlo, le habría escrito "Cómeme". Y menudos andares tenía

Vestía a la vez provocativa y con clase. Unos zapatos de tacón blancos haciendo juego con una minifalda, realmente mini, y una torera, cerrada casi completa, blanca que dejaba ver unos pechos que ya sabía por fotos impresionantes para su edad, oculto, aunque no demasiado, por un top de color azul oscuro.

Cuando caminaba hacia mí, no pude evitar fijarme en la cadencia de sus pasos, casi felina y ante todo, muy sensual. Podía notar como todos los chicos que se cruzaban a su paso dirigían miradas hacia su esplendoroso y armónico cuerpecito, y podía adivinar lo que pensaban, ya que, en el fondo, yo pensaba lo mismo que ellos.

A cada paso que daba hacia mí, observaba el movimiento de sus caderas, y no podía evitar fijarme en las interminables piernas que lucía, y, sumándolo todo, imaginaba el aspecto que debía tener su cuerpo bajo esa ropa en directo y en persona, y no en bikini por fotos del Messenger que tantas alegrías me había dado.

Al acercarme a ella no pude evitar ver sobresaliendo en su escote, el encaje blanco de su sujetador, cosa, que, de manera inevitable, me hizo hervir un poco la sangre, aunque tampoco pude evitar fijarme en la amplia y blanca sonrisa de dientes perfectos que asomaba en esos labios que parecían hechos expresamente para ser besados.

  • Hola- le dije - Estás guapísima Carla.

Me incline para darle dos besos.

Ella, un poco sonrojada, me contestó mientras respondía a mis besos

  • Gracias. Tú también vienes muy bien chiquillo jejeje

Tras un primer segundo incómodo en que nos miramos sin saber bien que decir, me preguntó algo cortada

  • Bueno, y… ¿Dónde has pensado que vayamos? – me dijo dulcemente

  • La verdad, no se bien que decirte. Tengo algo de cena en casa, si te apetece. Si no… podemos ir a donde quieras, tomar algo, y ya veremos. Si quieres, mientras te lo piensas mientras tomamos algo por aquí. – tenía que conseguir que accediera a ir a mi pequeño apartamento si quería intimidad.

  • ¿En tu casa? Bueno…- dijo muy dubitativa.

  • Pensé en que así podríamos evitar que algún amigo de tu novio nos viese, y así evitarte problemas, pero si vas a estar más cómoda en otra parte, no hay problema. – le dije como si le hiciera un favor, sin olvidar el trasfondo de mi proposición.

Ella pareció tomarse su tiempo para pensárselo, y, tras unos segundos, su sonrisa volvió a iluminar su cara

  • Pensémoslo un poco con una copa en la mano – me dijo para romper el hielo

Carla

Habían pasado ya unos treinta minutos desde nuestro encuentro. Pedro me había llevado a una terraza en el propio centro y pedimos un par de tintos mientras charlábamos tranquilamente como si nos viésemos cada semana. En sus ojos se reflejaba tranquilidad, aunque había en ellos un brillo extraño que me turbaba, aunque no me incomodaba en absoluto. Al menos hasta que empezara a soltar indirectas como había hecho alguna vez por internet

Todo iba más o menos de una manera cómoda, cuando surgió un tema

  • ¿Cómo va todo con tu novio? - Me preguntó Pedro

Bajé levemente la cabeza un poco avergonzada, pensando en que le había mentido aquella noche para quedar con otra persona que encima ni conocía.

  • Va bien, ya sabes. Nos va - acabé respondiendo

  • Me alegro. La verdad, es algo que me ha sorprendido.

  • ¿Por qué lo dices? - dije con algo de curiosidad

  • Bueno… recuerdo que siempre me decías que eso de echarte novio… no iba contigo, de momento, al menos. Además, teniendo en cuenta lo que te gustan tus "aventurillas"… - haciendo seguramente alusión a mi más que variada y prolífica vida sexual

Me sonrojé al recordar el como le había contado aquellas historias de mis ligues de fin de semana. La verdad, era algo distinto contar algo de eso a una persona cuya cara no veías que él tener a esa persona de frente mirándote a los ojos.

  • Supongo que es algo natural. Alguna vez tenía que durar con alguien más de un finde, ¿no? – le dije sonriendo

  • No te digo que no, desde luego - me respondió - pero… teniendo en cuenta todo lo que me has contado en este tiempo… me extraña que renuncies a todo durante un tiempo, más que nada… -

  • Bueno, verás, en realidad, la palabra "novio" no acaba de encajar con él… ¿Cómo podría…? Verás, es como… uno de mis rolletes – dije gesticulando- , pero la cosa se ha alargado más de lo habitual. Nos conocemos de bastante tiempo y… no sé

  • Amigos de la infancia, ¿o del instituto tal vez?

Sus ojos me estudiaban. Notaba como se clavaban en los míos analizando cada palabra que pronunciaba, aunque no dejaba de sonreír, cosa que hacía que me pusiese menos nerviosa.

  • Bueno… verás… trabaja en una discoteca a la que suelo ir bastante donde tengo mi apartamento. Una mañana, cuando cerraron nos pusimos a charlar tras una noche de miraditas y sonrisitas, y bueno… ya sabes

Desde luego decirle a él esas cosas mirándole a la cara con esos ojos que parecían estar leyéndome la mente no era lo mismo que por el Messenger.

  • Sí, tranquila, imagino como acabó todo. Aún así, la verdad es que te está durando mucho. Algo tendrá, ¿no?

  • Sí, claro… Es muy atento conmigo, es dulce, es guapo, es morboso…la verdad

  • ¿Pero?

Parecía leerme la mente. Sus ojos seguían sobré los míos y su sonrisa parecía revelar algo más.

  • Verás… Sí aun no me he lanzado es porqué es celosillo de más… esas cosas. A veces creo que… no sé

Se río levemente

  • No te preocupes. Creo que entiendo lo que me dices.

Por su mirada sabía que lo había captado perfectamente.

Sonreí un poco nerviosa, y bebí de mi tinto.

  • No es lo mismo mirándote a la cara

Ambos nos reímos de mi comentario y comencé a sentirme más relajada, y por que no admitirlo, un poco más curiosilla también. En un momento dado mientras conversábamos separé un poco la silla de la mesita para cruzar las piernas. Quería comprobar si las sospechas que tenía eran ciertas sobre una cosa...

Y… lo eran. Le pillé mirando de un vistazo rápido. La expresión de sus ojos no había cambiado, así como su sonrisa. Eso me hizo sentir a la vez un poco violenta y halagada.

  • Perdona, vuelvo enseguida - Dije mientras me levantaba de la silla

Me encaminé hacia el baño, y de paso, por el camino, le observé a través de un espejo que había en un escaparate y vi como no me quitaba ojo de encima. Así pues, continué caminando mientras pensaba "veamos quien se pone nervioso ahora".

Cuando volví, había una nueva ronda en la mesa y él seguía allí, casi en la misma postura mirándome de la misma manera. Cuando me senté, pude observar un montón de pequeñas cicatrices en su brazo derecho, algunas de ellas recientes.

  • ¿Cómo te has hecho eso?

  • ¿Esto? - respondió - Verás, mi gata cree que le pongo poco de comer, así que intenta añadir carne a su dieta.

Reímos de nuevo.

  • Al menos - añadió - solo me muerde el brazo derecho. ¡Imagina que manera de despertar si le diese por morderme en otro sitio!

  • Bueno, podrías aprovechar y hacerte un par de piercings!!

Esta vez fue mi broma la que hizo que riésemos.

Me senté de nuevo cruzando las piernas, en una pose que yo consideraba natural, aunque mirándolo desde un punto de vista masculino, estaba casi segura de que él se fijaría en mis piernas.

  • Y, ¿Qué tal van las oposiciones?

  • No van mal - dijo acomodándose en su asiento - Hay días en que se me hacen más pesadas, pero más o menos vamos tirando. Lo que peor llevo y mejor me viene, es la preparación física, ya me conoces

  • Si, si no es en una cama, no te mueves apenas - comencé a reír

  • Y eso que se lo digo al instructor, pero mira que no me hace caso. Ponme una cama y a alguna de las compañeras, ¡que ya veras como sudo!

Parecía que los dos habíamos conectado a base de chistes mutuos, ya que seguimos así durante unos minutos haciendo bromas. Cuando las risas comenzaron a bajar de tono, me acomodé de nuevo en mi asiento, y, de manera deliberada, dejé que mi falda se subiese un poco más de la cuenta, solo con la intención de ver como reaccionaba él.

Noté como sus ojos se desviaban a ratos hacia el borde de mi falda, pero procuraba disimularlo un poco.

  • ¿Has pensado que especialidad vas a coger dentro?

  • Había pensado en tráfico… Que me paguen por estar todo el día sobre una moto… no me desagrada

Hablaba algo más despacio. Podía notar que estaba un poco desconcentrado, y la verdad es que me gustaba.

  • Seguro que te pasas el día parando a chicas inocentes para sacarles los teléfonos - Dije en tono de broma

  • Claro que sí - rió el también - Por cierto, ¿cuál era la matrícula de tu coche?

De nuevo reímos con la conversación, aunque él cambió de tema.

  • ¿Y tú? ¿Cómo llevas la carrera? Tu padre debe estar deseando tenerte en la empresa, a ver si así te controla un poco más - Su sonrisa no mostraba malicia alguna en la frase.

  • No seas malo… No va mal. Ya solo me queda 1 año y se acabó.

  • Así que mientras, ¡de fiesta en fiesta! Claro, que te tocará estudiar de rato en rato. Tienes que aprobar los exámenes

  • Claro… Si no, no hay Ibiza, Londres, ni esas cositas

Él comenzó a reír con mi comentario. Se me ocurrió entonces una idea que podría ser divertida. Tenía ganas de verle sufrir un rato, ya que por internet se me mostraba imperturbable, pero no había hecho grandes avances. Me fijé en el paquete de Lucky que tenía sobre la mesa, con su Zippo sobre él.

Me incliné hacia delante para cogerlos dejando a su vista mi escote

  • ¿Te importa que te coja uno? - Le dije mirándole a los ojos

Apartó sus ojos de mis tetas en el último segundo y recobró de nuevo esa sonrisa que hacía un rato me estaba poniendo casi de los nervios

  • Por favor, tú misma

No solo no había conseguido lo que pretendía, sino que la verdad, me volví a sentir un poco intimidada de nuevo.

Me llevé el cigarrillo a la boca y lo encendí. Fue cuando noté el leve sabor de la gasolina con la primera calada cuando me di cuenta de algo: "Vaya… esto no es lo normal". No suelo fumar, excepto cuando el tabaco va "cargado" con algo más, o en las ocasiones en que me siento nerviosa.

  • Empiezo a tener hambre. ¿Qué has preparado? – como haciéndole ver que no me parecía tan mala la idea la de ir a su casa.

  • Tengo pasta a la carbonara y algo de vino para regarlo. Si te parece un buen menú, está listo

Al final después de picarlo un poco le dije que sí, así que pagamos y nos encaminamos hacia su casa.

Tardamos un rato en aparcar, ya que, a pesar de estar cerca de su piso, la zona no era la más indicada para buscar aparcamiento, y, tras buscar algunos minutos, pudimos encontrar sitio. Ya de camino hacia la casa se situó a mi izquierda y, de manera casi disimulada, aunque no demasiado, la verdad, puso su mano en mi cadera, pero sin atraerla hacia mí, sino más bien, a modo de guía.

  • ¿Sabes? La idea de venir a tu casa no era lo primero que se me había ocurrido…- dije

  • Recuerda lo que te dije antes. Así seguro que ningún amigo de tu chico nos ve, y te ahorramos problemas - Me guiñó el ojo de manera cómplice

  • Bueno, la verdad es que pensé que ibas a buscar algún sitio discreto

  • Más discreto que aquí, imposible. Además, no te voy a comer… - Dijo con una sonrisa.

  • Seguro que serás todo un caballero - Respondí, pensando tal vez en no darle una imagen demasiado lanzada

Llegamos al portal, y abrió la puerta

  • Las damas primero - dijo haciendo una reverencia

  • ¿Ves? Todo un caballero. Tal y como te dije

Pedro

La verdad, pensé, ser un caballero tiene sus ventajas. Y era completamente cierto, ya que cuando Carla comenzó a subir las escaleras delante de mí me di el gran gustazo de contemplar su maravilloso trasero contoneándose delante de mí, prácticamente a la altura de mis ojos. Agradecí que mi bloque no tuviera ascensor de una manera que jamás había imaginado.

Era prieto y tentador. A cada escalón que subía podía ver como se movía haciéndome desear morderlo como si se tratase de una manzana. Deseaba que su minifalda subiese tan solo un poquito más, para dejarme ver el tesoro que había bajo ella.

Llevaba ya media noche midiéndola con la vista, a falta de poder comprobar con mis manos directamente sus hechuras. Teniendo en cuenta su estatura y su complexión, no debía pesar más de 52 o 53kilos. Y vaya kilos más bien distribuidos… No estaba demasiado seguro, ya que tenía un cuerpo delgado. Sus pechos eran grandes y firmes. Tal vez una 95 o una 100, que ya había tenido el gusto de observar en alguna que otra foto cargada de sensualidad que había puesto en su ventanita del maravilloso MSN para ronearse con cualquiera saber quién.

Su cuerpo se estrechaba en una cintura de avispa, de, seguramente de menos de 60, y precedían a un maravilloso trasero que debía ser de más o menos una talla 90, el cual, en este preciso instante me estaba volviendo loco

Cuando íbamos por el tercer piso, su reacción fue la normal para toda aquella persona que había subido esas escaleras conmigo: Se paró y se inclinó un poco para tomar aire.

  • Buff… déjame descansar un poco

Descansar… Si en ese momento pensaba en algo no era precisamente en descansar, sino más bien en pegarme a su precioso culito, levantar su mini-falda hasta su cintura y hacérselo en el mismo rellano.

  • Tranquila - le dije - A mí a veces también me hace falta un respiro cuando subo.

En ese preciso instante, cuando más ensimismado estaba con mis pensamientos, la puerta del tercero se abrió, y mis vecinos salieron de ella, no sé si pillándome con el enorme deseo que se reflejaba en mi cara.

  • Eh… buenas noches - Conseguí decir algo torpemente.

Félix, un chico alto, delgado, rubio y de ojos oscuros fue el que respondió primero.

  • Hola, vecino, ¿Qué tal?

  • Pues nada, de cena con una amiga. Por cierto, Carla, mis vecinos Félix y Antonio - Dije indicando con los brazos hacia mis vecinos.

  • Encantada - Respondió Clara en un tono gentil.

  • Igualmente - Esta vez fue Antonio el que habló, que era un chico mas o menos de la misma estatura que Félix, delgado también, moreno, y con una cara de lo más amigable.

  • Bueno, ¿y vosotros? - Intervine en aquel momento

Fue Antonio el que respondió

  • Nos vamos de cena a casa de unos amigos

  • OK - respondí - Pasadlo bien, y a ver cuando subís a tomaros una cervecilla.

  • A ver si de una vez- respondió Félix. Venga, nos vemos.

Carla había permanecido en silencio, un poco cortada por lo que pude observar, reacción que consideré normal, desde luego. Cedimos el paso a los vecinos para que bajasen la escalera, tras lo cual, me situé a su lado, y, cediéndole el paso nuevamente, le dije:

  • ¿Preparada para seguir? - Guiñé un ojo, y ella, con una preciosa sonrisa continuó subiendo por las escaleras, ofreciéndome nuevamente sin saberlo, la maravillosa vista que me tenía embelesado

Carla

Unos segundos después, estábamos frente a su puerta, flanqueada a ambos lados por otras dos puertas metálicas, distintas a la suya que era de madera.

  • ¿Qué hay en esas puertas? - Pregunté con curiosidad

  • Esta - dijo señalando la de la derecha - es la de una habitación que tiene hecha la vecina del segundo, no sé bien para qué. Esta otra - señalando a su izquierda - es la que da a parar en una azotea común. No la usa nadie, así que la tengo a mi disposición.

Sacó sus llaves y se dirigió a la que, naturalmente, debía ser la de su piso.

Nada más abrir la puerta, vi un gato gris y blanco salir de ella

  • Perdona, te presento a la señorita que me está machacando el brazo a mordiscos. Esta es Friki, mi compañera de piso.

La cogió en brazos y me la puso frente a mí para que la acariciase

  • Pasa, por favor - me dijo indicándome de manera galante con su brazo

El piso en cuestión, la buhardilla más correctamente, era pequeño, pero cálido. Tenía el suelo de madera, de un tono cerezo, y estaba bien iluminado.

A la izquierda se veía una pequeña cocina en naranja con la encimera de color negro, bien organizada y limpia, con un frigorífico pequeño, como los de los hoteles. La cocina parecía estar aislada del resto de la casa solo por el alicatado de esta, que era de losas rectangulares blancas y rojas, y la solería, a juego con el rojo de la pared.

En el extremo del piso, más allá de la cocina, se veía una puerta abierta desde la que se veía un baño alicatado en azul y malva, con una encimera de mármol rematando un mueble de obra.

Junto a la puerta del baño había un hueco irregular en el cual se encontraba un carrito de televisión de metacrilato, de gran tamaño, que tenía un televisor de unas treinta pulgadas que tenía sobre él una foto y dos figuras, una de ellas un dragón verde.

En la parte inferior del carrito había un DVD apagado con dos altavoces de ordenador, y sobre el DVD, lo que parecía un ordenador portátil cerrado.

En el trozo de pared que había entre el televisor había un mueble también en tonos cerezo donde tras una puerta de cristal espejado podía ver un montón de dvds., aparentemente originales.

Frente a mí había una serie de cajoneras que ocupaban todo el largo del piso, un sofá más bien pequeño con una sábana cubriéndolo y frente a él, había un baúl de madera a modo de mesa en el que había dos pequeños candelabros con velas azules, en aquel momento apagadas. También había un mando a distancia de color gris, seguramente el del televisor, ya que tenía el mismo tono, y un cenicero de cerámica.

Al entrar miré a mi derecha y vi lo que podría decirse que era el dormitorio. El ancho de lo que era el piso era completamente un armario del mismo tono que las cajoneras de en frente, que seguían el corte del techo. A mi lado, una mesita hacía las funciones de mesita de noche, en la que había una lamparita, un despertador, y algunos libros.

También estaba la cama, que tan solo era un colchón en el suelo, hecha, eso sí. Sabía por lo que Pedro ya me había contado que el somier se había roto tras una "visita" de una amiga suya unos meses antes, y que, teniendo en cuenta su actual sueldo, aun no había podido cambiar.

La pared a la que estaba pegada la cama era de color azul, con cubos de cristal en el centro, y había en ella colgados a diferente nivel dos diplomas enmarcados. Justo al frente de la cama había un galán de noche también en metacrilato donde estaba colgado su uniforme del ejército del aire completo, con una boina negra colgada en la punta de este.

El resto de las paredes de la casa, más bien, lo poco de pared que se veía estaban pintadas en amarillo, aunque con un tono que no era fuerte. Podría decirse que no era lo que se esperaba de un militar soltero. Era un ambiente muy cálido.

Pasé, y me dispuse a quitarme la torerita, a lo cual el se situó detrás de mi para ayudarme

  • Permíteme

Comenzó a ayudarme. Gracias a su altura y el ángulo en el que estaba, seguramente podía ver mi escote, pero no creí en aquel momento que lo hiciera. Al menos, hasta que vi mi reflejo en el armarito de los dvds y vi como su mirada estaba inclinada hacia abajo.

Cuando acabó, me adelanté un paso hacia el sofá y él puso mi chaqueta junto a la suya en el cabecero de este.

  • Me gusta como la estás decorando – dije mirando el ambiente

  • Gracias - respondió - No sé si te dije que he trabajado unos años en muebles, y claro, más o menos he aprendido algo de decoración. Además… me dejo asesorar. Por favor, siéntate.

Me senté en el centro del sofá mientras él soltaba su chaqueta y se dirigía hacia la cocina.

  • La cena estará en un par de minutos - me dijo - ¿Quieres tomar algo mientras?

  • No, no te molestes - Le contesté mientras seguía curioseando

  • ¿Molestarme? ¡Para nada! Espera… - Se acercó a la puertecita que había junto a mí, justo al lado del sofá - Hazme un favor, coge del mueble que hay sobre el fregadero un par de vasos de chupito.

  • De acuerdo - Dije mientras me ponía en pié y me dirigía a ese mueble.

Abrí ambas puertas, y en la parte superior del mueble, aunque colocados de una manera un tanto extraña, como si ese no fuese su lugar habitual, había unos vaso de chupito junto a un gran vaso que parecía de cerveza.

  • ¿Estos? – Dije girando mi cuello hacia donde se encontraba, cuando me lo encontré agachado en la posición que tenía antes pero girado hacia mi dirección con una botella de Southern Confort en la mano.

  • Precisamente - Dijo bajando un poco la mirada, como si le hubiese pillado haciendo algo como… Caí un segundo después: Mi falda seguramente se había subido un poco.

Tiré de ella hacia debajo de manera disimulada, ya que tampoco quería causarle alguna incomodidad y me acerqué a sentarme de nuevo junto a él.

Sirvió dos chupitos

  • A tu salud

  • A la tuya - dije antes de ingerir el mío

  • Si no recuerdo mal, ¿te gustaba el ron cola?

  • Sí, así es- Contesté

  • Pues te sirvo uno mientras se calienta la cena. – me dijo sin que tuviera oportunidad de responder

Se acercó a una puerta que había junto a mí y sacó de ella una botella de Barceló y una de cola, así como una de limón con la que él también se sirvió una copa que tomó con el bourbon que había sacado antes.

Encendió su ordenador portátil para poner algo de música, tras lo cual comenzó a calentar la comida que se encontraba preparada en el microondas.

  • ¿Aquello es el baño? - Pregunté

  • Sí, pasa si quieres, por favor

Pedro

La velada iba bastante bien, mucho mejor de lo previsto. Tras la conversación en el bar en el que hubo situaciones realmente excitantes para mí, y que nunca hubiera esperado vivirlas, ella se decidió por ir a mi casa, cosa que sinceramente deseaba, pues a cada mirada que le lanzaba, mi deseo de tenerla entre mis brazos desnuda aumentaba desmesuradamente. Y era algo normal. Recordaba el momento en que ella, de manera distraída dejó a la vista sus pechos. "Maravillosos" pensaba. Me preguntaba como serían sus pezones, y, sinceramente, en lo que me gustaría probarlos y ver la cara de goce que pondría al recibir mis caricias.

De hecho, cuando comenzamos a subir las escaleras de mi casa y comencé a disfrutar de la visión de su maravilloso trasero, comencé a notar una erección, que, gracias a Dios, pude disimular cuando busqué las llaves de mi bolsillo en el rellano de mi puerta.

Aún así, tarde en quitarme ese esplendido culo de mi cabeza: A cada paso que daba, veía como ese precioso manjar moviéndose haciéndome desearlo cada vez más.

Tampoco pude evitar pensar en el momento en que empecé a ayudarla a quitarse la chaqueta. Desde donde estaba, podía ver sus increíbles tetas, y el como temblaban como un par de hermosos flanes a cada leve tironcito que daba de la prenda para ayudar a quitar las mangas. Pero procuré concentrarme un poco, ya que aun me quedaba bastante trabajo por hacer si quería conseguir lo que tantas veces había imaginado.

Había conseguido una cita con una autentica diosa de la noche a la que conocí por azar, y sobre todo de mis sueños y fantasías, y por fin, después de tanto imaginar, la tenía en mi propia casa.

Tenía de antemano seleccionada la música. Había hecho una selección de temas de mi época y de ahora, aunque nada demasiado lento. No quería montar una escena de peli romántica. También había preparadas velas, y todo lo que creí necesario para hacer que ella se sintiese cómoda.

Cuando salió del baño yo ya lo tenía todo casi listo. La fuente de pasta a la carbonara (la autentica carbonara, como le decía yo) estaba servida, los platos en la mesa, y la luz era tenue, cosa que logré con dejar solo la lámpara de mi mesita de noche y la luz de ambas velas como iluminación, algo que parece que le agradó.

Ya con la fuente en la mano, me giré hacia el sillón y me tomé un segundo para contemplar la maravillosa imagen:

Ella estaba allí sentada, con su ron cola por la mitad en una mano mientras con la otra acariciaba de manera suave a mi gata, la cual ronroneaba por el placer de su tacto (cosa normal, por otro lado). Sus interminables piernas estaban cruzadas, y desde mi posición daban la impresión de ser suaves y sedosas. Seguí su recorrido desde sus pies hasta el borde de su faldita que tapaba poco más de lo justo su maravilloso cuerpo. Empezaba a entender porque de su éxito con toda clase de tíos.

Tenía en su mirada un toque de inocencia y dulzura que contrastaba con su cuerpo de vampiresa que hacía hervir hasta lo más profundo de mi ser.

  • Bueno, esto está listo. Espero que te guste. ¿Vino?

  • No estarás intentando emborracharme par aprovecharte de mi… - me dijo moviendo el vaso que aún tenía en su mano

El gesto de su mirada era tierno, y denotaba que sus palabras eran tan solo una broma.

  • Nada más lejos de mi intención. Si haces una tontería, prefiero que seas totalmente consciente de tus actos – Contesté riéndome levemente, pensando que en realidad, el fin justificaba los medios.

  • ¿Por qué no? - me dijo dedicándome una sonrisa fresca

  • ¿Rosado, tinto o blanco? La verdad es que a la pasta le va más un rosado, pero el tinto tampoco le va mal. – dije mientras le cogía el vaso de ron y lo llevaba a la cocina

  • Tinto mejor

Saqué del platero dos copas y descorché la botella de Marqués de Cáceres

  • La guardaba para una ocasión especial… como esta - le dije dedicándole la mejor de mis sonrisas

Tras servir las copas, levanté la mía

  • Por nuestro primer encuentro

  • Y que no sea el último - añadió mi invitada educadamente.

Brindamos y tomamos un trago. Observé el como sus labios se pegaban al borde de la copa y de una sensual bebió un sorbo. Tras apartar la copa de su boca, pasó la lengua por sus labios para saborear los restos del vino con un gesto que sabía era natural, pero que de manera inconsciente estaba cargado de sensualidad.

Comenzamos a disfrutar de la cena acompañando la comida con algo de charla, y sobre todo, tratando de que no le faltara ni una sola gota de vino.

  • Por cierto - le dije - No me has contado nada de tu viaje a Japón, y es una tierra que me encanta.

  • ¿No lo hice? Vaya… Bueno, no se que contarte, pero sí podría decirte que es un país totalmente distinto al nuestro

  • Al final no pude encargarte lo que quería

  • Y… ¿Qué era? - Preguntó curiosa

  • A falta de pasta, quería haberte pedido que me pillases algunos mangas de los que se dejan los ejecutivos en los monorraíles cuando van al trabajo

  • ¿Te gusta el manga? No lo recordaba - Respondió - Si lo llego a saber, te hubiese traído un montón. ¡La gente se dejaba miles en el metro!

  • Sí, lo sé - Dije sonriendo - Bueno, no te preocupes. Si vas el próximo verano, acuérdate de mí. Aunque espero no tener que esperar tanto como ahora para verte en persona otra vez.

Se rió de una manera candida y me dijo:

  • Prometido. La próxima vez te los traigo. Pero… ¿cuales quieres?

  • Te daré una pista: ¿Recuerdas mi nick del Messenger?

  • Ruronin kenshi, claro… no había caído

  • Es mi favorito, aunque en realidad, no me importa cual sea. He leído unos pocos, y a su estilo, me gustan casi todos, al menos.

  • ¿Tienes muchos? - Preguntó

  • Realmente no. Pero me traen muy buenos recuerdos. Aunque esto me haga parecer más viejo… Fue en mi generación cuando el manga llegó de verdad al público, y tuve muchos de los primeros. No sé de hecho si conocerás alguno.

  • No sé. Dime algún nombre a ver si los conozco

Rió levemente y miró hacia arriba, como si recordase tiempos lejanos.

  • Baoth, Xenom, la saga completa de Akira… no solo lo que se ve en la peli, sino la colección completa. También, uno de mis favoritos, "el puño de la estrella del norte", y claro… Bastard!...

Pareció pensar un poco - aparte de Akira… no me sonaba ninguno

  • La verdad - me dijo - tienes razón: No conozco ninguno

  • ¡Dios! ¡Me estás haciendo sentir de lo más viejo!

Ambos estallamos en una carcajada

  • No era lo que pretendía

  • Jejejeje… no te preocupes… A ver, este casi seguro que lo conoces: ¿Ramma1/2?

  • ¡Sí, ese sí que lo conozco! Es de lo más divertido… ¿Alguno más?

Si hubiese podido verme la cara en aquel momento, me habría dado cuenta de cómo mi sonrisa tornaba a la "sonrisa malvada" que se me pone en la cara en las situaciones "comprometidas" como aquella.

  • He leído otras cosas, sí, por ejemplo, bastante Heintai… miss 130, cosas así

  • ¿Heintai? Sí… sé lo que es

Pareció sonrojarse un poco, aunque no noté en su mirar que se avergonzase como ya la había visto antes de venir a casa.

  • Eres de los pocos que se acuerdan de esas cosas: Mis viajes, y tal… Mis amigos a veces olvidan donde he estado.

  • Bueno, suelo tener buena memoria para algunas cosas

  • ¿Para cuales? - me interrogó

  • Jejeje… No quieras saberlo todo sobre mí

Su curiosidad pareció crecer

  • Noooooo… ahora me lo tienes que decir - Su carita acababa de pasar a ser la de una niña traviesa.

  • Por ejemplo…¿Recuerdas cuando empecé a contarte como me gustaría que fuese nuestro primer encuentro y lo que me decías?

Ella bajó la cabeza y sonrió algo sonrojada

  • Jejejeje… la verdad es que sí

  • No me negarás que al menos, te resultó divertido

  • Sí que lo fue, desde luego - Seguía un poco sonrojada, pero había levantado la mirada y tenía sus ojos clavados en los míos - Y… ¿cómo te está resultando la realidad, no soy tan malo, verdad?

  • Por el momento… mucho mejor - respondí con una mirada cargada de intención mientras tomaba un nuevo trago de vino.

Poco a poco el vino iba desapareciendo de nuestras copas y la comida de nuestros platos. Normalmente uno de los dos se encargaba de rellenar la copa del otro cuando eso sucedía, y cuando nuestros platos se hallaban ya vacíos, los retiré de la mesa para servir el postre:

Saqué del frigorífico una tarta de queso y un bote de nata montada, cogí dos platos, sendas cucharillas de postre, y me dirigí de nuevo hacia la mesa.

  • Tú me dirás - dije indicando con el cuchillo que me indicase que porción quería que le sirviese

  • Con esto es suficiente - Me dijo señalando una porción que yo consideraba al menos, escasa

  • No, no… Nadie viene a comer a mi casa y me pide una ración tan pequeña de nada - le dije mientras cortaba un trozo que fuese al menos, más generoso que el anterior

  • ¡Pero Pedro, que no me lo voy a poder acabar! - Protestaba ella, mientras vi como tenía los ojos un poco rojo y su actitud era ahora distinta. Bendito vino.

  • Pues no te lo acabes - respondí - Hay una cosa que no sabes de mí, y es que discutir conmigo a veces es como hablarle a una pared. A una pared sorda, además.

Nos reímos de aquella exageración que acababa de soltar, y abriendo el bote de nata, serví una ración acorde a cada plato.

Carla

Disfruté bastante de la cena, ya que Pedro, debo reconocer, era un buen anfitrión. De hecho, para llevar viviendo solo menos de un año, no se defendía mal en la cocina. Además, era un buen conversador, aunque un poco "malvadillo" como tantas veces habíamos dicho por Internet.

Al principio sus comentarios no me incomodaban, aunque procuraba no seguirle el juego demasiado tiempo, ya que le conocía lo suficiente, pero… poco a poco fue dejando de importarme. Tal vez fuese el vino… o tal vez no.

La cuestión es que cuando estábamos comenzando el postre, hubo un momento en que se me derramó un poco de vino en el suelo y, automáticamente cogí una servilleta para limpiarlo.

  • Déjalo, mujer, yo lo hago en un momento… - dijo inclinándose hacia delante

  • Si es solo un momento - dije yo mientras me agachaba para limpiar la mancha

  • Además, que es madera y se puede quedar… - Le miré y me di cuenta de que estaba de nuevo aprovechando que se encontraba en un ángulo superior para mirar mis pechos.

Realmente no sé por que, pero me hice la tonta y seguí con lo mío hasta que me senté de nuevo. La sensación de estar con una persona extraña haciendo ese tipo de gestos me estaba poniendo nerviosa. Pero en el buen sentido. En ningún momento me acordé de Pablo.

Me recosté un poco en el sofá cruzando mis piernas de una manera elegante. Él siguió observándome y, tras unos segundos de silencio me dijo

  • ¿Sabes? Creo que hay pocas cosas más sensuales en este mundo que una mujer comiendo nata.

Me recosté aun más mirando mi plano, y en un tono sexy le respondí

  • Muchas veces lo hacemos a posta, porque sabemos que a vosotros os gusta mirar la escena

Él rió suavemente

  • No nos gusta: Nos encanta

  • Ya me he fijado en lo que te gusta mirar - dije mientras acababa el plato claramente influencia por la ligereza que me habían dado tantas copas de vino.

  • Cielo - me respondió - Habría que estar muerto para no hacerlo - tras lo cual, dejó el plato en la mesa y cogió su copa para mirarme a los ojos de una manera casi hipnótica.

  • ¿Sabes qué? - le dije - me apetece bailar un poco. ¿Te importa si subo la música?- el efecto vino hizo su aparición

  • Estás en tu casa - respondió

Deje mi copa en la mesa, y, aprovechando lo bajo que era el techo en la parte en la que estaba, gateé de una manera que al menos podría calificarse de morbosa hasta el ordenador, y dejé mi trasero bien a la vista de mi anfitrión.

Incluso antes de agacharme, me las arreglé para levantar mi falda disimuladamente lo suficiente, para que, cuando quedé frente al ordenador, mostrarle bien mi trasero, y viese el tanguita blanco de encaje que había bajo la falda que él tanto había deseado quitar en lo que llevábamos de noche

Subí el volumen de los altavoces un poco, aunque no demasiado y giré mi cabeza hacia él, que me miraba completamente complacido por el panorama.

  • ¿Te pongo… algo? - Dije usando un tono de voz pausado

  • Lo que a ti te apetezca

Me di la vuelta, cogí mi copa, y me acerqué hacia la cocina donde el techo era más alto para ponerme a bailar sin importarme demasiado las consecuencias.

Pedro

La cosa estaba poniéndose realmente bien, al menos para mí. Mi invitada me había dado dos grandes espectáculos en menos de un minuto, uno el ver su lengua limpiar la nata de la cuchara, cosa realmente estupenda y que hizo correr mi imaginación, y el otro, superior a todo lo visto, el como se puso ante mi a cuatro patas para poner la música más alta, a sabiendas de que yo estaba allí mismo, disfrutando de la vista de aquel estupendo culazo separado por un espectacular tanga blanco que me provocó mil calores y un aumento de tamaño.

Y aún me quedaba algo mucho mejor por ver:

Ella se situó frente a la cocina para bailar ante mí. Más bien para mí, ya que según veía, era totalmente consciente de lo que en ese instante se pasaba por mi cabeza.

Decidí disfrutar al máximo de la situación, así que me senté al fondo del sofá, donde estaba antes ella para tener la mejor vista posible mientras me encendía un cigarrillo y acababa la copa de aquel estupendo vino.

Allí estaba ella, con ese precioso cuerpo que se movía al compás de la música como un junco movido por el viento: de una manera suave y ante todo, muy muy sexy. De todo se me pasó por la cabeza ante semejante espectáculo.

En los altavoces del ordenador acababa de empezar a sonar una canción que yo consideré cuando menos la más indicada para la situación. Se trataba de "Ella" de "La Unión"

"Ella, ella, ella es un volcán…"

Sus manos recorría su cuerpo como si fueran las mías acariciándola. Subían y bajaban alternándose, mientras acariciaban sus caderas y se dirigían a sus piernas.

"Es ardiente, siempre quiere mas…"

Sus ojos se cerraban como si estuviese disfrutando del roce de mis caricias. Su mano derecha subió hasta la altura de su cara para acariciar sus labios, y vi como la punta de su lengua acariciaba la yema de su dedo índice. Ese gesto acabó por alterarme.

"Mi nena sabe bien… lo que me gusta más…"

Reconozco que estaba de lo más excitado viendo como se movía ante mí. Su pelvis se agitaba lentamente, más aun cuando su mano acariciaba su entrepierna. Sus caderas giraban al compás hipnotizándome.

"Ella, ella, ella… es un volcán…"

Por Dios que sí que lo era.

Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia Carla. Me puse tras de ella. En ese instante, ella se recogió el pelo con los brazos hacia arriba, y con una sonrisa, giró su cabeza hacia la mía.

  • Hola - Su voz estaba tan cargada de sensualidad como el reste de su cuerpo

Acerqué mis labios hasta su oído poco a poco, y, cuando mis labios estaban a escasos milímetros de él, susurré

  • Hola – mi nivel de excitación crecía al tener a este pedazo de bomboncito rubio en esa situación tan esperada.

También entre susurros ella, echando su cabeza hacia atrás respondió

  • La cena estaba buenísima… - Su voz era como el terciopelo, muy sensual.

Mis manos se pusieron en su cintura suavemente, para notar en ella el movimiento de sus caderas mientras bailaba. Aquel vaivén de su cuerpo era de lo más erótico.

  • Me gusta complacer a mis invitadas… en todo lo posible – le dije sin apartar la vista de sus ojos y procurando seguirle el juego.

Acerqué mi cuerpo al suyo lentamente para notar su espalda contra mi pecho, y sobre todo, su trasero sobre mi paquete. Ella, en ese momento, se giró despacio, y apoyó sus manos en mi cuello, manteniéndome a distancia sin ejercer la menor presión.

  • Oye… - se mordió los labios en un gesto de ingenuidad tentadora - ¿eres tan atento con todas tus invitadas? – su aliento con sabor a vino me sobre excitaba.

  • Con todas no, desde luego, pero… - Mis brazos la rodearon un poco por la cintura más para acortar la distancia entre nosotros, pero aún tenía algo de espacio para bailar. Ahora podía notar sus pechos rozándose con el mío, y acerqué mi cara a la suya para que mis labios acariciasen los suyos con cada palabra - … a ti me gustaría darte un trato… especial.

Comencé a besarla lentamente. Al principio solo jugábamos con nuestros labios, como si a posta quisiéramos retrasar el momento que creo que ambos estábamos deseando que llegara. Con calma, fui acercando mi cuerpo al suyo, y mis manos comenzaron a pasearse por su esplendido y deseado trasero.

  • Mmm… ¿Qué buen trato especial que me quieres dar?… - me dijo con los ojos casi cerrados.

Por su boca escapaban suaves gemidos que hacían que estuviese aun más excitado. Subí mis labios hacia su oído y susurré

  • Esto es solo el principio, cariño… tengo un tratamiento completo… solo para ti.

Noté como ella se elevaba de puntillas mientras apretaba su cuerpo contra el mío, creo yo que para hacerme notar aun más sus preciosas tetas en mi cuerpo mientras su lengua hacía las delicias de la mía. Me sentía un auténtico triunfador.

  • Voy a servirme- le dije mirándola a los ojos

Comencé a deslizar mis labios desde su boca bajando por su cuello, ensalivándolo, a lo que ella me respondió con leves gemidos de placer que cada vez más se volvían pronunciados. Mi boca seguía bajando por su cuello en busca de sus grandes pechos para darme con ellos un buen festín, no aguantaba más.

  • Nonono… nene malo… - Me dijo mientras agarraba mi pelo y tiraba de mi cabeza de vuelta hacia arriba hasta tener mi cara a la altura de la suya de nuevo - ¿A dónde piensas que vas? Que estas dos tienen dueño - Tras lo cual volvió a meter su lengua en mi boca

  • Voy… a probar esa carne que tienes… sin importarme de quienes sean. – dije sin aun porder creer lo que estaba pasando

Intenté de nuevo bajar mi cabeza a la posición que ocupaba antes, pero lo volvió a impedir, y, con una sonrisa maliciosa respondió

  • ¿De qué carne hablas? Te vas a hacer daño en el cuello

Me dedicó entonces un guiño pícaro. Si lo que pretendía con todo eso era calentarme más, lo estaba consiguiendo con creces. Mi mano derecha, casi instintivamente, se introdujo debajo de su falda en busca de aquel tanguita blanco que hacía solo unos momentos me había mostrado solo con la intención de ponerme duro.

Comenzó a besarme con más violencia si cabe mientras gemía. Mis dedos comenzaron en ese momento a realizar pequeños círculos en el triangulito de su tanga buscando masajear su clítoris. Notaba su piel caliente bajo la tela, y también lo que pensé con una sonrisa que era una manchita de humedad provocada por sus flujos. Menuda coño debía tener la rubia, pensé. No me permitió acercarme a sus pechos pero apenas puso resistencia cuando le ataqué la entre pierna.

De pronto, a pesar del placer que parecía sentir, cruzó sus piernas levemente para cortarme ya el paso, aunque su boca estaba devorando la mía. Su lengua se tomó un respiro y, con la misma mirada traviesa, se dirigió a mí

  • Espérate un poquito… - dijo, mostrándome su carita que inequívocamente había recibido los efectos del alcohol.

Empezó a empujarme con suavidad para apartarme un poco de ella, tras lo que, rodeándome, se dirigió hacia la encimera de la cocina dándome la espalda. Se movía como un felino jugando con su presa. Giró la cabeza hacia mí, y, con un gesto divertido, me sacó la lengua de manera juguetona.

Tras esto, se sentó en la encimera con sus piernas juntas para no dejarme ver nada, y, con su mano, me hizo un gesto sensual para que me acercase a ella

Carla

La situación no estaba yendo precisamente como yo pensé en un principio, ya que mis planes incluían una cena con un amigo desconocido y algo de charla, y no precisamente encontrarme sobre la encimera de una cocina con mi chochito chorreando mientras un chico intentaba desnudarme para hacérmelo allí mismo, aunque, sinceramente, no iba a quejarme mucho en ese momento

En pocos segundos se me vino a la cabeza la figura de mi novio, más porque estaba concentrada en disfrutar de la morbosa situación que yo misma me había buscado, que en preocuparme de lo que era o no era correcto. Sin duda, el hecho de que en anteriores ocasiones hubiera disfrutado de otras personas distintas a las que en ese momento compartían mi vida me hacían olvidar que estuviera haciendo algo malo, aunque de todas formas así fuese.

Mientras estaba subida en mi nueva posición, Pedro se acercó a mí, así que abrí mis piernas un poco para que pudiese abrazarme mientras me besaba. Sus manos me acariciaban la espalda por debajo de mi ropa mientras nuestras lenguas producían con su jugueteo el único sonido que podíamos escuchar en aquel momento. Podía notar su paquete hinchado pegado a mi entrepierna y como me rozaba a cada movimiento de nuestros cuerpos.

  • Nene malo - comencé a decir - ¿A dónde ibas?

Su mano derecha abandonó mi cintura y comenzó a recorrer mis pechos a placer

  • Para empezar… voy a ir por aquí - fue su respuesta - Y tal vez luego… - Su mano izquierda comenzó a rozar mi pierna derecha por la cara interior del muslo en dirección a mi chochito y se introdujo bajo mi falda para masajeármelo sobre mi tanguita húmedo- …me dé una vueltecita por aquí - tras lo que apartó su mano despacio para subirla a acompañar a la que tenía en mi pecho

  • Llevas toda la noche mirándome las tetas - dije mordiéndome el labio inferior - ¿o es que creías que no te había pillado?

Su lengua seguía haciendo vibrar la mía mientras sus manos seguían trabajándome los pechos con pequeños apretones y caricias sobre mi ropa. Yo, mientras, acariciaba su espalda de arriba abajo hasta un poco más debajo de la cintura, buscando su trasero.

En aquel momento, su mano derecha subió hasta mi cuello, sujetándomelo

  • Jejeje… niña traviesa

Su otra mano se introdujo debajo de mi sujetador, dejando mi pecho derecho libre, aunque aun algo tapado por mi top.

En aquel momento decidí ser un poco más lanzada, así que, mientras acariciaba su cintura con la mano derecha, mi mano izquierda la dio una buena pasada a su paquete para excitarle aun más, y, de paso, comprobar que tal andaba. Y andaba más que a punto

Aparté mis manos apoyándolas hacia atrás, liberando mis pechos del todo antes, y le abrace con mis piernas mientras sus labios seguían pegados a los míos. Durante unos segundos, los despegó solo lo justo para decirme entre besos

  • ¿Sabes que me apetece?

Entre besos igualmente respondí yo

  • Dime

  • Estoy deseando pasear mi lengua por tus pezones

Me eché hacia atrás apoyándome en mis manos en la encimera para separarme de él. Puse mi carita más "inocente", y le dije

  • ¿A qué estás esperando? - Recordé en ese instante todas sus miradas a mi escote durante toda la velada - Llevas deseándolo toda la noche – dije ofreciéndole mis pechos, a sabiendas de lo que atraen a la mayoría de tíos con los que me había acostado

Su cabeza se inclinó hacia mi pecho izquierdo y pude sentir su lengua acariciándolo mientras que con una mano sobaba el derecho suavemente, pero con firmeza. Su lengua comenzó a ir directamente hacia mi pezón izquierdo, que estaba totalmente erecto por la excitación.

Miraba el como Pedro se comía mis tetas mientras él, de tanto en tanto, me dedicaba miradas cargadas de deseo. Hacía tiempo que no veía a un hombre tan excitado.

Entre leves jadeos, alcancé a decir

  • ¿Qué te parecen?

Su lengua pasaba por ambos pechos acompañadas por sus manos que los agarraban fuertemente excitándome cada vez más, y, en ese momento, subió su boca de nuevo para besarme, y, tras guiñarme un ojo de manera cómplice dijo

  • Que quiero más rubia.

Su cabeza bajo de nuevo a seguir con su "trabajo" mientras yo echaba la cabeza hacia atrás mientras me mordía el labio inferior por la excitación que me estaba provocando. Con mi mano derecha acariciaba su pelo, prácticamente aplastando su cabeza contra mi pecho. Notaba como mordisqueaba mis pezones suavemente. Yo gemía sin parar.

Le miré, y con una sonrisa le dije

  • Pareces un bebecito

Su mano derecha dejo mi pecho y subió hasta mi cuello, donde note como me agarraba del pelo sujetando mi cabeza hacia atrás, y entonces, subió de nuevo poniendo su cara a la altura de la mía. Rozó sus labios contra los míos

  • Con que un bebe

Noté como su mano izquierda bajaba poco a poco por mi vientre en busca de mi entrepierna que le esperaba húmeda. Incorporó mi cabeza para besarme y pude ver mis pechos brillantes por su saliva y el como su mano bajaba por mi cuerpo hasta mi conejito.

Sentí su mano apartar mi tanguita y el como sus dedos comenzaron a jugar suavemente con mi clítoris, mientras, sencillamente, me dejaba hacer.

  • Vaya… - Dijo - ¿Qué tenemos aquí?

Excitada mientras comenzaba a masturbarme solo pude gemir

  • Mmm… Pedro

  • El bebé va a tener que darte una buena lección por ser tan traviesa - Dijo mientras notaba como su dedo corazón daba vueltas a mi clítoris

Su mano seguía masturbándome volviéndome loca de placer poco a poco, más aun cuando su boca volvió a bajar a mis pechos para continuar comiéndoselos. Yo solamente podía gemir y disfrutar de lo que Pedro me hacía mientas mi lengua pasaba por mis labios humedeciéndolos.

  • Pedro… - dije entre gemidos - …me muero de calor

  • No te preocupes - respondió - Podemos hacer que te sientas mejor… quitándote algunas cositas - Había un brillo de malicia en sus ojos que me encantaba, y entendí perfectamente lo que estaba pensando

Conseguí apartar su mano de mi rajita, y me baje de una manera juguetona de la encimera mientras él me besaba.

Tras eso, me desprendí tanto de mi top como de mi sujetador, los cuales acabaron en la encimera, justo donde hacia un momento había estado yo disfrutando mientras Pedro me masturbaba y jugaba con mis pezones.

Con un paso sexy me alejé de él un poco, con tan solo mis tacones, mi minifalda casi enrollada en la cintura y mi tanguita blanco tapándome solo a medias, ya que durante nuestros "juegos" se había descolocado y mostraban mis labios superiores.

Me giré para que me viese de frente con mis pechos desnudos aun brillantes por su saliva. Noté como su mirada me recorría de arriba abajo prestando un poco más de atención a mi tanguita, que lucía en el triángulo una mancha de humedad que, estoy más que segura, Pedro advirtió.

Me llevé mi mano al cierre de la minifalda, desabroché el botón y bajé la cremallera. Con un movimiento suave me quité la falda, y, tras arrojársela, le dije con mi cara más pícara

  • ¿Te apetece algo más? – dije ya fuera de mi por el alcohol, la excitación, el morbo, y sobre todo, por las ganas que tenía a estas alturas de follar en el piso de un desconocido.

Pedro

Allí estaba yo, apoyado en la encimera de la cocina mientras ese increíble bombón que estaba punto de degustar por completo me arrojaba su minifalda y me miraba tan solo con un minúsculo tanga blanco y unos tacones. Podía sentir aun en mi boca el sabor de sus maravillosas tetas.

  • Más o menos - respondí a su pregunta

Me acerqué a ella, y, mientras mis manos acariciaban ese maravilloso culo, mi lengua buscó la suya para seguir jugando.

Sus manos comenzaron a desabrochar mi camisa, tras lo que empezó a acariciar mi pecho

  • Espera, preciosa. Aun voy a hacerte alguna cosita antes

Comencé a guiarla hacia el sofá

  • Solo quería que no pasaras tanto calor

Entonces, se sentó semi-echada en el sofá, pareciendo adivinar lo que iba a hacer.

  • ¿Qué esperas? - Su tono de voz me ponía aun más caliente de lo que estaba

Me dirigí hacia ella

  • Ábrete de piernas - Le dije mientras llegaba a ella - Voy a darte algo… - me agaché buscando su conejito - … que sé que estas deseando

  • Espera - me dijo mientras sus manos empujaban con suavidad su tanguita para deslizarlo por sus piernas y dejarlo caer al suelo ante ella.

Después, abrió sus piernas anticipándose al placer que estaba a punto de sentir.

Su chochito se me antojaba como alguna clase de dulce que estaba deseando devorar. Lo llevaba pulcramente depilado, y ya podía ver como brillaba por sus flujos que salían de su vagina después de las caricias que le había dado unos minutos antes en la encimera de la cocina.

Acerqué mi lengua a su rajita y comencé a comérmela poco a poco. Con mi mano izquierda separaba sus labios para tener su clítoris más a tiro, mientas que usaba la derecha para introducirle un dedo al mismo ritmo en que le estaba comiendo su manjar. Estaba muy jugoso y caliente, y podía notar el como sus caderas se movían de arriba abajo poco a poco mientras no paraba de gemir. Tenía unos labios inferiores muy desarrollados, por lo que además del clítoris, me dediqué a succionar y lamer el que era el coño que más había deseado a mis 33 años.

De cuando en cuando, dirigía mi vista a su cara, y la contemplaba disfrutando con sus ojos cerrados. Su mano derecha bajó hasta mi cabeza, agarrándola con fuerza debido a la excitación. Ciertamente, nunca imaginé tener una tía de este calibre… en esta posición en mi casa, y menos en mi sofá y en esa postura. Ahora sentía lo que habían tenido antes otros tantos y que ella misma me había contado en conversaciones algo íntimas.

  • ¿Te gusta mi coñito? - dijo entre gemidos.

Interrumpí un segundo mi "trabajito" para responder

  • Me encanta

Y continué disfrutando de su chochito con mi lengua

  • ¿Te esperabas esto? – me preguntó

Sonreí antes de contestar, ya que, curiosamente, en mi cabeza se estaba cruzando una idea parecida en aquel momento

  • No lo esperaba… pero lo estaba deseando - acerté a decir mientras me deleitaba con sus jadeos. Se me pasó en la cabeza por un instante los polvos que su novio le habría pegado y como, por suerte, ahora me tocaba disfrutar a mí.

  • Pues sigue, por favor… - su respiración se hacia cada vez más y más acelerada .Dejó escapar un fuerte suspiro provocado por las caricias de mi lengua. - yo ni mucho menos me esperaba esta comidita

Pensé un momento en sus palabras: ¿No se lo esperaba? Yo no acababa de estar muy seguro de eso. Aún así, le seguí el juego un poco. Pasé mi lengua por su pubis, disfrutándolo a placer.

  • Se nota preciosa, esto chorrea - Tras lo que seguí con mi tarea

Noté como su mano dejaba mi cabeza para subir a sus maravillosas tetas, y, allí, junto con su otra mano, comenzó a darse un buen sobeo de pechos seguido de un toqueteo de pezones mientras yo seguía acelerando el ritmo de mi lengua para darle más placer sin perder detalle de sus tetazas.

Decidí también introducir un segundo dedo en su chochito para hacer que disfrutase más, y comencé a masturbarla más rápido. Estaba deseando escuchar como se corría y notar en mi boca el sabor de sus flujos.

Sus caderas se movían cada vez más rápido, siguiendo el ritmo de mi lengua, señal inequívoca de que estaba empezando a llegar al orgasmo. Sus gemidos inundaban mis oídos y me excitaban haciendo que mis dedos y mi lengua fuesen cada vez más rápida.

  • Pedro, pero que me haces… Mmm… - dijo mirando al techo con los ojos cerrados y poniendo una boca de placer con que me excité más.

  • Lo que te gusta, preciosa - respondí - Eres una niña muuuy traviesa… y voy a divertirme mucho contigo

Aproveché mi respuesta para parar un poco, y, poniendo mis manos en sus piernas, levanté un poco su cadera para tener a tiro además de su chochito, el agujerito de su culo, que estaba bañado en una mezcla de sus jugos y mi saliva.

  • Tú sigue así - respondió entre jadeos - y te divertirás mucho más

Mi lengua comenzó a recorrer ambos agujeros, disfrutándolos bien, metiéndose todo le dentro de ellos que pude. Mis dedos volvieron a su lugar favorito, pero esta vez, también usé un tercero para meterlo dentro del culito de Carla, que parecía decir a gritos "fóllame".

Mi mano derecha no paraba de bombear en su coño mientras mi lengua no daba a basta entre sus dos agujeritos, y mi mano izquierda subió entonces a sus tetas para ayudarla en su masaje.

  • Mmm… Dime… ¿Cómo estas?... Mmm… - su voz sonaba entrecortada pro sus propios gemidos

  • Estoy tan caliente que no puedo mas… Mi polla está reventando por meterse por todos tus agujeros - Respondí - Pero antes… voy a hacer que te corras en mi boca

  • Si lo llego a saber… habría quedado antes contigo

  • Si lo llego a saber yo, el primer polvo te lo echo en la mesa del bar de esta noche - le dije

Tras decir eso, continué acelerando mis movimientos, con lo que también sus gemidos iban en aumento. Su coño se iba mojando más y más a cada embestida, y notaba como su culito se cerraba en torno a mi dedo con cada vez más fuerza

  • Ay… Sigue… Pedro, sigue, que me vengo… ¡más rápido!

Notaba como su excitación crecía, y cuando vi que ya estaba llegando al clímax, decidí ser un poquito cabrón con ella: Cuanto más rápido me pedía que siguiese, más bajaba yo el ritmo. Sabía que eso la volvería loca, ya que así, su orgasmo tardaría más y sería mucho más intenso.

Una de sus manos volvió a mi cabeza, pero esta vez ya no la agarraba con suavidad, sino que me cogía del pelo sin control mientras intentaba hacer que mi boca fuese más rápido. Viendo aquello, saqué el dedo de su culito para meter los tres en su coño que estaba realmente hambriento.

  • Ay, Pedro, madre mía que gustazo… ¡Me vas a matar de gusto!

Sonreí antes sus palabras

  • Es lo que pretendo

Su culito se levantó un poco pidiendo más, mientras sus gemidos se convertían casi en gritos de placer

  • Vamos, niña mala

Si hubiese podido ver mi cara en aquel instante, habría visto que mi expresión estaba perdiendo todo su aparente control para reflejar la lujuria que me estaba poseyendo

  • ¡¡¡Pedro, me vooooy…!!! - Dijo mientras me agarraba del pelo fuertemente con unos movimientos casi frenéticos de sus caderas.

Separó en breve mis labios de su coño, pero mis dedos seguían dentro de ella masturbándola con fuerza.

  • Mmm… más despacio… - me dijo con la respiración entrecortada

La contemplé con una sonrisa de satisfacción mientras mis dedos seguían entrando y saliendo de ella. Estaba sudada, con el pelo revuelto. Sus piernas se apoyaban en el sofá temblorosas por el fuerte orgasmo que acababa de tener.

  • ¿Has tenido suficiente?

Ella me miraba sonriente con aspecto algo cansado

  • Pues yo no… - añadí - ¿No me irás a decir que ya estas cansada?

Le dediqué un guiño mientras ella me miraba, y ví el sofá empapado como ella, y el como bajó su mano derecha a su chochito despacio, tras lo que comenzó a acariciarse para mí.

Aproveché mi posición para subir por su cuerpo lentamente con mi lengua recorriendo su pubis, su abdomen, sus pechos, y su cuello hasta ponerme de nuevo frente a frente con ella.

  • ¿Está bien todo por… ahí? - dijo señalando con su vista a mi entrepierna

  • Está bien, pero… - dije con una sonrisa - tengo ganas de más

  • Y yo… no creas que aquí se ha acabado: Aun queda mucha noche… ¿no crees? -dijo mientras se incorporaba.

Se puso en pie dejándome ver su precioso cuerpo desnudo, vestida tan solo con sus tacones como en el mejor de mis sueños. Yo comencé a acompañarla mientras se ponía en pie con mis labios bien pegados a los suyos, disfrutando de su lengua juguetona. Mi mano acompañó a la suya mientras ella se toca muy suavemente.

Entonces, tras unos segundos así, me empujó hacia el sofá, en el que quedé sentado mirándola con una pierna en el suelo y la otra apoyada sobre él.

Mi camisa estaba abierta, y mi paquete estaba a punto de hacer reventar el pantalón. Carla se agachó delante de mí y avanzó gateando. Se situó entre mis piernas, dejando sus grandes tetas justo a la altura de mi paquete y sus manos comenzaron a acariciarme los muslos, y subieron hasta mi pecho, única zona de mi cuerpo que no depilo

Carla

Pedro me había ofrecido un orgasmo como hacía tiempo que no tenía. Su cara de niño travieso era ahora la cara de un auténtico viciosillo del sexo, y eso en aquellos momentos me excitaba demasiado.

Mi coñito aún palpitaba de la comidita que me había ofrecido mi anfitrión, así que antes de pasar a más, aunque no me faltaban ganas, iba a ofrecerle algo con lo que seguramente había estado soñando en más de una ocasión.

Gateando me acerqué a él, muy lentamente, mientras el permanecía tumbado en el sofá mirando en mi dirección, ofreciéndome las vistas de su abultado paquete que ya me moría por conocer.

-Vamos a ver cómo está por aquí…- dije desnuda y acercándome

Comencé subiendo lentamente por su pecho, dejando mis dos "amigas" golpear sus muslos y su vientre. De manera muy sensual fui quitándole su ya desabrochada camisa, mientras él se incorporó un poco para facilitar su tarea. Realizada la tarea la tiré detrás del sofá.

En lugar de desabrocharle el cinturón, decidí bajarle la cremallera del pantalón ante su atenta mirada.

Una vez bajada introduje mi mano izquierda, y le agarré la polla sobre sus calzoncillos, suavemente, magreándola y masajeándola de arriba había abajo.

-Esto está más que interesante –le dije mientras le miraba sin parar de hacer el movimiento

-Está lista para tí

-De eso no me cabe duda – tras lo que acerqué mi cara al hueco de su bragueta, que dejaba salir el calzoncillo ayudado por su polla y comencé a besarla con mucha dulzura.

-Ufff – dijo complacido

Mirándole a los ojos saqué mi lengua y le puse la cara de mas viciosilla pude y comencé a mojarle los calzoncillos y a emitir pequeños gemiditos.

-¿Esto se lo haces a todos? – dijo en un tono de malicia evidenciando su estado

-¿Piensas que se la chupo a todos los que me invitan a cenar? – realmente solo a los que me gustan demasiado

-Humm en estos momentos ni lo sé ni me importa..

Metí la mano y le quite el único botón que tenían sus calzoncillos, permitiéndome así buscar su herramienta y dejarla al aire. Y por lo visto sí que tenía ganas de salir a tomar el fresco

-Guau, que cosita más dura que escondes – Comenté mientras se la agarraba. Le mediría en torno a quince o dieciséis centímetros, no más, pero tenía un grosor considerable. Y sobre todo la tenía durísima. Una auténtica piedra que miraba al techo. Su glande, algo más gordito que el tronco y muy rojo, estaba algo mojado por la punta, indicando que el líquido preseminal ya se había apuntado a la fiesta.

Le pase la lengua de abajo a arriba varias veces, como una gatita a sus crías, mirándole a los ojos. Ya no decía nada, se limitaba a observar.

-¿Sabes? – le decía mientras empezaba a darle besitos de abajo hacia arriba

-Hum

-¿Sabes? Esta es la segunda que me como en menos de 24 horas… - le dije con un claro tono de viciosilla, sabiendo que esas cosas le daban mucho morbo, tal y como me confesó en una ocasión

-Hummmm

-Pero esta es mucho más gordita y dura que la anterior… - abrió lo ojos al mismo tiempo que introduje su glande en mi boca y comenzaba a succionarlo.

-Carla estás hecha toda una zorra, me estás poniendo a mil – sus palabras no hicieron más que animar mis ganas de darle placer, ya que qué me dijeran cosas así me flipaba, pero pocos tíos se lanzaban a decir "más", tal vez por miedo a que me molestase.

Me incorporé levemente para comenzar a chupársela sin problemas. Se la agarré de la base y desde arriba comencé a tragármela y a ensalivarla, dejando caer mi saliva hasta el hueco de su pantalón, y sus calzoncillos, desde donde nacía ese tronco tan sabroso.

-Está muy dura, me gusta – decía mientras la tenía dentro, a sabiendas de que eso también le iba a dar sensación de poder sobre mí.

Tragaba cuanto podía e inicié un movimiento rápido de arriba abajo, usando mi lengua para darle lametazos cuando estaba en la parte más alta, llegando a tragármela entera en alguna que otra ocasión.

-Espérate un segundo. – me dijo mientras me eché un poco hacia atrás pero están en mi misma postura. Se puso de pié y se quito el cinturón y se bajó el pantalón con gran rapidez. Acto seguido fueron los calzoncillos los que se fueron volando por la habitación.

De pié, como se encontraba, y yo de rodillas no tardó en ofrecérmela para que la volviera a introducir en mi boca y siguiera con lo que estaba haciendo.

Abrí la boca y agarrándola con mi mano derecha, volví a tragármela. Esta vez fue él el que me marcó el ritmo. Agarró levemente mi cabeza y comenzó un movimiento de cintura adelante atrás, literalmente aunque sin ser violento, follándome la boca, mientras yo tan solo me limitaba a mirarle a los ojos y hacerlo con la máxima dulzura posible.

Entre sus "ah" y los ruiditos que salían de mi boca provocados por su roce y por mi saliva, el salón se había convertido en un escenario porno improvisado.

Fue en ese instante cuando se me vino a la cabeza lo que me había contando en internet acerca de un "accidente" que tuvo mientras se beneficiaba a una amiga suya, y en el que había roto la cama. No pude evitar pensar en la posible potencia que podría tener en plena acción o las ganas que le podía meter a ello.

En un momento dado la sacó de mí boca, no sin dejar de mirarme y en un estado mucho mas excitado que antes. Se la agarró y comenzó a pasármela por los labios de un lado a otro, mientras yo me limitaba a sacar la lengua y mojarle el glande.

-¿Estás bien?

-Quiero estar mejor

Dicho eso me incorporó agarrándome desde los brazos. No pude dejar pasar por alto el detalle de su polla. Se encontraba totalmente empalmada hacia arriba, desafiante, con aparentes ganas de mucho ajetreo. Acto seguido me cogió en brazos.

-¿Donde me llevas? – dije mientras me agarraba a su cuello, aun con la comisura de mis labios y mi barbilla llenas de saliva.

-Voy a follarte cariño, que es para lo que hemos quedado tú y yo.- dijo en un tono muy seguro y morboso

Me introdujo en su habitación, tumbándome rápidamente en el colchón que había sobre el suelo. La escena no era lo más romántica del mundo, pero en aquellos momentos poco importaba eso, sobre todo cuando sin pensárselo dos veces se colocó encima de mí, abriéndome de piernas y colocando su polla en la entrada de mi vagina.

-Carla, no te puedes imaginar la de pajas que me he hecho pensando en este momento. – Tras lo cual comenzó a introducírmela lentamente, disfrutando del recorrido y haciéndome disfrutar de todo su grosor al abrírmelo poco a poco.

-No me lo imaginaba tan estrechito – dijo mientras sus brazos estaban apoyados en el colchón a mi lado abriéndome cada vez más de piernas.

-Dame más rápido- no se lo tuve que decir dos veces. Enseguida comenzó a bombear con mucha más fuerza mientras tenía los ojos cerrados, justo encima mía, sin poder ocultar la cara de placer que llevaba y que sin duda me estaba provocando.

-¿Te gusta así? –

-Me encanta… – le dije con las mandíbulas apretadas para evitar emitir algún ruido más fuerte de la cuenta. Lo tenía aún demasiado sensible después de la comidita que me había dado y todo lo notaba multiplicado por tres.

Su ritmo se volvía frenético. Desde mi postura podía ver como su barriga se le movía de un lado a otro, bastante sudada, mientras seguía flexionándose para facilitar la penetración, y pensaba en que normalmente, cuando tenía a un tío encima de mí follándome, apreciaba los abdominales marcaditos y unos cuerpos más esculturales, pero aún así, el morbo era igual o más que con otros de distinto físico.

Le agarré del cuello y me sujeté con fuerza, al tiempo que con mis piernas le abrazaba por la cintura. Con esa posición provoqué que me cogiera del culito y me subiera colocándome sobre él mientras estaba de rodillas sobre el colchón.

Como si yo no pesara nada, comenzó a levantarme y bajarme, con gran rapidez. Sus grandes manos plantadas en mis glúteos me hacían moverme y sentir todo su pene entrar y salir de mi ofreciéndome un placer genial. Me sentía como una muñequita fabricada para dar placer, para ser follada, y no podía dejar de imaginarme y pensar en las veces que yo le había contando alguna aventura sexual de las mías, y que ahora era el él que me estaba disfrutando.

-No me imaginaba que pesaras tan poquito – me dijo totalmente sudando y en un estado que denotaba su exaltación sexual

-Ni yo que follaras de esta manera – le dije mientras yo ayudaba al movimiento de arriba abajo, y que poco a poco fui transformando en un adelante atrás.

Pedro se fue tumbando poco a poco, dejándome encima de él, montándolo literalmente. Podía ver su cara de placer, con los ojos cerrados, con las gotas de sudor por la frente, buscando con sus manos mis pechos y apretándolos con fuerza.

Comencé a moverme de adelante atrás, rozando mi clítoris contra él, sintiendo su pene supe duro en cada uno de mis vaivenes. Miraba a mi alrededor muerta de gusto, sintiéndome liberada, sabiendo que había quedado con un tío al que no conocía simplemente por morbo, y que a consecuencia de ello, estaba en esta situación tan beneficiosa y que tanto placer me estaba dando. Así que saqué la zorrita que llevaba dentro y comencé a moverme lo más rápido que pude. Apoye mis brazos en su pecho y le ofrecí los mejores movimientos de cintura que podía dar. Su polla entraba y salía de mí entre mis gemidos y los suyos. No importaban los vecinos, ni nada, puro sexo sin compromiso

Pedro

Si sabiendo que iba a vivir aquello me hubieran dicho que hubiese tenido que pagar, el día antes hubiera pedido un crédito donde fuese. Después de haberme ofrecido una espectacular y morbosa mamada, Carla se había convertido en un bomboncito totalmente sumiso y a mis servicios sexuales. No dudé en llevármela a la cama una vez que me había puesto la polla como hacía tiempo que no la veía, en tumbarla y en follarla como si me fuese la vida en ello.

Tras un par de posturas, la típica del misionero, en la que disfruté del movimiento de sus tetas y de la cara de placer que me regalaba tras cada pollazo, y tras haberla sujetado de rodillas disfrutando de sus profundidades más húmedas, esta explosiva rubia estaba sobre mí machacándome con unos movimientos indescriptibles.

No iba a tardar mucho en correrme viendo sus voluptuosas tetas botar encima de mí, o su precioso rostro con los ojos cerrados mientras se mordía los labios de gustos. Además, en absoluto me iba a importar irme, sabiendo que tenía toda la noche para disfrutar de ella, ya que no tenía pensado dejarla irse esa noche de mi diminuto apartamento, que había sido testigo de uno de mis mayores logros.

-Dame más fuerte, que me corro, no aguanto más.

-¿Yaaa? – Me dijo con ansias de querer disfrutar más rato de esta sesión.

-No pares no pares!

Me agarre fuerte a su cintura y levanté mis rodillas para atraerla hacía mí mientras aumentaba el ritmo de mis penetraciones para ir descargando, como hacía tiempo que no echaba, mi semen dentro de su pequeño chochito. Su cara de gusto denotaba que lo estaba notando calentito dentro, mientras yo sentía como el líquido resbalaba sobre mi polla e iba saliendo fuera.

Pensar que su novio pensaba que estaba con su prima, y que yo la tenía sobre mis brazos, recién rellenada de leche me produjo casi otro orgasmo.

-¿Como estas? – Le pregunté mirándola a los ojos.

-En la gloria – me dijo completamente despeinada, sudada y con los ojos cerrados poniendo cara de auténtica profesional del sexo.

-Solo puedo decir que ha estado increíble. – dije orgulloso.

Ella se echó sobre mí y la abracé dulcemente. Mi polla salía de su vagina totalmente mojada, mientras nos acoplábamos para seguir abrazados.

-Me ha encantado la cena – me dijo cariñosamente al odio.

-Yo he disfrutado más con el postre - le dije mientras la miraba complaciente

Comenzamos a reírnos al unísono, sin poder quitarme aún de la cabeza lo vivido. Casi sin querer me venían pensamientos que me turbaban… - ¿sería un sueño? ¿la tendría de verdad encima mía con mi semen en su interior? Estaba viviendo mi mejor fantasía.

-¿Te importa si me ducho? – me dijo

-Claro que no, recuerda que estás en tu casa – le dije guiñándole.

Dicho esto se levantó de la cama y se dirigió a la ducha, pasando antes por el salón para recoger la ropa que había acabado desperdigada por el suelo. La imagen de su precioso cuerpo levantarse y dirigirse al baño me provocaron unas inmensas ganas de volver a tener sexo. De volver a disfrutarla. No aparté la vista de su culo hasta que salió, permaneciendo tumbado, echando mis manos sobre mi nuca y mirando al techo recordando y memorizando imágenes que quedaran en mi mente para siempre.

Carla

El cabrón se había corrido dentro sin avisarme ni hacer nada por remediarlo. En aquel momento no me importó, pero estando en la ducha recordé que tenía que volver a casa de mi novio, y que esto no iba a dejar de salir en un buen rato. Así que como pude me limpié y deje salir semen para luego volver a darme con el grifo de la ducha. Fui a vestirme, pero me di cuenta de que no estaba el tanguita. Lo busqué entre la ropa que había puesto encima de la tapadera del wc, pero nada. Abrí la puerta del baño:

-¿Pedro, has visto mi tanga? – Pedro estaba ordenando cosas en el salón

-No, no lo he visto – algo que dijo en un tono distinto a lo que llevaba acostumbrada toda la noche.

-Joder no lo encuentro – pensé en ese momento mientras me ponía el resto de la ropa. Salí de la habitación y Pedro ya se había puesto sus calzoncillos y me esperaba sentado.

-Estás preciosa – me dijo.

-Gracias… - dije sin saber que decir ni que hacer

-¿Piensas irte ya?

-Si… que remedio. Le dije a mi novio que volvería para dormir con él.

-Es una lástima. Me hubiera encantado amanecer contigo.- me dijo en un tono bastante sincero.

-Ya… - dije avergonzada.

-Bueno, no pasa nada, en otra ocasión, si la hay… - dijo como sintiéndose mal – Te voy a acompañar abajo, me voy a poner una camisa y algún pantalón.

Salimos del pequeño piso y bajamos las escaleras. Al llegar a la puerta de abajo Pedro me paró.

-Un beso de despedida. – se acercó y me metió la lengua de forma algo forzada, fundiéndonos en un largo morreo, mientras su mano se metía dentro de mi minifalda sin permiso para magrearme mi desprotegido y húmedo chochito y volver a meterme las ganas de sexo. Introdujo un dedito y me dio con fuerza haciéndome gemir sin importar si pudiera pasar alguien o no por allí. A los pocos segundos se paró

-Ni en mis mejores sueños Carla, ni en los mejores… dime la verdad ¿Volveremos a vernos?

-Hum… creo que tengo que venir a recoger mi tanga – tras lo cual le guiñé pícaramente, abrí la puerta de su bloque, y me marché sin mi ropa íntima en busca de mi coche

Nunca más volvimos a vernos ni a charlar por MSN, pero sin duda, mereció la pena.

FIN

Notas de la autora:

Esta historia fue el primer contacto que tuve con los relatos escritos.

Fue escrito entre otra persona y yo basándonos en un encuentro que pudo o no ser real, por lo que no supuso en realidad un trabajo exclusivamente mío.

El nombre de los personajes es ficticio.

Agradecimientos a David, aunque no creo que lo lea.

Para opinar, comentar, criticar constructivamente Carlaortega84@hotmail.com