La casera
Alquilé una habitación y por el mismo precio abusé de la casera.
La casera
Para proseguir mis estudios tuve que irme a otra ciudad para un seminario y alquilé una habitación en la casa de una señora viuda para una semana. Se llama Lola y con lo que saca alquilando la habitación complementa sus ingresos. Lola tiene unos 45 años, y es una mujer grande. Todo en ella es grande, tetas, pierna, culo, etc. Sin ser gorda, yo la definiría como una mujer voluptuosa.
Con el devenir de los días nos fuimos haciendo amigos y conociéndonos un poco más. Descubrí que se sentía muy sola y su afición por la bebida pese a que nunca la vi borracha.
Esos días hacía calor y Lola me regalaba la vista con ropas más livianas que apenas podían esconder sus encantos, eso empezó a provocar en mi la necesidad de gozar de su cuerpo. La idea empezó a rondar mi cabeza hasta que el día antes a abandonar su casa me decidí a llevarla a la práctica. Con la excusa de la última cena, compré una botella de vino y una botella de licor.
Tomamos alegremente durante la cena y en un descuido suyo, mezcle en su copa un potente sedante. A los postres empezó a hacerle efecto el sedante y, voluntariamente lo potencié ofreciéndole licor. Tras unos minutos de charla, a ella prácticamente se le cerraban los párpados y tras excusarse me dijo que se iba a dormir. Nos despedimos y pasados unos minutos me acerqué a su habitación.
Detrás de la puerta la oía roncar, sigilosamente abrí la puerta y ahí estaba ella, tendida en la cama, recostada hacia un lado, ofreciéndome una impresionante visión de su culo tapado por una gran vieja braga blanca, que su camisón no acertaba a cubrir. Había retirado la sábana a sus pies por el tremendo calor que hacía.
Encendí la luz y no reaccionó; el siguiente paso fue acercarme a su cama y empece a tocarla, ella seguía sin reaccionar; estaba completamente sedada. Le toque la cara, introduje mis dedos en su nariz, oreja y boca y no obtuve respuesta. Seguidamente la coloqué boca arriba y le subí el camisón por encima de sus pechos.
Por fin podía apreciarlos de cerca, Eran muy grandes y más grande aun era su aureola marrón con un pezón puntiagudo en su centro. Los estruje y chupé ávidamente durante un buen rato. Mi polla ya estaba a cien por lo morbosa de la situación y decidí liberarla de su prisión, desnudándome completamente. Se la restregué por toda la cara y se la puse en la boca, ella seguía sin reaccionar. Me la follé por la boca hasta que paré para no correrme, pues no quería terminar aun.
Seguidamente la abrí de piernas y le bajé las bragas hasta los tobillos para examinar su coño. Era peludísimo, acerqué mi cara y estuve varios minutos oliéndolo y jugueteando con mis dedos en él. Su clítoris sí que reaccionó a esas caricias y emergió de los pliegues vaginales al tiempo que su vagina cada vez resplandecía más por la humedad que se le concentraba por mis manipulaciones. El olor era riquísimo y su sabor aun más pues decidí substituir mis dedos por mi lengua. Cuando ya estaba suficientemente mojado y dilatado, me subí encima de ella y la penetré a lo misionero. Su vagina a esas alturas ya era un gran charco y mi polla lo agradecía, provocando que sus jugos le resbalasen en dirección a su ano.
Cuando estaba a punto de correrme la saqué para no dejar pruebas y acabé en una toalla que traje a tal efecto. Me tomé una pausa para fumar un cigarrillo mientras permanecía de pie viéndola. Estaba preciosa, seguía roncando, con su camisón enrollado encima de sus pechos y sus piernas bien abiertas mostrando su peludo coño que brillaba por la cantidad de jugos que ahí se almacenaban.
Ya repuesto y otra vez excitado por la visión pensé que ahora le tocaba el turno a su culo así que la ladee, ofreciéndome una perfecta visión de su blanco culo. Jugué con él un buen rato, abriéndole las nalgas y contemplando el maravilloso ano que tenía, marrón y rodeado de negros pelos. Acerqué mi nariz a su culo y disfrute de su aroma, una mezcla de mil olores inundó mis sentidos, sudor, flujo, caca, etc. Volvía a estar otra vez muy excitado y procedí a ensalivar el dedo índice para lentamente introducírselo por el culo. Entró con más facilidad de la prevista y tras unos minutos los dedos que desaparecían en sus entrañas ya eran dos. Tras esa operación escupí en mi polla y poco a poco la introduje en su no tan estrecho culo hasta que mis bolas toparon con sus nalgas. Sus entrañas eran un cobijo natural caliente y excitante. Me la estuve follando un buen rato hasta que, entre sonoros ruidos de gases y aire que escapaban de su esfínter, me corrí en su interior pues tanta excitación me había hecho perder toda precaución. Cuando la extraje de su ano, la acompaño una mezcla indescriptible de semen y caca que manchó abundantemente las sábanas.
Mi plan de pasar discretamente se había ido al garete y opté por recoger mis cosas y abandonar la casa no sin antes acercarme a la nevera para coger un gran pepino y una larga zanahoria que incrusté en su vagina y ano respectivamente, tomándole algunas fotografías. Le dejé una nota dándole las gracias por la gran fiesta que me había ofrecido y me marché.