La casita de atrás

Fui sin ganas a una fiesta y al final encontré una diversión alternativa...

Miranda se acercaba y me llamaba a gritos -¡Paula, Paula!- Pensé que estaba loca, gritando de esa manera en medio de la calle. La gente la miraba con caras raras y seguro que pensaban como yo.

-Ya tenemos plan para esta noche- me dijo.

-¿ Esta noche? Yo creía que nos quedaríamos en casa viendo la tele...

  • Pues no guapa, hoy toca salir, que con los exámenes de final de curso apenas hemos podido divertirnos, ya me entiendes..-me contestó con cara pícara.

La verdad es que tenía razón, nos habíamos pasado las últimas 3 semanas en casa estudiando como locas; menos mal que tanto esfuerzo tuvo su recompensa con unas calificaciones de matricula de honor por lo menos. Así que al final me deje llevar y claro, entre quedarse en casa viendo la tele o salir por ahí, pues prefiero la segunda opción, que tiene un abanico de posibilidades mucho más amplio.

-¿Y qué plan tienes entonces?- pregunté sin apenas curiosidad pues ya sabia la respuesta.

  • Bueno, me han dicho que dan una fiesta en casa de un chico de la facultad y puede ir cualquiera, no importa que no lo conozcamos.

-Ah...que vergüenza ¿no?- respondí enseguida que acabo de hablar. Esa clase de fiestas me daban vergüenza por que es muy triste ir a la fiesta de alguien que ni conoces y que probablemente, con la de gente que puede haber, ni lo conozcas.

Ella siempre tenia respuestas para todo, así que me convenció diciéndome que una vez en la fiesta, ya buscaríamos al anfitrión y nos presentaríamos para darle las gracias por dejarnos entrar.

Miranda y yo vivíamos juntas en un piso que alquilamos cuando entramos en la universidad, nos llevamos muy bien a pesar de tener personalidades distintas, se puede decir que ella me da lo que a mi me falta y yo lo mismo a ella.

Miranda y yo en general tenemos el mismo cuerpo, la misma talla y la misma altura. Las dos estamos delgadas pero con formas, como digo yo siempre. Yo tengo los ojos azules y el pelo largo, rojizo y ondulado, el corte es muy parecido al de Miranda pero ella es castaña de ojos verde oscuro. Mis labios son más bien gorditos, pero no mucho, y me gusta llevarlos siempre pintados con brillos de sabores.

La noche había llegado, ya estábamos listas y habíamos salido de casa para coger el coche hacia el lugar donde se celebraba la fiesta cuando Miranda hizo un gesto como de que se había olvidado algo y subió corriendo a casa. Yo mientras arranque el coche y la esperé. Llegó muy rápido con algo en la mano; era una caja de preservativos. Solté una carcajada y vi como los sacaba todos y metía unos cuantos en mi bolso y lo mismo en el suyo a la vez que me decía:

-Te he metido 3 y yo me quedo con otros 3, no te lleves a nadie a casa, ya sabes las normas, en casa sólo novios, nada de rollos de una noche.- me explicó con una voz de madre protectora que acabó con una risa maliciosa.

  • Ya te expliqué que la vez que me pasó eso fue por que no teníamos otro sitio donde estar, el vivía con sus padres y como comprenderás...no había alternativa, ¿o crees que debería haber dejado pasar la oportunidad de acostarme con aquel chico que traía loca desde el primer año?

Miranda me miró con una sonrisa comprensiva, esa norma la pusimos entre las dos para evitarnos situaciones incómodas pero si no había más remedio que ir a casa, pues todo sea por la causa, ja ja ja.

Mientras tanto yo ya estaba circulando por las calles dirigiéndome a las afueras donde estaba aquella casa. Llegamos pronto y había un ambiente frenético, aquello parecía una fiesta universitaria pero como en las películas americanas, las latas de cerveza y los cubatas no faltaban por ninguna parte, la gente gritaba, bailaba, por todos lados había parejas revolcándose en sillones y esquinas, vamos un descontrol.

Ya dentro intentamos buscar un lugar donde dejar los bolsos o sentarnos. Había una mesa redonda con sillas alrededor y estaba casi vacía, nos acercamos antes de que nos quitase alguien el sitio.

La casa era enorme, con dos pisos por lo menos, con jardín en la entrada, y jardín trasero, con su respectiva piscina y una casita muy pequeña de una o dos habitaciones al otro lado. La decoración era muy clásica pero actual, no estaba anticuada, todo muy elegante pero siempre funcional..

Miranda se levantó a bailar cuando vio a unas compañeras de clase. No me dijo nada por que pensó que la seguiría pero me quedé allí sentada, la verdad que me sentía un poco aprovechada por estar en aquel lugar en el que yo no pintaba nada, así que me quedé sola. Al otro lado de la mesa redonda estaba un chico sentado tomando algo. Miraba por la ventana como la gente se bañaba, me fije y hasta algunos estaban desnudos. Su cara era de aburrimiento y a veces de asombro ante algunas escenas de los de la piscina.

Estuve un rato mirando su reacción y pensando por mi cuenta pero mis pensamientos me hicieron olvidar que seguía mirándolo fijamente y cuando hizo un movimiento con la cabeza para dejar de mirar a la piscina y mirar lo que ocurría a su alrededor se dio cuenta de que lo estaba observando. Al principio parecía extrañado, incluso serio pero al ver mi reacción de vergüenza, sonrió y me saludó. Me levante y me senté a su lado para hablar con el, su cara me sonaba de la facultad. Me contó que la casa era suya pero que la fiesta la daba su hermano, le pregunté que dónde estaba por que le quería saludar pero me dijo que hacía cosa de una hora se subió al segundo piso con dos chicas a cada lado. Estaba muy agobiado por que odiaba las fiestas superficiales de su hermano, que estaba allí por que esperaba que algún amigo suyo viniese pero nadie aparecía. Seguimos hablando de otras cosas y me pude fijar que cuando me hablaba su mirada se dirigía a mis pechos, más concretamente a mi escote, que era bastante generoso pero no parecía incomodarme, la verdad que más incómodo parecía el y de pronto se levantó y como con prisa me dijo que ya se iba.

  • No te vayas, quédate un ratito más conmigo – le dije rápido.

  • No mira, no me encuentro bien, me duele la cabeza con la música. Estoy en la casita que hay al otro lado de la piscina. Allí tengo una televisión y videojuegos para entretenerme hasta que se vayan todos, además estoy más tranquilo.

Se dio la vuelta y se fue. Pensé en seguirle pero Miranda me hacía gestos para que fuese con ella. Me levanté y me reuní con el nuevo grupo que se había formado. Era gente de mi clase pero no tenía demasiada confianza con ellos así que sólo escuchaba la conversación mientras me movía al ritmo de la música.

Pasó el rato y Miranda estaba muy eufórica, había bebido un poco y se le notaba, encima ya tenía " plan" pues estaba colgada del cuello de un chico que yo ni conocía y se les veía tontear. Minutos después mientras yo ya sólo me dedicaba a beber y bailar conmigo misma se acerco Miranda y me dijo que se iban a algún sitio para estar solos. Estaba contenta por ella pero pensé un poco en mi y me sentí como el chico que acababa de conocer.

Y acordé de él así que se me ocurrió ir a verlo a la casita de atrás.

Salí por una puerta trasera, crucé la piscina por medio de la gente que salía y entraba del agua, llegué a la puerta atravesando un jardincito y entré.

Lo que esperaba encontrarme era a un chico viendo la tv o como mucho jugando a los videojuegos, como él me dijo, pero lo que vi fue algo totalmente distinto. Estaba tumbado en un sofá amplio y cómodo, con la espalda apoyada en unos enormes cojines; tenia su mano puesta en la entrepierna y estaba acariciando suavemente, pero con decisión su enorme pene.

No supe que hacer y me quedé allí parada con cara de sorpresa, el chico también se quedó quieto pero no se tapó tan siquiera. Cuando reaccioné me dispuse a cerrar la puerta e irme pero el me dijo que entrase. Estaba distinto mucho más comunicativo, no estaba tan agobiado como en la casa. Me pidió que me sentara y se explicó.

  • Cuando te vi me puse muy caliente, nunca se me acerca nadie, y tu eres tan guapa, mientras hablamos me puse fatal, no aguantaba más de la excitación, estaba muy caliente, perdona por ser tan sincero pero es que ya lo has visto. Quería venir aquí a masturbarme, ya no aguantaba más.

La verdad que yo casi ni me di cuenta, tenía una cara de agobio que pensé que estaba así por la fiesta pero se ve que no, que su agobio se debía a su excitación.

Cuando acabó de hablar se quedó callado y yo hice lo mismo, no sabía que decirle y yo me estaba excitando al pensar en lo que vi y en lo que me acababa de contar. Lo único que se me ocurrió decirle después de esa pausa incómoda fue: - ¿me dejas que te ayude?- y le cogí la polla con la mi mano sin esperar respuesta. Ante mi reacción el se abalanzo sobre mi y me besó tan dulcemente, tan apasionadamente... me encantaba. Fue muy rápido todo, entre besos ya estábamos los dos desnudos. Era un chico delgado pero sin ropa se le notaban unos músculos que con ella se disimulaban muy bien, por desgracia. Tenia el pecho suave, depilado, como los genitales.

Me besaba por todas partes, se hundía en mis pechos, grandes y firmes, lamía mis pezones pequeñitos y erectos. Subía al cuello y me besaba y chupaba, mientras, su mano recorría mis nalgas y mi espalda y se acercaba a mi pubis muy bien depilado. Metió la mano buscando mi clítoris y lo acarició a conciencia mientras de vez en cuando introducía dos dedos dentro de mi vagina y los sacaba para seguir masturbándome el clítoris.

Yo me deje hacer pero ya no tenía su polla en mi mano, me tenía excitadísima y no era capaz de concentrarme en nada más aparte de en su mano acariciándome. Estaba sentada en el sofá casi tumbada y en la postura perfecta para que el acercase su boca a mi sexo que estaba ya muy húmedo. Se lo pedí y me obedeció en silencio. Su lengua lo recorría todo y se detenía en el clítoris como antes lo hubo hecho con sus dedos, chupaba con dulzura produciéndome un placer indescriptible, no quería que parara pero tampoco quería acabar tan pronto, prefería esperar a algo mejor.

-Ahora me toca a mi- me incorporé y lo hice sentar igual que lo estaba yo, me arrodillé entre sus piernas abiertas y me introduje su pene en la boca. Era muy grande y estaba completamente dura. Le chupaba la punta, jugando un poco con ella mientras con una mano le tenía cogido el resto de la polla y hacía movimientos arriba y abajo masturbándole. La lamía de arriba abajo hasta los testículos mientras el gemía sin poder controlarse.

  • Para, para, para.. no sigas por que no creo que aguante mucho más- y se levantó incorporándome a mi también.

Se acerco a la puerta y la cerró con llave por dentro, corrió las cortinas y vino directamente hacia mi estrechándome entre sus brazos, acariciando mi piel, besando mi cuello...mis labios...

  • Ven conmigo, vamos a la habitación de al lado- me susurró

La casa en efecto era pequeñita, sólo constaba de una salita de estar, un baño y un dormitorio en el que cabía una cama de matrimonio y poco más.

  • Quiero que cierres los ojos y que me dejes tener a mi el control- siguió susurrando- túmbate en la cama.

Y así lo hice, me tumbe totalmente estirada mirando hacia arriba. Pero enseguida note como el se acercaba y me daba la vuelta. Me hizo poner de rodillas con las manos apoyadas en la cama, en la famosa postura del perrito. Yo, temblaba de impaciencia y es que al no poder ver sus movimientos, no podía presentir que estaba planeando hacer.

Pero pronto lo supe; poco a poco fui notando como su pene se introducía en mi sexo muy lentamente, como acariciándome. ¡Qué bien entraba! ¡Qué sensación! Por dentro estaba muy agitada pero por fuera era todo calma, todo dulzura.

Su pene entraba y salía de mi vagina rozando, sin movimientos bruscos, con el ritmo de su respiración. Y fue moviéndose con un poco más de ritmo, más rápido pero sin exceso, y más rápido todavía... su respiración ahora era más agitada y la mía no podía evitar gemidos ahogados cada vez que sentía su miembro en lo más profundo de mi.

Cambiamos de posición, el tumbado en la cama y yo encima mirándonos, para que cada uno viese como el otro gozaba de placer.

No podía evitar hacer movimientos bruscos y salvajes, casi estaba saltando sobre su polla cuando acercó su mano a mi clítoris o cuando me agarraba los pechos que no dejaban de moverse a la vez que el resto del cuerpo.

  • Necesito estar dentro de tu culo, no puedo más- gritó.

  • ¡Siiiiii, siiiii!!! – le contesté.

Llegado este punto no había marcha atrás, necesitaba que me follara por donde fuese, no me importaba el dolor si luego el placer iba a ser infinito. Y yo lo sabía, sabía que así llegaríamos los dos al orgasmo.

Su polla se introdujo despacio pero sin parar, pues así se lo pedí yo. Apenas dolía y el se preocupo de saberlo, pero una vez le hice saber que todo estaba bien, comenzó unas embestidas salvajes, estaba abrazado a mi por la espalda y la fuerza de su polla me hacía gritar.

-¡No pares, no pares!!! ¡ ohhhhh, siiiii, más fuerte, ahhhh, ahhhhhh!!¡Córrete dentro, cariño!!!

Mi orgasmo fue inminente, no podía dejar de temblar, necesitaba estarme quieta y disfrutarlo, disfrutar de su pene en mi interior mientras mil sensaciones a la vez recorrían mi cuerpo. Pocos segundos después note como su semen resbalaba por mi ano impregnándolo todo, haciéndole más fácil la entrada a su pene hasta que ya no volvió a entrar más.

El chico me abrazó y me beso, con un cariño muy distinto al de hacía unos momentos. Volvía a ser el mismo de la fiesta, pero con expresión inocente y dulce, parecía un niño mirándome con una sonrisa preciosa y acariciándome las mejillas, besándome suave, abrazándome con su cabeza apoyada en mi pecho. Nos sentamos en el sofá después de que cogiera dos albornoces del baño y nos los pusiéramos.

Por un segundo pensé en Miranda, a lo mejor ella había vivido algo parecido con aquel chico con el que se fue...

Allí sentados y abrazados me dijo al oído:

-¿Cómo te llamas?

-Paula

-Yo soy Alexis, ¿quedamos mañana?

Si queréis darme vuestra opinión o hablar conmigo escribidme a mi correo, me gustaría mucho pero no me agreguéis al msn porque no lo utilizo. Gracias.