La Celebración

La celebración en honor a Paolo terminó en una orgía con dos negros bralileros.

Como ya saben, vivo en Iguazú, ciudad argentina de la famosa "Triple Frontera" compartida con Paraguay y Brasil, que , según los norteamericanos, se está convirtiendo en el foco de la actividad terrorista mundial; opinión que, por supuesto no comparto, y considero parte de la política exterior norteamericana, con el objetivo de instalarse en la zona ya que por debajo de nuestro suelo está el "Acuífero Guaraní" la mayor reserva de agua potable del mundo, y los norteamericanos le han hechado el ojo a semejante tesoro.

Pero éste no es un relato de cuestiones políticas sino sexuales por lo que no me detendré en ese aspecto, solo lo he nombrado para tener un marco sobre la diversidad de culturas y razas que habitan en esta zona subtropical.

En Foz de Iguazú, Brasil, existe un servicio para eventos muy particular, servicio tan completo que provee de equipamiento, bebidas, comidas y personal para atención; a este servicio acudí para realizarr en casa una celebración muy especial en honor a Paolo y su esposa.

Me atendió un hombre de color y algo intuyó de lo que me traía entre manos, porque me ofreció un servicio reservado muy especial, pero en Brasil, del cual él personalmente se encargaría; a medida que avanzábamos en la conversación me sugirió que lo hiciera solamente para Paolo, que dejara a las mujeres de lado que de ese modo disfrutaríamos más.

Para ese momento, debo reconocer, el negro me estaba causando cierta curiosidad, debía medir por lo menos 1,90 sino más, unas caderas muy estrechas, anchos hombros, vestía informalmente jean y camiseta color marrón que, curiosamente, le quedaba estupendamente bien aún con el color oscuro de su piel. Un poco por mis necesidades personales y otro poco por complacer al negro, que para ese momento me había comenzado a atraer, acepté, fijando la fecha para cuatro días más adelante, aproximadamente para las 8 p.m. que es el horario en que el sol comienza a esconderse en el verano subtropical.

Realmente fueron cuatro días muy buenos en los cuales he vivido extrañas experiencias entre la verga de Paolo y la vagina de mi esposa, pero todos los días, en más de una oportunidad pensaba en lo que ocurriría en Brasil al cabo de ese tiempo.

Bueno, como todo llega en la vida, también llegó el cuarto día, con un pretexto cualquiera subimos a mi automóvil y cruzamos la frontera; lo hicimos de manera muy relajada, escuchando buena música, con el aire acondicionado en la temperatura justa, durante todo el trayecto he utilizado la palanca de cambios un poco más de lo necesario con tal de poder rozar las fuertes y peludas piernas de Paolo.

Mi nuevo amante llevaba puesto un pantalón de tela muy liviana acorde con el calor de nuestra zona y en él se marcaban todos y cada uno de los huesos de su fornida rodilla, bajando la mirada por sus piernas, como lo hacía en cada momento que podía, apreciaba sus pies enfundados en unas finas medias de color marrón y zapatos de cuero del mismo color.

Al ver sus pies, no podía menos que recordar los juegos que con ellos, mantuvimos en el ómnibus y que fueron el inicio de la tórrida relación que estábamos viviendo; reconozco que los pies grandes de un hombre me pueden, pero también debo contar que me gustan limpios y si tienen el suave olor del cuero de zapatos nuevos aún me gustan más y con esas características estaban esos enormes pies de ensueño en ese momento y selo el pensamiento me provocaba un leve escozor en la entrepierna.

Llegamos al sitio estipulado y una persona nos hizo pasar a un hermoso jardín situado en la ladera de un cerro, totalmente oculto a miradas indiscretas, apenas iluminado, en el que los colores del atardecer aún estaban presentes tiñendo de un suave tono rojizo la vegetación; nos sentamos a una mesa redonda lo suficientemente amplia como para contener los exquisitos platos que nos irían trayendo, pero, a la vez, lo suficientemente pequeña como para que nuestras largas piernas pudieran rozarse por debajo de ella desde el primer momente luego de habernos acomodado.

Primeramente un joven rubio, de pequeña estatura, nos sirvió algunas bebidas, su físico me desilusionó un poco, a pesar de lo angelical de su cara, pero sin duda esto también formaba parte de toda la puesta en escena organizada por el negro al cual yo había contratado, ya que cuando el alcohol comenzó a producir sus primeros efectos, esos en los cuales nos encontramos con toda la conciencia, pero a la vez, nuestras inhibiciones comienzan a caer una a una, hizo su aparición, desplegando toda su anatomía con un impecable smoking , su amplia sonrisa iluminándole la cara, la persona con la cual hbía hecho el trato, se presentó, su nombre era Adilson.

Nos saludó a ambos con una amabilidad muy particular, muy intimista, pero a la vez distante, con una maestría absoluta para manejar todo lo que se requería para servir una comida espectacular demostrando el exquisito dominio que tenía sobre su anatomía. Sin dudas tenía estudiados todos sus movimientos para que resultaran eróticos, por momentos parecía una pantera por lo sigiloso y por momentos un león que hacía sentir su presencia casi hasta la intimidación.

Nos preguntó qué vino beberíamos con la comida y elegimos un cabernet suavignon de una conocida bodega argentina y con el pedido desapareció, cual no sería nuestra sorpresa cuando vimos que el vino era traído por otro negro tan o más espectacular que el primero, nos dijo su nombre,respondiendo a la pregunta de Paolo que para ese momento ya dejaba traslucir la lujuria que se estaba apoderando de él, Moacir.

Nos pasamos la velada degustando platos con mesura, bebiendo también con ella y sintiendo, a medida que transcurría la noche, los sutiles roces de la vestimenta primero y delos cuepos después de estos dos negros de antología.

Hasta finalizada la cena todo fue una noche para despertar los sentidos, la música suave, el roce de nuestras piernas por debajo de la mesa y el de las cada vez más prominentes vergas de nuestros ocacionales sirvientes al pasar, nuestras miradas, que por momentos se cruzaban como si se tratara de una competencia de esgrima y por momentos se solazaban al ver esos oscuros cuerpos enfundados en ese vestimenta tan elegante, pero dejando entrever unos espléndidos culos y unas anchas espaldas, el exquisito gusto de cada uno de los platos que nos sirvieron y la fragancia de comidas mezcladas con suaves perfumes que cada uno de nosotros llevaba puesto y que por momentos, de acuerdo a los acercamientos que se iban produciendo, uno preponderaba sobre los demás.

Al culminar la cena y ya absolutamente sensibles estábamos listos para el peor, ¿o el mejor? de los pecados, la lujuria y así comenzó a desarrollarse la verdadera fiesta, la verdadera noche.

Con maestría pero a la vez con seguridad Adilson, nos condujo a la edificación que teníamos detrás y que era la que brindaba tanta privacidad al jardín, entramos, subimos un piso por unas amplias escaleras de marmol y llegamos, luego de recorrer un corto pasillo a una amplia suite, tenuemente iluminada, con una generosa cama de dos metros por lado, una vez en ella, cuando quedamos solos Paolo y yo nos tomamos fuertemente el uno al otro y sellamos nuestras bocas con un apasionado beso que se caracterizó por las invasiones de las bocas de cada uno de nosotros por la lengua del otro.

Nuestras lenguas hacían su trabajo a la perfección, se tocaban, se entrelazaban, intentaban llegar lo más profundamente en la boca del otro a la vez que nuestras mejillas se rozaban pudiendo percibir yo la aspereza de la incipiente barba de Paolo. Estábamos totalmente empalmados, nuestras pijas, por debajo de los pantalones pugnaban por salir, ambos sentíamos los líquidos preseminales de nuestros penes emergiendo raudamente y humedeciendo amplias zonas de nuestros boxer. La presión de los brazos de Paolo en mi cintura hacía que nuestros abdómenes se juntaran y pudiéramos sentir, en el cuerpo, la respiración del otro.

Con firmeza tomé el culo de Paolo con las manos por encima de los pantalones, se sentía duro, propio de quien trabajó su físico con esmero, metí una de las manos por debajo de su cinturón y pude sentir, ya directamente sobre los glúteos, los pelos que los cubrían, esa sensación en las yemas de los dedos, ayudó enormemente a elevar mi temperatura y comenzamos a desvestirnos, no sin antes haber caido sobra la cama que resistió muy bien el peso de los dos, haciéndonos sentir más seguros de que podríamos desplegar todas nuestras artes sobre ella, después de todo era una cama para el amor, ¿o la guerra?.

A medida que fuí desprendiendo cada uno de los botones de la camisa, mi lengua fue encontrando diferentes lugares para solazarse, primero cerca del cuello, luego sumando suaves mordisqueos a las tetillas que se endurecían más luego de cada mordisco y quedaban cada vez mejor humectadas, con los consiguientes suspiros por parte de Paolo, hasta finalizar en el ombligo hurgando con deleite esa pequeña depresión que, no se por qué, me hizo acordar inmediatamente a su peludo culo.

A la vez que fui bajando con la boca, también lo fui haciendo con el resto del cuerpo, apoyando mi herramienta en la potente pierna derecha de mi amante partiendo de la rodilla y hasta llegar con ella al correspondiente, tan admirado pie, el que al sentir la dureza de mi garrote comenzó con un suave pero preciso masajeo que me dejó aún más caliente, si es que eso podía suceder.

Paolo estaba totalmente entregado, en una actitud pasiva que, sumada a su tan varonil figura producía en mí una sensación muy especial, que solo quien gusta de seres de su mismo sexo puede entender, en este momento estaban presentes en él la mujer por su pasividad y el macho por su aspecto y comprendí que en realidad en esa dualidad estaba mi mayor satisfacción, esa conjunción de lo femenino y lo masculino era lo que despertaba en mi las pasiones más lujuriosas.

En un momento Paolo comenzó a moverse, a abandonar su actitud pasiva, comenzó a actuar de una manera similar a la que yo había adoptado con él minutos antes, por momentos podía sentir su barba raspar mi tórax, sus dientes clavados en mis pezones y el peso de todo su cuerpo encima del mío, a la vez que nuestra respiración fue haciéndose cada vez más profunda y sonora, hasta convertirse casi en un rugido.

Para ese momento nuestros líquidos preseminales ya habían hecho aparecer zonas más oscuras en los respectivos pantalones, la calentura nos invadía, nos sacamos como pudimos los zapatos con nuestras piernas enredadas las unas a las otras y así nos corrimos por primera vez en la noche, aún con los pantalones puestos, pudimos experimentar en toda su amplitud el poder del erotismo, nunca antes con tan poco roce y con tanto juego mental habíamos llegado al orgasmo, en ese momento me dí cuenta de todo lo que aún tenía por aprender respecto al sexo.

Estando Paolo otra vez acostado boca arriba y con los pies apoyados en el suelo comencé a desabrochar su cinturón, a abrir lentamente la cremallera de sus pantalones, a partir de allí comencé a prestar atención a sus vellos, tan conocidos por mi, que rodeaban su ombligo y paulatinamente ensanchaban su camino hasta convertirse en una mata oscura, áspera casi agresiva de la cual emergía, con soberbia, su pene, solo con pensarlo nuevamente al escribir me estoy empalmando, comencé a bajar sus boxer absolutamente blancos, un poco con los dientes, un poco con las manos, Paolo realizó un leve movimiento hacia arriba que me permitió finalizar con menos dificultad mi tarea.

Le quité los boxer, luego de hacerlo con sus pantalones, y en ese momento nuevamente tomé conciencia de sus pies, cubiertos por esos semitrasparentes calcetines marrones, que dejaban entrever sus dedos pero no los mostraban, el tejido totalmente estirado por el tamaño de esos pies de ensueño, que hasta ese momento estaban abocados a la tarea de acaricierme la verga y los testículos de una forma casi indescriptible.

Tomé esos pies, aspiré profundamente hasta sentir el olor mezclado del cuero de sus zapatos y de la transpiración que había exudado hasta ese momento, me los pasé por la cara, sin dudas él ayudó, quité los calcetines tomándome todo el tiempo necesario, los lamí en toda su extensión, sintiendo la suavidad de su empeine, la dureza de sus plantas y los vellos del nacimiento de las piernas, en tanto Paolo, prácticamente rugiendo de calentura, había buscado y alcanzado con su boca mi verga, cambié la posición para poder alcanzar la suya, oscura, venosa, palpitante y tremenda en su tamaño, a medida que los momentos pasaban Paolo dejó de lado su pasividad.

Con un movimiento brusco me dio y se dio vuelta, colocándose encima mío, buscó mi ojete con su lengua, levantó mis piernas sobre sus hombros y comenzó a comerme el culo de un modo en que jamás hasta ese momento me lo habían hecho, era la gloria, su lengua endurecida por la pasión entraba y salía de mis efínteres que paso a paso iban perdiendo la resistencia y se dilataban cada vez más.

Comenzó luego a apoyarme la punta de su glande, un poco ensalivada por mis mamadas otro poco cubierta de su presemen, en los alrededores del orto y yo casi pierdo la conciencia, un choque eléctrico recorrió mi cuerpo y decidí solo sentir lo que haría conmigo entregándome completamente a lo que vendría, ahora sería yo el pasivo, en eso estaba cuando más que ver siento una sombra sobra nosotros, abro los ojos y cual no sería mi sorpresa cuando veo a Moacir totalmente desnudo detrás de Paolo y al voltear la vista veo a Edilsosn, totalmente desnudo también, apoyado en el marco de la puerta del baño, con una ténue luz que, desde atrás, iluminaba su silueta perfecta, nuestra noche romántica se estaba a punto de convertirse en una sensacional orgía.

Mientras Paolo intentaba penetrarme, Moacir intentaba hacerlo con él y Ádilson lentamente se fue acercando hasta ponerme su monumental verga a la altura de la boca, me dejó la posiblidad de tomarla o dejarla, no es necesario que aclare cual de las dos posibilidades elegí.

Paolo me penetró sin miramientos, pero yo tenía el culo dilatado como para recibirlo, por lo tanto solo fue placer, un poco más sufrí con la boca, porque la herramienta de Ádilson era tremendamente grande y no la podía tragar completa, que era lo que más deseaba en el mundo.

De alguna manera podía tener conciencia de la pelambre de Paolo y unas estocadas más fuertes en el culo cada vez que Moacir se la enterraba hasta el fondo, a la vez de sus gemidos en mis oidos, me chupetraba las orejas, por momentos abandonaba las mismas y se dedicaba a la verga de Ádilson, cuando volvía a mis orejas era yo quién tomaba ese sensacional garrote negro, casi de caballo, riquísimo al que chupaba con fruición, hasta quedar prácticamente sin aliento.

Pude percibir, aún en este estado, que la actitud de los dos negros era de le hacernos gozar hasta lo máximo, cada vez que descubrían en nosotros un punto erótico, a él se lanzaban de tal modo que explotáramos de placer, pero a la vez se percibía también el disfrute de ellos, evidentemente lo que hacían no era trabajo.

Ádilson me comió la boca, con sus labios carnosos, su lengua larguísima y palpitante, entre los dos ejemplares negros me comieron las axilas, mientras Paolo se solazaba con mi pene, la cintura, punto que me pone a mil, porque en esa zona de mi cuerpo, si el toque es algo suave o breve me produce cosquillas, pero si es algo más firme me lleva a extremos de placer difíciles de describir.

Paolo me acabó en el culo y Moacir en el suyo y Ádilsonr me llenó la boca de su espeso nectar; yo lo hice en el rostro de Paolo, pero a continuación en un encuentro de los cuatro cuerpos, uno blanco, uno oliva y dos negros, en el cual supongo que si alguien hubiera observado le resultaría dificil distinguir nada con claridad, conseguimos mezclar nuestros respectivos efluvios, probarlos un poco, y sentir cómo en alguna parte de la extensión de cada uno de nosotros, el semen se fue secando, produciendo esa leve contracción de la piel cual una máscara de belleza femenina, fue apoteótico.

Seguimos follando, como diría un español, toda la noche, nuestros respectivos penes estaban ya muy sensibles por el continuo roce y nuestros culos estaban absolutamente dilatados, estaba amaneciendo cuando notamos que los negros habían venido en realidad a traer una botella de champaña, pero pícaramente habían cuatro copas, las llenamos, bridamos por el encuentro.

Cada uno de nosotros totalmente satisfecho tomó una ducha con la ayuda de los otros, lentamente nos vestimos, Ádilson y Moacir desparecieron tan silenciosamente como habían llegado, Paolo y yo nos besamos de manera totalmente apasionada y emprendimos el regreso.

Amanecía cuando cruzamos el puente internacional Tancredo Neves mientras escuchábamos en el equipo de música del automóvil el tema de Roberto Carlos interpretado por María Bethânia, "Vocè nào sabe" que parecía haber sido compuesto para nosotros.