La caverna del Malo

De como mi tatuador me hizo gozar como nunca lo habia hecho con nadie.

Esta historia la cuento, porque, creo que ha sido una de las más bonitas que he tenido sexualmente hablando, uno no sabe jamás donde va a encontrar el amor, o donde va a tener las mejores fantasías sexuales. De ello tan sólo hace una semana, en la que me siento como en una nube.

Llevaba tiempo deseando tener un tatuaje, estaba buscando modelo, y lugar apropiados, sabía que era una decisión importante, y para toda la vida, por ello, que, como siempre me sucede, esperé y medité sobre ello. No me gusta precipitarme, y creo, que esta vez no lo hice. Aquel día hacía calor, tras navegar por Internet en busca de algún modelo que se asemejara a lo que me gustaba, y con las ideas claras, me duche, me puse una mini blanca, y un top negro, unas sandalias y me fui en busca de un buen lugar para ser tatuada. Supuse que esas cosas siempre se hacen sin prisa, que me tomarían datos, que me darían cita, por eso no estaba nerviosa, al contrario, pensé que, eso me daría tiempo para tranquilizarme y pensarme muy bien, lo que estaba a punto de hacer.

Llegué al primer salón de tatuaje, no me gustó, el sitio era muy oscuro, sin luz, el chico tenía una música muy fuerte, los ACDC sonaban como si estuvieran dando un concierto allí mismo. Me pareció antihigiénico. Salí un poco desilusionada. Paré en una terraza a tomar un refresco, hacía calor, y necesitaba poner mis ideas en claro. ¿Estaba realmente segura? ¿Me arrepentiría?

Tomé el refresco sin prisa, me puse un mp3 y fui escuchando mi canción favorita, inmersa en ella, llegué al segundo sitio de tatuajes. "La caverna del malo" vaya nombre para un lugar de tatuajes. Entré, y vi con gran asombro un lugar acogedor, había una sala de espera, como en los dentistas. Toda llena de póster de tatuajes, música étnica sonando, e incienso quemándose. No había nadie. Al cabo de un rato, mientras ojeaba una revista sobre el tema, salio Néstor. Néstor era el tatuador, un chico atlético, moreno, de pelo largo y liso, con bastantes tatuajes. Me preguntó que quería y le expliqué lo que quería hacerme. Quería tatuarme un conejito de play boy en el culo. Una cosa pequeña, pero sensual, que sólo ciertas personas tuvieran acceso. ¿Era poco original?

Néstor me dijo que, al ser pequeño, no tardaría más de 15 minutos, que al ser verano, no tenía gente, y que, si estaba dispuesta, podía hacérmelo ahora mismo. La idea me aterró. No me gustaba mucho no estar preparada. Sin embargo, si había dado el paso, no tenía que arrepentirme. Le dije que sí. Me llevó a una sala, y me enseñó un libro con diseños,

ambién me explicó el proceso, y me enseñó todos los utensilios que iba a utilizar, así, me tranquilizó, todo estaba muy limpio, todo era desechable.

Me despojé de mi minifalda, y me tumbó en una camilla, estaba temblando, el solo hecho de pensar en que mi culo iba a ser traspasado por esas agujas me asustó. Néstor debió notarlo. Me tranquilizó, me dijo que serían sólo diez minutos. Comenzó a darme vaselina en la zona, preparó la calcamonía donde después iría mi tatuaje, y empezó a tatuarme, lejos de sentir dolor, aquel hormigueo constante me gustó. No sé si era Néstor el que me gustaba, su forma de hablarme, de tranquilizarme, de tocarme, la verdad que todo aquello era raro en mí. El roce de las manos de Néstor me excitaba, hubo un momento que… quise volverme y hacerlo mío, estaba desvariando… Pero no debía ser tanto, no sé si él lo notó, o que pasó exactamente... el caso es que, sin terminar el tatuaje, noté como sus manos empezaban a acariciar mi trasero, lo hacía tímidamente, esperando algo de mí, pero yo no sabía si responder, si aquello era fruto de mi imaginación, o si, realmente, estaba sucediendo. Dejé pasar el tiempo, esperaba que me dijera que aquel tatoo ya estaba hecho, que me podía ir a casa, ¿realmente quería eso? Debía estar segregando hormonas femeninas a diestro y siniestro.

Las manos de Néstor seguían mimándome, al rato, dejó de tatuarme, le pregunté si había terminado, y me dijo que no. Que faltaba un último detalle, que, si me parecía bien, era de su invención, unas letras élficas debajo del tatoo, iban a ser muy pequeñas. Le dije que, adelante que por mí no había problema, el artista era él.

Al decir eso, sacó un tarrito de vaselina diferente, y comenzó a hundir sus dedos en mi culito, poco a poco, atravesando aquella parte que hasta ahora, jamás había tocado ni traspasado nadie en mí. Sin embargo, la excitación y el morbo que él me causaba, me dejaron hacer, no me importo nada, Néstor me introdujo dos deditos en el ano, mientras me chupaba la espalda, me acariciaba con la otra mano mis senos, yo estaba muy caliente, demasiado, aquello era nuevo para mí, desde luego, nunca había hecho el amor con un desconocido, jamás me había pasado nada igual, por supuesto, sin embargo, aquel chico me ponía, me daba morbo, me dejé llevar, porque no. Pensé que la vida son cuatro días, CARPE DIEM.

Néstor siguió con su juego, no paraba, la música étnica sonaba, mientras él, despacio me introducía más y más los dedos en mi ano, lejos de no gustarme la sensación me volvía loca, me encantaba, me retorcía de placer, comenzó a morderme la espalda, eran mordiscos cortos, pero intensos, como si siguiese tatuándome, pero me encantaba, era un placer diferente, tan insólito para mí, que me encontraba completamente mojada.

De eso, bien se dio cuenta él. Aunque el sabía lo que hacía, por delante ni me había tocado, el se centraba en mi culo, en mi espalda, en mi parte posterior. Y bien que lo hacía… al rato de besarme, morderme, e introducirme los deditos en el culo, y sin darme opción a darme la vuelta, Néstor sacó su aparato sexual, y me dijo que iba a hacer de mí, puro placer. Pensé que me dolería, pero no fue así, ni siquiera se lo vi, seguía tumbada en la camilla. Aquello me excitaba más, lejos de crear en mí, inseguridad, me estaba dando mucho placer, mucho morbo, ser penetrada por alguien que no conocía, de aquella forma, sin verlo, sin tener el poder, era todo tan sensual, que, no tardé mucho en tener mi primer orgasmo. Sí, fue así, con su pene en mi culo, dándome pequeños empujones, mientras me agarraba el pelo, y tiraba suavemente de él para hacerse con mis labios y penetrarme con su lengua, llevaba un pircing en ella, que jugueteaba con mi lengua, el frío acero, el placer de sentirme poseída por detrás, todo, era tan placentero, que, en mi orgasmo, gemí de tal manera, que, al acabar, ambos empezamos a reírnos. No podía parar, estaba fuera de mí, le dije, que se corriera en mi culo, que quería notar la sensación de que lo hiciera dentro de él.

Aquello le excitó, me dijo "Te voy a dar el mayor placer que jamás un hombre te ha dado" a mí, me sonó un poco a la típica frase que todos los hombres españoles llevan dentro y tienen que soltar alguna vez, el típico macho español, jaja, sin embargo, no tardaría mucho en darme cuenta de que, aquellas palabras, bien llevaban parte de razón. Néstor se corrió en mi culo, dentro de él, pero acto seguido, me volteó, y sin darme tiempo a respirar siquiera, me introdujo su pene, otra vez que ni siquiera lo veía, tan sólo lo notaba, duro, muy duro, y caliente, aquel sexo estaba cada vez más duro y más grande, realmente sabía lo que se hacía, me quitó de un mordisco la camiseta, y me la rompió al hacerlo, tiró con fuerza de mi sujetador, despojándome de él, y dejando mis pechos a su antojo. Allí estaba, sumisa para aquel extraño, aquel tatuador, que me estaba dando el mayor placer de mi vida.

Me mordió fuertemente los pezones, me puso mis piernas por encima de su cabeza, rodeándole, entonces… sacó un consolador de acero que tenía en una de las neveras donde guardaba los enseres a esterilizar, y mientras me golpeaba fuertemente mi sexo con su sexo, me introdujo el consolador en el culo. Aquello estaba frío, el contraste del frío de aquel aparato y el calor del suyo, me hizo sentir el segundo orgasmo, era como hacer un trío, pero sola con aquel hombre, con aquel tipo que bien sabía lo que hacía.

-¿Ese aparato… también tatúa…? -Bromee

-No creas que lo hago siempre, si te digo lo que me ha pasado no me creerías, pasé por un sex-shop mientras venía, y lo vi en el escaparate, no sé porque me entraron ganas de comprarlo, quizá sea el destino chica

-Quizá lo sea, porque yo tampoco tenía ideas de tatuarme. Nos reímos, y nos fundimos en un abrazo y un beso, que duró largo rato. Creo que, incluso, llegué a dormirme cinco minutos en sus brazos. Aunque, no tardaría mucho en despertar, noté algo fresco en mi sexo, allí estaba Néstor con una toalla, limpiando todo mi jugo sexual, todo mi placer, mi excitación. Una vez así, no tardé en notar su cálida lengua en mí sexo, jugaba con mi clítoris, lo mordisqueaba, lo chupaba, lo agarraba entre sus labios, me miró a los ojos y me dijo, que jamás había sentido nada igual. Quise creerle, que más da. No importaba, me estaba gustando. Le agarré la cabeza, y le hundí más y más en mi sexo, quería sentirlo mucho más, cerré los ojos.

Mi sexo se humedeció al completo, no aguanté más y volví a correrme, en su boca, sin avisarle, sin darme tiempo a nada, me sentía como una quinceañera descubriendo su sexo, su cuerpo, me sentía avergonzada, pero me sentía bien, muy bien, tremendamente bien. Néstor sacó su sexo, me miró a los ojos, y se corrió en mis tetas, su semen caliente chorreaba por mi senos, me besó en los labios, cogió una toalla limpia, y me limpió.

-Voy a terminar el tatoo, guapa- Me volteó, me puso de espaldas, sacó la máquina de nuevo, y siguió tatuando, como si nada hubiera pasado.

Debajo del muñequito de play boy, en letras élficas, había algo escrito, pregunté que significaba, y me dijo, que era su nombre. Lejos de arrepentirme o de sentirme cabreada, me gustó la idea, me sentí orgullosa, jamás olvidaría aquel día.

_¿cuanto te debo Néstor?

-Nada cielo, esto es gratis, ha sido un placer conocer a la chica más maravillosa del planeta. Espero volver a verte algún día, ¿vale?

Me guiñó un ojo, me vestí, y salí con una sonrisa, delatadora.

No hace mucho tiempo de esto, pero ya estoy pensando en mi segundo tatuaje