La casada mal follada y el enmascarado
En la puerta de su habitación apareció el enmascarado...
Después de desayunar y hacer las tareas en su casa, Gracia, una joven de 29 años, fue a tender la ropa a la terraza de su casa, una casa de tres pisos. El sol pegaba fuerte. Llevaba puestas una gafas de sol con monturas azules para proteger sus ojos de él. Soplaba una ligera brisa que hacía que su vestido blanco se pegase a su cuerpo y se marcasen en él sus nalgas y sus piernas. Giró la cabeza, miró para el monte y vio a un enmascarado sentado con la espalda apoyada a un pino. Era moreno. Desde la distancia no podía apreciar el color de sus ojos ni si era guapo o feo, lo que podía ver es que era delgado y vestía unos vaqueros y una camiseta blanca en la que tenía algo así cómo un pequeño logotipo que tampoco podía distinguir. Ponía una pinza sobre el tendal para sujetar una sábana azul cuando volvió a girar la cabeza. Vio al enmascarado mirando para ella y tocándose el paquete. Se puso detrás de la sábana para verlo cómodamente mientras tendía la ropa. El enmascarado mirando para ella sacó la polla empalmada y comenzó a pelarla muy lentamente. Gracia, sin quitarle la vista de encima, tendía la ropa a la velocidad que la tendería una tortuga si se pudiese poner de pie y tuviese manos... La polla, desde la terraza, parecía normalita, luego se fijó y vio que, o el enmascarado tenía la mano enana, o tenía un pollón. Gracia, que se mataba a pajas porque era una mal follada, al meter la mano dentro de las bragas sintió un morbo tremendo, tal fue el morbo, que apartó la sábana para que el enmascarado viese su vestido levantado y donde tenía la mano, después se volvió a poner detrás de la sábana. Vio cómo el enmascarado se la pelaba más aprisa. Si lo tuviera allí le haría una mamada que lo dejaría con las piernas temblando y después lo follaría hasta dejarlo con los ojos en blanco.
Mirando cómo se pajeaba el enmascarado y mientras dos de sus dedos frotaban el clítoris y entraban y salían de ella se le fue encharcando el coño. Deseaba aquella polla dentro. Se mordía el labio inferior, se tocaba las tetas, se metía un dedo en el culo..., se hizo de todo. Era su primera paja en público y su sexo lubricó una cosa mala... Sus dedos ya chapoteaban dentro del coño cuando se vino. Se corrió con tanta fuerza que tuvo que morder una sábana para no gritar. El enmascarado la vio y se corrió con ella.
Acabara de correrse y vio una lagartija que parecía que también la miraba a ella. Salió corriendo sin acabar de tender la ropa, Gracia corrió hacia la casa y la lagartija, más asustada que ella, corrió en dirección contraria.
A la hora de tomar la siesta, Gracia, antes de meterse en cama, se puso una camisa blanca por encima de sus bragas negras y de su sujetador a juego. Con sus pies sobre las frías baldosas de granito del piso se hizo una autofoto con su celular para mandársela a su marido al trabajo e ir calentado la cena.
En la puerta de la habitación apareció el enmascarado, tendría unos 20, 21 o 22 años, era moreno, guapo, fuerte, muy alto, de ojos marrones, vestía el mismo pantalón vaquero, calzaba unas zapatillas de deporte blancas, y lo que le pareciera un pequeño logotipo en la camiseta blanca era el escudo del Real Madrid. Supo al momento quien era. El antifaz que llevaba no le valía de nada, cómo no le valdría a Antonio Banderas en el Zorro con la Z Jones si no fuera una película.
Se quedaron mirando sin decir nada. El enmascarado se quitó la camiseta. Gracia vio su tableta. Contó las piezas que tenía debajo de sus impresionantes pectorales, y luego vio saliendo de debajo del cinto y tapando su ombligo el glande de una polla gorda. El enmascarado, que olía a varón dandy, se acercó a ella y quitándole el sujetador negro le dio un pico. Ya con el sujetador sobre el piso, le pasó la lengua entre los labios de un lado al otro, Gracia, sin pintura, sin carmín en los labios y oliendo a jabón de baño, sacó la punta de su lengua y esta se rozó con la del enmascarado. Echó sus brazos alrededor de su cuello y comenzó un juego de besos con lengua que acabó con la polla del enmascarado echando aguadilla por el meato y con su coño mojado. Después de los besos, Gracia, se agachó, le abrió el cinto, le bajo la cremallera, los pantalones y los boxers y vio la polla completa, la polla y los cojones, unos cojones acorde con el tamaño de la polla. Aquella cosa llenaba el coño de la mujer más exigente. La vio tan apetitosa que la chupó cómo un caramelo y la lamió cómo si fuese un helado, luego lamió y chupó los cojones y lo masturbó cómo solo ella sabía hacer, sin prisa, sin pausa y cada cosa a su debido tiempo... Lo masturbaba y lamía sus cojones cuando el enmascarado se comenzó a correr... Al correrse su leche espesa y caliente bajó por la polla abajo, al llegar a sus cojones Gracia la lamió y la tragó. Al acabar de correrse, Gracia se incorporó. El enmascarado volvió a besarla con lengua. La echó sobre la cama, se quitó las zapatillas de deporte, los pantalones, los boxers y los calcetines y se quedó en pelota picada. Gracia vio su polla, ahora colgaba, morcillona. El enmascarado le quitó las bragas negras. No había por donde cogerlas, estaban mojadas por todas las partes, y no era de extrañar, ya que los jugos del coño de Gracia mojaran hasta su ojete y su periné.
Gracia era una mujer completa, un mujerón. Sus ojos eran oscuros y grandes, su boca tenía unos labios gruesos y sensuales, su nariz era pequeña, sus tetas eran grandes, sus areolas y sus pezones eran marrones grandes y gordos, sus caderas anchas, su cintura poco marcada, su culo redondo y sus piernas fuertes y bien torneadas.
El enmascarado se dijo a si mismo que la mejor cosa que hiciera en su vida fuera entrar por una ventana de aquella casa.
Se echó a su lado sobré una sábana azul, que era lo único que cubría la cama. Le acarició el cabello cómo si fuese su enamorado, la besó en la frente en la nariz, le dio un pico en los labios, besó su mentón, y sin tocar sus tetas con las manos, las besó, las lamió y las chupó, luego las cogió con las dos manos, las amasó, las mamó bien mamadas y le mordió con suavidad los pezones. Gracia, con las manos detrás de la nuca y los ojos cerrados gemía cómo una gata en celo... Vio su coño depilado. La humedad brillaba sobre él. El enmascarado metió todo el coño en la boca, enterró la lengua en la vagina y acarició con ella su meato. Las manos de Gracia dejaron la nuca. La mano izquierda agarró la almohada y la llevó a su boca y la derecha cogió la cabeza del enmascarado. Su pelvis se movió de abajo a arriba, de arriba a abajo y en segundos le llenó la boca de jugos con una inmensa corrida mientras ahogaba sus gritos de placer en la almohada.
Cuando dejó de mover la pelvis, el enmascarado sacó su lengua de la vagina, le echó las manos a las tetas. Lamió el coño y después lamió el glande del clítoris, muy suavecito y solo con la punta de la lengua, deteniéndose cada poco para lamer los jugos que salían del coño al tiempo que con sus manos magreaba las tetas y jugaba con sus pezones... Así estuvo hasta que Gracia comenzó a gemir y a mover la pelvis de nuevo. Era obvio que se iba a correr.
El enmascarado quiso retardar el clímax, dejó de comerle el coño y la besó con sus labios pringados de jugos. Gracia, después del largo beso, le dio la vuelta. Lo besó en la frente, en la nariz, le dio un pico en los labios, besó su mentón, masajeó sus pectorales, le chupó, los pequeños pezones, subió encima de él, cogió la polla, la puso en la entrada y empujó con el culo. Entró, más entró tan apretada que a Gracia se le cerró el ojo del culo de golpe y después le empezó a latir. Apretó las nalgas y antes de que la polla llegase al fondo se corrió cómo una loca, y digo cómo una loca por que sus gemidos de placer, si el enmascarado no le tapa la boca, los oyen todos los vecinos.
Al acabar de correrse lo siguió follando. La polla entraba y salía del coño perdida de jugos. A Gracia le encantaba sentir como se deslizaba la polla por él. No hacía más que darle placer. El enmascarado le comía las tetas y la nalgueba. Cuando no lo se las acariciaba o mamaba Gracia cabalgaba con las tetas al viento, unas tetas que iban de atrás a delante y de delante a atrás. El enmascarado, por sus gemidos, sabía cuando se iba a correr. Esta vez, cuando sintió que se venía, le tapó la boca y la nariz con una mano, le apretó el cuello con la otra y la folló cómo lo haría un perro, a toda mecha. Gracia se corrió como una bendita sintiendo cómo el enmascarado le llenaba el coño de leche.
Al acabar de correrse la soltó. Gracia respiró hondo. No le dio tiempo a que se le bajara la polla. Comenzó a follarlo a toda hostia, a mil por hora, tan rápido lo folló que en segundos se vino ella, después le puso el coño en la boca y cogiéndole la cabeza y frotando su coño en su cara se la pringó de leche, diciéndole así que si él podía ser un cabrón abusón, ella aún lo podía ser más, pero estaba equivocada, el enmascarado le dio la vuelta y le limpió el coño de leche y jugos a lamida limpia... Después siguió follando su vagina con la lengua y lamiendo y chupando labios y clítoris hasta que volvió a sentir los jugos agridulces de su corrida entrar en su boca. Sin dejar que se recuperase del tremendo placer que sintió, la puso a cuatro patas, le jaló el cabello y la folló cómo si su polla fuese una ametralladora... Gracia, en nada, se volvió a correr, y se corrió con tanta fuerza que cuando le soltó el cabello se derrumbó sobre la cama. En vez de chillar, cómo era costumbre en ella, se reía sin parar y al reírse su coño se abría y se cerraba apretando la polla y bañándola de jugos. El enmascarado le volvió a llenar el coño de leche.
Al acabar, vistiéndose, y poniendo voz que no era la suya, le preguntó el enmascarado:
-¿Puedo volver a este templo del sexo?
Gracia le contestó:
-No creo que a tu hermano le gustase mucho, Adán.
Quique.