La casa rural III (un masaje para Marta)

A la mañana siguiente continuamos nuestra experiencia en la casita rural con un masaje especial de Roberto.

El relato que se expone a continuación es completamente real, salvo los nombres que son ficticios.

Tras darnos una ducha cada uno, Marta y yo nos fuimos a la habitación principal, pocas veces habíamos necesitado tanto hablar y descansar. Roberto por su parte, bajó a su coche a por una mochila con ropa de deporte que decía soler llevar para después de los shows, se dio otra ducha, comió algo y también fue a dormir.

-        ¿Cómo se te ha ocurrido hacer esto? – me preguntó Marta con una sonrisa imborrable de oreja a oreja

-        Pues ocurrencias mías. Cuando dijimos de hacer este viaje, pensé que era la ocasión perfecta…aquí que nadie nos conoce, en una casa alquilada… Tú cara me dice que te ha gustado – le dije

-        ¿Tienes dudas? – continuó – y ¿tú? ¿has disfrutado?

-        Sin duda cariño. Creo que era algo que ambos queríamos. Me ha encantado verte disfrutar así – contesté yo

-        Pues sí, ha sido muy excitante. Dime, ¿de dónde has sacado al chico? – me preguntó ella

-        Es un boy, de los que hacen despedidas de solteras. Busqué por internet, di con él, le propuse esto y aceptó. Hablé varias veces con él, lo vi serio y respetuoso y me pareció buena opción, aunque la verdad es que no sabía hasta dónde llegaríamos. – le dije explicándole todo el proceso

-        Jajajaj ¡estás loco, te quiero!... por cierto, ¿qué es eso del masaje?

-        Jajaaja mañana lo sabrás, buenas noches.

Caímos rendidos. A la mañana siguiente me despertó el olor a café recién hecho. Me puse lo primero que encontré, bajé a la planta de abajo y vi a Marta en la cocina preparando un par de tostadas con un par de tazas de café preparadas. Únicamente llevaba puesto una bata rosa de satén anudada por la cintura con un lazo de la misma tela que el resto de la bata. Sus pezones se marcaban a través de la tela y el ligero tejido de la propia bata se abría con cada movimiento de Marta dejándome entrever tanto parte de sus preciosas tetas redondas como su carnoso coñito.

-        Buenos días cariño, no he preparado nada a Roberto porque no sé qué desayuna él. – me dijo Marta al verme.

-        No te preocupes… por cierto, estás preciosa con esa bata. – le dije mientras me acercaba por detrás y le metía la mano buscando su rajita.

-        Venga, vamos a desayunar, subimos arriba y aprovechamos el jacuzzi.

Así lo hicimos, nos tomamos las tostadas y el café y preparamos el jacuzzi. Nos desnudamos y nos metimos a darnos un baño burbujeante. Teníamos la enorme cristalera frente a nosotros y podíamos ver el sol justo por encima de las montañas coronando un paisaje idílico, verdaderamente merecía la pena darse un baño observando semejante espectáculo.

Al rato de estar disfrutando del baño, oímos a Roberto salir de la habitación, lo llamamos y entró al cuarto de baño. Iba vestido con un bóxer y una camiseta blanca ajustada. Nos dimos la vuelta para hablar con él y pudimos comprobar de nuevo, ahora con la luz del día, el imponente físico del muchacho.

-        Buenos días pareja, ¿qué tal habéis dormido? – nos preguntó.

-        Buenos días, muy bien, y ¿tú? – contesté yo

-        Bien, muy bien también.

-        Abajo tienes café recién hecho, tómate uno si te apetece y te vienes al jacuzzi – le dijo Marta.

Roberto fue a por su café y Marta y yo nos quedamos charlando relajadamente en el jacuzzi mientras observábamos el paisaje que teníamos ante nosotros.

Unos 15 minutos después apareció Roberto. Nos pidió permiso para desnudarse y meterse con en el jacuzzi, a lo que accedimos gustosamente. Se quitó la camiseta y el bóxer y se unió a nosotros. A pesar de la noche anterior, fue bastante tímido y respetuoso y se colocó frente a nosotros, dándole la espalda a la enorme cristalera del cuarto de baño y con las piernas semi recogidas.

El jacuzzi era rectangular y en él cabían unas 5 o 6 personas, tenía un escalón en su interior para poder sentarse y tanto el escalón como el filo exterior tenían un pequeño acolchamiento que hacía bastante cómodo estar sentado y reclinar la espalda.

-        Bueno, a ver chicos, ayer hablasteis algo de un masaje, contadme – nos dijo Marta

-        Pues Roberto además de stripper es fisioterapeuta, así que negocié con él un baile para ti y un masaje – le expliqué – y, bueno, anoche no dio tiempo a todo – nos reímos los 3.

-        Mmm, pero, ¿el masaje también es erótico, porno o como le queramos llamar? – volvió a preguntar Marta.

-        Pues hombre, lo que Roberto disponga – contesté yo

-        Yo estoy a vuestra disposición. Lo que queráis. Mientras os aclaráis, yo bajo al coche a por unas cosillas. – dijo el chico levantándose del jacuzzi.

Conforme sacó su cuerpo del agua, Marta se quedó embelesada mirando su cuerpo y su pene. Estando en reposo debía medir unos 15 o 16 centímetros, con un grosor bastante considerable. Roberto, se secó y desapareció de nuestra vista. Nosotros permanecimos dentro del jacuzzi charlando sobre el masaje.

-        Estoy empezando a calentarme y a la vez estoy un poco nerviosa – me dijo ella agarrándome la polla por debajo del agua.

-        ¿Por qué? ¿acaso anoche no perdiste la vergüenza con él? – le repliqué yo

-        Sí, pero me gustaría confesarte algo. Anoche cuando te me teníais atrapada entre los dos, con vuestras pollas entre mis piernas, sentí una excitación como pocas veces he sentido. Creo que me da mucho morbo ver… como te rozas con otro hombre. – sus palabras me dejaron helado.

-        Cariño, yo respeto enormemente a los hombres que le gustan los hombres, pero creo que a mí no me gustan los hombres. – fueron las mejores palabras que supe decir en aquel instante intentando no romper el clima del momento.

-        Sí, sí, lo sé. También sé que te gusta que juegue o que te meta un dedo por el culito mientras te la chupo no quiere decir que seas gay ni bisexual ni nada, sé que eso os gusta a los hombres. No tiene nada que ver contigo, soy yo. Ayer vi vuestras pollas juntas y me puse super caliente. Sólo quería decírtelo, sin más. – me aclaró.

-        Ok, pues nada. Anotado queda por si algún día me lanzó a probar nuevas experiencias. – le dije finalizando la conversación.

Unos minutos después, volvió a aparecer Roberto. Llevaba un chándal puesto y traía una mochila en una mano y una especie de maletín enorme que parecía pesar bastante en la otra.

-        Aquí me parece buen sitio – dijo soltando el maletín y la bolsa en mitad del enorme cuarto de baño.

Nosotros nos salimos del jacuzzi, nos pusimos sendos albornoces blancos cada uno y nos quedamos de pie mirando cómo Roberto preparaba todo.

Comenzó a desplegar lo que parecía un maletín y que resultó ser una camilla de masajes plegable. Era negra, con una gran gomaespuma del mismo color y una serie de tubos metálicos los cuales algunos eran patas propiamente dichas y, otros, sujeciones. Cuando terminó de fijar los mecanismos de seguridad de la camilla, abrió la mochila y sacó 3 o 4 tarros pequeños de distintos colores que parecían aceites esenciales y un par de cajitas pequeñas más.

-        Bueno, creo que me tengo que preparar, ahora vuelvo. – diciendo esto, Marta salió del baño apresurada y fue hacia la habitación, dejándonos a Roberto y a mí solos.

El chico continuó preparando la estancia. Bajó a la mitad una especie de persiana interior con lamas de madera gigantes que tenía la cristalera, dejando que los haces de la luz del sol se colasen entre sus rendijas e iluminaran el baño de forma tenue. Encendió una especie de palo aromático que traía en su mochila y lo dejó humeante sobre una placa de cerámica. Finalmente, se quitó el chándal quedándose desnudo por completo, cogió una toalla y se la anudó a la cintura como si acabara de salir de la ducha. Yo observaba su ritual, cuando se quedó desnudo, me quedé mirando su cuerpo…y su polla y pensé en las palabras de Marta. Era cierto que no sentía ningún tipo de atracción hacia él, como nunca la había sentido hacia ningún otro hombre, pero mirando su enorme polla y su cuerpo mulato, no sentí rechazo. No me veía abrazado a él, ni besándolo, pero mi mente tampoco huyó del pensamiento de verme tocándolo, incluso recordé el instante de la noche anterior que había dicho Marta y comencé a empalmarme. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Jamás he estado cerrado a probar nuevas experiencias, pero se me hacía bastante extraño imaginarme el sexo con otro hombre.

-        Raúl – Roberto me nombró sacándome de mi ensimismamiento – estoy pensando que en un momento dado me puedes ayudar a darle el masaje a Marta.

-        Sí, por supuesto. Me encantaría – le contesté

Marta abrió la puerta del baño y apareció ante nosotros. Iba descalza, con el albornoz puesto. Llevaba el pelo perfectamente recogido con un moño alto. Se abrió el albornoz y nos dejó ver sus preciosos pezones rosados coronando sus tetas desnudas, tan solo llevaba puesto un pequeño tanga blanco de algodón.

-        ¡Wow, eres preciosa! – exclamó Roberto y me miró – ¡Tienes mucha suerte tío!

La cogió de la mano suavemente, la ayudó a subir a la camilla que estaba situada justo en mitad del enorme baño y la tumbó boca abajo, dejando su cabeza encajonada en una pequeña abertura de la propia camilla. Tomó una toalla, la dobló varias veces y la colocó sobre ella tapándole desde el final de su espalda hasta un poco más debajo de sus nalgas.

-        ¿estás cómoda? – le preguntó a Marta

-        Sí, comodísima. – contestó ella.

-        Toma, ponle esto – se dirigió a mí dándome un antifaz – intenta anudarlo bien por los lados que no se le caiga.

Yo obedecí. Mientras, él cogió uno de los pequeños botes de cristal que había sacado de su mochila y previamente había colocado en orden. Lo volcó con cuidado sobre la palma de su mano izquierda, la cual estaba unos centímetros por encima de la espalda de Marta, y comenzó a esparcirlo con delicadeza. En cuanto el viscoso y transparente líquido comenzó a caer sobre su piel, un agradable olor a eucalipto impregnó toda la estancia. Roberto acompañaba con su gran mano el fino hilo de aceite perfumado cayendo sobre los hombros y la espalda de Marta, cuya piel brillaba debido al líquido.

Cuando terminó con el aceite, cerró el bote y me lo entregó para que yo lo devolviera junto con los demás tarritos. Comenzó entonces a hacerle un relajante y placentero masaje a Marta a juzgar por su semblante. Iba presionando delicadamente su cuello, hombros y espalda recorriéndolos desde arriba hacia abajo haciendo distintos movimientos con sus dedos, las palmas de sus manos y sus muñecas. Desde luego era un profesional y sabía perfectamente lo que estaba haciendo a juzgar por los suspiros y la cara de placer de Marta.

-        Joder que maravilla de verdad. No sé si es mejor esto o lo de anoche. – dijo con la voz entrecortada

-        No mientas, anoche disfrutaste como una guarrilla. – le dije

-        Jajaja me has pillado, pero esto es muy placentero – volvió a repetir con apenas un hilo de voz.

Tras unos 10 minutos, Roberto cogió un bote distinto al anterior y se dirigió a sus pies. Repitió el mismo ritual, embadurnando suavemente las dos extremidades hasta los tobillos con el aceite esencial. Cuando finalizó, me entregó el pequeño frasco y el comenzó a masajear los pies de Marta. Acto seguido me pidió que tomara un tercer bote y comenzara a untarle aceite por los muslos y así lo hice.

Ella seguía tumbada bocabajo en la camilla, con el antifaz puesto y la cabeza colocada en el hueco de la camilla. Roberto estaba masajeando sus pies, yo me coloqué a un lado y empecé a volcar el aceite sobre sus muslos al mismo tiempo que iba masajeándolos. Comencé con su muslo izquierdo, coloqué una mano por su parte externa y otra en el interior y fui haciendo movimientos circulares. Poco a poco mis manos iban acercándose a la parte alta del muslo de Marta. Mi mano derecha situada en la parte externa casi alcanzaba el pliegue de sus nalgas y la punta de los dedos de mi mano izquierda empezaban a rozar su coñito abultado por detrás. Marta reaccionó abriendo ligeramente sus piernas para dejarme hacer.

Roberto, que había concluido con sus pies, se colocó en el lado opuesto a donde estaba yo y comenzó a masajear el muslo derecho de Marta. Retiró la toalla que cubría el culo y parte de sus piernas y empapó sus nalgas con el último de los aceites que tenía.

-        Este tiene un efecto calor – me dijo mientras dejaba caer un fino hilo de líquido sobre el culo de Marta.

Cuando todo el culo estuvo completamente cubierto de aceite, ambos pusimos nuestras manos en él y comenzamos a hacerle un masaje. Cada uno se centró en una nalga. El tanga de Marta se empapó igualmente de aceite y comenzó a transparentarse ligeramente, dejando intuir su coñito entre la fina tela de su entrepierna. Después de un buen rato manoseando su culo, los suspiros de Marta se transformaron en pequeños gemidos cada vez más frecuentes. Íbamos haciendo movimientos irregulares en las aceitosas nalgas, dedos, manos, las apretábamos, las separábamos...

-        Esto ya sobra – dijo Roberto tomando el tanga de Marta con ambas manos y sacándolo por sus pies.

Ella facilitó la maniobra, levantando primero su pelvis y luego ambas piernas. El tanga salió con suma facilidad ya que prácticamente todo su cuerpo estaba ya cubierto por los líquidos aceitosos. Su cuerpo se encontraba ya completamente desnudo, el antifaz que cubría sus ojos era la única prenda que le quedaba.

Roberto dejó caer un poco más del aceite con efecto calor sobre la rajita del culo de Marta. Era hipnótico observar como el viscoso líquido caía sobre su nalga, se adentraba en la raja de su culo, pasaba por su ano y terminaba introduciéndose en su coño después de empapar sus carnosos labios mayores.

Nuestras manos se centraron ahora en su entrepierna. Mientras las grandes manos de Roberto manoseaban los pliegues del culo de Marta, yo comencé a pasar mis dedos por la rajita de su coño suavemente. Ella recibió nuestros toqueteos de buen agrado separando cada vez más sus piernas, hasta el punto de situar cada uno al filo de ambos lados de la camilla. Comenzaba a estar muy caliente, yo viendo la situación empecé a empalmarme y la polla casi se me salía del albornoz y a Roberto también se le comenzaba a notar un enorme bulto debajo de su toalla.

-        Creo que deberíamos cambiar de sitio, la camilla ya ha hecho su función. – dijo él

-        Perfecto, ¿vamos a la cama de matrimonio? – propuse yo

-        Me parece lo mejor – dijo él, aceptando mi propuesta.

-        ¿me vais a follar ya chicos? Tengo el culito y el coño ardiendo – dijo Marta provocando una carcajada en los 3

Marta se bajó se la camilla con ayuda de Roberto, este la agarró en brazos totalmente desnuda, aún con el antifaz puesto y la llevó a la habitación. Yo los seguí.

La dejó sobre la cama y le indicó que volviera a ponerse bocabajo.

-        Raúl, ponte por aquí y separa su culito así, voy a probar una nueva técnica – me dijo sonriendo mientras separaba sus nalgas dejando su culo completamente abierto.

-        De acuerdo – contesté sin más.

Me puse de rodillas sobre la cama a la altura de su culo, sujeté cada nalga con una mano y las separé dejando el culo y el coñito de Marta totalmente expuestos. Los labios de su coño se separaron ligeramente dejando salir algunos flujos de su interior provocados por la excitación y mezclados con el aceite que lo empapaba. Roberto me dio su visto bueno. A continuación, se quitó la toalla dejándola en el suelo y quedándose totalmente desnudo. Su pollón semi flácido colgaba como un péndulo entre sus muslos. Se subió a la cama, también de rodillas, y se puso entre las piernas de Marta provocando que tuviera que separarlas aún más. Se acercó todo lo que pudo y cogiéndose la polla empezó a pasar su enorme capullo por la rajita del culo de Marta y por la entrada de su coño. Era espectacular ver como su capullo negro pasaba por la raja del coño separando los carnosos labios mayores y dejando la entrada de la vagina totalmente abierta a expensas de ser penetrada.

-        ¡Joder, méteme ese pollón cabrón! – Marta estaba deseosa de que la follásemos.

Ella continuó emitiendo gemidos, sabiendo perfectamente lo que estaba pasando. La situación hizo que mi polla se pusiera durísima de inmediato, ver a Roberto pasarle la polla por el culo y el coño a Marta mientras yo separaba sus nalgas facilitándole el camino, me hizo excitarme enormemente. Tenías los dedos separados intentando abarcar cada nalga de Marta separándolas lo máximo posible mientras Roberto sujetaba ahora su enorme rabo con la mano a modo de látigo y golpeaba el agujerito del culo y los cachetes y rozaba mis dedos.

Me quité el albornoz y me situé sobre Marta pasando una pierna por encima de su espalda de tal forma que me quedé frente a Roberto y mi polla empalmada reposó sobre las nalgas de ella. Entonces fue ahí cuando ambos empezamos a pasarle la polla por el culo a Marta, yo me sumé a los pequeños golpes, intentábamos hacerlo ordenadamente, sin rozarnos, aunque era inevitable que sucediera. Nuestros rabos iban golpeando y masajeando el culo de mi mujer y, puntualmente, se rozaban entre ellos e incluso contra nuestras propias manos.

Marta colocó sus manos en su culo y ahora era ella la que separaba las nalgas facilitándonos el trabajo. La excitación era cada vez mayor y nuestros movimientos más intensos. Instintivamente puse una mano en su hombro para sujetarme. Él lo acepto con naturalidad e hizo lo mismo, aunque con ambas manos en mis hombros. Situó los 24 centímetros de su rabo totalmente duro en la raja del culo del Marta, lo dejó libre de sujeción y empezó a hacer movimientos hacia adelante y hacia atrás con la pelvis. Yo mantenía una mano sobre su hombro y con la otra mano sujetaba mi polla mientras golpeaba las nalgas de Marta.

De nuevo pasaron por mi cabeza las palabras de Marta y comencé a excitarme. Golpeé su polla con la mía varias veces y pasé mi capullo junto al suyo a conciencia. Roberto no dijo nada e incluso parecía darse cuenta y aceptarlo de buen agrado. Decidí dar un paso más y puse mi polla junto a la suya, coloqué ambas en paralelo y pasé mis dedos como pude por el tronco de su enorme polla, sujetando ambas con la misma mano, no sin dificultad. El grosor de su rabo y del mío que, aunque más pequeño, no desmerecía, hizo que literalmente tuviera que usar la mano entera para sujetar las dos pollas. Fue un gesto un tanto natural, aunque en mi mente pensaba en las palabras de Marta, en las experiencias que habíamos vivido y simplemente quise probar si mi cabeza rechazaría ese acto. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo, pero tras él, mi cabeza se acostumbró a sentir el calor de su miembro en mi mano y la sensación extraña de rechazo se convirtió en excitación.

Estuvimos así unos minutos, él tampoco hizo ademán de retirar su polla, con lo cual entendimos que fruto de la calentura, todo estaba en su sitio. Los 3 estábamos disfrutando.

-        No puedo más, os quiero comer la polla, quiero que me folléis – interrumpió Marta deseando que diésemos un paso más.

Tanto Roberto como yo, nos retiramos de encima de ella y Marta se dio la vuelta y se quitó el antifaz. Yo la miré sonriente y ella me devolvió la mirada y la sonrisa sin saber muy bien por qué.

-        Fóllame así cariño – me dijo mientras se ponía de lado con el culito en pompa, era otra de sus posturas preferidas – Y tú ven aquí – le dijo a Roberto, cogiéndole la polla y acercándola a su boca.

Él se situó de rodillas con la polla cerca de sus labios y yo me puse de lado por detrás de ella, le abrí ligeramente las nalgas buscando su coñito con mi capullo y le metí la polla hasta el fondo. Comencé a follarla muy lentamente mientras ella degustaba el enorme pollón de Roberto. Nuestras cabezas estaban a la misma altura y yo apreciaba desde detrás de ella como poco a poco engullía los 24 centímetros de nuestro amigo con gusto y dificultad a partes iguales, aunque era imposible que le entrase entera en la boca, ella se esmeraba intentando asumir un poco más de carne cada vez que inclinaba su cabeza hacia adelante, posicionaba la lengua justo por debajo del tronco de la polla de Roberto intentando hacer sitio dentro de su boca. De vez en cuando, Marta giraba su cabeza hacia detrás para mirarme sonriente y besarme mientras no dejaba de pajear a Roberto. Mis bombeos eran suaves, estaba disfrutando de la follada, mi polla se ensanchaba y endurecía cada vez más dentro de su palpitante coño caliente. Coloqué la mano que tenía libre en la cabeza de Marta y empecé a acompañar los vaivenes de la mamada. Cada vez ejercía un poco más de presión contra el rabo de Roberto, que continuaba de rodillas recibiendo una mamada espectacular a la vez que acariciaba el cuerpo de Marta. Primero jugó con sus tetas, manoseándolas y pellizcándole los pezones y luego pasó a su coño. El chico empezó a jugar con un dedo con el clítoris, haciendo círculos sobre él, lo cual provocó el primer orgasmo de Marta. Yo no paré de follarla en ningún momento por lo que pude sentir las contracciones de su coñito perfectamente y sus flujos empaparme.

Roberto empezó a separar ahora los labios de su coño permitiéndome follarla con mayor comodidad. De repente, sentí que mis huevos empezaron a chocar contra los dedos del muchacho y acto seguido fueron sus dedos los que buscaron mis huevos y mi polla. Roberto colocó su mano sobre la entrada del coñito de Marta mientras yo la follaba, situó la palma de su mano sobre el clítoris y sus dedos sobre el final de mi polla y mis huevos y empezó a acompañar así a cada embestida, sólo retiraba la mano para escupirse en ella y lubricar la zona, que ya de por sí era un manantial de flujos.

Marta pidió cambiar de posición. Roberto se quedó bocarriba en la cama, ella se colocó sobre él, cogió su enorme pollón y se lo introdujo poco a poco hasta que logró sentarse a horcajadas completamente sobre el chico y comenzó a cabalgarlo. Yo me quedé de pie, a la altura de la cabeza de Roberto, colocando mis pies a ambos lados de sus hombros y la espalda apoyada en la pared y le metí la polla en la boca a Marta, quién inició de nuevo una mamada.

-        No te sacias puta – le dije a mi mujer mientras ella me mantenía la polla levantada y me lamía los huevos a la vez que botaba sobre Roberto.

Los 3 estábamos muy cerdos, totalmente entregados al sexo y sacando cada vez más nuestras caras más sucias. Marta volvió a correrse, esta vez siendo follada por Roberto, era normal que alcanzara el orgasmo con semejante rabo dentro de ella. Volvió a estremecerse gritando como una poseída.

Yo me bajé de la cama y me coloqué por detrás de ellos.

-        Ven aquí, te voy a follar como a una perra. – le dije a Marta, que se colocó a 4 patas sobre la cama, dejando a Roberto totalmente empalmado bocarriba.

Ella comenzó de nuevo a mamarle su enorme pollón cubano y yo sé la metí hasta el fondo sin ningún tipo de esfuerzo debido a lo dilatada que tenía la vagina. Empecé a darle fuerte embestidas, de tal forma que mi pelvis golpeaba su culo provocando que se oyera en toda la habitación.

Desde mi posición veía la cabeza de Marta subiendo y bajando a gran velocidad sobre la polla de Roberto, mientras el chico se pajeaba también a un ritmo alto.

-        Ufff me voy a correr pronto – dijo él

-        Yo no aguantaré mucho tampoco – añadí yo

-        Correos sobre mí – dijo Marta.

Rápidamente se sacó mi polla con suma facilidad, se colocó bocarriba en la cama y nos invitó a corrernos sobre ella mientras se metía 3 dedos en su empapado coño.

Roberto y yo colocamos nuestras pollas sobre su cara y empezamos a pajearnos. Él fue el primero que se corrió sobre la cara y boca de Marta, yo le acompañé dejando su boca y sus tetas completamente llenas de leche y acto seguidos ella volvió a correrse, provocándose un fuerte orgasmo de nuevo. Cuando acabó, cogió ambas pollas y las volvió a chupar, lamió nuestros capullos y los limpió mientras nos miraba sonriendo.

Cuando miramos el reloj, era casi la hora de comer. ¡Habíamos tenido casi 3 horas de sexo! Marta y yo nos quedamos en la cama extasiados y Roberto fue a darse una ducha. Cuando acabó, se vistió, recogió sus cosas, se despidió de nosotros calurosamente y se marchó. Nosotros nos quedamos casi una hora pensativos mirando al techo. Una gran carcajada de Marta rompió el silencio.

-        Pues nada, nos queda un día de vacaciones cariño. – dijo riéndose.

-        ¿lo dedicamos al turismo convencional? – le pregunté yo devolviéndole la carcajada.

-        Me parece perfecto. – me respondió

Y ahí acabaron nuestras experiencias sexuales en el puente de diciembre, aunque no fueron las últimas que hemos tenido.