La casa rural - 07 viernes
Dos familias en una casa rural
VIERNES
El día amaneció con algunas nubes sobre las cimas de la sierra.
Era el turno de Charo. Igual que Teresa, ella también había pensado que lo mejor era tragar cuanto antes las eyaculaciones de aquellos bárbaros. Ya reunidos en el salón, todos esperaban que Lucio tomara la iniciativa, pues él era siempre el primero. Pero lo que hizo les dejó sorprendidos. Con una exagerada reverencia, los brazos extendidos y una pose ridículamente condescendiente, dijo, dirigiéndose a Julio, “Sírvase vuesa merced aceptar el privilegio de ser el primer hombre al que esta Cleopatra hace los honores.” Era falso, claro, pues Cleopatra , es decir Charo, ya le había hecho los honores el primer día. Respondiendo de una manera igualmente ridícula y afectada, Julio aceptó ser el primero al que se la iban a chupar aquel día. No fue nada del otro mundo, puesto que él se sujetaba el miembro, agitándolo, y se limitaba a apoyar el extremo sobre los labios de ella. Sólo cuando iba a eyacular advirtió: “Abre la boca y no tragues.” Todo el esperma cayó sobre la lengua. Enseguida llamó a Teresa y obligó a Charo a escupir parte del semen en la boca de su hermana. A ninguno de ellos pareció repugnarles la escena; incluso alabaron el poder contemplarla. Afortunadamente para ellas, a ninguno más se le ocurrió hacer lo mismo.
Al retirarse, hizo otra exagerada gesticulación y cedió agradecido el testigo a quien le había otorgado el privilegio de ser el primero en satisfacer sus afanes. Así como Lucio tenía una especial predilección por Teresa, también Julio, aunque en menor medida y de forma menos notoria, la tenía por Charo. El cuadrado quedaba circularmente cerrado.
El turno de Lucio no tuvo ningún misterio, salvo el comentario “Vas a tener que esmerarte tanto como con él”, y señaló hacia Julio.
Era muy llamativo que durante las felaciones, todos ellos guardaban un silencio conventual, casi litúrgico, roto solamente por los suspiros del que estaba siendo felado y por los chasquidos y gorgoteos que a veces producía la lengua y la saliva de la felatriz. A veces era la garganta de la feladora, tratando de respirar, la que producía un sonido gutural, extraño, que a ellos les producía regocijo (mirándose entre sí) y a ellas un profundo desasosiego, bajando la mirada.
Esteban hubiera preferido tirarse a Teresa, pero ya sabía que ahora no tocaba. Un ejercicio rápido de onanismo derramado sobre la lengua y los labios de su madre puso fin a su actuación. Nacho no se apartó ni una coma de lo que había hecho Esteban salvo, quizá, por las caricias y sobeteos en los senos de Charo.
En cambio, Goyo se tomó su tiempo y en lugar de entrar a saco, quiso acariciar el cuerpo de la mujer que tenía delante. Tocó y acarició. Saboreó los pezones, frotó las nalgas con su pelvis y con algo más. Sus manos y sus dedos recorrieron buena parte de la geografía de Charo, llegando incluso a explorar la cueva del tesoro, también conocida como el palacio oculto. Cueva, palacio, qué conceptos tan opuestos para nombrar una misma realidad. Introdujo el glande entre los labios de Charo, y ésta, casi como una reacción refleja, comenzó a mover la cabeza hacia delante y hacia atrás. Pero las intenciones del bruto eran otras. Con las manos detuvo el movimiento y él mismo comenzó a balancear las caderas. Recordaba que Esteban había hecho esto con Teresa, ayer. Y quiso imitarlo. Pero Goyo, ya se ha dicho, carecía de ritmo en la cópula, y por tanto la irrrumatio resultaba un poco cómica; tanto, que Lucio dijo “Toma, Moreno”, en alusión a los movimientos del cuervo Rockefeller, y, con toda la intención, a la propia Charo, pues su primer apellido era Moreno. Las risas que provocó el comentario resonaron un buen rato en el salón. Goyo no tardó en eyacular. Fue, eso sí, un torrente de caliente esperma el que soltó. Charo no daba abasto y parte se resbalaba por la comisura de los labios.
Terminada la función, Lucio y Julio salieron al jardín de la casa, para estar al aire libre; Nacho y Goyo se fueron a jugar a la play ; Belén se quedó consolando a su madre. Teresa quiso acercarse a ellas, pero Esteban la sujetó por un brazo y se la llevó al dormitorio.