La casada insatisfecha y el mastín color canela

Cuando una mujer tiene que fantasear por culpa del marido pueden ocurrir cosas muy raras.

Iria era una mujer morena de 22 años, guapa y con un cuerpo espectacular. Vivía una ciudad gallega y llevaba un año casada con Javier, al que amaba con locura, aunque Javier, un larguirucho que trabajaba en una fábrica, era un mea pilas que lo quitabas del misionero y sexualmente se quedaba en nada. Siendo cómo era su marido sería una locura pedirle que le comiera el coño o decirle que le quería chupar la polla, esto la llevaba a usar su imaginación y los dedos y más veces de la cuenta fantaseaba con los novietes que le comieran el coño y a los que se la chupara.

Un día llegó a casa su marido con un mastín de color canela de dos años de edad. Al verlo, le preguntó:

-¿Ese perro no es el de tu hermana Graciela?

-Es. Me dijo que lo llevara a la perrera para que lo sacrificaran, pero me dio pena y lo traje para casa.

-¿Y por que lo quería sacrificar?

-Su futuro marido es alérgico a los perros.

-No me cuadra. Podría regalarlo, pero sacrificarlo... ¿A qué se deberá ese cambio? Lo crió desde cachorro y lo quería con locura.

-Qué más da, ahora es nuestro.

El perro, que se llamaba Tigre, ajeno a la conversación se había echado sobre la alfombra de la sala.

A la mañana siguiente, después de desayunar, Javier, se fue a la fábrica, Iria se puso a lavar la loza. Tigre fue a su lado y frotó el hocico en su culo. Iria, sorprendida, se dio la vuelta. El hocico del perro se frotó en su coño. Iria, sonriendo, le dijo:

-Eres un travieso, Tigre. ¿Te gusta el olor de los culos y de los coños?

Tigre siguió frotando el hocico en su coño. Al oír que se abría la puerta se fue corriendo a la sala y se echó en la alfombra. Javier le dijo a su mujer:

-Se me habían olvidado las llaves del coche, cariño -cogió las llaves y miró al perro-. Se bueno, Tigre.

Al marcharse Javier, el perro regresó a la cocina y volvió a empujar con el hocico en el culo. Iria supo por qué su cuñada lo quería quitar de en medio.

Para asegurarse de que lo que estaba pensando era cierto se abrió la bata, la apartó, echó las bragas para un lado y le puso el culo delante al perro, Tigre le lamió entre las nalgas unas treinta veces antes de que se volviera a tapar.

-¡Qué puta! Mira lo que le enseñó a hacer al animal.

El perro siguió empujando con el hocico, pero Iria ya no le iba a dar más.

-¡Quita, Tigre!

El animal obedeció al momento. Dándole al rabo se fue a la sala y se echó de nuevo sobre la alfombra.

Iria al acabar de lavar la loza se metió una mano dentro de las bragas, sacó los dedos pringados de jugos y dijo:

-¡Madre mía, madre mía, madre mía, cómo tengo el coño!

Fue a la sala a ver que hacía el perro y vio que tenía media polla fuera de la capucha y la lamía. La visión de aquella polla acabada en punta y colorada la excitó. Se fue a hacer la cama. Estaba inclinada cuando sintió el hocico del perro rozar su culo. Era la hora en que se masturbaba, incluso estando en casa su marido, y el perro se la ponía a huevo. Habló en alto.

-Podía masturbarme y dejar que el bicho me lamiera el culo. No, mejor lo echo fuera y lo hago sola.

Tigre le rozó el coño con el hocico.

-Aunque por otro lado, nadie se va a enterar de lo que pase en esta habitación -miró para el crucifijo que había en la pared de la cabecera de la cama-. A ti por ser bueno mira lo que te hicieron. Voy a ser mala.

Se quito la bata y las bragas y se volvió a inclinar. Tigre lamió el culo con su enorme lengua. Iria abrió las piernas. Tigre le lamió el coño y el culo. El perro era cómo un martillo pilón, iba a piñón fijo: Clash clash clash clash class clash clash clash..." Volvió a hablar sola.

-Esa lengua en mi coño haría maravillas.

Se echó sobre a cama, apoyó los codos en ella y se abrió de piernas. Tigre volvió a lamer su coño: "Clash clash clash clash cash clash clash clash..." Iria cerró los ojos y acarició sus gordas tetas, unas tetas con areolas oscuras y gordos pezones. Los ruidos que hacía al lamer le encantaban. Poco después, dijo:

-Me voy a correr cómo una cerda.

Las lamidas de Tigre lamían coño y clítoris y la fueron poniendo cada vez más perra, y nunca mejor dicho. Iria, a punto de correrse. Movió la cabeza hacia los lados y comenzó a gemir, al hacerlo el perro aún lamió más aprisa buscando su premio, e Iria se lo dio.

-¡Ay que me muero, ay que me muero, ay queeee!! ¡¡Me mueroooo!!

Tigre no paro de lamer hasta que Iria dejó estremecerse y de gemir. Ya recuperada, le acarició la cabeza y las orejas, y le dijo:

-Hijo de perra.¡Qué bien lo haces!

Iria se levantó. Vio que el perro tenía casi toda la polla fuera de la capucha. La cogió. Echó la capucha para atrás y al perro le salió toda la gorda polla con una bola al final.

-Me gusta tu polla Tigre. ¿Quieres que te la mame?

Tigre lamió la polla. Al hijo de perra sólo le faltaba hablar.

Se la tiró hacia atrás, se la masturbó, se la lamió y se la chupó. Le sabía igual que un glande de hombre, aunque tenía un olor más fuerte, olía a perro. Estaba con la boca abierta masturbando la polla y mirando para ella cuando el perro se corrió. Un chorro fino, del color de la orina acabó dentro de su boca, a ese chorro le siguieron tres más que Iria acabó escupiendo. Ya estaba perra de nuevo.

-Esas cosas se avisan, falso -le acarició el lomo-. Échate.

Tigre se echó en el piso. Iria, de lado junto al culo del perro, le cogió la polla carnosa y puntiaguda por detrás de la bola y tirando de ella metió la punta en el agujero del culo, empujó y la fue metiendo poco a poco. Iria solo decía:

-¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah...!

El perro, con la cabeza pegada al piso tenía los ojos entreabiertos y se relamía. Iria, con los ojos cerrados, metió el dedo gordo en la boca y lo chupó imaginando que era la polla de su marido. Entre otras cosas diría:

-Qué dura la tienes, Javier. Quiero que te corras en mi boca. Quiero sentir tu leche espesa y calentita bajar por mi garganta...

El coño se le fue encharcando de jugos hasta echar por fuera. Llevaba tanto tiempo deseando que se la metieran en el culo que se iba a correr en tiempo récord, aunque a ello también ayudó pensar en su marido y sentir cómo Tigre se corría dentro de su culo. Le dijo:

-Así, así, dame tu corrida, Javier, dámela. Me vas a hacer correr, me vas a hacer correr, ¡Me corro!

Después de correrse, Iria, salió de la cama y se sentó en el piso. Tigre le lamió la boca.

-Te voy aprender a besar ya que la puta de mi cuñada no lo hizo -le cogió la cabeza, le metió la lengua en la boca y la rozó con la del perro-. Se besa así, picha brava.

Después le volvió a coger por detrás de la bola el trozo de carne y tirando de él hacia un lado se lo masturbó y se lo mamó. El perro era de corrida fácil, con pocas lamidas y mamadas se corrió en su boca. Iria sacó la polla de la boca, echó la corrida fuera y después siguió masturbando y mamando. Se había vuelto una viciosa de cojones.Tigre no tardó en correrse de nuevo. Esta vez los chorros le dieron en la cara. Iria ya le había cogido el gusto al perro e iba a disfrutar con el cómo nunca había disfrutado con un hombre. Se puso a cuatro patas, y le dijo:

-Te toca. Fóllame, Tigre.

El perro la montó cómo si fuera una perra. Sabia bien donde estaba el coño. Se la clavó y movió el culo a toda pastilla. Tigre se babeaba en su espalda y la lamía, Iria jadeaba, y jadeando se iba a volver a correr cuando sintió a Tigre corriéndose dentro de ella.

-¡Así, así, preña a tu nueva perra! ¿Quieres qué me corra para ti, Tigre?

El perro, cómo si la entendiera, ladró: "¡Guau!"

Iria, temblando con de placer, le dijo:

-¡Me corro para ti, hijo de perra!

Se volvió a correr y echó por fuera cómo una viciosa que era.

Al acabar se volvió a echar sobre la cama, en la posición del principio. Tigre comenzó a lamer su coño. Iria sabía que no iba a parar de lamer hasta que se corriera. Puso las manos en la nuca, cerró los ojos y se dispuso a sentir todas y cada una de las sensaciones que le iba a producir las lamidas. Las sintió... Sintiéndolas quitó las manos de la nuca, magreó sus tetas y cuando notó que se iba a correr, acarició la cabeza del perro y le dijo:

-¡Eres un fenómeno! ¡¡Oooooooh!! ¡Me corro otra vez, campeón!

Tigre lamió hasta que Iria acabó de correrse, luego puso las patas sobre la cama y corriéndose se la volvió a clavar en el coño. Sus embestidas eran tan rápidas que esta vez Iria se corrió antes de que se volviera a correr el perro.

Al acabar de gozar cómo una burra, lo quitó de encima y le dijo:

-Ya no puedo más, Tigre.

El perro se echó boca arriba sobre el piso y tapó los ojos con las patas haciendo cómo que sentía vergüenza. Iria sonrió, y le preguntó.

-¡Falso! ¿Qué quieres?

El perro se lamió la polla, volvió a la posición en la que estaba, y se volvió a tapar los ojos.

Lo dicho, al hijo de perra solo le faltaba hablar.

-Mamada, eso es lo que quieres.

Tigre tenia la polla y la bola fuera. Iria fue a su lado y se la meneó y se la chupó hasta que el bicho se corrió en su boca. Está vez se tragó la corrida, y después, irónicamente, le dijo:

-Presiento que esto es el comienzo de una hermosa amistad.

Quique.