La Casada Infiel. Versos Adicionales
Con el poema de Federico García Lorca como base, se agrega algunos versos que intentan proponer una lectura mas explícita de la aventura que allí se describe.
LA CASADA INFIEL
Federico García Lorca
y un servidor
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Nos conocimos bailando
en la fiesta pueblerina,,
cuando sus manos traviesas
me incluyeron en la danza.
Todo el pueblo estaba alegre
la guerra había terminado
y los danzantes en rueda
bailábamos apretados..
Las manos de la chiquilla
me parecían de seda,
su risa me seducía,,
su calor me sofocaba
En el río de la gente,
formamos una cadena,
ella se puso delante,
yo le ceñí las caderas.
Era tan tierna y hermosa
que creía estar soñando
mientras mi carne espoleaba
al frotarse en sus encantos.
Ella sentía sin duda
la tensión de mis ijares
pero nada me decía
y a mi lado continuaba.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
La detuve con urgencia
y la saqué de la rueda
ella seguía riendo
y entendí que consentía..
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montando en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Pero no puedo olvidarme
de su apuro por vestirse
de las razones que daba
por volver con su marido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Le pedí que se quitara
el sabor de la aventura,
ella me dijo que su hombre
así más bien la quería
Que mis huellas eran prenda
para otra fantasía,
que el era un varón maduro
y todo le consentía..
pero exigía, impaciente
que ella conserve el aroma
del torrente de mi ofrenda
y los rastros de su entrega..
No pregunté más detalles
de la historia de su vida.
la acompañé hasta su casa
y la dejé hasta otro día.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
Enamorarme no quise,
pero sí volver a verla,
porque ella quiere, atrevida,
presentarme a su marido.