La caza 2

Segunda parte y final de la aventura que llevó a un policía a ser el cazado en vez del cazador, y las consecuencias que ello conllevaba.

Mierda, mierda, mierda. ¿Qué podía hacer? Si me delataba, estaba perdido. Pero me ha dicho que quería hablar, quizás quisiera dinero. No, no podía ser eso, se veía que tenía dinero. ¿Entonces qué? No me iba a quedar otra que ir allí y ver qué quería.

Una vez hube reorganizado mis pensamientos, me vestí y me dirigí hacia allá. Recordaba bien el camino y, de hecho, recordando lo que habíamos hecho se me empezó a poner morcillona. Joder, no tengo remedio…

Llegué, aparqué y llamé por el portero. Se abrió la puerta de fuera y entré. El jardín parecía más grande a la luz del día, y los muros eran lo suficientemente altos como para que los vecinos de al lado no pudieran ver hacia dentro.

Me acerqué a la entrada y se abrió la puerta. Allí estaba María. Iba con un camisón corto, a la altura de los muslos, descalza y el pelo recogido en una cola. Aún sin maquillar era una mujer guapa.

- Adelante - me dijo con una sonrisa burlona.

Me dejo pasar y me llevó al salón. Era una habitación grande, bien amueblada. Un par de sofás de tres plazas, una mesa grande con ocho sillas alrededor, una mesita de cristal entre los dos sofás, una chimenea y una tele bastante grande colgada de la pared. Se sentó en un sofá y con una mano me invitó a sentarme en el otro.

- Bueno, veo que mi mensaje te ha llegado sin problema. ¿Lo pasaste bien? - me preguntó socarronamente. No le contesté, simplemente me quedé mirándola fijamente- Oh, vamos, no estés tan serio. La otra noche tenías otra actitud totalmente distinta. ¿Te ha comido la lengua el gato?

- Dime qué es lo que quieres y acabemos de una vez - le dije intentando apaciguar la rabia que me quemaba. Maldita zorra….

- No tan rápido querido, vamos a repasar lo que tenemos por aquí.

Cogió un mando de encima de la mesa y encendió la televisión. Con un movimiento de su mano en el móvil, en la pantalla empezó a verse el vídeo que me había mandado. Me puse rojo, la ira me carcomía.

- El cazador cazado… ¿nada que decir? - me soltó con sorna mientras subía las piernas al sofá. Estaba disfrutando lo indecible con la situación.

- ¿Qué quieres de mí? - volví a preguntarle.

Sin decir nada, se levantó y se fue. Escuché un ruido en la cocina y volvió a los cinco minutos. Llevaba dos tazas y puso una frente a mí. La otra se la quedó ella y comenzó a beber. Era café.

- La pregunta, más bien, es qué tienes que pueda interesarme. Está claro que no me hace falta dinero y socialmente estoy convencida de que estoy por encima de ti. Así que dime, ¿qué puedes darme para que no haga correr este vídeo?

Mientras bebía, sopesaba mis opciones: podía intentar quitarle el teléfono pero eso sólo iniciaría una pelea que podía hundirme aún más. Por no hablar que tendría otra copia guardada. Dinero tampoco quería, así que no podía tirar por ahí tampoco. Sólo se me ocurría una cosa….

- Veo que hemos llegado a la misma conclusión. El favor con favor se paga. Yo no hago correr este vídeo y tú…digamos….estarás para lo que yo disponga.

Joder, la muy zorra me tenía agarrado por los cojones. La idea era tan absurda que me había embotado la cabeza incluso.

No, aquello no era normal, estaba muy mareado y me estaba dando sueño…

Mientras recuperaba el conocimiento, notaba el cuerpo cansado. Lo último que recordaba era caer hacia el lado mientras María se levantaba del sofá.

No podía moverme. Estaba atado de pies y manos en forma de X abierta. Intenté liberarme pero no tenía ninguna opción.

- No creo que consigas soltarte. Estás bien atado con correas en ambas muñecas y tobillos.

No me di cuenta de que María estaba sentada en un sofá en un lado de la habitación. Ni siquiera sabía dónde estaba. Mirando alrededor, la habitación era semejante a un calabozo antiguo, con grilletes anclados a las paredes, estanterías con fustas, látigos, una mesa en el centro de la habitación y una cama a un lado. Al otro lado, el sofá donde estaba sentada. Seguía con el camisón.

- ¿Qué me has hecho maldita zorra? - le espeté mientras hacía toda la fuerza que podía para soltarme.

Suspiró, se levantó y se acercó. Me dio tal guantazo que me saltaron las lágrimas. Notaba la mejilla ardiendo.

- A partir de ahora, querido, las cosas van a cambiar. Para empezar no soy “maldita zorra”, no soy “puta” tampoco ni cualquier otra cosa que se te pase por la cabeza. Desde este momento, y sólo cuando te pregunte, para ti soy “Señora”.

No pude contenerme y le escupí a la cara. La rabia me embargaba, y quizás por ello no lo vi venir. Volvió a cruzarme la cara, dejándome el otro lado también amoratado.

- Te recomiendo que te relajes. Vas a ser mi invitado un tiempo y hasta que no te apacigües no vas a salir de aquí. No me conoces, pero puedo llegar a hacerte la vida imposible si quiero. Hace un rato te han concedido vacaciones por una semana. De ti depende que no tenga que volver a llamar para pedirte otra semana.

Tranquilamente, se limpió la cara, se dio media vuelta y se fue, dejándome a oscuras.

Grité, insulté, intenté liberarme, pero nada. Sólo conseguí cansarme aún más.

Allí encerrado perdí la noción del tiempo. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, por lo que tampoco tenía manera de saber qué hora podría ser cuando me desperté. Sólo podía guiarme por el biorritmo de mi cuerpo.

Me sentía completamente dolorido, tanto en lo físico como en lo emocional. No podía tener ni idea de lo que esa loca podría hacerme, de si quiera si iba a matarme o no. Las lágrimas me caían cara abajo. Estaba realmente asustado….

Lo que pudo ser minutos u horas más tarde, se encendió la luz. Había caído en lo que podría ser un “sueño” pero en mi situación poco descanso iba a tener. Entreabrí los ojos como pude y, antes de poder mirar, el olor a comida invadió mi nariz. Sólo entonces me di cuenta del hambre voraz que me invadía.

Una chica apareció ante mí. Llevaba una bandeja con comida y una botella con agua.

- P…por favor - articulé como pude. Tantas horas sin beber, después de haberme desgañitado y sin haber hablado me habían dejado la garganta destrozada.

Sin dirigirme la palaba, me dio a beber. Aquello me dio la vida y, con tal, mis ganas de rebeldía volvieron.

Cuando me acercó el cuenco con comida, le pegué un cabezazo y lo tiré al suelo.

- Suéltame ahora mismo o te juro que os mataré a ti y a esa vieja puta asquerosa ­- le espeté con todo el desprecio y furia posible.

La chica me miró y, sin mediar palabra, recogió lo que había tirado al suelo y se marchó, volviéndome a dejar sumido en la oscuridad.

En cuanto se hubo marchada, mi estómago comenzó a rugir, y yo volví a gritar y a llorar, preso de aquella lunática y de la impotencia.

¿Cuánto pasó? No lo sé. Horas, días, minutos tal vez. Me sumergía en la inconsciencia sólo para volver a recuperarla en medio de aquel oscuro silencio.

Otra vez la luz. La puerta se abre y aparece María. Aparece vestida igual que la puta maldita noche que la conocí.

- Mmmm, has tenido mejor aspecto. Y vamos a tener que hacer algo con tu higiene personal, ¿no te parece?

Lo último en lo que pensaba era en mi aspecto, la verdad. Sólo quería salir de aquel agujero. Se acercó a donde me retenía y dejó unas tijeras y una botella de agua encima de la mesa.

- ¿Quieres beber?

- S…sí… -articulé como pude. Quería el agua, la necesitaba.

- ¿Cómo dices? Pensaba que te había dado unas directrices sobre cómo dirigirte a mí.

Llorando por una mezcla entre ansia y vergüenza, dije un “sí señora” como pude, sin dejar de mirar la botella.

Se acercó por detrás y apretó una correa que tenía alrededor del cuello, en la cual no había reparado hasta ahora puesto que no la tenía apretada. Me obligó a pegar la cabeza hacia atrás, impidiéndome la movilidad.

Puso una banqueta al lado, se subió y se quedó frente a mí. Su perfume invadió mi nariz, quedando su escote a la altura de mi cara. Me trajo a la memoria los recuerdos de la otra noche y en lo que había desembocado. Abrió la botella y bebió un trago. Acto seguido, me lo escupió por encima, cayéndome cara abajo.

Como pude, recogí esa agua con la lengua, mientras se reía de mí.

- Anda, toma. Que pena das, con lo chulito que eras…

Se bajó y cogió las tijeras. Empezó a cortarme la ropa y a tirarla, dejándome desnudo frente a ella. Sin ningún control sobre mi cuerpo, el roce alrededor de mi poya hizo que la sangre se me empezara a agolpar, provocándome un inicio de erección.

- Vaya vaya, ni aún en estas condiciones eres incapaz de dejar que tu amiguito decida por ti. ¿eh? - dijo mientras le daba otro trago a la botella- ¿quieres más agua?

- Sí señora - dije mientras me ardía la boca por llevarme un buche a la garganta y aliviar mi sed.

- ¿Ves cómo cuando quieres puedes acatar lo que te dicen? Toma anda, bebe.

Me puso la botella en la boca y me dio de beber. Cuando iba por la mitad, me la retiró.

- Déjame un poco glotón, no seas ansioso - dijo mientras se acercaba el agua.

Cuando se puso la botella en la  boca, la volcó de tal forma que el agua que quedaba le cayó por el cuerpo, mojando su vestido y marcándole los pezones. De manera involuntaria, mi poya se terminó de poner tiesa frente a aquella visión.

- Que pena que no puedas tocarte, ¿verdad? Aunque si te portas bien, lo mismo te alivio. Pero todo depende de ti, claro.

Se dio media vuelta y se marchó. Pude escuchar cómo se desarrollaba una conversación fuera de la estancia, pero sin alcanzar a oír lo que decían. A los pocos minutos, volvió a entrar la chica que viniera la primera vez, esta vez con una palangana llena de utensilios.

La soltó en la mesa, sacó las cosas y se fue con la misma hacia mi espalda. Oí caer el agua en la palangana. En lo que ocurría esto pude observar lo que había sobre la mesa: unas tijeras, cuchillas, espuma de afeitar, crema depilatoria, esponjas, gel de baño y loción para el afeitado. Estaba claro, iban a afeitarme.

- Mira, no sé quién eres, pero por favor, para. Libérame, tengo dinero, sólo dime cuánto quieres.

Me miró y siguió a lo suyo. Cogió una esponja y empezó a limpiarme.

- Vale, no quieres dinero. ¿Qué quieres por liberarme? - volví a inquirir- Espera, esa bruja te tiene atrapada a ti también, ¿no? Ayudémonos mutuamente.

Volvió a mirarme a los ojos y, esta vez, actuó. Cogió la misma banqueta que antes cogiera María y se puso por detrás de mí.

- Gracias, de verdad, gracfghfj

Antes de darme tiempo, me metió una bola en la boca y la ató desde detrás. Intenté resistirme todo lo que pude, pero sólo conseguí que me apretara aún más mis correas. Además, me vendó los ojos, por lo que me privó de casi todos mis sentidos.

Acto seguido, escuché la espuma de afeitar y me la aplicó por la cara. Mientras me dejaba la espuma, me puso crema depilatoria por todo el cuerpo. Y sí, por todo el cuerpo: brazos, pecho, piernas, huevos, poya y culo.

Me depiló el cuerpo completo. Lo peor fue el culo y los huevos: los tenía ardiendo. Para colmo, el hecho del contacto mientras me depilaba me provocó una erección: llevaba días sin correrme. Cuando me limpió los restos de crema, me echó loción para el afeitado y entonces sí que me empezó a arder todo.

Oí como recogía las cosas y, antes de irse, me quitó la venda de los ojos. Me dolía la boca de tenerla abierta y un hilo de baba incesante me caía barbilla abajo.

Poco después de irse la chica apareció María.

- Vaya, mucho mejor, ¿no crees?

Venía vestida con un short celeste, unas sandalias espartanas y una camiseta de manga corta blanca metida en los pantalones. Se acercó a mí, por lo que pude oler su perfume. Era embriagador.

- Veo que el baño te ha dejado bien. ¿Y esto? ¿Te gusta la situación? -me dijo mientras me la agarraba. El mero contacto hizo que me salieran las primeras gotas.

Con un dedo, recogió una pequeña muestra y se la metió en la boca.

- Como veo que estás muy cargadito y te has portado bien, yo también voy a ser buena ­- me dijo mientras se quitaba la camiseta y se quedaba con aquellas tetas al aire. Desde aquella posición se veía alguna que otra arruga que delataba la edad madura de aquella trastornada.

Con mucha delicadeza me agarró el rabo y empezó un suave vaivén. Debido a la mordaza que tenía, toda la baba que me caía de la boca me resbalaba por el torso y me caía en la base del tronco. Aprovechó para aplicármela a toda la poya, y a continuación, se metió uno de mis huevos en la boca, comenzando una fuerte succión.

Empezaba a notar ese hormigueo previo al orgasmo pero no quería darle la satisfacción de correrme. Sin embargo, la visión de verla de rodillas, con mis cojones metidos en la boca, mi saliva cayéndole en su cara y el suave vaivén que me hacía, acabó con mis fuerzas. Mis huevos se exprimieron, mi poya se retorció y un primer chorro salió disparado.

Le cayó parte en el pelo y otra en el hombro y espalda. Cuando notó el primer disparo, se quitó de donde estaba y apuntó hacia sus tetas. Me apretó tanto el rabo que pensaba que me lo iba a romper pero eso no hizo más que exprimirme aún más y dejarme seco.

Cuatro tiros más tarde, se puso en pie y pude ver la magnitud de mi corrida: tenía en el pelo y en la espalda, en la barbilla colgándole ya, y tres o cuatro focos más en el pecho, empezándole a caer por el estómago.

- Sí que estabas cargado. No está mal, aunque pensaba que ibas a durar un poco más.

Con mirada pícara, se refregó toda mi lefa por los pezones, que tenía tiesos como misiles. Se fue a la parte de atrás y oí el agua correr. Cuando volvió, seguía con toda mi corrida por el cuerpo, cogió la camiseta y se largó, dejándome a oscuras.

En cuanto a mí, el momento de la explosión fue a la vez tan placentero como doloroso. La tensión del momento previo a la corrida produjo que el momento siguiente de relajación dejara mi cuerpo totalmente muerto, lo que me dejó colgando de las muñecas y tobillos, provocándome calambres en las extremidades a los pocos segundos.

Cuando me dejó a oscuras, volví a llorar. No sé quién coño era, pero por el amor de Dios, ¿nadie me echaba en falta? ¿Cuánto llevaba allí, una semana? ¿Cómo era posible que esta tía pudiera tener tanto poder como para hacer desaparecer a un policía durante tanto tiempo? Tanto tiempo….no sé cuántos días habían pasado.

La luz vuelve a encenderse. Escucho un ruido y, antes de poder reaccionar, la correa de mi pie derecho se suelta. Acto seguido, la de mi pie izquierdo. Para cuando me doy cuenta, la muchacha me está soltando. ¡No me lo podía creer!

- Ven, agárrate a mí. No podemos tardar o la Señora se dará cuenta.

No hizo falta que me lo dijera dos veces. Por fin iba a salir de aquel antro. Aquella zorra se iba a enterar….un momento.

Hay algo que no me cuadra. Después de un tiempo patrullando, desarrollas ese instinto que te pita cuando algo no cuadra, aun cuando la escena sea la más normal del mundo.

No, no podía ser nada, mi situación me estaba jugando una mala pasada. Y sin embargo había algo que no me terminaba de encajar.

Cuando empezamos a subir la escalera, caí en la cuenta: el ruido que oí cuando se encendió la luz. Era un ruido de tacones. Acabábamos de llegar a la puerta, veía la luz que reflejaba la luna en el pasillo oscuro, alumbrado desde atrás por la habitación cuando me percaté el atuendo de mi salvadora: una camiseta de tirantes negra que dejaba notar unos pechos más pequeños que los de María, una minifalda de color rojo, medias y, por supuesto, tacones.

Antes si quiera de preguntar, una descarga me recorrió todo el cuerpo.

Nada más abrir los ojos, caigo en la desesperación más profunda. Volvía a estar atado a la cruz, pero aquello no era todo. Tenía un aparato en la boca que me obligaba a tenerla completamente abierta, hasta el punto de hacerme daño. Y no solo eso, tenía el rabo tan tieso que me dolía.

- Pensaba que ya no ibas a despertarte, bello durmiente - sonó la voz de María a un lado.

Giré la cabeza hacia donde sonó y pude verla allí sentada, en el sofá, junto a la chica que me había soltado y otra más.

- Oh pobre, imagino que esperabas haber encontrado al final la tan ansiada libertad. - Lágrimas empezaron a caerme cara abajo- Vamos vamos, no llores, si ya verás que lo vamos a pasar bien. Además, si no te portas mal, esta puede ser tu última noche aquí.

Mientras se acercaba, pude verla con más claridad. Llevaba lo que parecía un  top sin tirantes ni nada que sólo le tapaba las tetas, con un estampado de serpiente, una minifalda de color negro que le quedaba por encima de los muslos tapando muy muy poco, unas ligas que le quedaban por medio muslo y unos tacones altos de aguja que la hacían parecer que iba casi de puntillas.

- Ahora vamos a jugar nosotras, y como te gusta divertirte de una manera un tanto…brusca, pues seguiremos jugando así. La pena para ti es que nunca habrías imaginado hasta que punto nos gusta en esta casa.

Le hizo una señal a las otras chicas y se acercaron. La que ya conocía llevaba la misma ropa que hace un rato. La otra, como no, iba con tacones también. Llevaba un vestido corto en color blanco. Era rubia, con la nariz un poco prominente, y unas tetas enormes para el cuerpo que tenía, claramente operadas.

- A mi hija, Paula, ya la conoces. Le hizo mucha gracia cómo suplicabas, pero tiene ese raro fetiche de que le pone mucho depilar a un tío, así que imagínate cómo se puso cuando te afeitó todo el cuerpo. Y esta es Tania, amiga de Paula, a la que también le gusta todo este rollito del hombre atado. Ahora - cogió un mando y la cruz donde estaba atado empezó a inclinarse hacia delante, dejándome casi en horizontal. La saliva empezó a caer al suelo- comencemos a jugar. Por cierto, te hemos suministrado una pequeña ayudita para que aguantes todo el rato que quedemos, aunque casi seguro tendremos que darte otra ayudita extra. Chicas, cuando queráis.

María se volvió al sofá. Paula y Tania se quedaron allí enfrente, y empezaron a besarse. Paula me dio la espalda, y sólo podía intuir la figura de Tania mientras se enrollaban. En cualquier otra situación aquella escena me habría hecho volverme loco, pero allí no tenía morbo ninguno.

En diagonal a mí, habían colocado un espejo, lo que me permitía ver la situación desde otro lado. Tania le quitó la camiseta a Paula, y como ya había advertido, tenía las tetas más pequeñas que su madre, pero también totalmente tiesas. Acabaron en la boca de la rubia, y el ruido de la succión y los gemidos de la morena empezaron a resonar por la habitación. De reojo pude ver como María se estaba masturbando también, agarrándose una teta por encima del top.

Las otras dos siguieron su magreo y poco después se acercó María por detrás y le quitó el vestido a Tania. Paula se quitó entonces la minifalda y se quedó sólo con los tacones y las ligas que yo pensaba que eran medias. Me quedé embobado viendo la imagen, pero no por lo que acababa de ver con Paula, sino con María.

Estaba de cuclillas frente a Tania, mamándole el rabo que tenía entre las piernas. Absorto estaba en esa imagen que no me di cuenta de que Paula se acercó a mí y, en la misma posición que su madre, me la empezó a chupar.

No quería estar allí, no estaba sintiendo placer, y mi cuerpo no estaba reaccionando acorde a como yo me sentía. Paula se la estaba metiendo hasta el fondo de la garganta, podía sentir tanto el roce en su garganta como el chocar de su nariz con mi cuerpo. Desde donde estaba no podía verla, sólo veía a María y Tania.

La rubia seguía de pie, tocándose las tetas mientras la otra se la chupaba con ansia. Efectivamente era la que tenía las tetas más grandes de las tres.

Al momento, María se levantó y se dirigió a su hija:

- Ven Paula, vamos a cambiar. Dejemos que nuestro invitado pruebe todos los placeres del sexo. Eres una afortunada Tania, eres la primera en explorarlo.

¡No, no, no! No quería que aquella me tocara, se acercara si quiera. Me revolví, gimoteé e incluso empecé a llorar y a implorar con la mirada, pero no sirvió para nada. Paula se sentó en la mesa, con las piernas abiertas y pude verle el coño justo antes de que su madre se pusiera por delante y se lo comiera: lo tenía bien depilado, rosado, y parecía una hucha, sólo se veía una rajita.

Pero la visión que tuve delante a continuación fue lo peor: Tania se puso delante de mí. Me invadió la nariz una mezcla de olores. Me olía a la colonia de Tania, afrutada, el olor de su cuerpo, que con el calor de la habitación tenía un ligerísimo olor a sudor y el olor de la saliva de María.

No se lo pensó mucho, me la metió en la boca. Me revolví todo lo que pude y más pero con aquel abridor en la boca, era imposible hacer nada. Noté como aquél miembro me invadía la boca y la garganta. Podía notar el sabor, como salado, en cada envite que me daba. Chocaba la punta con mi garganta, provocándome arcadas.

Me estaban violando y no podía hacer nada. No escuchaba nada por encima de mis gemidos, hasta que llegó un punto en el que ya se mezclaban mis gemidos con los gritos de Paula, que se estaba corriendo en la boca de su madre. Tania empezó a aumentar el ritmo de la penetración y a gemir también. A los pocos segundos empezó a correrse. Me invadió la garganta una sensación de calor que empezó a caer hacia mi estómago. Siguió corriéndose, hasta tres disparos, en mi garganta y boca.

Las lágrimas me corrían cara abajo. Me escocía la garganta, tenía ganas de vomitar y me sentía totalmente humillado. Sólo quería irme a mi casa.

- Vaya, te lo has tragado todo, así me gusta- María estaba de pie frente a mí, desnuda y, como no, sólo con los tacones y las ligas- No te preocupes, todavía no hemos acabado, aún nos queda noche y disfrute….para todos.

Tania y Paula se fueron para el sofá para, al poco, empezar a follar. María se quedó conmigo.

- Espero que lo estés disfrutando, querido. He montado todo esto por y para ti, que ya que te gusta follar con fuerza, pues que mejor que disfrutar todos, ¿verdad?

- Uf….Tania, me corro, ¡me corro!

Paula gritó, presa del orgasmo que estaba teniendo, empapando a Tania y el sofá. María esperó a que terminara de correrse, se acercó a mi poya y me la empezó a mamar. No duró mucho, sólo quería ensalivármela. Se acomodó como pudo, con el torso inclinado y dejando el culo mirando hacia arriba. Me la agarró, la puso en su culo y se la metió.

Se la metió entera, sin parar, con un bufido como acompañante. Directamente empezó con un mete-saca bastante fuerte, haciendo chocar mis pelotas contra su coño afeitado. Iba aumentando el ritmo, sus gemidos eran más notorios y yo me iba a correr.

Le llené el culo de leche. Mientras me corría, María subió el ritmo de manera brutal, corriéndose ella poco después de que yo terminara. Noté su culo liberando el rabo y ella salió de debajo de mí. Tenía los ojos brillosos, la cara roja y la respiración agitada.

- Uffff, buena corrida, me has llenado bien. Mira como cae- me señaló mientras gotas de semen le chorreaban por las piernas- Ven Tania, límpiame.

La citada acudió rauda, se acuclilló y empezó a comerle el culo y a sorber el líquido que poco antes se encontraba en mis pelotas. María no me quitaba ojo mientras la otra, desde atrás, tenía la cara hundida entre sus cachetes. Tal y como estaba podía verle las pelotas colgando y el rabo tieso, aún habiéndose corrido hacía poco.

- Paula, ven aquí - mandó la mujer.

La otra se levantó del sofá y se acercó a su madre. La mayor la cogió y empezaron a liarse, mientras la otra seguía por detrás, con la cara enterrada en el culo. Casi podría haber sido la escena soñada para muchos, no digamos ya para participar, pero yo sólo quería morirme. No podía más, estaba cansado física y mentalmente. Ya no me quedaban fuerzas ni para resistirme.

- Bueno, ya hemos jugado bastante chicas, ¿qué os parece si vamos terminando? Nuestro invitado querrá irse a casa. Paula, trae la botellita.

La niña fue hacia un armarito que había y extrajo una botella pequeña y se la dio a su madre.

- Ahora, vete al sofá y espérame allí - se acercó a mí y me acercó el botecito abierto a la nariz. Tal cual lo olí sentí un ligero mareo- Tania, fóllatelo. Quiero que te exprimas los cojones y le eches hasta la última gota que puedas llegar a producir en una semana.

Tania se levantó, se limpió la boca con el dorso de la mano y se dirigió a María:

- Pero Señora, si es su primer

No le dio tiempo a terminar la frase. Iracunda, María se volvió y le agarró de un pezón y empezó a tirar. Con un alarido, Tania se dobló, y la otra le agarró la otra teta con la mano libre y le empezó a clavar las uñas.

- ¡¡¡LEVÁNTATE!!! No vuelvas a replicarme, ¿está claro?

Tania se recompuso como pudo. Un hilo de sangre le corría desde el pecho cuerpo abajo, emanando de una de las heridas que le habían hecho con las uñas.

- Sí Señora, no volverá a repetirse - dijo sumisamente.

- Más te vale. Ahora fóllatelo, ahí tienes el lubricante. Ya tiene que haberle hecho efecto la inhalación.

Vi todo aquello como ausente, como si estuviera fuera de mi cuerpo. María se fue para el sofá y empezó a comerle las tetas a su hija con furia. De reojo vi como la cara de esta última tenía un deje de dolor. Tania se fue para atrás, me abrió los cachetes y me echó una crema en el culo. Estaba fría.

- Espera - dijo María. Se levantó, se fue para el espejo y lo desplazó hasta ponerlo justo enfrente mía- Ahora podrás disfrutar de la visión de todos follando.

Era la primera vez que me veía en bastante tiempo. Tenía la cara demacrada y mi aspecto era penoso. María se volvió al sofá, y pude ver a Tania echándose lubricante en el rabo. Con las dos manos, me abrió el culo y empezó a metérmela.

El dolor fue indescriptible. Grité todo lo que pude y más mientras Tania se abría paso, rompiéndome el culo. Lloré todo lo que pude mientras el culo me ardía y se extendía el dolor. Con ayuda del lubricante, empezó a embestirme con más rapidez cada vez. Entre lágrimas, pude ver sus tetas rebotando mientras me perforaba. En el sofá, María y Paula follaban, entremezclando sus gemidos con los de Tania y mis sollozos. La situación era cuanto menos dantesca.

No sé cuánto tiempo estuvimos así. Paula y María se corrieron varias veces, Tania seguía follándome, y para cuando ya tuve el culo amoldado a su poya, me soltó los cachetes y me agarró la poya, haciéndome una paja mientras me follaba. Al rato me corrí y vi a Tania llevándose la mano con la corrida que le había caído encima a la boca y saboreándola. Poco después vi como cambiaba su cara y su ritmo. Sentí un chorro caliente en el culo y un escozor enorme. Tanía se había corrido en mi culo.

Poco a poco se hizo el silencio. María se levantó y cogió una bolsa. La puso delante de mí.

- Bueno, espero que hayas disfrutado de esta lujuriosa noche y que hayas aprendido algo. Aquí tienes un chándal, y fuera tienes tu moto con tu casco. Las llaves las tienes puestas y la puerta está abierta. Vístete y vete. Y ya sabes - se acercó, me quitó aquel cacharro de la boca y me dijo al oído- si otro día quieres follar, vente sin problema. Estaré encantada de cabalgar sobre esa poya.

Me soltó todas las correas y caí al suelo. Con el cuerpo entumecido, dolorido y mancillado, me vestí como pude. Salí de aquella habitación solo y me dirigí al exterior. Estaba amaneciendo cuando me monté en mi moto y salí de aquella casa, sin mirar atrás.