La casera de mi ex me pide un masaje en los pies

Mi ex monta un pifostio en la cocina y la casera le dice que no va a devolverle la fianza, pero yo intento hacerle cambiar de parecer.

Como he contado en otro relato en el cual me exhibí delante de la casera de mi ex, Cecilia, Lorena compartía el piso con su casera hasta junio, fecha en la que volvía  a Córdoba con sus padres hasta que empezase el curso siguiente. Los problemas comenzaron a una semana de abandonar el piso cuando una mañana de sábado me despierto con el rabo duro como una piedra y llamo a Lorena.

Lorena estaba cocinando y tarda un poco en venir y me ve desnudo y con la polla dura.

  • Madre mía… Necesitas que te chupe el veneno, ¿verdad?

  • Sí, por favor.

No sé quién tenía más ganas, si yo de que me la chupase o ella de mamar. Se puso de rodillas enseguida y empezó a mamar con ansia mientras se frotaba el coño. La lamía de la punta a la base y viceversa. Se la intentaba meter bien al fondo de la garganta, se frotaba los labios con ella… Estaba siendo una mamada de ensueño.

De repente empieza a oler quemado, pero mucho.

Lorena para de chupar, me mira, se la saca de la boca y tras un escueto “mierda”, sale corriendo a la cocina. Yo voy detrás con el rabo duro dando cabezazos.

En la cocina sale fugo de la sartén. La primera reacción de Lorena es llenar un vaso, pero rápidamente cae en que eso sería una barbaridad.

Cojo la sartén, la aparto y la tapo. Abre las ventanas, pone la campana extractora al máximo… Los azulejos de detrás de la vitro están negros, también parte de la pintura. La campana también tiene marcas de quemado. En estas que por el alboroto Cecilia viene del salón y observa el panorama preguntando qué ha pasado. Cecilia llevaba una camiseta de tirantes sin sujetador donde sus redondas y falsas tetas se mantenían firmes, unos pantalones extremadamente cortos y unas sandalias que mostraban sus preciosos pies morenos.

Lorena le explicó lo ocurrido. Cecilia con cara de póquer. Enseguida sus ojos se van a mí y a mi rabo todavía tieso. Y la vuelve a mirar.

  • Vaya… Veo que estabais ocupados.

Yo no me tapo, disfruto cuando Cecilia se me come con los ojos.

  • Lo siento, de verdad… Te compraré una sartén nueva y te pintaré eso…

= Ya veremos, Lorena. Esos azulejos en concreto son caros. Si no se va el quemado habrá que cambiarlas… Y la campana extractora...

  • No te preocupes, Cecilia, que yo me encargo.

  • Lucas, esto ha sido culpa mía.

  • No, y lo sabes.

Cecilia nos mira, sus ojos vuelven a toparse con mi polla y no dice nada. Me despido para estar más visible y me voy.

Más tarde Lorena me dijo que cómo había salido con la polla al aire, que Cecilia se me había comido con los ojos y cuando me había ido al cuarto no había perdido detalle de mi culo.

  • Había una emergencia, no estaba yo como para taparme.

  • Lo sé... Pero es que se te estaba comiendo con los ojos la muy zorra... Cada vez que me fijaba te estaba mirando el rabo, y cuando te has ido te ha seguido con la mirada de arriba abajo... Vieja salida...

Música para mis oídos exhibicionista.

Cecilia le dijo que le iba a descontar todo aquello de la fianza. Los azulejos eran bastante caros, salían a unos 14€ cada uno y había que pintar. Fácil que aquello se fuera a los 300€ en total con la mano de obra.

Lorena no estaba para esos gastos y ya contaba con que le devolviesen la fianza. Sus padres tampoco iban sobrados, especialmente después de haber tenido que gastarse dinero en un coche nuevo, pero le dije que no se preocupase, que me encargaba yo. Le di a Lorena el dinero de la fianza y cuando se fue yo me quedé con Cecilia a intentar apañarlo.

Fui el sábado por la tarde dos días después de que Lorena volviese a Cordoba.

  • Lucas, el dinero no es un problema, ya lo sabes. Es toda la molestia.

  • Lo sé. Te daré yo lo que cueste, que al fin y al cabo lo causé yo.

Entonces le salió sin querer una sonrisa sibilina...

  • Lo sé… Ese rabo que tienes nubla el juicio, jejeje.

  • Por eso digo que el problema es mío.

Un momento de silencio. Puso cara de niña mala mientras jugaba con su pelo.

  • Escucha, no hace falta que me pagues con dinero…

  • Cecilia. Eres un mujerón, pero tengo novia.

  • Mmmh… ¿Entonces qué propones?

Estaba pensativo. La verdad que lo poco que había podido ver la chupaba bien…

  • Puedo dejar que me la chupes…

  • Vaya, tonto no es el niño, je. Menudo chollo para ti, ¿eh? No pagas nada y encima te llevas una mamada, jajaja. Tienes un pollón que es una delicia, pero no es suficiente.

Cecilia se había puesto unas cuñas con tacón y llevaba unos vaqueros blancos. Tenía unos pies morenos, los dedos delgados bonitos, ordenados y rectos. Además eran más cortos en orden descendente. Perfectos en ese aspecto.

El pie griego, con el dedo corazón más largo de todos, o los dedos torcidos me daban bastante repelús. Menos mal que no era el caso.

  • Podría comparte también unos zapatos nuevos.

Dije el "también" porque quería incluir la mamada en el trato sí o sí. Se miró los pies.

  • Tengo como veinte pares de zapatos y la mayoría son tacones. Tendría que ser un ciempiés para ponérmelos todos…

  • Oh, vale…

  • Mira, si me das masajes en los pies durante una semana nos olvidamos de este tema.

Fue oír su propuesta y empezara ponérseme dura. Mejoré la oferta.

  • Vale. Masajes de una hora durante una semana.

  • ¡Uuuuh! ¡Una hora! Y yo pensando en quince minutos jajaja.

  • Si quieres menos, menos.

  • No, no, no. ¿Qué me toquen los pies durante una hora durante 7 días? Madre mía, pagaría más de lo que cuesta arreglar el destrozo de la cocina, jajajajaja. Trato hecho.

  • Joder, qué mal negocio yo…

  • Ah, no es culpa mía. Pero no te puedes  quejar, que te vas a llevar siete mamadas.

Me quedé pillado. Le había ofrecido una sola y ella había subido la cifra hasta siete. ¿Le iba a tocar los pies y me la iba a chupar? Era mi semana de suerte. No quería ni podía esperar.

  • Pues vente al sofá, que con esas cuñas tienes que tenerlos cansados.

  • Pues sí. Me encantan los tacones pero son muy sufrido.

Me senté en el sofá y me puso los pies encima. Cogió el mando de la tele y la encendió. Yo empecé a disfrutar. Lorena tenía también los pies bonitos, pero muchas cosquillas y no había manera de tocárselos o chupárselos. Fui un momento a por el bote de crema y lo dejé en el reposabrazos el sofá. Le tomé el pie izquierdo y empecé a amasarlo. Era delgado pero esbelto, moreno, suave y suave. Se le marcaban ligeramente los tendones y tenía las uñas pintadas de rosa.

Empecé sobando el arco con las dos manos y lo recorrí entero muchas veces. Entrelacé la punta de mis dedos con los suyos.

Cecilia gemía de gusto y me decía que tenía unas manos envidiables. Que no le habían dado un masaje en los pies tan bueno desde que había estado en un espá en Tarazona con unas amigas. Yo le dije que tenía unos pies súper bien cuidados y bonitos. Me sonrió de manera genuina y me sonrió. Me dijo que les prestaba mucha atención porque la belleza comenzaba desde los pies.

La tenía absolutamente dura como el granito. Había pocas cosas en este mundo que me excitasen tantísimo como unos pies bonitos y cuidados. Cuando llevaba ya casi media hora con un pie le di un beso en el empeine y se le escapó un “mmmmmmh…”. Le cogí el otro pie. Me lo levantó a hacia la cara.

  • ¿A este no le vas a dar un beso?

  • Claro, hombre. Que no haya favoritismos.

Y le di un beso, se le escapó otro mugidito y un “qué gusto…”. Le amasé el otro pie con la misma delicadeza y atención que el otro. No le aplicaba mucha presión porque no quería que fuera un masaje de aliviar dolores, sino de placer. Me moría por meterme todo sus dedos en la boca y succionar. Eran increíblemente bonitos, armonizados, con una largura perfecta para el tamaño de su pie. Y tenía bastante arco de pie, lo cual también era una delicia.

Cuando terminé le di otro beso en el empeine y ella volvió a gemir de gusto. Le dije que ya llevaba una hora.

  • ¿Ya? Joder, qué rápido… Qué a gusto estaba…

  • Y yo. La verdad que masajear unos pies tan bonitos tiene su encanto.

  • Ya me he dado cuenta ya… Si creo que tú también has disfrutado, jeje.

  • Un poco, no lo voy a negar.

Entonces se reincorporó un poco.

  • Bueno, ven. Que ha llegado la hora de la segunda parte del trato.

Me puse frente a ella en el sofá. Me bajé los calzoncillos sin esperar a su orden y mi polla salió disparada.

  • Madre mía, Lucas. ¿Ya estás así? No me acordaba de lo grande que era en la realidad… No sabes la de veces que miro las fotos que nos hicimos y me masturbo…

  • No te voy a mentir, Cecilia. Tienes unos pies que son el sueño de cualquier fetichista.

Agarró mi polla y empezó a bombear.

  • Y tú tienes una polla... Madre mía. Y no sabía que te gustaban tanto los pies… Tomo nota.

Me guiñó un ojo y se la metió de golpe en la boca. Mamó con un ansia inusitada mientras se frotaba el coño. El agarre era muy firme y me miraba fijamente a los ojos. No aguanté ni un minuto antes de llenarle la boca de leche. Se tragó hasta la última gota.

  • Vaya… Ibas cargadito, ¿eh?

  • Sí… Eso parece…

  • Ven mañana a las 20.

Me la guardé, me dio un cachetazo en el culo y me fui. En casa me hice varias pajas pensando en sus pies y en la mamada. Estaba impaciente y excitado como hacía tiempo.

A Lorena le dije que estaba pintando yo el destrozo y quitando los restos de quemados de la campana. Me dio las gracias y me dijo esperaba que esto no fuese un engorro. Le dije que no se preocupase, que hasta estaba siendo entretenido… Je.

Volví al día siguiente, nos saludamos con un beso en la mejilla de complicidad y fuimos al sofá. Le tomé el pie izquierdo, se lo besé y ella hizo un breve “mmmh”.

  • Oye, que si quieres besarlos mientras me das masajes mejor, eh. Que me encanta…

  • ¿En serio?

  • A ver. Los masajes en los pies me encantan, me relajan mucho y me dan muchísimo gusto. Pero que me toquen o me laman los pies... Me pone muchísimo.

Me latía el pene. Tenía de los pies más perfectos que había visto y encima quería que se los lamiera. Me iba a explotar la polla. Sentí una excitación comparable a las primeras veces que follas.

  • Pues no digas más. Primero te los alivio y luego te los beso y chupo a base de bien.

  • Uf… Vale.

Estaba tan impaciente y excitado que notaba los latidos de mi corazón en mi sien y en mi polla.

A los 20 minutos de sobarle un pie empecé con el otro, pero le di varios besos antes de empezar a amasarlo.

  • Me encanta…

  • Pues anda que a mí…

Y con el pie izquierdo me palpó la polla.

  • Madre mía, ya veo ya, jejeje…

Me puse como límite 20 minutos, pero me estaba costando la vida… La tenía muy dura y me moría de ganas por lamerle los pies. Cecilia gemía.

  • De verdad… Qué gusto…

Cuando pasaron los 20 minutos acerqué el pie derecho a mi cara y empecé a besar la zona del arco.

  • Uffffff... Cómo lo echaba de menos…

Saqué la lengua y le lamí el arco despacio. Cecilia se empezó a revolver. Tenía la boca entre abierta y exhalaba alargados suspiros. Su mano fue casi de manera automática a su coño. Empecé a lamerle los dedos muy despacio y después los succioné uno a uno.

Cecilia emitió un gemido mientras se arqueaba ligeramente cada vez que le succionaba un dedo. Tenía la vista clavada en su pie y su mano frotaba su clítoris. Después le lamí la suela empezando por el talón, subiendo por el puente y terminando en los dedos, momento en el que me metí todo el pie que pude en la boca y succionar.

  • Ay, jodeeeeeeeer. Qué boca tienes… Nunca me los habían chupado así…

Le lamí el empeine hasta el tobillo y luego cambié de pie repitiendo la operación. Cuando me metí el pie izquierdo en la boca Cecilia dejó de gemir y tuvo un orgasmo. Gritó muy fuerte y se tapó a sí misma la boca. Yo seguí lamiéndole y succionándole el pie. Su orgasmo parecía no acabar nunca.

Cuando se relajó me retiró el pie. Entonces me puse en pie, saqué la polla, cogí sus pies y empecé a masturbarme con ellos. Era una imagen de ensueño. Esos increíbles pies abrazando mi polla y masturbándome. Fui incapaz de mirar a Cecilia porque la escena me tenía en trance. Ni cinco minutos pude soportar cuando chorros de leche salieron disparados hacia Cecilia y le cayeron en el pelo, la cara y el pecho.

Se limpió los de la cara y se relamió la mano. Yo frotaba mi manchado rabo con sus pies.

Torpemente fui a por papel. Le di a ella y, tras limpiarme yo le limpié los pies. Le besé las zonas no manchadas.

  • Me vuelven loco tus pies…

  • Madre mía, me has puesto a mil. No me comían los pies así desde hacía... ¡Nunca! Jajaja.

  • ¿En serio?

  • En serio, y es la primera vez que alguien se masturba con mis pies… Me ha encantado.

  • Lo convalidamos con la mamada pues.

  • Hombre… No creo que te queden ganas después de cómo me has puesto, jejeje.

  • No… Estoy seco.

Me la guardé, le fui a besar en la mejilla y ella me dio un pico.

  • Hasta mañana, guapo…

Me sentía culpable por lo que estaba haciendo con Cecilia. Esa misma noche llamé a Lorena y le mentí. Le dije que teníamos que dejarlo porque iba a tener que hacer algo de lo que no estaba orgulloso y no podía hacerlo estando con ella. Intentó disuadirme, luego me dijo que sacaríamos el dinero de odnde fuera. Le dije que Cecilia se había enfadado porque la campana no tenía apaño y tenían que cambiarla e iba a costar mucho más dinero toda la broma final.

Me dijo que no lo hiciera, le dije que no tenía pasta para afrontar ahora unos gastos así y no quería arrastrarla a ella tampoco. Que me perdonase y que lo sentía.

No me dejó buen cuerpo terminar con ella, pero no podía engañarla. Y siendo sincero quería follarme a Cecilia con desesperación. Llegó el tercer día y yo estaba súper ansioso, pero me dijo que había quedado con una amiga para cenar. Yo le pregunté si después de la cena le venía bien y ella me dijo que igual terminaba muy tarde. Le dije que no me importaba y me dijo que de acuerdo.

Al leer su confirmación se me empezó a poner dura. Estaba disfrutando como nunca.

Me dijo que fuese a su casa que se subía ahora a un taxi. Eran como las 23. Cuando llegué estaba enfundada en un vestido marrón apretadísimo con un escote exagerado desde el que sus tetas de silicona te saludaban. Se le marcaba todo su trabajado, redondo y duro culo. Y mi parte favorita, unas sandalias de tacón de escándalo que se le anudaban en el gemelo. Me saludó con alegría, iba bastante perjudicada y me dio un beso en los morros. Al ver que yo la correspondía se sorprendió un poco.

  • Uy… Qué cariñoso.

  • Sí, me he unido a los solteros.

Entonces me rodeó con sus brazos alrededor del cuello.

  • Qué pena…

Y me metió la lengua en la boca. Estuvimos un rato mientras le amasaba las tetas y le magreaba el culo por debajo del vestido.

  • Ah… Buf… Deduzco que hoy no va a haber masaje, ¿verdad?

  • ¿Cómo que no? Te voy a meter en el cuarto. Te voy a follar como dios manda, te voy a comer los pies y te los voy a masajear.

  • Uffff… Cómo me pones, nene.

Cecilia era alta y con tacones era ligeramente más alta que yo. Tenía 50 años y las arrugas de la cara muy marcadas de tanto rayo uva. A pesar de todo era muy guapa, tenía unas facciones muy marcadas y simétricas, unos ojos ligeramente rasgados, una nariz muy bonita y unos labios finos. Se parecía a Tia Carrere pero más guapa aún incluso con las arrugas.

Fuimos a su cuarto, la tiré sobre la cama y empecé a desatarle esas maravillosas sandalias para liberar sus pies de ensueño. En cuanto le quité una empecé a lamérselo con ansia mientras torpemente le desataba la otra con una mano.

Ella me ayudaba con su otra mano mientras con la derecha se masturbaba ante el festival que tenía delante. Con el otro fie me refrotaba la polla. Cecilia gemía y gemía. Cambie de pie y cuando empezaba a lamerle el puente tuvo un orgasmo. Su mano frotaba con más violencia todavía su clítoris y gritaba de gusto. Yo le lamía y chupaba el pie con más ansia y velocidad acorde con su orgasmo.

  • Buffffffffff, nene… Cómo me comes los pies… Qué delicia, nadie me los había chupado así nunca…

  • Pues cualquier fetichista estaría encantado.

  • Me los han lamido otras veces… Pero no con tanta ansia. Me encanta... Me pone tan cachonda… Por favor, sigue...

Me desvestí apresuradamente y volví a la carga. Le lamí el otro pie mientras le acercaba mi dura polla al coño… Entonces dudé porque con el calentón no me había puesto condón.

  • Métemela. Llevo un DIU. No te preocupes…

Con el pie totalmente en mi boca se la empecé a meter y se arqueó. Gemía.

  • ¡Aaah!… Dios… Qué gusto… ¡aaaaaah!, qué grande la tienes… Sigue chupándomelos... ¡Aaaaaaaah!

Sus piernas estaban en alto apoyadas en mi pecho. Se masturbaba mientras se la metía y seguía lamiéndole los pies. Ni cinco minutos y de repente empezó a gritar muchísimo. Un grito prolongado mientras me miraba con odio.

  • ¡JODER, JODER, JODER, AAAAAAAAAAAAAAAAH!

Siguió con el orgasmo mientras me miraba con odio y apretaba los dientes. Yo seguía embistiendo  y comiéndole los pies como si se acabase el mundo hasta que dejó de frotarse el clítoris pasado 5 minutos. Entonces me tumbé encima de ella y nos besamos con más tranquilidad mientras me decía con los ojos cerrados que le iba a matar. Estuvimos follando como 40 minutos hasta que me pidió que por favor parase, que se mareaba y le escocia un poco.

Fue cuando aproveché para masajearle los pies.

  • Esto es la gloria… Podría acostumbrarme.

  • Pues yo todavía tengo que venir 4 días más hasta cumplir el trato.

  • Buffff… Ven todos los que quieras, nene.

  • Veremos si sobrevives a los 4 días que quedan porque cuando te sobo los pies se me pone muy dura.

Le mostré mi pollón totalmente erecto.

  • Menudo rabo… Con eso me vas a destrozar.

Otra vez empecé a chuparle los pies y se volvió a poner cachonda. Y otra vez su mano fue inconscientemente al coño y empezó a frotárselo…

Y así estuve durante los días siguientes. Aunque seguí yendo durante varias semanas.

Al final me pidió que no fuera porque una relación entre nosotros era imposible y el sexo era tan brutal que eso la echaba para atrás a la hoar de buscarse una pareja estable. Aunque muchos sábados borracha me llamaba y acababa en su casa lamiéndole los pies y follándola durante horas para el domingo arrepentirse hasta que le volvía a masajear y chupar los pies.