La casona del tigre

Decidimos con mi mujer pasar unas vacaciones diferentes compartiéndolas con una estudiante de psicología que quería vivir una experiencia para presentar su tésis.

LA CASONA DEL TIGRE.

Decidimos con mi esposa tomarnos unas vacaciones diferentes. Alquilamos una casona antigua pero confortable para pasar el mes de marzo y planificamos todo lo que necesitábamos para instalarnos y no tener que retornar a tierra firme.

Necesitábamos alguien "especial" que nos acompañase, tarea que nos demandó un tiempo previo de entrevistas que solicitamos por el diario. Al fin dimos con la que consideramos la candidata ideal. Era una estudiante de psicología de 21 años, uruguaya que quería hacer un trabajo relacionado con la sensualidad del hombre y la mujer y buscaba tranquilidad y aislamiento para pensar y desarrollar el tema. Enseguida me di cuenta que era una mujer libre pensadora, dispuesta a lograr sus objetivos. Nos envió su currículo y sus pretensiones económicas que estaban de acuerdo a nuestro presupuesto, y la citamos para el día siguiente.

Puntualmente llegó María Paula al consultorio, durante la entrevista la observé detenidamente. Me impresionó por su belleza y su determinación. Era rubia, alta y de piernas magníficas. Nos agradeció el haberla tenido en cuenta, y rápidamente nos pusimos de acuerdo. Le encantaban las tareas de las casa y cocinar, pero especialmente "recibir órdenes de sus patrones", y "recompensas" por cumplir con lo que se le pedía.

Marta quedó tan encantada como yo y le prodigó todo tipo de halagos resaltando sus atributos. ¿Pasaríamos las vacaciones soñadas?.

El martes primero de marzo estábamos los tres abordando la lancha que nos transportaba a la casona de la isla sobre un brazo del Sarmiento, adonde llegamos luego de una hora de navegación.

Desembarcamos y nos despedimos del lanchero que pasaba una vez por día por si necesitásemos algo, y nos instalamos con todo nuestro equipaje.

La casona era antigua pero muy bien cuidada. Constaba de tres habitaciones amplias, un amplio living comedor, dos baños completos y una cocina moderna recién reciclada. Todo estaba construido sobre pilotes para evitar posibles inundaciones, y el porche techado construido sobre la entrada, le daban un aspecto pintoresco y acogedor.

Habíamos elegido el lugar apropiado por la tranquilidad y la belleza natural del delta.

Al día siguiente muy temprano nos despertamos con el trino de los pájaros y el ruido de las aguas que acariciaban la playa y el embarcadero. Era todo un espectáculo observar esa mañana maravillosa de sol y disfrutar del aire puro que insuflaba nuestros pulmones alejados de la polución y las estridencias de la ciudad.

Me saludo María Paula, que tomaba sol con una bikini diminuta que mostraban su cuerpo casi desnudo. Estaba bellísima, el pelo recogido y tirante enmarcaba sus ojos almendrados y su rostro con una boca carnosa y sensual me excitaron al imaginarla gozando al hacer el amor.

La llamé para desayunar y compartir la mesa con Marta. Tomamos mate y ella como buena uruguaya se propuso cebarlo, con la yerba que había traído. Charlamos de diversos temas, hasta que Marta intrigada le pregunto por la razón que la había traído y decidido por nuestra propuesta. Sin tapujos le respondió que había intuido que éramos un matrimonio moderno, y durante la entrevista, se había dado cuenta que haríamos realidad su fantasía y pudiese completar su trabajo.

Pasamos ese día magnífico disfrutando del día soleado y degustando un asado bajo los árboles. Al atardecer, luego de bañarnos en el río comimos los restos del almuerzo, y antes de acostarnos colocamos una película escabrosa de las que habíamos traído para pasar el verano, la que sirvió para comentar la intrincada mente del hombre en las relaciones humanas.

Esa noche la habíamos ideado con Marta. Tendríamos relaciones sexuales sin cuidarnos de María Paula y veríamos su reacción, ya que se hospedaba en la pieza contigua.

Nos acostamos tarde, luego de brindar con champán y dejamos la puerta entreabierta. Marta se duchó y se colocó la lencería erótica a propósito para la ocasión. Estaba divina y sensual. Su cuerpo maduro conservaba sus magníficas formas. Las bragas negras, el portaligas y un diminuto corpiño transparente realzaban sus tetas generosas con sus pezones oscuros que parecían querer salirse de su encierro. Se calzó con zapatos de tacos altos que le daban un porte elegante con sus piernas torneadas y sus finos pies. Elogié su belleza en voz alta, y puse una música romántica que envolvió el ambiente en un clima acorde para una noche especial de amor, sexo y placer.

Comenzamos a bailar apretados y mi verga se fue endureciendo al refregarse en la pelvis de Marta. Yo estaba cubierto solo por el boxer que dejaba traslucir el tamaño de mi erección, y mientras nos besábamos pude ver a María Paula observando la escena a través de la hendija que dejaba la puerta. No se apartaba y parecía disfrutar y estar atenta a todos nuestros movimientos.

A propósito, junto con Marta entramos en un juego sensual, ella también había advertido a Paula, y le encantaba exhibirse. Al principio palabras delicadas insinuándome, pero luego frases obscenas, y respuestas cargadas de erotismo, crearon el clima. Sobre la cama, Marta de espaldas y sin sacarse la lencería me recibió abierta de piernas entre jadeos y gemidos de placer, le bajé el corpiño y me dediqué a darle placer a sus senos y pezones duros por la calentura. Me pedía más y más. Luego la coloqué de bruces sobre la cómoda y le introduje mi verga por el culo entre expresiones de dolor y placer de Marta que gozaba con la cogida. Eyaculé y Marta tuvo un orgasmo ruidoso y prolongado, y entre palabras entrecortadas me pidió ser su esclava.

Fue entonces que Paula que no se había perdido detalles, irrumpió en la habitación y nos pidió ser ella la que estaba dispuesta a asumir el rol de sumisa y experimentar en si misma, los dolores y placeres para completar su tesis.

Enseguida aceptamos pues era lo que habíamos pergeñado con Marta antes de las vacaciones. Fui a la cómoda y traje un par de cuerdas. Le pedí a Marta que desvistiera y atara a Paula que iba a saber lo que era la sumisión y la dependencia.

"Si mis amos", fue su respuesta, "Estoy dispuesta a todo, para complacerlos".

Era hermosa e inteligente esa uruguaya que habíamos elegido.

Luego de atarla me acerqué y como no podía defenderse, besé su boca y le pedí que me respondiese. Su lengua húmeda se entrelazo con la mía y gocé jugando con su saliva. Luego besé y le pellizqué los pezones. Me pareció deliciosa la areola y la dureza de esos senos jóvenes y firmes. De mientras mi mujer, le abría las nalgas por detrás y le besaba y lamía la concha y el orificio anal. Paula parecía una virgen crucificada. Se retorcía de placer y nos rogaba que la penetrásemos.

Sabiendo que podía gritar en el siguiente paso le coloqué un tapabocas. Un consolador mecánico de un enorme grosor manejado por Marta se lo insinué en la concha, y comencé a golpearla suavemente con un rebenque de cuero. Las nalgas se enrojecieron rápidamente. Comenzó entrando el consolador de a poco, mientras yo lo dirigía y con mi boca estimulaba el clítoris. Quería gritar pero no podía. La vulva se abrió totalmente para recibirlo. El aparato entraba y salía de la vagina. Veía su rostro demudado y sus ojos buscando en los míos misericordia hasta que tuvo su orgasmo.

Fue una noche maravillosa y luego de desatarla y liberarla totalmente tuvimos sexo entre los tres. Paula había resultado una diosa en la cama y en tren de confesarse nos dijo que lo vivido había sido mucho más placentero que lo que había imaginado.

Nos dormimos abrazados con mi promesa de seguir siendo sus dueños y ella nuestra esclava y explorar hasta el límite el placer y la resistencia del ser humano.

Cuando nos volvamos a encontrar les relataré como la sodomizamos y la hicimos gozar cuando le introdujimos el consolador por el culo y mi mujer con una prótesis la cogió sin miramientos.

Munjol