La casa rural - 06 jueves

Dos familias en una casa rural

JUEVES

Le tocaba a Teresa ser la felatriz del grupo. Todos estaban expectantes, y a nadie se le escapaba que Lucio y Esteban iban a ser los protagonistas. También, a su modo, Julio. Teresa había estado dándole vueltas al tema. Había visto cómo aquellos pervertidos habían obligado a Belén a comerse a golpe de cuchara el semen que no quiso tragar, a pesar de que les habían dicho que podían elegir entre hacerlo o no hacerlo. Evidentemente, era una trampa: si no se lo tragaban cuando ellos eyaculaban, las obligaban a hacerlo después. ¿Cuál era la diferencia? Para Teresa estaba muy claro: ante la asquerosidad de comerse el semen a cucharadas si no se lo tragaba, optó por ingerirlo en cuanto ellos eyacularan.

Puede decirse que la única novedad fue que Lucio no dejó que Teresa se sentara en la silla, si no que hizo que se inclinara sobre el miembro. De esta manera, podía tocar y sobar no sólo sus senos si no también la espalda, las nalgas e incluso la entrepierna de la mujer.

Mientras iba chupando las sucesivas pollas, por la mente de Teresa cruzaron ideas muy concretas sobre lo que haría con aquellos depravados si pudiera: cortarles la polla y metérsela por la boca; cortarles la polla y metérsela por el culo; cortarles la polla y trocearla para metérsela por el ano como si fueran monedas; arrancarles los huevos con unas tenazas y luego echarlos al fuego mientras se desangraban y gritaban; obligarles a darse por el culo entre sí, y si se negaran, meterles un calabacín por el culo; sacarles un ojo y metérselo por el culo, para que vieran por dentro; sacarles después el otro ojo; arrancarles los pezones de las tetillas con unos alicates y después obligarles a comérselos; machacarles a patadas los testículos, y al que se quejase, taparle la boca con sus propios cojones; aplastarles los huevos con una plancha encendida; verterles por el culo una cafetera llena de café hirviendo, con un embudo metálico; hacer que se comieran una compresa justo cuando ella tuviera la regla; arrancarles las uñas con unas tenazas al rojo vivo, y metérselas por el culo; acariciarles la espalda con cuchillas de afeitar, y cuando se quejaran, cortarles la lengua con esas cuchillas, y metérsela por el culo; abrasarles la lengua con un vibrador metálico calentado al rojo; meterles un embudo por la boca y orinar, si escupieran el líquido, les golpearía los testículos con un cazo; les obligaría a masturbarse entre sí y cuando hubieran eyaculado sobre el suelo, que lamieran la lechada, luego golpearles la cabeza hasta matarlos. También les atraparía la polla con una puerta y la cerraría una y otra vez hasta reventársela. Estas y otras lindezas pensaba Teresa mientras les iba haciendo una mamada a cada uno de ellos.