La casa rural
Las casas rurales tambien pueden ser utilizadas para tener intimidad fuera de casa
Llego bien entrada la noche, meto el coche en el recinto y lo detengo frente a la casa que he alquilado, una pequeña cabaña de madera. Apago el motor, bajo del coche, abro la puerta de la casa y comienzo a pasar maletas y bolsas desde los asientos traseros al interior de la casa. Cuando he terminado cierro las puertas del coche, miro a mi alrededor para comprobar que no hay nadie a la vista y que las demás casas tiene las luces apagadas; tras asegurar el territorio abro el maletero y la ayudo a sacar las piernas y poner los pies en el suelo, después estiro de la correa para que se ponga en pie y la guío rápidamente al interior de la cabaña. Ella me sigue a tientas, con una venda en los ojos y otra atada en la boca, y sujetando la correa con las manos esposadas en un patético intento de recuperar algo de control. Cierro la puerta tras ella con llave y examino la casa. Es sencilla, se compone de un pequeño salón, una habitación con un cuarto de baño, y una alargada cocina haciendo de pasillo entre el salón y el dormitorio. Sigo analizando la casa hasta que encuentro lo que busco: sobre la estrecha cocina hay una viga que no esta totalmente pegada al techo. Meto la mano en el asa de la correa de mi juguete de esta noche y uso las dos manos para abrir una bolsa y sacar una cuerda y un mosquetón, los ato, me pongo bajo la viga, y tras varios intentos logro pasar la cuerda sobre la viga; antes de que se de cuenta, engancho el mosquetón en la cadena de las esposas, estiro de la cuerda hasta levantarle bien los brazos y ato el otro extremo al pomo de una ventana cercana.
Terminados los preparativos la examino con calma y detenimiento, dando vueltas a su alrededor. Viste una ligera camiseta de tirantes y unos pantalones cortos elásticos que le tapan sólo hasta la mitad de los muslos. Su dorada melena pasa por debajo de las vendas rojas que la ciegan y enmudecen y cae en cascada hasta casi ocultar su redondo culo. Poso mis manos en sus nalgas y aprieto, dejándome llevar, y desciendo acariciando sus caderas, curvo mis dedos, los clavo, y recorro con ellos sus muslos rodeándola con los brazos. Se agita un poco, nerviosa, cuando una mano se detiene en su entrepierna y la otra sigue hasta su cintura, la rodea hasta la espalda, la araña de abajo a arriba, aferra su pelo y estira hacia atrás, doblándole la cabeza. Meto la mano bajo los pantalones y las bragas y toco directamente su clítoris. Casi oigo como aprieta los dientes. Acaricio su sexo despacio, unas veces rozándolo y otras presionándolo con suavidad; cuando creo que ya se ha lubricado lo suficiente acerco mi cara a su mejilla, doy un pellizco de despedida a su clítoris, le muerdo el lóbulo de la oreja y meto dos dedos dentro de ella. Sus muslos se juntan intentando detenerme, pero ya es demasiado tarde, estoy dentro, y saco los dedos lo mínimo necesario para estimularla y meterlos más profundamente aún. Ella gruñe frustrada de que su cuerpo se rinda mucho antes que su mente.
Sin dejar de masturbarla la suelto el pelo y me pongo delante de ella, con la mano libre levanto la camiseta hasta las axilas, y aprovechando que estamos en la cocina, tomo unas tijeras y corto tantas tiras del sujetador como puedo, hasta que caen al suelo entre nosotros. Aferro uno de sus pechos mientras me meto el otro en la boca, pellizco un pezón, succiono el otro, aprieto el primer pecho con los dedos, muerdo la piel del segundo, suelto el pecho y llevo mi mano a su espalda, acariciándola y arañandola por detrás mientras la cubro de saliva por delante. Me pierdo, quiero tocarla toda ella a la vez, quiero hacerlo todo al mismo tiempo...
Saco mis dedos de dentro y me separo un par de pasos. Necesito respirar, calmarme un poco para poder seguir el plan. Tomo un vaso, saco la botella de agua de la nevera y me sirvo, intentando que el agua se oiga claramente. La veo intentar tragar saliva, tiene que estar sedienta tras dos horas de viaje.
Me quito el cinturón y sin preámbulos azoto una nalga con él. Antes de que acabe el respingo azoto la misma nalga, y le doy otra vez antes de pasar a la otra. Dos azotes mas y bajo a los muslos. Me entretengo poco aquí, pues es delante donde tengo autentico trabajo, sus pechos están bien cultivados y quiero enrojecerlos por completo.
Cuando me canso de azotarla procedo a volver a saciar mi sed. Dejo el cinturón, me agacho frente a ella, y al mismo tiempo que me acerco al suelo bajo primero los pantalones y las bragas, y después se los quito, me acerco a ella, meto un brazo entre sus muslos, después meto el hombro y finalmente estiro hacia atrás retirándole un pie del suelo y obligándola a descargar parte de su peso sobre su muslo y mi hombro. Abierto el bufete, meto la lengua dentro de ella y retomo la estimulación vaginal, acariciando las paredes de su vagina, y deteniéndome solo para succionar su clítoris ocasionalmente.
Una vez saciado decido pasar al siguiente punto del plan. Abro el mosquetón y suelto las esposas, para seguidamente estirar de la correa hacia abajo hasta que se arrodilla, y sigo hasta que sus manos tocan el suelo; en este punto me dirijo hacia el dormitorio despacio, para que pueda seguirme a pesar de las manos esposadas. Una vez allí la acerco a los pies de la cama, la detengo, me siento frente a ella, le suelto la mordaza y le acerco una botella de agua a los labios; ella la sujeta con las manos y bebe con ansia hasta que no queda más agua, entonces arroja la botella a un lado furiosa, tiene más sed. Tantea con las manos hasta localizar mis piernas, luego la parte alta de mis pantalones, y finalmente el cierre. Permito que los abra y me los baje, toma mi pene entre sus manos y me lo acaricia, besa la punta, y en seguida le respondo con una generosa erección, que ella se mete en la boca. Con movimientos expertos logra llevarme al final rápido y secarme por dentro, quedandose toda mi humedad para ella.
Saciados los dos vuelvo a tomar el control con la correa, la subo a la cama en donde permanece a cuatro patas, esperando a que la tome. No la hago esperar, me subo de rodillas detrás de ella y la penetro con suaves empujones al principio, pero con ritmo intenso al final, mientras mantengo tensa la correa para controlarla si decide que no esta contenta con su posición. Me inclino sobre ella pecho contra espalda, rodeo su cintura para agarrarla mejor, y terminamos entre jadeos de cansancio y éxtasis, para después dejarnos caer sobre la cama a plomo y permanecer así, yo abrazado a ella, durante un buen rato, disfrutando de la piel del otro con suaves y ocasionales caricias. Sólo espero quitarle las esposas antes de dormirme rendido, la última vez se enfadó mucho.