La caza 1

Las multas deben ponerse, pero también pueden quitarse si se sabe el método adecuado.

El coche detuvo su marcha. Me acerqué tranquilamente y vi que se trataba de una chica sola. Mis compañeros estaban atendiendo a otros coches, por lo que no tendría muchos problemas. Sólo quedaba ver cómo se desenvolvía.

- Buenas noches, estamos realizando un control de alcoholemia. ¿Le importaría enseñarme su documentación por favor?

La chica estaba visiblemente ebria, lo que hizo que se acentuara aún más su nerviosismo.

-

B-buenas noches señor

–me dijo entre balbuceos-

espero que la busco en el bolso.

Mientras echaba mano del bolso en el asiento del copiloto, pude ver tranquilamente cómo era y cómo iba vestida. Llevaba una camiseta rosa de tirantes que dejaba ver un canalillo apañado, unos pantalones que asemejaban al cuero en color negro y unos tacones tirados a sus pies. Uñas pintadas en un verde chillón, bien cuidadas y los labios pintados de un color morado, o al menos restos del mismo. Se le había corrido por beber, no parecía haberse besado con nadie.

Echa un flan, me entregó su DNI: Rebeca, 23 años. Bien, puede ser que saliera bien la cosa.

- Bien, aquí tiene la boquilla. Por favor introdúzcala por el orificio y cuando le indique, sople fuerte hasta que oiga el pitido.

Al intentar quitar el plástico, se le cayó la boquilla al suelo del coche, por lo que tuve que darle otra. Definitivamente la situación me era favorable. Le di otra boquilla y esta vez no tuvo problema. Empezó a soplar y cuando el alcoholímetro sonó, vi el resultado: 0’43 mg/l. Casi doblaba el máximo permitido. Le enseñé la cifra.

- Señorita, ha dado usted positivo. La tasa máxima permitida es 0’25 mg/l en aire expirado y usted casi ha doblado esa cifra. Voy a tener que multarla.

Se le descompuso la cara. De hecho, empezó a llorar.

-

P-por favor, soy estudiante, mis padres me pagan el alquiler y no puedo decirles que me han multado

  • me dijo entre sollozos.

- Por favor, firme aquí. Son 500€ y la sustracción de 4 puntos del carnet de conducir.

Firmó como pudo mientras se enjugaba las lágrimas. Y a continuación, dijo las palabras que estaba deseando oír.

-

De verdad, no volveré a hacerlo, pero por favor no me multe. Haré lo que sea pero mis padres no pueden enterarse de esto.

Ahí estaba, ya era mía. Se me quedó mirando a los ojos, con las lágrimas corriendo mejillas abajo arrastrando el rímel que le quedaba. Teatralmente, esperé un par de segundos y miré el reloj. Me quedaban un par de horas para terminar el turno, así que la situación era propicia.

- Mira Rebeca, en confianza –le dije mientras me acercaba a la ventanilla del coche y que la conversación no se oyera- yo también estoy cansado esta noche y quiero terminar ya. Me da mucha pena tener que multarte, se te ve una buena chica.

Miré hacia los lados por si alguno de mis compañeros estaban mirando, pero estaban todos liados con otros coches. Saqué el boli:

- Termino el turno en un par de horas, así que esto es lo que vamos a hacer. Te vas a parar ahí delante, con el resto de coches y te vas a relajar. Cuando desmontemos el control y nos vayamos, tú te vas a ir para tu casa y espera en el coche. Yo salgo en un rato de turno y cojo mi moto y voy a buscarte para hablarlo tranquilamente y ver qué podemos hacer para quitarte este marrón de encima, ¿de acuerdo?

Sorbiéndose los mocos asintió, sin ser consciente de la proposición que acababa de aceptar. Apunté su teléfono por si tenía que llamarla y avanzó unos metros con el coche, parando donde estaban el resto.

Al rato, desmontamos el control y nos fuimos a comisaría para el cambio de turno. Poco después, estaba ya en la moto en dirección a la casa de Rebeca. Cuando llegué, no la vi por allí. Encendí el teléfono que tengo para estas ocasiones y la llamé. Es un teléfono prepago, por si las moscas. Hay que cubrirse las espaldas.

Al segundo toque, me lo cogió, y vi que estaba dentro del portal, sentada, con la luz apagada. Se levantó y vino a abrirme. A la luz, vi que había dejado de llorar hace rato aunque aún seguía en estado de embriaguez. Sin embargo, parecía que había pensado en la situación y era más consciente de ella, puesto que se había retocado el maquillaje: volvía a tener el rímel bien puesto, el colorete echado y los labios bien pintados.

- ¿Qué tal Rebeca, más tranquila? –le pregunté para romper la tensión del momento y que se sintiera segura.

-

Sí, ya estoy algo mejor.

- Bien –le dije- ¿te parece si subimos a tu casa y terminamos este desagradable asunto de la multa?

-

En casa están mis compañeros de piso, no vamos a poder hablar sin despertarlos.

- Oh, bueno, con respecto a eso… -me acerqué a ella y le metí la lengua hasta la campanilla, recorriendo toda su boca. Tenía un regusto a alcohol todavía latente. Le sorprendió lo que hice y se notaba que no estaba del todo a gusto, era reticente a hacer aquello. Separé mi boca de la suya y me miró avergonzada. Pobrecita, realmente pensaba que íbamos a hablar del tema- depende de ti el ruido que hagamos.

Mientras la besaba me había bajado la cremallera del pantalón y, sutilmente pero con firmeza, le empujé del hombro hacia abajo.

-

¡¿Pero aquí?! No por favor, nos pueden ver

–exclamó mientras intentaba resistirse.

Estaba cansado y no tenía ganas de perder el tiempo con tonterías. La empujé más fuerte.

- Oye, ¿quieres quitarte la multa o no? Aquí la tengo -le dije mientras metía la mano en el bolsillo y la sacaba- de ti depende si quieres que la rompa, pero decídete rápido que si no me voy.

Un atisbo de duda cruzó su cara, pero finalmente se puso en cuclillas, me la sacó y empezó a chupármela en el portal.

No lo hacía mal del todo, aunque de vez en cuando me arañaba con los dientes. Se notaba que no estaba muy acostumbrada a hacerlo, no se la metía del todo y de vez en cuando para respirar. Intentaba por todos los medios no hacer mucho ruido, pero en el silencio de la madrugada, se escuchaba el resonar de las pulseras que llevaba y los chasquidos de los labios cuando se la sacaba de la boca, acompañada de una bocanada de aire. Lo mejor que tenía es que no tragaba la saliva, por lo que tenía la poya totalmente mojada y a ella empezó a chorrearle cara abajo.

Saqué mi teléfono personal y empecé a grabar aquello. No era ni de lejos la mejor mamada que me habían hecho, pero tampoco era la peor. Aun así, me gustaba conservar un recuerdo de mis multas.

Cuando cambió de postura un par de veces, la levanté y le dije:

- ¿Ves? Nadie nos ha pillado. Subamos y terminamos de arreglar esto.

Con cara de resignación, se fue hacia el ascensor y lo llamó. Una vez dentro, pulsó el botón del 5º. Se me ocurrió otra perversión más.

- Quítate la camiseta y el sujetador.

Con los ojos como platos y blanca como la tiza, me miró.

-

Por favor, eso no. No sé si hay alguien, por favor.

- Quítate la camiseta y el sujetador, ya –mi mirada impasible se clavó en la suya.

Con los ojos vidriosos, a punto de romper a llorar otra vez, se puso el bolso entre las piernas y se quitó la camiseta y el sujetador. Al aire quedaron unas tetas de tamaño medio, con un poco de caída y unos pezones marrones algo grandes para el tamaño del pecho. Un par de lágrimas empezaron a rodarle por la cara.

- Venga, no llores mujer. Si antes de que te des cuenta esto habrá terminado .

Se abre el ascensor y nos plantamos en su puerta. Con cuidado de no hacer ruido, abre la puerta y pasamos. Nada más cerrar, la agarro por la cintura y la volteo hacia mí. Vuelvo besarla y ella simplemente se queda ahí, sin resistirse pero sin unirse.

Paseo mi mano por sus tetas, estrujándolas y pellizcándole los pezones con fuerza, consciente de que le estaba haciendo daño, pero sabiendo también que no gritaría con tal de no despertar a sus compañeros de piso.

Me llevó hasta su cuarto y cerró la puerta. Yo me quité la ropa, me puse un condón y me senté en la cama.

- Quítate la ropa que te queda y siéntate sobre mí.

Obediente, hizo lo que le dije y se la metió. Su culo me sorprendió, ya que tenía un culo realmente exquisito para como era ella, que sin ser fea era una chica del montón.

Mientras la movía arriba y abajo, me mojé un dedo y se lo metí por el culo, para ver si podía tener el gusto de poder percutirlo. No sólo era virgen analmente hablando, sino que además, por la reacción que tuvo, nunca le habían metido un dedo siquiera.

Instintivamente apretó el culo e intentó darme un manotazo para que le sacara el dedo, pero sólo consiguió que se lo metiera más profundo.

- *Para por favor, me estás haciendo mucho daño

­* –me dijo con las lágrimas saltadas, mezcla de la humillación y del dolor.

- No te preocupes, aunque quisiera no podría follártelo, no lo tienes abierto. Una pena, me habría encantado poder rompértelo. Venga, ponte a cuatro patas, que ya mismo termino.

Rápidamente, se puso mirando a la pared y volví a metérsela. Entre que tenía cargado los huevos, la mamada que me había hecho hace un ratillo y la follada de ahora, no me quedó mucho más tiempo para follarla.

- Date la vuelta y siéntate, que me quiero correr en tus tetas - le dije mientras la sacaba y me quitaba el condón.

Muy obediente, con ganas de terminar aquello ya, se sentó en el filo de la cama y echó los hombros hacia atrás, dejando totalmente expuesto el pecho, esperando recibir la corrida que pondría punto y final a su locura de noche.

Me di un par de meneos y le apunté a la cara, sorprendiéndola y entrándole parte de la lefa en la nariz y boca. El siguiente disparo le dio en las tetas, menos abundante, y ya para terminar le cayeron un par de gotas en las piernas. No había ido tan mal.

Con la poca dignidad que todavía le quedaba cogió un papel de su mesa y se puso a quitarse el semen de la cara, acompañado de las lágrimas que inevitablemente le brotaban.

- Bueno, parece que hemos llegado finalmente a un acuerdo, y yo soy hombre de honor - le dije mientras me vestía y sacaba la multa- Esto queda resuelto en mil pedacitos.

Rompí la multa delante de ella. Me terminé de vestir mientras ella se puso una camiseta y unos pantalones y recogía del suelo los trozos de papel. En ningún momento levantó la cabeza, pero la oía sollozar.

­- Venga mujer, que no ha sido para tanto. Peores polvos habrás echado. Además, te has librado de una buena multa, así que oye, ni tan mal ¿eh? Polvete y multa fuera. Ya quisieran muchas poder decir lo mismo cuando acaban el fin de semana.

Recogí mi chaqueta y, como colofón final a mi ritual, cogí la ropa interior que había llevado puesta, tanga y sujetador y lo guardé en mi chaqueta. Me vio hacerlo, pero ni siquiera consiguió articular palabra.

- Un pequeño recuerdo que me llevo de este grato momento. Buenas noches Rebeca, ten más cuidado la próxima vez.

A la media hora, estaba en la cama, dormido como un niño chico al que acaban de amamantar, con los huevos vacíos y la poya oliendo aún a saliva y coño.

Un par de semanas más tarde me tocó control otra vez, pero esta vez tenía un compañero nuevo conmigo, recién salido de la academia, así que lo tenía siempre pegado al culo viendo el procedimiento. No sólo no me permitía a mí maniobrar a mi antojo, sino que además las posibles multadas que pudieran quitarse la multa no se atrevían si había dos agentes en vez en de uno.

La noche, para colmo, estaba siendo bastante aburrida. Sólo gilipoyas borrachos, coches con 4 ó 5 mujeres y algún que otro drogado intentando hacer el pino para que se le pasase el colocón. Para colmo, el nuevo no se despegaba ni con agua caliente, por lo que encima ni siquiera podía recrearme en la visión de alguna de las conductoras.

Íbamos a empezar a recoger el chiringuito cuando escuchamos acercarse un coche que iba a hacer volar el motor. El que fuera o quería que lo paráramos o no sabía meter una marcha más. Se acercó un coche grande, de gama media-alta y la música bastante alta. Le hice la señal para que se parara y casi por poco me rebasa. Nos acercamos y bajó la ventanilla.

- Buenas noches, documentación por favor.

-

Buenas noches agente, sí, ahora mismo la saco.

Era una mujer de mediana edad, pelo rizado y castaño. Le echaba unos 45 años. Iba con un vestido ceñido de estos que asemejan piel de leopardo hasta el cuello y tacones altos, de los que parece que van de puntillas. Vamos, la típica mujer con una crisis de edad que quiere atraer todas las miradas sí o sí.

Me entregó la documentación: María, 47 años. Vivía en un barrio a las fueras. Se la veía bastante confiada.

- Estamos realizando un control de alcoholemia. Le voy a entregar una boquilla, la introduce aquí y sople fuerte hasta que oiga el pitido.

-

Claro agente, lo que usted diga

­- me dijo mientras sonería.

Se metió la boquilla todo lo que pudo en la boca y empezó a soplar mientras me miraba a los ojos. Aun teniendo a mi compañero al lado, la situación me estaba poniendo caliente como el pico de una plancha. Cuando el alcoholímetro pitó, le indiqué que ya podía retirarse, y en vez de abrir la boca como hacen todos, recorrió la boquilla con los labios. El alcoholímetro marcó 0’53.

- Señora, ha dado usted positivo, con una tasa de 0’53 mg/l en aire expirado. Ha doblado la tasa máxima permitida, por lo que voy a tener que multarla - le comuniqué mientras rellenaba la multa- Son 1.000€ y la sustracción de 6 puntos del permiso de conducción. Firme aquí por favor.

Sin que la sorprendiera del todo, firmó la multa y recogió su copia.

-

Vaya putada, ¿y esto de qué manera lo tengo que arreglar?

  • me preguntó mientras bajaba las manos y, en vez de recolocarse la parte baja del vestido, se la subió un poco más, sutilmente, dejando ver por encima de medio muslo sin enseñar nada más. El nuevo tenía los ojos como platos y antes de que abriera la boca, me adelanté:

- Tiene que ir y pagarla a la DGT o bien puede hacerlo mediante transferencia bancaria, tal y como se indica en el reverso del resguardo de la multa que ha firmado –y sin dar tiempo a que ninguno de los dos pudiera reaccionar, continué- Atencia, por favor, llévate los conos al furgón, que nos vamos.

Mi compañero, raudo, empezó a recoger los materiales que se encontraban a unos metros del coche, momento que aproveché para meter baza. Tenía sólo unos segundos, pero una oportunidad como aquella no la iba a desaprovechar. Llevaba una semana sin follar y no sólo de pajas vive el hombre.

- Mira, María, termino ya el turno. Si te parece, sígueme y espérame a la salida del aparcamiento de la comisaria y vemos qué podemos hacer para evitar ese desagradable incidente, ¿de acuerdo?

-

Claro, señor Agente

  • me dijo mientras me guiñaba un ojo.

Como había sido el último en multar, mis compañeros ya tenían todo prácticamente recogido, así que simplemente tuve que montarme en el coche y nos fuimos. Por el retrovisor, vi que mi amiga nos seguía con cierta prudencia. Bien, no había caído en ir pegada al culo. En cuanto llegamos a la comisaría, me cambié y recogí rápidamente mis cosas, no quería demorar las cosas demasiado. Salí con la moto del aparcamiento y allí estaba el coche; me puse al lado.

- Oye, María, vámonos a algún lugar apartado, no quiero que nos vean aquí.

-

Claro, no te preocupes, conozco un sitio discreto. Sígueme, y dame tu teléfono, por si acaso te pierdes

  • me dijo mientras me enseñaba su número en la pantalla del móvil-

Y por si acaso te perdieras y no pudieras llamarme, aquí tienes, para que puedas seguir mi rastro .

Acto seguido se quitó el tanga allí mismo y me lo dio, mientras me tiraba un beso. Estaba caliente y mojado. Pero para caliente estaba yo, que tenía la poya a punto de reventar. No sabía cómo colocármela sin que me doliera. Definitivamente aquello lo iba a disfrutar.

La seguí con la moto, y poco después nos fuimos alejando del centro de la ciudad. Me di cuenta que me llevaba a su barrio, por lo que quizás me llevaba a su casa. Mejor, no tenía ganas de estar incómodo en el coche. En un momento dado, aparcó el coche frente a una casa bastante grande. Dos plantas, con muro exterior que no permitía ver el jardín, bastante amplio. Se bajó del coche y aparqué la moto tras el coche, guardé el casco y la seguí hasta la puerta exterior, que ya había abierto.

En cuanto cerró la puerta, la puse contra la misma y la besé. Ya no aguantaba más, tenía los instintos primarios a flor de piel. No se lo esperaba, de hecho se llevó un ligero golpe en la cabeza contra la puerta, que resonó en la madrugada, pero me siguió el juego rápidamente.

Estábamos al raso, en un baile de lenguas y saliva que no hacía más que calentar el ambiente. Yo no paraba de magrearla por encima de la ropa y ella no hacía más que restregarse conmigo mientras me arañaba en la nuca mientras me agarraba del pelo.

Sin darme tiempo a decirle nada, se puso en cuclillas y me sacó el rabo, metiéndoselo golosamente en la boca. Pufff, madre mía, menuda comida. Se la metía casi hasta el fondo, en un movimiento rápido. Cuando se la dejaba dentro, notaba como me daba con la lengua. Al poco, se abrió de piernas todo lo que el vestido le permitía, que no era mucho, y empezó a tocarse. Se estaba calentando ella sola, ya que cada vez sus movimientos eran más rápidos y se la dejaba más rato quieta en la boca. Yo estaba ya a punto de reventar.

- María, para, que no quiero correrme en tu boca - le dije en voz baja y estremecida por el gusto. Cuando se la sacó, produjo un chasquido con la boca, a modo de beso. Pero no se levantó, se quedó allí en sentadilla, masturbándose, con mi poya a una lengua de distancia.

No me dio tiempo a decirle que se incorporara cuando empezó a gemir y un espasmo le recorrió el cuerpo. Se había corrido, y se recostó contra la puerta mientras recuperaba el aliento.

-

Perdona, me he venido arriba

  • soltó mientras se incorporaba. Tenía un hilo de baba en la barbilla y el pintalabios corrido-

¿Y qué me has dicho que tengo que hacer para poder quitarme la multa?

Madre mía, menuda guarra. A esta sí que le iba a dar caña y la iba a hacer llorar.

­- Vamos para dentro y te lo digo, que se me ocurren un par de soluciones.

Entramos y se dirigió a la escalera, un par de pasos por delante de mí. Aproveché y le levanté el vestido por encima de la cintura, dejándole el culo al aire. No sé si era por los tacones o por lo caliente que estaba pero allí delante tenía un culo que, no es que quisiera follar, es que me lo iba a follar. Además, me di cuenta de que tenía las piernas chorreando, de la corrida que acababa de tener.

Entramos en su cuarto y me señaló la cama.

-

Siéntate y ponte cómodo, que yo voy a cambiarme y a ponerme algo más cómodo

  • me dijo mientras entraba en lo que me pareció ver era un baño.

Aproveché tanto para quitarme la ropa como para observar lo que me rodeaba: cama de matrimonio pero sólo una mesita de noche con cosas, no había fotos en ningún lado, una tele en  la pared frente a la cama y otra puerta más, cerrada, aparte de la del baño. En definitiva, no había hombre en la casa, y por lo que había ocurrido hace cinco minutos, estaba realmente hambrienta.

Se abrió la puerta que estaba cerrada y apareció ella, en sujetador, con una bata semitransparente abierta y unas sandalias espartanas con tacón. Se había retocado el pintalabios.

-

Bueno, ¿qué se te ha ocurrido, señor Agente?

  • me dijo mientras se acercaba contoneándose. Pude ver que tenía el coño arreglado, sin estar depilado del todo. Además, se notaba la edad, puesto que lo tenía un poco abierto. Bueno, no pasa nada, en peores plazas hemos toreado.

- Pues para empezar me la vas a comer otra vez para mojarla bien. Luego ya veremos. Venga, de rodillas.

Se puso frente a mí y se la metió en la boca. Empezó el movimiento con la cabeza, sin llegar a metérsela del todo en la boca, pero eso ya lo había probado. Ahora se iba a comer la poya de verdad. Le quité la mano con la que me la sujetaba, delicadamente, y sin que se lo esperara, le agarré de la cabeza y empecé un rápido movimiento de la cadera, follándole la boca.

No se lo esperaba e intentó zafarse, pero no la dejé. Me agarró de los muslos con las manos hincándome las uñas, pataleando intentando respirar. Le solté la cabeza y se echó para atrás, saliéndole de la boca una cascada de babas que le cayó por las tetas y empapando el suelo. Me puse en pie y la agarré por el pelo. Tenía las lágrimas saltadas y boqueaba.

- No vuelvas a arañarme, puta. Venga, quítate el sujetador, que quiero verte las tetas y ponte a cuatro patas, que tengo ganas de probar ese coño usado.

Mientras me ponía el condón, hizo lo que le dije y ya la vi desnuda entera. Tenía las tetas medianas, sin llegar a ser unas tetazas pero que podían dar mucho juego. Parecían más grandes porque los pezones los tenía pequeños, sin aureola prácticamente. Se notaba la edad, puesto que las tenía algo caídas, se notaban algunas arrugas en el cuello y las manos y algo de estrías. Me pareció curioso que apenas tenía barriga y la posición de las sentadillas no pareció incomodarle, así que supuse que hacía algo de ejercicio.

Cuando se puso a cuatro patas, me puse por detrás y se la metí del tirón. No hubo mucha resistencia, ya que seguía mojada de la corrida de antes. Directamente empecé una fuerte embestida, resonando por el cuarto el chocar de mi cadera con su culo.

-

Ay…aaaahh…sí, sigue…no pares…por favor, me vas a reventar el coño.

De ella manaba una cascada de líquidos que bañaba sus piernas y la cama, que empezaba a oscurecerse por absorber todo lo que le estaba cayendo. Aproveché y me mojé un par de dedos con sus flujos y se los metí por el culo. Hubo un poco de fricción, pero entraron casi sin problema. Bien, tocaba cambio de agujero.

-

Uffff…¿y con esto ya me quitas la multa?­

  • me preguntó mientras le metía los dedos en el culo.

- Te voy a romper el culo y entonces ya veremos si te la quito. Depende de cómo te portes.

Acto seguido, se la saqué del coño y le escupí en el agujero del culo. Entre mi escupitajo y lo mojada que la había sacado, no debería oponer mucha resistencia. Apunté y empujé.

-

¡¡¡¡AAAAAHHHHH!!!! ¡¡¡POR DIOS, ME HAS ROTO EL CULO!!!

Su grito resonó en toda la casa, y no sé siquiera si en las casas colindantes se habrían enterado, pero no era problema mío. Yo seguí con el bombeo que llevaba segundos antes, disfrutando del movimiento de carne que se producía en cada embestida. No era un culo virgen, ni muchísimo menos, pero estaba bastante apretado. Ya notaba como iba a correrme.

-

Aaahhh, aaahhh, por favor, para, me estás reventando

  • me suplicaba mientras mi poya entraba y salía de su culo.

- Cállate zorra, tú querías quitarte la multa y eso es lo que estás haciendo. Nadie te ha obligado. Además - le dije mientras le metía un par de dedos en el coño, lo que hizo que el flujo volviera a salir- no parece que te esté disgustando demasiado. Ahora date la vuelta y abre la boca.

La saqué del culo y me quité el condón. En lo que se dio la vuelta y se puso de lado, pues no podía sentarse ni en la cama, me la terminé de menear para correrme. Le metí la punta en la boca y le eché toda la corrida dentro.

- No te lo tragues aún, espera - le dije mientras me acercaba a mi ropa y sacaba el teléfono. Le hice un par de fotos, para pajas posteriores- ahora échatelo sobre las tetas y lo recoges y te lo vuelves a tragar.

Con la saliva que había ido generando, le salió como un torrente de la boca, chorreándole barbilla abajo, cayéndole en las tetas y en el estómago. Con una mano, lo recogió como pudo y se lo volvió a echar en la boca, tragándoselo esta vez.

Empecé a vestirme y le di la multa.

- Aquí tienes María, ¿ves como no ha sido para tanto? Te has librado de una buena ¿verdad? - le dije mientras rompía el papel y se lo daba. Se levantó como pudo y se puso el sujetador- No no, quítate el sujetador. Me lo llevo de recuerdo.

-

Está bien, aquí tienes. Por favor, no le cuentes esto a nadie.

- No te preocupes, nuestro pequeño secreto está a salvo.

Me terminé de vestir y me fui. La verdad es que había sido un polvo muy delicioso. Ojalá todas fueran así, aunque eso significaría que ninguna de mis multas llegarían a jefatura.

Un par de días después, encendí el teléfono “de las operaciones” para borrar los números que había ido recopilando. Cuantas menos pistas dejase, mejor. No quería arriesgarme a que alguien me cogiera el teléfono. Las fotos siempre las pasaba al ordenador, así que no me preocupaba tanto.

Encendí el teléfono y mientras cogía red, me fui a prepararme un café. Cuando volví, vi que tenía un mensaje. Un MMS. Curioso, con el tema del whatsap pensaba que ya nadie utilizaba ese sistema, y menos que me lo mandaran a ese teléfono, puesto que no lo usaba para nada más que para cuando tenía que llamar a mis multadas.

Abrí el mensaje y era un vídeo acompañado de un texto. Puse el vídeo a descargar y leí el texto: “¿De qué manera lo puedes arreglar?”.

En el vídeo se me veía a mí forzando a María a comérmela y se me oía decir “No vuelvas a arañarme puta”. La siguiente escena estaba ella justo de frente a la cámara, mirándola y con las lágrimas saltadas y se le oía decir “Por favor, me vas a reventar el coño”. La siguiente escena es ella con las lágrimas saltadas y gritando “ME HAS ROTO EL CULO” mientras acto seguido le decía “Cállate zorra, tú querías quitarte la multa. Ahora date la vuelta y abre la boca”.

Aquello no podía ser verdad, me estaba chantajeando y además había hecho un montaje para que pareciera que la estaba violando. Justo debajo del vídeo había un tercer mensaje, de texto, que decía lo siguiente: “Si no quieres que esto vea la luz, ya sabes dónde encontrarme. Hablemos”.

Mierda.